Ricardo Palma

y los

monumentos históricos

Ricardo Palma

y los monumentos históricos

César COLOMA PORCARI

Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo

Mucho se ha escrito sobre don Ricardo Palma, a través del tiempo. No solamente se ocupó, en sus “Tradiciones”, de Virreyes y monjas, militares, damiselas y muchos frailes, sino también brinda datos, aquí y allá, de diversos hechos históricos y de las costumbres de antaño.

Los monumentos históricos del Perú

En el siglo XIX, a partir de la independencia del Perú, no fue usual el aprecio por el patrimonio histórico inmueble, es decir, lo edificado durante la dominación española. Por esa razón esas casonas y templos fueron objeto de destrucción masiva, por los malos alcaldes y, en el siglo XX, por los aún peores “urbanistas”.

Lamentablemente, los latinoamericanos, para demostrar el completo alejamiento de España de las nuevas naciones independientes, buscaron todo lo francés o inglés, rechazando así las supuestas tinieblas que en estas tierras había implantado la oscura y Santa Inquisición española.

La antigua “madre patria” era considerada entonces como un país obsoleto y decadente. Por ello, muchos inmuebles que nos habían sido legados por el coloniaje, tanto en Lima como en otras ciudades de Latinoamérica, fueron demolidos, ante el aplauso de las masas ignorantes, que veían en esa destrucción el alejamiento definitivo de España.

En ese entonces también fueron demolidas las murallas de Lima, de Trujillo y de Montevideo y la mayor parte de las de la Habana y Panamá.

Además, se importó un remedo del neo-gótico, para que las construcciones “parecieran” inglesas o alemanas. En el caso del Perú ese neo-gótico produjo algunos resultados muy curiosos, porque la piedra labrada original fue reemplazada aquí por el adobe y la caña (quincha).

Otras veces, cuando no alcanzaba el presupuesto para consumar la destrucción del barroco colonial, se cubría éste con estuco o se le rebanaban las tallas, para que no se notara huella alguna de su estilo original.

En Lima, a fines del siglo XIX, aunque parezca increíble, se prohibió la construcción de nuevos balcones cerrados de madera, porque en ese entonces las autoridades los consideraban inadecuados, anacrónicos y antiestéticos.

Por ese motivo era poco usual que existiera alguna opinión a favor de la preservación del patrimonio inmueble colonial, no solamente en el Perú sino en todos los demás países latinoamericanos.

Ricardo Palma, pionero en la defensa de los monumentos históricos

Afortunadamente existe al menos una excepción a esa horda destructora de nuestro patrimonio monumental, y ésta es nuestro insigne tradicionista, el genial Ricardo Palma.

En su tradición “La casa de Francisco Pizarro”, Palma se refiere a la historia del inmueble ubicado en la esquina de las calles de Espaderos (Jr. de la Unión) y de Jesús Nazareno, en la plazuela de la Merced, frente a la fachada lateral de la iglesia de esa advocación.

La mencionada casa fue mandada edificar por el Conquistador del Perú y fundador de Lima, antes de que concluyera la construcción de la casa de gobierno, de la plaza mayor.

Palma afirma que “Hasta 1846 existió la casa, salvo ligeras reparaciones, tal como Pizarro la edificara, y era conocida por la casa de cadena, pues ostentábase en su pequeño patio esta señorial distinción, que desdecía con la modestia de la arquitectura y humildes apariencias del edificio” (Palma 1968: 35).

En el tradicional “paseo de alcaldes”, que se celebraba anualmente cada 6 de enero, “venían a la casa de Pizarro. Penetraban en el patio alcaldes y regidores, deteníanse ante la cadena y batían sobre ella tres veces la histórica e historiada bandera, gritando: ¡Santiago y Pizarro! ¡España y Pizarro! ¡Viva el rey! (Palma 1968: 36).

