Hugo Mujica

En un cuarto de hotel de Memphis

   «Bebe tu cáliz!», me ordenó la voz. Mi primer impulso fue de rebelión, luego pensé en huir, al fin cedí: me senté al borde de la cama y apoyé la copa sobre el temblor de mis labios, la incliné, más y más... No había nada. Nada para beber, nada con qué morir. Luego se oyó una carcajada, después nada más.