1. Historia de Roma

I. LOS PRIMEROS TIEMPOS: LA MONARQUÍA

Grandeza de la civilización romana

Tradicionalmente se divide la historia de Roma en tres grandes épocas tomando como base los sucesivos cambios de régimen político (Monarquía, República e Imperio), que coinciden con las grandes fases de su expansión para unificar culturalmente su gran espacio en torno al mar mediterráneo.

La historia de lo que llamamos Roma abarca unos doce siglos, durante los cuales llegó a dominar sobre un vastísimo territorio, desde Inglaterra hasta Arabia y desde el Rhin hasta el desierto del Sahara, llegando a unificar su manera de hablar, de pensar y de vivir convirtiendo a sus habitantes en “romanos”. A este fenómeno, único en la historia de los imperios, se le conoce como romanización. Los efectos de esta larga unificación política y cultural fueron muy profundos y provocaron los cimientos de la cultura europea, e incluso occidental.

· El latín explica la existencia de las lenguas románicas.

· El derecho romano inspira la legislación europea desde la Edad Media.

· La religión cristiana también es una herencia de este período decisivo

· Son romanos básicamente los modelos de régimen político que se han producido en el continente europeo, desde las antiguas monarquías absolutistas, las dictaduras y los sistemas democráticos.

· Gran parte de las ciudades importantes de Europa datan de esa época y lo mismo puede decirse de las vías de comunicación tradicionales entre los diferentes países y las regiones de cada país.

· La literatura (medieval, renacentista, barroca o neoclásica) no se entiende sin la conservada de la época romana. Otro tanto cabe decir de la arquitectura o la escultura.

Orígenes míticos de Roma

La narración sobre esta época primitiva constituye un conglomerado de leyendas populares muy antiguas e invenciones literarias elaboradas y enriquecidas por las primeras generaciones de historiadores y poetas romanos. La recopilación más completa y oficial se la debemos al historiador Tito Livio, contemporáneo de Augusto (s. I a.C.-I d.C.). Todo arranca con la llegada al Lacio, la patria de los latinos, del héroe troyano Eneas, que al terminar la batalla de Troya (s. XII a.C.), se dirigió hacia Italia y remontando el rio Tiber se estableció en el Lacio. Aquí se casa con la hija del rey y sus descendientes fundan la ciudad de Alba Longa. Cuatro siglos más tarde surge un conflicto dinástico y el rey legítimo, Numitor, es destronado por su hermano menor. El usurpador, para garantizar su seguridad, ordena matar a todos los hijos varones de su hermano, y a la única hija, de nombre Rea Silvia, la condena a permanecer virgen el resto de sus días. Sin embargo, ayudada por Marte, burla los planes de su malvado tío y da a luz a dos gemelos, Rómulo y Remo, los futuros fundadores de Roma. El rey manda que sean arrojados al Tiber, pero la canasta en la que habían sido abandonados quedó varada en la orilla. Una loba sedienta los descubrió y se puso a lamerlos y alimentarlos. Así los encontró un pastor que se los llevó a su choza, donde los crió como hijos suyo y de su mejer. Cuando llegaron a la juventud se descubrió la auténtica identidad y seguidos por una multitud de partidarios repusieron a su abuelo en el trono de Alba y decidieron fundar una nueva ciudad en aquellos parajes en que habían sido salvados y criados. A la hora de levantar las murallas de la ciudad, en una pelea entre los dos Rómulo mata a Remo y se convierte en el primer rey de Roma. Los reyes

Tras el fundador se van sucediendo una serie de reyes nativos: Tulo Hostilio, que impone la supremacía en el Lacio y destruye Alba Longa; Anco Marcio que extiende el territorio de Roma hasta el mar y levanta el puerto de Ostia. Mientras Roma ha ido agrupando al resto de las aldeas levantadas sobre las siete colinas próximas al Tíber y fortaleciendo así su posición frente a sus belicosos vecinos del otro lado del rio, los etruscos.

