Religión y costumbres

de los africanos del Perú

en el siglo XVIII


Folclor y religión

de los negros

del Perú

Por: CÉSAR COLOMA PORCARI




El documento más antiguo que hemos encontrado sobre la cultura negra peruana es muy importante, escrito por don José Rossi y Rubí, notable científico italiano residente en el Perú, con el título de “Idea de las congregaciones públicas de los negros bozales”, fue publicado en el “Mercurio peruano” (Nº 48, Lima, 16 de junio de 1792, pp. 112-117, y Nº 49, 19 de junio del mismo año, pp. 120-125), información que transcribimos ad pedem litteræ.

Los “negros bozales” formaban “el cuerpo de criados rurales y domésticos”, y se unían a cofradías católicas donde “mantienen los enlaces sociales de sus respectivas comunidades y les proporcionan la participación en general de sus recreos” (p. 113), y en las cuales cada casta elegía a sus “reyes”.

Rossi registra las diez castas principales: “la de los Terranovos, Lucumés, Mandingas, Cambundas, Carabalíes, Cangaes, Chalas, Huarochiríes, Congos, y Mirangas. Sus nombres no son todos derivados precisamente del país originario de cada Casta: hay algunos arbitrarios, como el de Huarochiríes, y otros que les vienen por el parage de sus primeros desembarques, como el de Terranovos” (p. 115).



Celebraciones, trajes y música

El domingo de la “Infraoctava de Corpus”, “todas las Tribus se juntan para la procesión que aquel día sale del Convento grande de Santo Domingo. Cada una lleva su bandera, y quitasol, baxo del cual va el Rey, ó la Reyna, con cetro en la derecha, y bastón ó algún instrumento en la izquierda. Los acompañan todos los demás de la Nación con unos instrumentos estrepitosos, los más de un ruido muy desagradable. Los súbditos de la comitiva que precede á los Reyes, van a porfía en revestirse de trages horribles. Algunos se disfrazan de Diablos ó de emplumados: otros imitan á los osos con pieles sobrepuestas: otros representan unos monstruos con cuernos, plumas de gavilanes, garras de leones, colas de serpientes. Todos van armados con arcos, flechas, garrotes, y escudos: se tiñen las caras de colorado ó azul, según el uso de sus países, y acompañan á la procesión con unos alaridos y ademanes tan atroces, como [si] efectivamente atacasen al enemigo”, aunque “la Superioridad ha impedido que los Negros lleven y disparen arma de fuego en el discurso de la procesión, como lo hacían antes” (p. 117).

Cofradías y pintura mural

“En diferentes calles de la Ciudad tienen los Negros de quienes tratamos, unos quartos como Hospicios (á los que dan el nombre de Cofradías, y son 16 en todo) que forman el centro de sus reuniones los días de fiesta. Cada Tribu disfruta con separación uno de estos lugares para sus congresos; y las que [son] numerosas tiene dos o tres de ellos. Con la oblación voluntaria de los concurrentes compran el sitio para labrar los dichos quartos...” (p. 120).

Además, “Todas las paredes de sus quartos, especialmente las interiores, están pintadas con unos figurones que representan sus Reyes originarios, sus batallas, y sus regocijos. La vista de estas groseras imágenes los inflama y los arrebata” (p. 121).


Danzas

En las cofradías, “Estos bayles á la verdad no tienen nada de agradable, además de ser chocantes á la delicadeza de nuestras costumbres. Quando danza uno solo, que es lo más común, salta en todas direcciones indistintamente, se vuelve y revuelve con violencia, y no mira á parte ninguna. Toda la habilidad del baylarín consiste en tener mucho aguante, y guardar en las inflexiones del cuerpo el compás con las pausas que hacen los que cantan alrededor del círculo. Si baylan dos o quatro á un tiempo, primero se paran los hombres enfrente á las mugeres, haciendo algunas contorsiones ridículas, y cantando: luego se vuelven las espaldas, y poco á poco se van separando; finalmente hacen una vuelta sobre la derecha todos á un tiempo, y corren con ímpetu á encontrarse de cara los unos y los otros” (p. 122).


Instrumentos musicales

“El tambor es su principal instrumento: el más común es el que forman con una botija, ó con un cilindro de palo hueco por adentro. Los de esta construcción no los tocan con baquetas, sino los golpean con las manos. Tienen unas pequeñas flautas, que inspiran con las narices. Sacan una especie de ruido musical, golpeando una quixada de caballo, ó borrico, descarnada, seca, y con la dentadura movible: lo mismo hacen frotando un palo liso con otro entrecortado en la superficie. El instrumento que tiene algún asomo de melodía, es el que llaman Marimba. Se compone de unas tablitas delgadas, largas y angostas, ajustadas a quatro líneas de distancia de la boca de unas calabazas secas y vacías, aseguradas éstas y aquellas sobre un arco de madera. Tócase con dos palitos, como algunos Salterios de Bohemia. El diámetro de las dichas calabazas, que va siempre en disminución lo hace susceptible de modificarse á las alternativas del diapasón, y no dexa á veces de rendir un sonido tolerable aún para los oídos delicados” (pp. 122-123).

Rituales religiosos africanos

Los velorios se realizaban en las cofradías y allí “Los condolientes saltan, y dan vuelta alrededor, parándose algunas veces para murmurar en voz baxa algunas preces según su idioma nativo y sus ritos” y “Antes de beber [el guarapo], arriman la copa llena a la boca del cadáver, y le dirigen una larga conversación como para convidarle: supuesta su libación, pasan el mismo recipiente á los dolientes más inmediatos, y de estos de transmite hasta el último...” (p. 123).

Asimismo, “El día que llaman de Quitaluto llevan á la viuda en silla de manos desde su posada hasta la Cofradía: entra llorando, y si no sabe sostener bien el papel de afligida, se expone á que la castiguen con azotes por el criminal defecto de ser indolente. En el acto de su ingreso degüellan un Cordero sobre alguno de los asientos de tierra que tiene el quarto: hacen este sacrificio á los manes del difunto, de cuya memoria va á despedirse la novia. Esta presenta en una salvilla de plata los zapatos que durante su viudez ha envejecido y roto”. Pero “Quando vuelve á contraer esponsales un viudo, no se observa ninguno de estos requisitos” (p. 124).

Comentarios finales

Como podemos apreciar, la información es muy valiosa y se prueba con ella que aún en el siglo XVIII y a pesar de la Santa Inquisición, sobrevivían algunos rituales religiosos africanos. Además, encontramos una descripción de sus danzas y la relación de instrumentos musicales, en donde no aparece aún el “cajón”, pero sí la marimba, hoy prácticamente olvidada. Este instrumento nacional debe ser recuperado, ya que en verdad es la marimba peruana.

Estamos seguros que los estudiosos de la cultura africana de otros países podrán aprovechar esta información para sus respectivas investigaciones, y para los de aquí, sería conveniente que no siguieran inventando tanto y tergiversando cada vez más el arte afro peruano.



(Publicado en: “Gaceta cultural del Perú”, revista del Instituto Nacional de Cultura, N° 17, Lima, marzo 2006, páginas 30-31).