Palma agrega que “En 1821 se efectuó, pues, por última vez en Lima, el paseo de alcaldes; y desde entonces apenas si hay quien recuerde cual fue el sitio en donde estuvo la casa de Pizarro, que hemos debido conservar en pie, como un monumento o curiosidad histórica” (Palma 1968: 37).

Esta última afirmación es muy importante, ya que demuestra que el autor no solamente era aficionado a las “antiguallas”, como él llamaba a los hechos del pasado, para escribir, con gran estilo, sobre ellas, sino que era consciente de que los inmuebles vinculados a hechos históricos también debían preservarse para siempre, como la memoria de la nación.

Debido a ello es indispensable resaltar que el tradicionista llama “monumento o curiosidad histórica” a la ya desaparecida casa de Pizarro de la plazuela de la Merced, y por tal razón resulta ser un pionero de la defensa y conservación de los monumentos históricos del Perú.

Luchando, contra la corriente, Palma se lamenta del maltrato ocasionado a la casa de Pizarro, que fuera reconstruida a mediados del siglo XIX en el estilo de la época, instalándole un gran balcón esquinero, de estilo neoclásico.

Presentamos una antigua fotografía de la plazuela de la Merced, de la segunda mitad del siglo XIX, en la que se aprecia la reconstruida casa de Pizarro, en el lado derecho de la imagen, con sus tres plantas y el gran balcón esquinero. Además, a su izquierda, se aprecia otra casona, que afortunadamente aún subsiste.

Esta casa, muy transformada, se mantuvo en pie, hasta que en las primeras décadas del siglo XX fue demolida, para construir en su lugar un abominable edificio, remedo del peor “Art-Déco”, que ofende las magníficas líneas barrocas del conjunto mercedario.

Creemos que es necesario que se restituya el mencionado balcón neoclásico esquinero que lució la casa, especialmente ahora que se ha instalado en ese inmueble un restaurante que atrae gran cantidad de público.

Pero don Ricardo Palma no solamente se ocupó de la defensa de nuestro patrimonio cultural monumental en esta tradición sino también en “Los azulejos de San Francisco”.

En esta última tradición advierte que “No cuadra al carácter ligero de las Tradiciones entrar en detalles sobre todas las bellezas artísticas de esta fundación”, al referirse al convento grande de San Francisco de Lima (Palma 1968: 315).

Nos ofrece una magnífica descripción del mismo: “La fachada y torres, el arco toral, la bóveda subterránea, los relieves de la media naranja y naves laterales, las capillas laterales, las capillas, el estanque donde se bañaba San Francisco Solano, el jardín, las dieciséis fuentes, la enfermería, todo, en fin, llama la atención del viajero” (Idem).

El tradicionista, asimismo, hizo una severa advertencia: “Pero, hijos legítimos de España, no sabemos conservar, sino destruir”, porque “Hoy los famosos techos del claustro son pasto de la polilla. ¡Nuestra incuria es fatal! Los lienzos, obra de notables pintores del viejo mundo y en los que el convento poseía un tesoro, han desaparecido” (Palma 1968: 316).

Palma, entonces, no solamente se ocupa de los inmuebles propiamente dichos, sino también de la conservación del patrimonio cultural mueble, al denunciar la destrucción del magnífico artesonado de las dos plantas del claustro principal, por el ataque de xilófagos.

Nuestro tradicionista no fue escuchado y la polilla ha causado tales estragos que los artesonados de la segunda planta han desaparecido casi por completo, mientras que los de la primera están severamente afectados.

Palma, además, protesta por la pérdida de las pinturas más importantes que atesoraron los franciscanos. Es inconcebible que los frailes de esa orden no hayan podido o sabido conservar en su poder los magníficos óleos que menciona al tradicionista.

Su descripción de los atractivos del convento franciscano limeño demuestra que sabía apreciar el arte y que estaba convencido de que los monumentos históricos debían ser conservados para siempre.