Pero de nada le sirvió a los romanos, porque en su expansión hacia el sur los etruscos se anexionaron el Lacio y en Roma se sucedieron tres reyes etruscos: Tarquinio “el antiguo”, Servio Tulio, gran reformador, y Tarquinio “el soberbio”, contra cuya tiranía se sublevó la nobleza romana (los patricios) apoyada por el pueblo (los plebeyos), poniendo así fin a la época monárquica y dando paso al “nuevo régimen”: la República.

II. LA REPÚBLICA ROMANA (509-31 a.C.)

Tras la caída de la monarquía, los romanos fueron desarrollando las instituciones propias de una República: Senado, magistraturas elegidas, etc., tratando de evitar siempre el poder personal. Sólo excepcionalmente dieron poderes especiales a una persona y siempre por tiempo limitado.

Las instituciones republicanas

Los magistrados se encargaban de las distintas funciones políticas, siguiendo un orden e cargos bien definidos (cursus honorum) y con distintos niveles de exigencia y responsabilidad. Así, los cuestores se encargaban de las finanzas de Roma, los ediles de organizar la vida de las ciudades, los pretores administraban justicia y los más importantes, los cónsules, dirigían a los ejércitos durante un año y convocaban al Senado y los comicios (asambleas). El Senado en teoría sólo daba opiniones, pero en la práctica eran verdaderas decisiones que los magistrados tenían que aplicar (sobre impuestos, la paz o la guerra, etc.). Tras haber debatido, votaban: se levantaban y se agrupaban según sus opiniones. Los senadores eran trecientos y tenían cargos vitalicios. Debían ser preferentemente antiguos cónsules y pertenecían generalmente a las familias más ricas de Roma

En los comicios o Asambleas los ciudadanos escogían a los magistrados y podían aceptar o rechazar algunas leyes, pero no podían cambiar el contenido de las decisiones del senado

Después de la revolución el 509 a.C., la ciudad-estado de Roma quedó en manos de la oligarquía patricia (unas cien familias que se consideraban descendientes de los compañeros de Rómulo), que controlaba el Senado y la Asamblea. Sustituyeron el sistema monárquico vitalicio por un gobierno de dos magistrados llamados “cónsules”, elegidos cada año por la Asamblea de la ciudad, también controlada por los patricios. La plebe reaccionó con el motín de Aventino (494 a.C.) y obligó a instituir unos magistrados plebeyos, los tribunos de la plebe, y una asamblea también propia, el concilio de la plebe. Durante los dos siglos y medio siguientes el proceso de igualación de derechos fue lento pero continuo, hasta llegar a un equilibrio político entre las dos clases.

La conquista de Italia

El proceso de democratización impuesto por la plebe no se habría producido si el Senado no hubiera acometido una política expansionista por la que necesitaba la colaboración de la plebe, principal integrante del ejército. Fue, por tanto, una época marcada por las guerras de expansión y conquista y por las rivalidades políticas.

· Primero, los romanos dominaron el Lacio.

· Luego, le tocó el turno a los demás pueblos del centro de Italia, sabinos, etruscos, etc.

· En la segunda mitad del siglo IV a.C., comenzaron los enfrentamientos con los pueblos del sur del Lacio: los belicosos samnitas.

· La lucha con los griegos en la Magna Grecia constituyó la tercera gran fase de la conquista de Italia y el punto culminante fue la guerra contra Tarento

La conquista del Mediterráneo

A mediados del siglo III a.C., Roma era ya una potencia del Mediterráneo. Las otras dos eran Cartago (norte de África, sur de la península Ibérica, la mayor parte de Sicilia y las islas importantes de la zona) y Macedonia, que ejercía la hegemonía en el mundo griego. La política expansionista de Roma y su seguridad nacional hicieron inevitable el choque, primero con Cartago (las guerras púnicas) y más tarde con Macedonia.

· La primera guerra púnica (264-241 a.C., se saldó con la liberación de Sicilia de los cartaginenses.

· La victoria romana (Escipión contra Anibal) en la segunda guerra Púnica acabó con el Imperio cartaginés que cayó automáticamente en manos de Roma.

