Máquina de pellets de madera hecha en casa
Haz tus propios pellets de madera para tu estufa de pellets.
Puedes comprar un equipo especial para hacer pellets de madera en casa para tu estufa de pellets. La fabricación de pellets de madera es sencilla. Como cocinar una torta, hacer pellets requiere una receta. Sin embargo, producir unos de buena calidad que se quemen correctamente en una estufa es más difícil, debido a los detalles de medición de la calidad, consistencia y condición del material. Cada proceso de producción determina el tipo de maquinaria que necesitas. Algunas fábricas de pellets vienen con todo incluido y hacen las bolitas de principio a fin. Otras hacen sólo una parte de la tarea, y requieren un equipo independiente para las tareas de preparación y acabado.Nivel de dificultad:Difícil
Pellets de madera dura vs. pellets de madera blanda
Necesitarás
Molino de martillos
Unidad de secado
Tambor rotativo
Depósito de acondicionamiento con unidad de mezclado y calentamiento
Lista completa
Instrucciones
1
Reduce las grandes piezas de madera a pequeñas astillas. Una vez que la madera esté en pedazos de 1 pulgada (2,54 cm), un molino de martillos los reducirá a la consistencia del aserrín. Esto lo hace con una serie de cuchillas giratorias, pulverizando las virutas de madera a medida que pasan a través de un depósito.
2
Mueve el aserrín a una unidad de secado. Una fábrica de pellets con todo incluido lo hace internamente con un tornillo sinfín, un transportador o una aspiradora. Si no tienes este tipo de molino, tendrás que mover el aserrín en forma manual.
3
Seca el aserrín a un 10 a 20 por ciento de consistencia de humedad o lo que indique tu receta. Un secador es un depósito cerrado con un elemento de calentamiento. Es la parte más cara de todo el proceso de producción de pellets.
4
Mezcla el aserrín después de que se haya secado para lograr una consistencia y densidad uniformes, eliminando los grumos creados durante el proceso de secado. Haz esto con un mezclador de algún tipo, como un tambor rodante.
5
Evalúa la condición del aserrín de acuerdo a tu receta de pellets. Coloca el aserrín en un depósito de almacenamiento con unidad de mezclado. Se trata de un contenedor al que se agregan aglutinantes, como el aceite vegetal. Se mezcla el aserrín en una suspensión espesa y se aplica calor de nuevo, si es necesario.
6
Presiona la mezcla de aserrín a través del molino de pellets. El molino de pellets se compone de un troquel y una unidad de rodillo. El rodillo empuja la pulpa a través de agujeros en forma de cono en la matriz. Los pellets se forman a medida que salen de los agujeros.
7
Separa los pellets haciéndolos pasar a través de un tamiz o pantalla. Los gránulos deben ser uniformes en tamaño y forma de acuerdo con la receta. Las pequeñas bolitas friables son disfuncionales en una estufa de pellets, ya que obstruyen el mecanismo del tornillo sin fin, creando una quemadura ineficiente.
8
Lleva los pellets calientes a pantallas de secado para un período de lenta deshidratación natural. Si se enfrían demasiado rápido se formarán grietas y se desmoronarán, no pudiéndose utilizar. Guarda las pastillas sólidas en bolsas de plástico en un área de baja humedad.
Comprobado: la 'estufa de los pobres' funciona (aunque muy despacio)
Han transcurrido diez días desde que en Teknautas publicásemos la noticia que hacía referencia a la estufa de los pobres. Algunos medios, como ABC yFinanzas, se han hecho eco de la noticia, aumentando más la controversia de los lectores acerca de la utilidad real del ingenio. Otros, como Malaprensa, el blog del profesor Josu Mezo, considera que "no es una buena idea" su instalación, aduciendo que "su poder calorífico es limitado" y que no está claro que sea más económico que los sistemas de calefacción al uso.
Muchas opiniones, pocos datos objetivos, así que nos hemos propuesto probar la eficacia de la estufa de los pobres. En primer lugar hemos adquirido los elementos necesarios: una maceta grande, otra más pequeña, una bandeja de horno y un juego de velas. En total 11,2 euros, sin contar los termómetros que utilizamos para el experimento y que, lógicamente, no tienen relevancia en el resultado final.