Y también resulta ser uno de los primeros en darse cuenta del valor que hoy llamaríamos “turístico” de nuestros monumentos históricos, al afirmar que “todo, en fin, llama la atención del viajero”, refiriéndose al convento franciscano de Lima.

Debemos recordar, con indignación, que en la década de 1940, a algún “urbanista” se le ocurrió convencer al Poder Ejecutivo para que se abriera una ancha avenida atravesando el convento grande franciscano, rebanándolo en dos y destruyendo, a su paso, claustros completos, capillas, callejuelas y diversos ambientes de gran calidad artística.

Esa destrucción realizada por el mismo Estado peruano, en pleno siglo XX, es algo inconcebible, debido a que la “avenida Abancay” no solucionó ningún problema, sino que agravó los que ya existían, y provocó la destrucción no solamente del conjunto monumental franciscano, sino de infinidad de casonas con balcones cerrados, además del templo de la Concepción y el de Santa Teresa, incluyendo todo su convento.

Don Ricardo Palma se ocupa, también, de más inmuebles del periodo colonial, en otras tradiciones. Por ejemplo, en la titulada “La casa de Pilatos”, afirmando en ésta que “Frente a la capilla de la virgen del Milagro hay una casa de especial arquitectura, casa sui generis y que no ofrece punto de semejanza con ninguna otra de las de Lima” (Palma 1968: 360).

Nos cuenta también “Que la casa fue de un conquistador, compañero de Pizarro, lo prueba el hecho de estar la escalera colocada frente a la puerta de la calle; pues tal era una las prerrogativas acordadas a los conquistadores”. Y agrega que “Hoy no llegan a seis las casas que conservan la escalera fronteriza” (Palma 1968: 361).

Por esta información nos enteramos que a mediados del siglo XIX aún existían seis casonas del siglo XVI en Lima. Causa indignación comprobar que la única (y muy modificada) que ha sobrevivido hasta hoy es la casa de Pilatos.

Palma afirma que “El extranjero que pasa por la calle del Milagro se detiene involuntariamente en su puerta y lanza al interior mirada escudriñadora. Y lo particular es que a los limeños nos sucede lo mismo”. Y agrega que “es una casa que habla a la fantasía. Ni el Padre Santo de Roma le hará creer a un limeño que esa casa no ha sido teatro de misteriosas leyendas” (Idem).

Conclusiones

Es indispensable que nuestro patrimonio cultural inmueble sea preservado para siempre y que además sea apreciado y defendido por todos los peruanos como parte integrante de nuestro acervo cultural.

En el Perú mucho es lo que se ha perdido, especialmente en el centro histórico de la ciudad de Lima, por los inaceptables ensanches de algunas calles y la demolición masiva de casonas, ocurrida especialmente entre 1940 y 1980, a pesar de que algunas normas legales protegían, al menos teóricamente, esos inmuebles.

Lo que ha sobrevivido a la barbarie destructora es una reliquia del pasado y debe conservarse definitivamente. Para ello existen restauradores expertos, con fondos que el Estado está obligado a aportar, a fin de preservar nuestras ciudades y pueblos de valor monumental.

Por esa razón debemos recordar siempre que Ricardo Palma, nuestro gran tradicionista, fue un pionero en la defensa y conservación de nuestros monumentos históricos.

Bibliografía

COLOMA PORCARI, César:

“Los monumentos históricos del Perú y las normas legales que los declaran”, Lima, Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo, 1999.

“Ricardo Palma y los monumentos históricos del Perú”, “Aula Palma” vol. XI, Lima, Instituto Ricardo Palma, Universidad Ricardo Palma, 2012, pp. 71-86.

PALMA, Ricardo:

“Tradiciones peruanas completas”, Madrid, Aguilar S.A. de Ediciones, 1968.


(Publicado en “Voces. Revista Cultural de Lima”, año 14, N° 51, Lima, 2013, páginas 52-55).