1. Platón

"Platón tuvo la habilidad de disfrazar planteamientos antidemocráticos de tal forma que engañaran a las generaciones futuras, que admiraron La República sin ser conscientes de lo que implicaban sus propuestas. Siempre ha estado bien alabar a Platón, pero no necesariamente entenderlo. Este es el destino común de los grandes hombres. Yo me propongo lo contrario. Yo pretendo entenderlo, pero tratarlo con tan poca reverencia como la que mostraría ante un inglés o norteamericano contemporáneo partidario del totalitarismo".

Bertrand Russell

Guía de lectura. PAU. La República

El texto que nos ocupa pertenece a la República, escrito en la época de madurez del autor.

Os proponemos una serie de recomendaciones para reconocer los temas que contiene el texto y de qué forma se podrían justificar desde la posición filosófica del autor.

En los libros VI y VII de la República, Platón compuso una reflexión filosófica en la que formuló una teoría de la realidad y del conocimiento, además de una teoría de la educación. Los temas recogidos en estos dos textos son:

- la alegoría del sol y la función del "Bien", la realidad más elevada.y que da sentido a todas las demás

- el símil de la línea con la consiguiente división de los dos mundos y los distintos tipos de conocimiento (jerarquía ontológica y epistemológica).

- y en el mito de la caverna, el proceso de educación como el paso de la ignorancia al conocimiento y la realización del "Bien" en la comunidad.

Sería conveniente centrarse en la teoría del conocimiento y en la teoría ontológica, así como en la relación entre ambas.

El mito de la caverna se mueve en el mismo plano que estamos presentando. La perspectiva del comentario cambia cuando se trata de un texto en el que habría que hablar de la educación del gobernante o filósofo, o cuando se plantea la posibilidad del retorno del prisionero liberado a la caverna. Entonces hemos de exp

oner el tema de la ética y la política (no hemos de olvidar que este pasaje está propuesto dentro de la línea ético política).

Contexto histórico, cultural y filosófico del texto.

No se trata de algo exacto y riguroso, pero yo creo que el contexto debería de contener las siguientes informaciones:

1. Un 25 % de Contexto Histórico:

1.1 Pericles y la D emocracia Ateniense. La hegemonía de Atenas.

1.2. Las guerras del Peloponeso y el declive ateniense. La carta VII

2. Otro 25 % de Contexto Cultural:

2.1 Esplendor de la Literatura Clásica: La tragedia y la comedia.

2.2 Esplendor de la arquitectura: El Partenon y la Acrópolis.

2.3 Esple ndor de la escultura: Fidias y el ideal del cuerpo humano.

3. Un 50 % de Contexto Filosófico:

3.1 Breve repaso de la vida y las obras de Platón.

3.2 Las Influencias que recibe Platón:

3.2.1 Las matemáticas de los Pitagóricos.

3.2.2 El N ous de Anaxágoras.

3.2.3 El Ser de Parménides.

3.2.4 El Dev e nir de Heráclito.

3.2.5 Y sobre todo, las enseñanzas de su maestro Sócrates, frente a los Sofistas: antirrelativismo, esencialismo, e intelectualismo moral.

3.3 Las influencias de Platón: la Academia y su discípulo Aristóteles.

LA FILOSOFÍA DE PLATÓN

ÍNDICE.

1. CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO (1)

2. REALIDAD Y CONOCIMIENTO. (2c)

2.1. TEORÍA DE LAS IDEAS

2.2. LA ALEGORÍA DEL SOL CON EL BIEN (FUNCIÓN ONTOLÓGICA Y EPISTEMOLÓGICA)

2.3. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

3. GUÍA DE LECTURA (LIBRO VII DE LA “REPÚBLICA”)

3.1. INTRODUCCIÓN. COMENTARIO DE TEXTO. (2b)

3.2. VOCABULARIO (2a)

4. RELACIÓN CON OTRA POSICIÓN FILOSÓFICA Y ACTUALIDAD. (3)

1.CONTEXTO HISTÓRICO, CULTURAL Y FILOSÓFICO.

Platón desarrolló su pensamiento filosófico en Atenas al final del siglo V a.n.e y la primera parte del siglo IV a.n.e. en una época convulsa y de crisis política y económica, por lo que recordará su esplendor, el imperio ateniense, pero lo que vivirá será su ocaso.

El siglo V asistió al mayor florecimiento de Atenas. El demos (pueblo) se convierte en poderoso, gracias a la democracia, cuando las victorias sobre los persas (guerras médicas, que se sucedieron durante las primeras décadas del siglo) les hacen sentir el deseo de tener sus propias leyes, surgidas del ágora, de la asamblea pública. La gran victoria ateniense sobre los invasores persas le inspiró una honda confianza en sí mismos y en su régimen democrático y con Pericles se imprimió un vigoroso impulso a la justicia social y mayor intensidad a la vida política, produciéndose en los ciudadanos un sentimiento de consagración a la polis y sus instituciones. Se introducen, desde un punto de vista político, importantes reformas legislativas que recortan los poderes del consejo de aristócratas o Areópago en beneficio de la Asamblea, en la que pueden intervenir todos los ciudadanos, lo que genera el descontento de la aristocracia que favorecerá revueltas posteriores e inestabilidad en el gobierno de la ciudad.

La ciudad de Atenas -que había destacado en estas guerras— obtiene la hegemonía sobre las demás polis y se constituye la liga délico-ática para la defensa común de los bárbaros. Sin embargo, había conflictos con los asociados, que producirán posteriormente luchas entre Atenas, Esparta, Siracusa y las polis asociadas a cada una de ellas (Guerras del Peloponeso, que transcurrieron durante los últimos 30 años del siglo V a.n.e.

Es un momento de apogeo cultural en Atenas. Florecen las artes, las letras, la filosofía. El espíritu democrático ateniense promueve la participación de todo el pueblo en el progreso cultural. Se le educa el gusto estético al ofrecerse obras maestras en los monumentos públicos. Se estimula al pueblo para que disfrute de las grandes obras de la poesía trágica y cómica.

La acrópolis de Atenas, que los persas destruyeron en el 482 a.C. fue reconstruida y engrandecida bajo el gobierno de Pericles (del 443 al 429). El arquitecto Ictinos y el escultor Fidias fueron los encargados de poner en práctica las obras durante diez años. Las esculturas del periodo clásico (s. V y IV a.C.) se caracterizan por las proporciones corporales perfectas, la idealización de las figuras, la serenidad y el equilibrio entre movimiento y estabilidad, (ejemplo: el discóbolo de Mirón). Más adelante, debido a la popularización de esculturas para adornar viviendas privadas y a los cambios históricos, sociales y filosóficos que supone el Helenismo, se potencia mucho más la expresividad: el dolor, el desenfreno, la sensualidad, etc. (ejemplo: la Venus de Milo, Laocoonte).