A la hora de comprar los materiales es importante cumplir estas premisas: que las macetas sean de barro (para acumular la temperatura), que una pueda insertarse dentro de la otra y que la bandeja sea metálica, para resistir el calor al que estará sometida. Si en casa se dispone de alguno de estos elementos se pueden utilizar sin problema, dado que no sufren ningún tipo de daño.
La instalación es sumamente sencilla. Se colocan las velas encendidas, ocho en nuestro caso, dentro de la bandeja de metal y se cubren con la maceta mediana. Si ésta tiene un agujero en su base es preciso taparlo. En caso contrario el calor, que es menos denso que el aire, se escaparía por la apertura superior, y lo que queremos es que salga por debajo.
Por este mismo motivo, es esencial que la maceta se apoye sobre los bordes de la bandeja, ya que de otro modo el calor quedaría bloqueado y la ausencia de oxígeno terminaría por apagar las velas. Llegados a este punto solo nos queda situar la maceta más grande cubriendo la mediana dejando, esta vez sí, la apertura al descubierto para que sea expulsado el calor.
Condiciones del experimento
En nuestro caso montamos el ingenio en una estancia rectangular de 4,20 por 2,35 metros, con una separación de 2,40 metros entre el techo y el suelo. En total 23,6 metros cúbicos de espacio sin ventanas ni escapes reseñables de aire. Hemos escogido este habitáculo por la similitud que guarda con la habitación más pequeña de un piso familiar estándar, entre 80 y 100 metros cuadrados.
Comenzamos la prueba a las 18:00 horas con una temperatura de 24º, como puede comprobarse en la imagen inferior. Ubicamos dos termómetros para medir su progresión: uno separado dos metros de la estufa, que atestiguará la temperatura ambiente, y otro sobre la maceta de mayor tamaño, que nos servirá para cuantificar el flujo de calor que expulsa.
Dejamos transcurrir una hora sin que nadie entre en el habitáculo. Al regresar, se percibe un olor fuerte a cera quemada, pero no un incremento notable de la temperatura. No obstante, al revisar los termómetros comprobamos que la temperatura ambiente ha subido dos grados, hasta los 26º.
Mucho más llamativos son los datos del termómetro situado cerca de la salida de aire de la estufa. El mercurio se coloca por encima de los 38º pese a no tener contacto directo con la maceta, de la que le separa una gruesa capa de madera. Al tacto, la maceta exterior no quema, sino que expulsa un chorro de calor considerable.
Volvemos al cabo de otra hora, al filo de las 20:00. La cera de las velas está en estado líquido y se ha disipado el olor. En esta ocasión sí se nota un pequeño golpe de calor con respecto al exterior, que se mantiene a 24º. Ahora, el habitáculo de estudio se encuentra casi a 28º. El termómetro de la salida de aire sigue rondando los 40º. Tocamos la maceta interior por primera vez: está ardiendo.
En teoría, el experimento muestra los resultados más convicentes a partir de la cuarta hora, pero nosotros nos vemos obligados a concluirlo después de solo dos. El problema está en las velas: las mechas se han gastado, la llama apenas sobresale del charco de cera fundida y están comenzando a apagarse.
Conclusiones
Después de dos horas, la estufa de los pobres ha incrementado la temperatura de la habitación entre 3 y 4 grados. Calienta. Funciona. ¿Mucho o poco? La diferencia es perceptible, si bien puede resultar una progresión lenta acorde a los estándares que manejamos en Occidente. Si se está pasando frío, este sistema no sirve para remediarlo, ni siquiera acercándose mucho.
En resumidas cuentas: la estufa funciona, muy despacio y con algunos inconvenientes, pero puede ser una alternativa cuando no se dispone de calefacción. Su eficacia se dispara cuando se actúa con previsión. En una estancia pequeña, colocándola unas horas antes de entrar, es seguro que logrará caldearla. Sus ventajas son obvias: los materiales son baratos y de uso común. Incluso teniendo que comprarlos, la inversión (10-11 euros) se rentabiliza a los pocos usos. Más adelante bastará con adquirir nuevas velas, algo que, por otra parte, será más que habitual.
También tiene sus contras. El olor a cera derretida en los primeros minutos es intenso, y puede desanimar a muchas personas. Tampoco es un escenario ideal permanecer encerrado con un sistema que básicamente está consumiendo oxígeno y convirtiéndolo en dióxido de carbono. Con todo, no llega a ser peligroso en ningún caso, ni por el CO2 ni por el fuego, que está contenido en la bandeja metálica.