Durante los siglos II y I a.C., el Imperio romano fue extendiéndose por todos los países del Mediterráneo e inicia su expansión hacia Oriente. A mediados del siglo I a.C., Julio César conquista en sólo diez años las Galias (Francia, Países Bajos y Suiza) e invade por primera vez Inglaterra. En este momento Roma asistió a la rivalidad entre dos figuras destacadísimas: Pompeyo y César, compañeros al principio, pero que acabaron enfrentándose en una guerra civil entre partidarios de uno y otro. Este enfrentamiento terminó con la victoria de César, pero su hijo Bruto, junto con los conjurados, lo asesinaron. Años después emergió la figura de Octavio Augusto, que venció a Marco Antonio y Cleopatra, anexionándose Egipto, y con él Roma entró en otra etapa de su historia: el Imperio.

III. EL IMPERIO ROMANO (31 a.C.-476 d.C.)

La época imperial duró más de 500 años y durante este período el Senado perdió gran parte de sus funciones y el emperador ejercía todos los poderes

El Alto Imperio (siglo I a.C.-II d.C.)

Con Octavio Augusto comienza un nuevo sistema político y una nueva época de la historia de Roma cuando derrotó a Marco Aurelio debido a la disputa de la sucesión de Julio César tras su asesinato. Esta época se conoce también como Principado, pues el título de los emperadores era el de príncipes, aunque bien podría ser calificado de “dictadura militar”. Se produjo la mayor extensión del Imperio, que en el siglo I d.C., se expandió por el norte hasta el Rhin y el Danubio, además de conquistar a Inglaterra; por el sur incorporó al actual Marruecos, con el nombre de Mauritania. En el siglo II d.C., la expansión mayor fue hacia el este (Arabia, Armenia, Mesopotamia, etc.) y en Europa la conquista de la Dacia (la actual Rumania), llevada a cabo por el emperador Trajano, nacido en Hispania. Los emperadores defendieron las fronteras más estratégicas con gigantescas fortificaciones, como el muro de Adriano (sucesor de Trajano e hispano como él) a lo largo de la frontera entre Inglaterra y Escocia (que quedó sin conquistar)

Bajo Imperio (s. III d.C.)

A partir de mediados del siglo III d.C., todo este magnífico Imperio empezó a resquebrajarse: crisis económica, anarquía militar, presión de los pueblos bárbaros, orientalización del poder imperial en cuanto a procedencia de los emperadores y modos de gobernar, etc. Comienza el Bajo Imperio o Dominado.

En un último intento de evitar el caos, el emperador Diocleciano reestructuró por completo el sistema económico y el régimen político, dividiendo al Imperio en dos, Oriente y Occidente y en cada parte un emperador y un lugarteniente y heredero. Pero este sistema no sobrevivió a su creador. El Imperio volvió a unificarse con Constantino a comienzos del siglo IV d.C.) y se dividió definitivamente a finales del mismo siglo con Teodosio (el tercer gran emperador Hispano).

El Imperio romano de Occidente fue invadido por los distintos pueblos bárbaros: visigodos, suevos, vándalos, etc. Este desmoronamiento culminó con la toma de Roma. A su vez, el Imperio romano de Oriente continuó su andadura histórica hasta 1453, cuando la ciudad fue tomada por las tropas otomanas con el nombre de Imperio Bizantino, con capital en Bizancio, la antigua Constantinopla.

Emperadores

Octavio Augusto fue el primer emperador, después del asesinato de Julio César. Adoptó el título de sumo pontífice y, de este modo, se convirtió en el jefe de la religión romana. Desde entonces, fue venerado como un dios viviente y se le consagraron altares y templos (muchos emperadores posteriores fueron divinizados al morir, de modo que el Senado los reconocía como dioses). Después de él y hasta la caída de Roma (476 d.C.) hubo muchos otros emperadores, que se agrupan en dinastías entre las que destaca la julio-claudia, con emperadores como Calígula, Claudio o Nerón; la flavia, con Vespasiano o Domiciano, y la dinastía antonina, con Trajano, Adriano o el filósofo Marco Aurelio. En los siglos III y IV hay que mencionar a Diocleciano, Constantino y Teodosio.