También el siglo V a.C. representa en Atenas la culminación de la tragedia griega y del género histórico. La tragedia se originó en torno al culto a Dionisos, cuya evolución ya con Sófocles (496-406 a. C.) y Eurípides (480-400) adquiere la forma clásica de personajes y coro con que la conocemos hoy. Herodoto (484-420 a.C.) y Tucídides (460-400 a.C.) fundan el saber histórico como seña de identidad colectiva del pueblo. Atenas se convierte en la capital intelectual del mundo griego.

Sin embargo, Platón nace en el 427 a.n.e., en medio de una confrontación que mantenía Atenas y sus aliados frente a Esparta y los suyos, las Guerras del Peloponeso. La derrota (404) acentúa la crisis ateniense iniciada con la guerra y con el apoyo de los espartanos, los aristócratas instauran la Tiranía de los Treinta, encabezada por familiares de Platón. Es un gobierno que acaba con los derechos democráticos y que desemboca en una guerra civil.

En este contexto la Carta VII de Platón es uno de los textos biográficos que nos da más información sobre el sentido y los objetivos de su obra. Platón ya anciano, explica sus esperanzas políticas de juventud, “cuando yo era joven pasé por la experiencia que otros muchos y pensé dedicarme a la política”; y cómo todas ellas se transforman en desencanto político. Sólo considera que la auténtica filosofía será capaz de poner las bases para una buena armonía social y política.

Tal vez la inestabilidad política de su tiempo le empujó a querer actuar en la vida pública, pero su encuentro con Sócrates cambiaría sus proyectos, sobre todo, al comprobar, según él mismo habría de escribir después, que la política ateniense podía ser tan ciega como para condenar a muerte “a nuestro amigo, el mejor hombre de los que entonces conocimos y el más inteligente y justo” (Fedón,). Esta etapa o periodo fue muy turbulento y muchos aprovecharon para tomar venganza de sus adversarios. Y algunos de los que estaban en el poder llevaron a Sócrates a los tribunales acusándolo de impiedad. En el año 399 tiene lugar la condena y muerte de Sócrates por la recién instaurada democracia y Platón decide refugiarse en Mégara.

Hacia 390 Platón visita las ciudades del sur de Italia, tomando allí contacto con el pitagorismo, y Sicilia, donde traba amistad con el joven Dion, cuñado del tirano de la ciudad, Dioniso I, a quien intentará influir en su gobierno. Con el fracaso de su primera aventura política, Platón regresa a Atenas (387) y abre una escuela, la Academia, donde se dedica durante veinte años a la enseñanza.

Por dos veces más regresará de nuevo a Siracusa tentado por la oportunidad de realizar un gobierno de filósofos, hasta que el asesinato de Dion le hace renunciar definitivamente a la práctica política.

Durante la primera mitad del siglo IV a.n.e. el marco político sigue inestable. Continúa el enfrentamiento entre los tres Estados más poderosos, Esparta, Tebas y Atenas, sin que ninguno sea capaz de imponerse definitivamente. Los conflictos perdurarán hasta que Filipo II de Macedonia acabe con la autonomía política de los Estados griegos. La crisis se extiende al ámbito cultural. Debido a la decadencia económica provocada por la guerra, ya no se acometen proyectos arquitectónicos semejantes a los del siglo V. En literatura sólo las comedias de Aristófanes y la obra hisroriográfica de Jenofonte se acercan a las grandes producciones del siglo anterior. Pero la crisis no es completa: Praxíteles, Escopas y Lisipo introducen en escultura el “estilo bello”, que rompe con los modelos cásicos. La retórica y oratoria conocen con Isócrates y Demóstenes su máximo esplendor.

La vida intelectual de Platón estuvo, por tanto, continuamente motivada por el tema de la organización de la ciudad. La fundación de la Academia significó un momento culminante, al poder preparar en ella, con la reflexión, la crítica y la adquisición de conocimientos, a los gobernantes de un futuro en el que no cupiese la injusticia ni el desorden. La filosofía surgía en Platón como una necesidad de dar respuesta al reto de una sociedad desorganizada, comenzando aquí la búsqueda de ese estado ideal que culminará en la República y en las Leyes.

Contexto filosófico

Al compás de su vida, la obra de Platón, casi toda ella en forma de "diálogos", se suele dividir en tres períodos:

Diálogos socráticos: escritos entre la muerte de Sócrates y su primer viaje a Sicilia. Estos diálogos, auténticas obras literarias, expone sobre todo el pensamiento de Sócrates y contienen pocos elementos propiamente platónicos: Apología, Protágoras, Gorgiasy Menón (considerados estos dos últimos como diálogos de transición, ya que en ellos Platón comienza a plantear teorías propias).

Diálogos doctrinales o de madurez: escritos durante su etapa en la Academia, hasta su segundo viaje a Sicilia. Sócrates, que sigue siendo el personaje central del diálogo, expone una doctrina a base de preguntas y respuestas ilustrándola a menudo mediante mitos. En este período se muestra el pensamiento maduro de Platón, la teoría de las ideas: Banquete, Fedón, República, Fedro.

Diálogos críticos o de vejez: Platón somete a dura crítica todo su pensamiento, tanto su doctrina política como la teoría de las ideas y su cosmología: Parménides, Sofista, Político, Timeo, Leyes.

El pensamiento de Platón es el intento de superar la escisión que en la tradición filosófica ha supuesto la sofística con su relativismo y escepticismo, que imposibilitan la búsqueda de la verdad y la ciencia y, por tanto, de la filosofía.

Platón quiere encontrar algo permanente e inmutable que escape al carácter cambiante y múltiple de las cosas sensibles, ya que sólo así podría encontrarse un saber estable y duradero, la ciencia. La respuesta la encuentra en que, si bien las cosas sensibles nacen y mueren, cambian y se componen de múltiples partes, la esencia de la cosa es permanente y es una y la misma en todas las cosas de la especie. Aunque un caballo muera, su esencia seguirá presente en otros caballos. A esto inmutable que está presente de algún modo en todas las cosas de la misma especie lo llama Platón Idea. Naturalmente la idea no puede verse con los ojos del cuerpo, sino con los del alma, con la inteligencia. De este modo, Platón entiende que la Idea es fija, permanente, no cambia. Por el contrario, la cosa deviene, cambia, es y no es.

