Durante un mes, nuestra compañera de inglés Pilar Castellano ha participado en una movilidad Erasmus+ que combina job shadowing e impartición de clases. Esta experiencia le ha brindado la oportunidad de observar diferentes enfoques metodológicos, compartir prácticas docentes y reflexionar sobre su propia forma de enseñar. Aquí nos cuenta su experiencia:
DOS ETAPAS, UNA EXPERIENCIA ERASMUS: HISTORIAS, VÍNCULOS E INCLUSIÓN
Desde el inicio de esta movilidad Erasmus+, comprendí que el verdadero cambio no estaba solo en el destino, sino en la forma de mirar la enseñanza. Observar otras aulas, compartir ideas con docentes de diferentes contextos y poner en práctica nuevas estrategias me hizo reflexionar profundamente sobre mi propia práctica. Muy pronto descubrí que, en CI (Comprehensible Input), el vínculo es la clave que activa el aprendizaje real. Cuando el alumnado se siente seguro, visto y escuchado, el input comprensible se procesa y se queda. TPRS (Teaching Proficiency through Reading and Storytelling) ofrece el andamiaje perfecto para que eso ocurra: historias, lectura y repeticiones con sentido, que transforman la lengua en una experiencia compartida, no en un listado de contenidos.
Mi primera parada fue el Georg-Büchner-Gymnasium de Bad Vilbel, donde me sumergí en la base práctica de CI y la llevé al aula de inglés, francés y español. Trabajamos storytelling (co-crear historias con circling y el +1), One Word Image (dar vida a un personaje desde una sola palabra) y clipchat (narrar a partir de vídeos). Lo más revelador fue constatar que repetir no es mecanizar: cuando la repetición aparece dentro de una historia divertida, un personaje inesperado o una situación cercana, enfatiza significado, no rutina; y el alumnado entiende primero y habla después, cuando está preparado. Además, descubrí el valor del TPR (Total Physical Response) como puente entre la comprensión y la acción: pequeños gestos, movimientos o dramatizaciones ayudaban a fijar las estructuras y el vocabulario de forma natural.
En este centro también abordamos la temática del medio ambiente y el cambio climático, integrando estas temáticas en nuestras historias y conversaciones de aula, haciendo que el aprendizaje de la lengua se entrelace con la formación en valores y la conciencia social, dos ejes inseparables de una educación verdaderamente significativa. Además, experimentamos con inteligencia artificial para potenciar la creatividad: Suno nos sirvió para crear historias a partir de canciones, y usamos ChatGPT y Adobe Firefly para ilustrar nuestros OWIs, dando rostro y mundo a los personajes que la clase imaginaba. La tecnología no sustituyó la metodología; la amplificó, permitiendo que la imaginación del grupo se convirtiera en material visual y sonoro que alimentó nuevas rondas de comprensión y repetición significativa.
La segunda etapa transcurrió en la Oberschule Schwachhausen, en Bremen, un centro de secundaria recientemente inaugurado, con espacios amplios, tecnología moderna y una clara vocación inclusiva. En sus aulas he participado en clases de inglés y español, y he podido observar un modelo educativo que ofrece acompañamiento constante al alumnado con necesidades específicas, gracias al trabajo coordinado del profesorado y del personal de pedagogía terapéutica, que apoya dentro del aula (habitualmente un/a PT por cada dos alumnos/as).
Aquí profundicé en el storylistening (escucha atenta para adquirir de manera natural) y en la asamblea inicial —PQA (Personalized Questions and Answers) y Calendar Talk— como herramientas imprescindibles para conectar personas antes que contenidos. Esa conexión baja el filtro afectivo y permite que el input se procese de manera más efectiva. Además, tanto en el storylistening como en la co-creación de historias, volvimos a incorporar el TPR como apoyo a estas dinámicas, utilizando el movimiento y la acción para interiorizar las estructuras trabajadas. Trabajamos nuevamente varias líneas de actuación de nuestro proyecto Erasmus: los derechos humanos, con énfasis en los derechos de la infancia y la inclusión. Desde lo cotidiano, con preguntas personalizadas, mini-historias, escenas breves situamos a los estudiantes en el centro del relato y potenciamos el pensamiento crítico.
Bremen, además, me regaló una conexión histórica cargada de significado: la estatua de Roland. Volví mentalmente al Cantar de Roldán que leíamos de adolescentes y a los cuentos de los hermanos Grimm que escuchábamos en la infancia. Comprendí que recordamos lo que se nos contó bien: la oralidad es memoria, identidad y comunidad. Ese puente entre la tradición narrativa y CI me confirmó que enseñar una lengua es recuperar su esencia de diálogo y narración compartida, donde las palabras dejan de ser instrumentos para tejer comunidades.
En esta experiencia tan enriquecedora, he comprendido que aprender un idioma de manera natural pasa por recuperar técnicas narrativas que a menudo dejamos de lado en etapas posteriores, cuando el foco se basa en cubrir contenidos en lugar de comprenderlos. Conocer bien al alumnado, establecer vínculos y generar confianza —por ejemplo, a través de la asamblea y las preguntas personalizadas— es clave para reducir el filtro afectivo y permitir que el aprendizaje fluya.
A lo largo de estas semanas he confirmado que la clave no está en acumular listas de vocabulario o reglas descontextualizadas, sino en crear experiencias comunicativas reales y repetitivas que faciliten que el alumnado adquiera y consolide estructuras de forma espontánea. Las repeticiones con intención (variando el contexto, el foco y la forma) no cansan; al contrario, ofrecen seguridad, hacen visible el progreso y anclan las estructuras en la memoria. La lengua deja de ser un obstáculo académico para convertirse en un medio de expresión.
Este enfoque, además, tranquiliza el aula: primero comprender, luego producir. Cuando el alumnado siente que entiende, se atreve; cuando se reconoce en las historias, participa; cuando co-construye, crea. Y cuando crea, recuerda. La creatividad colectiva se vuelve motor de la adquisición: cada idea del grupo alimenta la siguiente ronda de input, y así la lengua crece por dentro antes de brotar por fuera.
Todo esto ha sido posible gracias a la beca Erasmus. Europa no es solo un mapa de destinos, es una oportunidad de aprendizaje compartido: abrir aulas, cruzar metodologías, tejer redes de docentes que se preguntan cómo incluir mejor, cómo contar mejor, cómo escuchar mejor. Esta movilidad me ha permitido alinear práctica y convicción: si el alumnado interioriza suficiente input comprensible, la lengua aparece de forma espontánea. No es magia; es diseño pedagógico con historias, vínculos y repeticiones con sentido. Y cuando eso sucede, la lengua deja de enseñarse y empieza a vivirse.
Gracias a quienes lo han hecho posible —Tina Abour, Charlotte Dincher y los equipos de Georg-Büchner-Gymnasium y Oberschule Schwachhausen— por abrir sus aulas y su mirada. Vuelvo con la certeza de que las lenguas se aprenden como se aprenden las historias: escuchándolas, sintiéndolas y haciéndolas nuestras.