Podemos distinguir dos corrientes de influencia en la elaboración de la teoría de las Ideas. Por una parte, las enseñanzas socráticas, centradas en la búsqueda de la definición universal, habían apuntado la necesidad de destacar el elemento común entre todos los objetos de la misma clase. Ese objeto común o término o término del conocimiento, que en Sócrates no dejaba de ser un término lingüístico, es convertido por Platón en algo independiente del conocimiento y del lenguaje: de la afirmación de la necesaria realidad de ese objeto común Platón concluye que debe existir independientemente de la mente que lo concibe, y lo llama Idea. La preocupación socrática, limitada estrictamente a los objetos éticos, es extendida por Platón a la investigación de los objetos naturales. Del mismo modo que debe existir una definición universal de "virtud", ha de existir una definición universal de todos y cada uno de los componentes de la realidad. Dado que Platón hace del término de esa definición universal una Idea, una realidad subsistente, termina por postularla detrás de los objetos éticos y de los objetos naturales. Por otra parte, las investigaciones de los filósofos anteriores, tanto de las escuelas jónicas como de las escuelas itálicas, habían puesto de manifiesto también la necesidad de reconocer la unidad en la diversidad, a través de la búsqueda del arché.

Por otro lado, el problema del conocimiento había sido abordado ya por los filósofos presocráticos. Recordemos la distinción hecha por Parménides entre la vía de la opinión y la vía de la verdad. Existen, para Parménides, dos formas de conocimiento: una basada en los datos de los sentidos y la otra basada en la razón. La vía de la opinión, en la medida en que remite a los datos sensibles, procedentes de un mundo aparentemente en devenir, no constituye un verdadero conocimiento: su falsedad le vendría de la aceptación del no ser, fuente de todas las contradicciones. En efecto, si el no ser no es ¿cómo confiar en el conocimiento que derive de su aceptación? El verdadero conocimiento nos lo ofrece la vía de la razón, al estar basada en el ser y rechazar, por lo tanto, toda contradicción. Por lo demás, el ser es inmutable, por lo que el verdadero conocimiento ha de ser también inmutable. La verdad no puede estar sometida a la relatividad de lo sensible.

Para los sofistas, sin embargo, el conocimiento sensible es, simplemente, el conocimiento. La verdad o falsedad no pueden existir como absolutos, estando sometidas a la relatividad de la sensación. Si prescindimos de la sensación, prescindimos del conocimiento. Lo que me parece frío, es frío, según Protágoras, aunque a otro le pueda parecer caliente: y para él será caliente. La razón debe partir de los datos sensibles para realizar sus operaciones, por lo que depende absolutamente de ellos. No tiene sentido hablar de un conocimiento racional como si fuera algo distinto y aún opuesto al conocimiento sensible.

El inmovilismo del Ser de Parménides es tomado para construir un mundo de Ideas permanente e inmutable, aunque múltiple, ya que son muchas las Ideas que lo pueblan, a diferencia del Ser unitario parmenídeo. Del pitagorismo, tomará la inmortalidad del alma y el preludio matemático en el acercamiento a las ideas. El espíritu de Sócrates empapa toda la filosofía de Platón al concebir el conocimiento como conocimiento de lo universal, defender el intelectualismo moral (la virtud es igual al saber) y centrar su interés en cuestiones de tipo ético-político.

Por otro lado, el mundo de las cosas sensibles recogerá los caracteres de movilidad, materialidad y relatividad propios de Heráclito, el atomismo y la sofística, respectivamente.

2. REALIDAD Y CONOCIMIENTO.

2.1. Teoría de las Ideas.

La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica, el eje a través del cual se articula todo su pensamiento. No obstante, dicha teoría no tuvo nunca una elaboración completa y acabada, sino que fue configurándose lentamente, con añadidos y correcciones constantes. En los primeros diálogos (juveniles o socráticos) no hallamos nada que nos pueda sugerir que Platón hubiera estado en posesión de la teoría de las Ideas. El discurso socrático en estos diálogos está orientado hacia la búsqueda de una definición de las virtudes, teniendo una intencionalidad fundamentalmente ética. En los diálogos de transición sí encontramos algunos elementos que parecen orientar el pensamiento de Platón hacia dicha teoría, como puede ser la formulación de la teoría de la reminiscencia en el "Menón". Pero donde encontramos ya esa formulación es en los diálogos de madurez como el "Fedón", "Fedro", "República" y "Banquete", en los que, a raíz de distintos temas, Platón presenta la teoría de las Ideas apoyándose en explicaciones figuradas que vienen recogidas en sus conocidos mitos y alegorías. En dicho período podemos destacar una intención gnoseológica compatible con la intención ontológica con la que generalmente se identifica la teoría de las Ideas, es decir, con lo que podríamos llamar la metafísica platónica. Y aunque, como ya veremos, en el período de vejez Platón adopta una actitud crítica, no parece haberla abandonado nunca.

Platón distingue dos modos de realidad: una, a la que llama mundo de las Ideas (inteligible, porque puede entenderse o conocerse), y cuya característica es la de ser inmaterial, eterna, ingenerada e indestructible, por lo tanto, ajena al cambio. Esta realidad es el modelo o arquetipo de la otra realidad, el mundo sensible (ininteligible, porque no puede entenderse), constituida por lo que ordinariamente llamamos cosas, y que tiene las características de ser material, corruptible, (sometida al cambio; a la generación y a la corrupción), y que no es más que una copia de la realidad inteligible. Si el mundo de las ideas es el mundo del Ser, de la auténtica realidad, el mundo sensible es el mundo del ser y del no ser, por estar sometido a la generación y a la corrupción, al nacimiento y a la muerte. De las realidades materiales o "cosas", que se hallan en un constante devenir, nunca podría decirse que verdaderamente son. Además, sólo la Idea es susceptible de un verdadero conocimiento o "episteme", mientras que la realidad sensible, las cosas, sólo son susceptibles de opinión o "doxa".

De la forma en que Platón se refiere a las Ideas en varias de sus obras como en el "Fedón" (el alma contempla, antes de su unión con el cuerpo, las Ideas) o en el "Timeo" (el Demiurgo modela la materia ateniéndose al modelo de las Ideas), así como de la afirmación aristotélica en la "Metafísica" según la cual Platón "separó" las Ideas de las cosas, suele formar parte de esta presentación tradicional de la teoría de las Ideas la afirmación de la separación entre lo sensible y lo inteligible como una característica propia de ella, que aboca a la filosofía platónica a un dualismo que será fuente de numerosos problemas para el mantenimiento de la teoría, y que Aristóteles señalará como uno de los obstáculos fundamentales para su aceptación.

Las Ideas representan las "esencias" de los objetos de conocimiento, es decir, aquello que está comprendido en el concepto; pero con la particularidad de que no se puede confundir con el concepto, por lo que las Ideas platónicas no son contenidos mentales, sino objetos a los que se refieren los contenidos mentales designados por el concepto, y que expresamos a través del lenguaje. Esos objetos o "esencias" subsisten independientemente de que sean o no pensados, son algo distinto del pensamiento, y en cuanto tales gozan de unas características similares a las del ser parmenídeo. Las Ideas son únicas, eternas e inmutables y, al igual que el ser de Parménides, no pueden ser objeto de conocimiento sensible, sino solamente cognoscibles por la razón. No siendo objeto de la sensibilidad, no pueden ser materiales. Platón insiste en que son entidades que tienen una existencia real e independiente tanto del sujeto que las piensa como del objeto del que son esencia, dotándolas así de un carácter trascendente. Además, las Ideas son el modelo o el arquetipo de las cosas, por lo que la realidad sensible es el resultado de la copia o imitación de las Ideas. Esa relación es explicada como imitación o como participación: las cosas imitan a las Ideas, o participan de las Ideas. Por su parte la realidad sensible se caracteriza por estar sometida al cambio, a la movilidad, a la generación y a la corrupción. Siguiendo a Parménides hay que reconocer la necesaria inmutabilidad del ser, pero el mundo sensible no se puede ver reducido a una mera ilusión. Aunque su grado de realidad no pueda compararse al de las Ideas ha de tener alguna consistencia, y no puede ser asimilado simplemente a la nada. Es dudoso que podamos atribuir a Platón la intención de degradar la realidad sensible hasta el punto de considerarla una mera ilusión. Parece claro que la afirmación de la realidad de las Ideas no puede pasar por la negación de toda realidad a las cosas.

En los diálogos de vejez, especialmente en los llamados diálogos críticos como el "Parménides", Platón revisa la teoría de las Ideas, especialmente en lo referente a la relación de las Ideas con las cosas y a las clases de Ideas, así como las relaciones que pueda haber entre ellas. En el transcurso de la discusión Sócrates es incapaz de solucionar los problemas que le plantea Parménides, pero se resiste a abandonar la teoría. Una cuestión que se discute es la de si existen Ideas de todas las cosas o sólo de los objetos o realidades nobles. Sócrates vuelve a reconocer lo absurdo que parece afirmar que existen Ideas de cosas innobles y abyectas, como el pelo y cosas así, pero tampoco está dispuesto a renunciar a su teoría: parece que tiene que haber Ideas de todas las cosas y que de alguna manera esos objetos universales, las esencias, han de ser reales y han de existir.

Las Ideas, por lo demás, están jerarquizadas. El primer rango le corresponde a la Idea de Bien, tal como nos lo presenta Platón en la "República", aunque en otros diálogos ocuparán su lugar lo Uno, (en el "Parménides"), la Belleza, (en el "Banquete"), o el Ser, (en el "Sofista"), ya que representan el máximo grado de realidad, siendo la causa de todo lo que existe. A continuación vendrían las Ideas de los objetos éticos y estéticos, seguida de las Ideas de los objetos matemáticos y finalmente de las Ideas de las cosas.

2.2. La alegoría del sol con el Bien y su función epistemológica y ontológica (libro VI).

En el libro VI de la República la Idea de Bien aparece como objeto de estudio supremo, por encima de la justicia, de la verdad y de la “ciencia”; es la realidad de donde procede todo lo verdadero, valioso y justo. Se introduce la cuestión de la naturaleza de esta Idea y su papel respecto al resto de lo real. Al comienzo del libro Adimanto pregunta a Sócrates si hay algo todavía mayor que la justicia y lo demás, a lo que Sócrates contesta afirmativamente, ya que a partir de la Idea de Bien las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas. Además, su conocimiento es necesario para los que han de gobernar y, a diferencia de lo que ocurre con la justicia y lo bello, se quiere lo que es bueno realmente, no basta lo que simplemente tiene apariencia de serlo.

Al comienzo de libro se hace alusión a las controversias que se debatían en los círculos socráticos: unos defendían que el Bien es el placer, otros que es la inteligencia. Pero, ambas posturas son criticables e inadmisibles. Los que dicen que el Bien es “inteligencia del Bien”, no aclaran ni lo que es inteligencia, ni lo que es bien y olvidan que el hombre es también cuerpo material y necesita el placer. Pero los que afirman que es el placer, estarían dispuestos a reconocer la existencia de placeres perniciosos y, por tanto, no podrían identificarlos con el Bien y olvidan que el hombre es fundamentalmente alma racional.

El alma por su naturaleza busca el Bien, pero por estar sometida al cuerpo, lucha por captar qué es. Por ello, “los mejores en el Estado”, los guardianes y gobernantes, no pueden permanecer en tinieblas, es decir, en la ignorancia, en el conocimiento sensible, sino que han de tener un conocimiento real y auténtico de lo justo y lo bueno, condición necesaria para el buen gobierno de la ciudad, y cuyo fundamento es el conocimiento del Bien.

Platón no se atreve a decir lo que es el Bien, porque cree que se trata de un tema muy complejo y quizás no se pueda hablar de él de una manera directa. Además no quiere correr el riesgo de hacer el ridículo y que se mofen de él, por lo que propone hablar de un “vástago” del Bien como lo que más se le parece, estableciendo la analogía del Sol y del Bien como un auténtico modelo para comprender la realidad.

De la misma manera que el Sol permite, gracias a su luz, que los ojos puedan ver todas las cosas y los seres que componen el universo, el Bien hace que la inteligencia pueda conocer las realidades inteligibles, las Ideas. El sol cumple respecto a la vista la misma función que el Bien con respecto al conocimiento intelectual. Así, cuando los ojos están iluminados por la luz de la luna la visión es débil, pero cuando es la luz del sol la que ilumina la realidad, la visión recupera la nitidez y la claridad. De la misma manera, cuando el alma fija sus ojos sobre aquellos objetos que son iluminados por la verdad, “intelige”, es decir, conoce racionalmente; sin embargo, cuando se sumerge en la oscuridad, en lo que nace y perece, opina y conoce sin inteligencia.

Exactamente igual que para ver es necesario que existan el sol, su luz proyectada y la vista que sale al encuentro de las cosas existentes, para el conocimiento intelectual es necesario el Bien, que ilumina los objetos inteligibles y dispone al ser humano hacia el conocimiento racional. La fuerza del Bien nos abre la luz del conocimiento verdadero

La función del Bien no queda reducida a la esfera de la epistemología, sino que se presenta como la causa de las cosas cognoscibles, de su existencia y de su esencia. Así como el sol no sólo es causa de la visión, sino que también es una fuente de energía que produce el nacimiento y el crecimiento de todas las cosas visibles, es decir, hace posible la vida, el Bien es la causa de la existencia de las demás Ideas, el fundamento de todo lo que existe y el fin hacia el que tienden todas las cosas. Es el principio que da sentido a la realidad.

2.3. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.

El análisis del conocimiento en Platón no es objeto de un estudio sistemático, abordado en una obra específica dedicada al tema, sino que, como ocurre con otros aspectos de su pensamiento, se plantea en varios de sus diálogos, por lo general en el transcurso de la discusión de otras cuestiones no estrictamente epistemológicas, si exceptuamos el Teeteto, diálogo en el que el objeto de la discusión es el conocimiento.

La primera explicación del conocimiento que encontramos en Platón, antes de haber elaborado la teoría de las Ideas, es la teoría de la reminiscencia (anámnesis) que nos ofrece en el Menón. Según ella, el alma, siendo inmortal, lo ha conocido todo en su existencia anterior por lo que, cuando creemos conocer algo, lo que realmente ocurre es que el alma recuerda lo que ya sabía. Aprender es, por lo tanto, recordar. El contacto con la sensibilidad y el ejercicio de la razón serían los instrumentos que provocarían ese recuerdo en que consiste el conocimiento. La teoría de la reminiscencia volverá a ser utilizada en el Fedón en el transcurso de una de las pruebas para demostrar la inmortalidad del alma, pero Platón no volverá a insistir en ella como explicación del conocimiento.

A estos planteamientos iniciales, seguirá la explicación ofrecida en la República donde encontramos la exposición de una nueva teoría -la dialéctica o ciencia suprema- que será mantenida por Platón como la explicación definitiva del conocimiento. Al final del libro VI, con el SÍMIL DE LA LÍNEA, se establecerá una correspondencia estricta entre los distintos niveles y grados de realidad y los distintos niveles de conocimiento. Distinguirá Platón dos modos de conocimiento: la "doxa" (o conocimiento sensible) y la "episteme" (o conocimiento inteligible). A cada uno de ellos le corresponderá un tipo de realidad, la sensible o mundo visible y la inteligible o mundo de las Ideas, respectivamente. El verdadero conocimiento viene representado por la "episteme", dado que es el único conocimiento que versa sobre el ser y, por lo tanto, es infalible. Efectivamente, el conocimiento verdadero lo ha de ser de lo universal, de la esencia, de aquello que no está sometido a la fluctuación de la realidad sensible; ha de ser, por lo tanto, conocimiento de las Ideas.

Representemos en una línea recta los dominios de los sensible y lo inteligible, uno de ellos más largo que el otro, y que se encuentre en una relación determinada con él. La división de la línea se hace en función de dos partes diferentes y desiguales por la distinta importancia que tienen los dos ámbitos de la realidad y las dos formas de conocimiento. Dividamos cada uno de dichos segmentos según una misma relación, igual a la precedente. Sobre la parte de la línea que representa el mundo sensible tendremos dos divisiones: la primera correspondiente a las imágenes de los objetos materiales -sombras, reflejos en las aguas o sobre superficies pulidas-, objetos de la eikasía o conocimiento de la imaginación. La segunda corresponderá a los objetos materiales mismos, a las cosas -obras de la naturaleza o del arte-, todo lo que crece o lo que puede ser fabricado por los hombres, objeto de la pistis, el conocimiento directo de la realidad con los sentidos. De igual modo, sobre la parte de la línea que representa el mundo inteligible, la primera división corresponderá a las imágenes (objetos lógicos y matemáticos), a los que le corresponde la dianoia o pensamiento discursivo, y la segunda a los objetos reales, las Ideas, estudiadas por la noesis o inteligencia pura.

Ahora bien, si el mundo sensible es el mundo de la opinión (doxa) y el mundo inteligible el dominio de la ciencia (episteme), estamos autorizados a formular la proposición siguiente: la opinión es a la ciencia lo que la imagen es al original. Las imágenes de los objetos materiales dan lugar a una representación confusa, que llamaremos imaginación (eikasía); los objetos materiales dan lugar a una representación más precisa, que comporta la adhesión del sujeto que las percibe, y a la que llamaremos creencia (pístis); por su parte, en el mundo inteligible, las imágenes de las Ideas (objetos matemáticos) dan lugar a un conocimiento discursivo (diánoia), mientras que las Ideas mismas da lugar a un conocimiento intelectivo (nóesis), el conocimiento de la pura inteligencia. El siguiente esquema puede servirnos de orientación.

Las nociones matemáticas, que de una parte reflejan las Ideas puras, pero por otra parte sólo pueden traducirse con la ayuda de símbolos sensibles, nos proporcionan el tipo de las nociones mixtas de la diánoia. Las matemáticas se fundan sobre hipótesis a las que consideran como principios a partir de los cuales deducen sus consecuencias, representando así la actividad del razonamiento discursivo. La nóesis ¿en qué se diferencia entonces de la diánoia? Por supuesto, en que se dirigen a objetos de conocimiento distintos. Platón establecía una diferencia entre las Ideas y los objetos matemáticos en el sentido de considerar a estos como realidades intermedias entre las formas (Ideas) y las cosas sensibles. Pero también en cuanto a su naturaleza, pues la nóesis, aunque partiendo de las hipótesis de la diánoia pretende rebasarlas remontándose hasta los primeros principios, las Ideas, mediante el recurso a una abstracción pura, descendiendo luego hasta las conclusiones que se derivan de esos primeros principios, pero sin valerse en ningún momento de imágenes sensibles.

El símil de la línea representa la organización de la realidad y del conocimiento en una especie de ascensión desde las realidades más rudimentarias como las imágenes hasta las más elevadas como las Ideas, y hasta la cumbre de todas las Ideas que es el Bien, pasando por los objetos materiales y los objetos matemáticos. La dialéctica o inteligencia es un conocimiento más claro que el del pensamiento discursivo o el de las artes, que se sirven de supuestos como si fueran principios. Y de esta forma, el pensamiento discursivo queda entre la opinión y la inteligencia.

3. GUÍA DE LECTURA (LIBRO VII DE LA REPÚBLICA)

3.1 INTODUCCIÓN. Comentario de texto

Conviene advertir que para Platón la actividad política que las circunstancias hostiles de su tiempo le hicieron proyectar al terreno de la teoría no es algo marginal a la preocupación del filósofo sobre cuál es el mejor modo de justificar y conducir su vida. Para Platón ética y política están indisolublemente ligadas. El individuo ha de realizarse en una sociedad ciudadana, y sólo si ésta es una sociedad justa, puede alcanzar la felicidad de una vida plena. Y, viceversa, una sociedad justa necesita estar regida por hombres sabios y justos, porque el Bien del individuo y el de la sociedad coinciden. El hombre no es por sí mismo autosuficiente, y necesita de la sociedad para “vivir del mejor modo posible en esta navegación de la vida”. (Más tarde, después de Aristóteles, los filósofos helenísticos renunciarán a ese afán y postularán la autosuficiencia del sabio para la felicidad).

Por la misma razón, por esa interconexión entre la ética y la política, la República de Platón es mucho más que un tratado de la constitución ideal y de las posibles formas de gobierno. “Es una obra que contiene de todo: una moral, una política, una metafísica, un tratado de sociología, una filosofía de la historia, una teoría de la educación”.

Estamos acostumbrados a considerar la República como un tratado político, como una teorización, más o menos utópica, acerca del Estado ideal (el título de la obra invita a hacerlo así). Sin embargo, como algunos estudiosos han observado, apenas un tercio de la obra trata de estas cuestiones. La larga disquisición de Sócrates, portavoz de las ideas platónicas, va de un tema a otro: de la tesis de que la justicia es lo más conveniente para el individuo, a la de la construcción de la ciudad perfecta, donde la estructura de las clases sociales refleja la estructura tripartita del alma humana, para pasar luego a una teoría del conocimiento y de la educación del verdadero filósofo, y más tarde a un estudio de las diversas formas de gobierno y sus degradaciones históricas. Concluye el diálogo con nuevas observaciones sobre la educación auténtica, censurando la tradicional influencia de la poesía en la formación del ciudadano. Junto a los razonamientos, Platón de sirve de mitos y alegorías para aclarar su teoría

Como hemos visto, Platón ha expuesto en el libro VI la alegoría del sol con el Bien y, mediante el símil de la línea, los cuatro niveles de realidad (imágenes, seres físicos, entidades matemáticas e Ideas) que se corresponden con los cuatro niveles de conocimiento (conjetura, creencia, conocimientos matemáticos e Inteligencia). Después, en la alegoría de la caverna, ilustra el ascenso desde el nivel más bajo de conocimiento y realidad hasta el más alto.

Pero, con esta alegoría expresa también:

I. Metafísicamente, la jerarquía de lo real, desde el mundo material hasta la realidad suprema del Bien.

II. Epistemológicamente, el tránsito de la ignorancia al saber.

III. Pedagógicamente, el proceso educativo mismo.

IV. Políticamente, quién debe gobernar, por qué debe hacerlo y cómo.

V. Antropológica y éticamente, el acceso a la plenitud humana

Por esta riqueza de temas podemos afirmar que se trata de un excelente compendio de la filosofía platónica.

3.2. VOCABULARIO.

ALEGORÍA. Figura literaria que consiste en expresar un pensamiento por medio de imágenes, de forma que haya correspondencia entre la imagen y la idea representada. Así la imagen de la alegoría del sol es el sol iluminando objetos, y la idea representada es el Bien haciendo que el resto de seres existan gracias a la participación.

ALMA. Lo que define esencialmente al hombre y cuya naturaleza es vivir separada del cuerpo. Tiene una estructura tripartita: alma racional (inmortal y facultad para conocer racionalmente. Situada en el cerebro); alma irascible (el carácter o la fuerza psíquica. Situada en el pecho); y el alma concupiscible (la capacidad de desear y sufrir pasiones. Situada debajo del vientre). La parte racional es inteligible y, por ello, superior e independiente del cuerpo, que se convierte en su cárcel- por tanto, la unión del cuerpo con el alma es accidental y temporal (dualismo antropológico).

Con “camino del alma”, Platón se refiere a la dialéctica, o sea, el método para ascender hasta las Ideas. Precisamente en griego método significa “camino a través del que se llega”. Es un conocimiento indispensable para el que ha de gobernar, distinguiéndose en ella un proceso ascendente hasta llegar a la Idea de Bien, y otro descendente hasta llegar a la idea de la que se ha partido. En sentido amplio es el proceso de conocimiento con dos fases: el camino de ascenso de lo sensible a lo inteligible e incluye el proceso educativo por el que se superan los distintos niveles de conocimiento. Este es el sentido que tiene en la alegoría de la caverna. Nos permite pasar de la multiplicidad de lo sensible a la multiplicidad de las Ideas, y después a las Ideas superiores hasta llegar a la Idea de Bien, último principio unificador; el camino de descenso tras llegar a la Idea de Bien. En la alegoría está representado por el camino de vuelta del prisionero.

ÁMBITO INTELIGIBLE / ÁMBITO VISIBLE. Platón establece dos ámbitos de realidad o mundos distintos y separados. 1. El ámbito inteligible está formado por los seres inteligibles (entidades matemáticas e Ideas). Es objeto de conocimiento o episteme (con sus dos niveles: diánoia y nóesis). 2. El ámbito visible, constituido por los seres sensibles (seres físicos y sus imágenes) y que no es más que una copia imperfecta del anterior. Es objeto de opinión o doxa (con sus dos niveles; eikasia y pistis)

BIEN. Idea de Bien. Idea que ocupa la cúspide del ser y por ello es el objeto del estudio supremo (la dialéctica). Es causa de la bondad de los seres sensibles, de las Ideas, de las acciones privadas (ética) y de las públicas (política). Es la causa última de los seres sensibles, pero también de la esencia y existencia de las Ideas, y de su verdad (su ser cognoscible). Finalmente, es causa de que nuestra alma llegue a conocer las Ideas, es decir, de que tenga inteligencia. (Véase en los apuntes la función ontológica y epistemológica del Bien)

CADENAS. Imagen de la alegoría de la caverna que explica por qué los prisioneros sólo ven sombras. Representan los hábitos y prejuicios que el hombre adquiere desde el nacimiento como consecuencia de su carácter corpóreo y que le impiden conocer lo inteligible. Al nacer, el alma olvida lo que ha conocido en su existencia anterior y, por la acción del cuerpo en el que se aloja, se acostumbra a valorar que lo conocido por los sentidos es lo real. Para superar esta opinión, tiene que liberarse del encadenamiento al que el cuerpo y sus sentidos la someten, y que le impiden conocer del modo que naturalmente le corresponde, mediante la inteligencia (ciencia dialéctica). Esa liberación se consigue gracias a la educación.

COSAS DE ARRIBA. Los objetos reales del exterior de la caverna. Se refiere a las entidades matemáticas y a las Ideas (véase).

COGNOSCIBLE. Los seres inteligibles, ya que al ser verdaderos, sólo ellos permiten un conocimiento verdadero. Cognoscible opone ser inteligible a ser sensible, que es opinable.

EDUCACIÓN. Paso de la ignorancia (la opinión de que lo sensible es lo real) al conocimiento más elevado. Sólo los filósofos recorren ese camino completo. La educación ocupa un lugar central en el Estado platónico porque mejora a los ciudadanos. Quienes conozcan el bien, obrarán bien (intelectualismo moral), por eso, sólo una educación que enseñe qué es el Bien, mejorará a los ciudadanos. Por esa misma razón, sólo los conocedores del Bien, los filósofos, serán buenos gobernantes.

Sólo son aptas para lograr este propósito aquellas ciencias que obligan a contemplar las esencias y no lo que se genera. Las disciplinas que no son capaces de elevar al alma hacia el mundo inteligible son; la gimnástica que se afana en torno a lo que nace y muere, pues es el crecimiento y decadencia del cuerpo lo que ella preside, la música que procura por medio de la armonía cierta proporción armónica, pero no conocimientos, la historia o narraciones, ya sean fabulosas o verídicas, porque nos sitúan en un pasado más o menos alejado y los historiadores lo relatan desde su punto de vista, y en general todas las artes porque son innobles.

Sin embargo, la ciencia de los números es un conocimiento absolutamente apto para atraer a la esencia y que conduce naturalmente a la comprensión. Este tipo de saber le es indispensable al guerrero a causa de la táctica y por su valor militar. Platón ve en los números un saber que encamina nuestro pensamiento de un modo especial hasta el campo de objetos que buscamos, las esencias. El estudio de las estrellas, al ser materiales, no constituyen el objeto adecuado de la Astronomía. En realidad, Platón estaba pensando en la cinética o dinámica, es decir, el estudio de las leyes del movimiento, de cómo se moverían en el espacio matemático los cuerpos matemáticos perfectos (que no existen en el mundo físico). Todas las ciencias enumeradas anteriormente no pasan de ser una introducción ya que más allá de ellas y por encima de todas necesitamos de la Dialéctica, mediante la cual se captarán las Formas y finalmente la Forma suprema. Serán capaces de clasificar las cosas conforme a estas esencias.

La educación es un ejercicio mediante el cual el maestro (representado por quien libera al prisionero), guía al hombre para que con sus capacidades recuerde por sí mismo la verdad que ya tiene en si (anamnesis). Esa concepción se opone a los sofistas, que entienden la educación como un proceso por el que el maestro “transmite” unos contenidos y técnicas.

FELIZ. Esta imagen representa la situación del hombre tras completar su educación y haber llegado a conocer la Idea de Bien. Por tanto, felicidad y conocimiento verdadero se dan a la vez.

HOMBRE. Unión temporal y accidental de dos realidades completamente distintas y separadas: cuerpo y alma (dualismo antropológico). De estas dos el alma es la principal pues es la causa del ser del hombre y lo que lo define esencialmente, siendo el cuerpo una cárcel temporal del alma contraria a su naturaleza.

IDEAS. Son realidades eternas, inmateriales, inmutables, que existen independientemente del mundo sensible y de los sujetos que la piensen, es decir es un ser en sí y por sí. No es un concepto o una construcción mental, sino que son realidades objetivas y los únicos seres en sentido completo, ya que de ellas derivan todo lo que hay de real en el mundo sensible, es decir, constituyen la causa y esencia del mundo sensible (las cosas materiales participan o imitan a las Ideas).

IGNORANCIA. En la alegoría de la caverna, situación en la que se encuentran los prisioneros antes del proceso educativo. Son ignorantes porque no saben que su conocimiento es erróneo: creen conocer seres reales cuando conocen sombras, es decir de aquellos que consideran que el mundo sensible es el real.

IMÁGENES. Seres que forman el nivel inferior de seres sensibles, produciendo el tipo inferior de opinión o conjetura

INTELIGENCIA. Constituye la facultad más elevada del alma racional, destinada al conocimiento inmediato e intuitivo de las Ideas.

LO REAL. En sentido riguroso, designa el verdadero ser de las cosas, que es de naturaleza inteligible y corresponde a las formas o Ideas, las cuales son esencias inteligibles, inmateriales, perfectas e inmutables de las cosas. El concepto platónico de realidad admita, sin embargo, grados. Así, los objetos que producen sombras dentro del interior de la caverna, son más reales, pero ellos mismos, a su vez, son copias imperfectas de las cosas que existen en el mundo exterior y, por tanto, son menos reales que estas.

PRISIONERO. Alude a la condición misma del hombre al estar inexorablemente apresado por los sentidos y es una expresión que alude a quienes viven encadenados en la caverna “prisión”. Representa también a los que viven en la ignorancia al opinar que los seres sensibles son lo real. La mayoría de la humanidad permanece toda su vida presa del error, de los prejuicios, de la manipulación, mientras que una minoría consigue liberarse y acceder a una existencia superior gracias al conocimiento.

SABIDURÍA. Una de las tres virtudes necesarias (junto al valor y la templanza) para conseguir la justicia en el ámbito ético y político. El hombre será sabio si lo es su alma racional y esto se conseguirá cuando se alcance el conocimiento del Bien. De este modo se convierte en un filósofo, que deberá gobernar al Estado para que así también este sea sabio.

SOMBRAS. En la alegoría de la caverna esta expresión tiene sentido alegórico. Pueden ser las sombras de los objetos del interior de la caverna, que representan a las imágenes, o las sombras del exterior, que representarían a los seres inteligibles inferiores, los objetos matemáticos.

4. RELACIÓN CON OTRA POSICIÓN FILOSÓFIA Y ACTUALIDAD.

Relacionaremos a Platón con los sofistas, por ser estos contrarios y adversarios en muchos aspectos a la filosofía de Platón

LA REALIDAD (ONTOLOGÍA)

Posición sofista. No hay una realidad objetiva e independiente del sujeto que conoce y que sea el ser verdadero, único e igual para todos. El ser es fluir y continuo cambio. Se reduce a sus distintos “apareceres” o manifestaciones ante los sujetos (fenomenismo).

Posición platónica. Dualismo ontológico (división y separación del ser en sensible e inteligible). La única realidad verdadera es el ámbito inteligible porque es el único universal, necesario, inmutable e independiente de los sujetos (idealismo). Esta realidad recibe su ser del Bien, por tanto, el ser sólo lo es en cuanto que es bueno. El mundo sensible es un ámbito de segundo orden consecuencia del inteligible del que recibe su esencia gracias a la participación.

EL CONOCIMIENTO (GNOSEOLOGÍA).

Posición sofista. No hay conocimiento verdadero en términos absolutos, sino que depende del sujeto y procede de la experiencia sensible, que es siempre particular y privada (subjetivismo). Depende también de sus características socioculturales e históricas (relativismo). Aunque existiera esa realidad objetiva, necesaria e inmutable, sería inaccesible, ya que el conocimiento sensible sólo ofrecería al sujeto un aspecto de esa realidad objetiva (fenomenismo). Por tanto, el conocimiento, entendido como algo necesario y universal, es imposible (escepticismo).

Posición platónica. La verdad es universal y necesaria. Por tanto, es posible el conocimiento de los seres inteligibles ya que son los únicos verdaderos (idealismo), a los que se llega sólo mediante el alma racional. Del mundo sensible sólo es posible la opinión, conocimiento no verdadero, que nos induce a error.

EL SER HUMANO (ANTROPOLOGÍA).

Posición sofista. No existe una naturaleza común y universal a todos los hombres. Cada ser humano es fruto de una educación en su contexto sociocultural. En él configura su personalidad y así se convierte en hombre. No hay “un modo natural” de ser hombre. Aunque tal naturaleza existiera no podría ser conocida.

Posición platónica. Dualismo antropológico. La verdadera identidad del hombre es su alma, de estructura tripartita. El alma racional, que es inmortal, es la fuente del verdadero conocimiento y para alcanzarlo tiene que luchar contra el cuerpo y sus sentidos. La vida se convierte así en un camino de separación de lo corpóreo.

LA ÉTICA.

Posición sofista. Relativismo y convencionalismo ético frente al absolutismo platónico. No existe un Bien absoluto válido para todos. En cada cultura las normas y valores morales son distintos. Son fruto del acuerdo de los hombres, de su cultura y su historia. Por tanto, tampoco existe la definición de hombre virtuoso, de justicia o de felicidad.

Posición platónica. El Bien existe objetivamente. Las acciones y decisiones son buenas sólo si se ajustan a ese Bien, único y el mismo para todos. El bien del alma es volver a su vida inteligible separada del cuerpo. Para conseguirlo el hombre debe ser justo y, para ello, cada parte de su alma debe ser virtuosa. En cada hombre, en función de su lugar dentro del Estado, dominará una virtud u otra. Cuando el hombre conozca su función, obrará bien (intelectualismo moral), y cumpliéndola se sentirá feliz.

LA POLÍTICA.

Posición sofista. El Estado no tiene que responder a la naturaleza del hombre, ya que esta no existe. Sus leyes y estructura son consecuencia del acuerdo entre los ciudadanos. Por tanto, propuesta convencionalista.

Posición platónica. La principal virtud política es la justicia. Sólo si los ciudadanos y gobernantes son justos se conseguirá un Estado justo. Los ciudadanos deben someter su vida al funcionamiento del Estado (sociedad “cerrada”). Quien no lo haga no es éticamente virtuoso y esta es la razón por la que política y ética van unidas. Las leyes y estructura del Estado serán justas cuando consigan que cada ciudadano siga la virtud que naturalmente le corresponde. Por tanto, el Estado debe estructurarse conforme a la naturaleza del hombre.

ACTUALIDAD

Whitehead sostenía que toda la historia del pensamiento occidental se reducía a un conjunto de notas a pie de página de la obra platónica. Resulta sin duda una exageración, pero su influencia ha sido ciertamente extraordinaria: se le puede considerar de hecho como fundador de una manera de hacer filosofía que constituye un eje conceptual que atraviesa todas las épocas, idealismo versus materialismo (o, también, “racionalismo” frente a “empirismo”).

No obstante, a partir del triunfo de la ciencia moderna ha ido perdiendo crédito el intento de cimentar un conocimiento que prescinda de la experiencia sensible. Igualmente, la convicción de que lo real es asequible a la mente humana tampoco se admite actualmente entre los expertos del conocimiento, que introducen, como mínimo, ciertas dosis de escepticismo. E idéntica suerte corre la creencia en verdades absolutas, que especialmente la posmodernidad ha criticado como peligrosa quimera (de ahí propuestas como la de Gianni Vattimo a favor de un “pensamiento débil”, es decir, consciente de su fragilidad, parcialidad y provisionalidad de sus conclusiones).

Un aspecto de su filosofía que goza de mayor vigencia es sin duda el valor otorgado a las matemáticas. De hecho, la fundación de la ciencia moderna se produjo en gran medida a partir de la comprensión de que las magnitudes físicas podían expresarse en fórmulas matemáticas.

Los fragmentos comentados giran en torno a la educación, especialmente la de los gobernantes del Estado. La preocupación platónica por este tema acerca su filosofía a nuestro mundo que concede importancia a la educación porque asume otra idea platónica también sobresaliente en los fragmentos comentados; la educación es el mejor medio para mejorar al hombre y, consecuentemente, a la sociedad.

En íntima relación con la educación aparece la reflexión platónica sobre el deber ser de la política. Platón está preocupado por cómo debe ser el gobernante, que debe mejorar a sus ciudadanos. Platón critica a quienes utilizan la política como medio de enriquecimiento personal o ascenso social. Actualmente, los casos de corrupción entre los gobernantes de las distintas administraciones, la separación entre política y compromiso ético, la crisis de los partidos políticos de corte tradicional, el ascenso de posturas integristas o de extrema derecha, ponen de manifiesto que la política se ha separado cada vez más de su deber ser: buscar el bien de los ciudadanos. Los gobernantes, por tanto, deben ser quienes mejor hayan asumido los valores éticos.

Sin embargo, el estado perfecto, tal y como Platón lo plantea, puede encerrar un germen totalitario, como denunció Popper en su obra La sociedad abierta y sus enemigos por haber defendido unos principios políticos que constituyen una amenaza para la sociedad abierta, en la que impera la libertad y la democracia. Popper ve a Platón como un reaccionario que construye sus ideales políticos a contracorriente de intelectuales y políticos como Protágoras o Pericles, que creían en la posibilidad de una sociedad democrática y abierta basada en la igualdad y la justicia.

La distinción platónica entre un mundo de sombras y un mundo real se reformula en la crítica que se lanza desde tantas posiciones a los medios de comunicación, especialmente a la televisión, por presentar un mundo deformado que entretiene a los ciudadanos durante horas: ¿Qué modelos nos proponen? ¿Qué vida llevan los principales protagonistas de las series de mayor audiencia? El análisis reflexivo, pausado y distanciado de nuestra realidad social, o la propuesta de proyectos alternativos son perspectivas que no tienen cabida en los medios. En este sentido, Emilio LLedó realiza una lectura del mito de la caverna en sentido antropológico, y en el que podemos vernos a nosotros mismos como prisioneros de la misma.