Este cartelito estaba esperando a nuestro bebé, no sabíamos si era niño o niña, así que ahí estaban las dos opciones de nombre.
Mi primer embarazo empezó en junio de 2018. Aunque con las molestias típicas de un embarazo, transcurrió de forma normal y sin complicaciones, hasta que el 13 de diciembre, en una revisión rutinaria, vieron que tenía el cuello del útero prácticamente borrado. Estaba en la semana 29 y me trasladaron de urgencia al hospital Nuestra Señora de Candelaria.
Cuando llegué al hospital me llevaron a registro y, aunque yo no lo notaba, tenía muchas contracciones.Me explicaron que intentarían pararlas para evitar que me pusiese de parto y me explicaron también cómo se procedería en caso de que llegase ya el momento de dar a luz y me contaron los riesgos que había al tratarse de un parto tan prematuro. Recuerdo que intenté mantener la calma en todo momento, en eso ayudaba mucho tener a mi marido al lado, Quintín, que siempre me da mucha paz. En ese momento me dijeron que ya había probabilidades de supervivencia pero que sería muy bueno llegar a la semana 32.
Me pasaron a planta. La primera noche de ingreso oí llorar a un bebé, estaba ingresada en la planta de maternidad, y lloré pensando que podría no llegar a oír llorar al mío.
Hasta que Emma nació, no sabíamos si esperábamos un niño o una niña.
Estuve ingresada desde el día 13 hasta el 18 que, al ver que las contracciones se habían parado y el cuello del útero no se había modificado, me mandaron a casa con reposo relativo. El 27 de diciembre sentí contracciones,volvimos al hospital y se repitió el procedimiento: atosibán para parar las contracciones y reposo.Volvieron a conseguir parar las contracciones y el 4 de enero me volvieron a dar el alta bajo mi promesa de hacer un reposo más estricto.Y así fue, mi vida transcurrió entre la cama y el sofá hasta el 10 de enero.
Ese día estaba sola en casa, mi marido estaba trabajando en el piso que nos acabábamos de comprar. Durante un descanso me llamó por teléfono. Estaba hablando con él cuando, de repente, noto un chorrito que me moja un poquito la ropa interior. "Aix Quintin, no sé si habré roto aguas" . Nervioso,me dice que me asegure. Me voy al baño para comprobar si soy capaz de detener el flujo para ver, si por suerte, no se trata de ruptura de la bolsa. Por un momento, al apretar, parece que sí que se detiene, pero en cuanto me levanto confirmo que estoy perdiendo líquido de forma constante. Como Quintín estaba en otro pueblo, llamé a mi suegra para avisarla de que me viniese a buscar para irme al hospital con la primera persona que llegase. Llegó mi suegra. Yo ya tenía la bolsa preparada, mis ingresos previos me tenían preparada para saber cuáles eran mis imprescindibles para una estancia hospitalaria, así que ya estábamos saliendo por la puerta cuando llegó mi cuñada Reme, que cuando la llamó para contarle, se presentó en mi casa en tiempo récord :). Mi marido llegó cuando estábamos a punto de salir. Recuerdo que en ese momento teníamos los nervios de saber que se acercaba el momento pero no el miedo del 13 de diciembre. Habíamos aguantando 4 semanas desde la primera amenaza de parto y nos habíamos puesto en una semana de gestación bastante aceptable para nacer. Además sabíamos, por la experiencia de haber visto a alguna compañera de habitación, que romper aguas no significa dar a luz YA. Al llegar al hospital me dijeron que, en esa ocasión,debido a la semana de gestación en la que me encontraba, ya no iban a hacer nada para parar el parto si se presentaba. Yo estaba sin contracciones ni molestias, me dijeron que si el día 18 de enero no había nacido me provocarían el parto.
Fueron pasando los días, atendida por el maravilloso equipo del hospital La Candelaria, de vez en cuando tenía alguna contracción que ya me dolía un poquito pero... era soportable. El martes 15 por la noche fue cuando empecé a notar contracciones que ya me hacían sudar, pero ni duraban cada vez más ni eran muy regulares. Siempre creí recordar que no me dolían tanto, pero no hace mucho vi un mensaje que le envié a mi madre diciendo: "no creo que aguante hasta el 18, o eso espero porque esto es una tortura china". Torturas chinas a parte, llegué al viernes por la mañana, vinieron a buscarme según lo previsto mientras yo resoplaba con cada contracción. Cuando llegué a paritorio me exploraron y vieron que estaba dilatada de 5 centímetros, como estaba planeado provocarme el parto me pusieron oxitocina para acelerar el proceso, manifesté mi intención de no ponerme epidural y me dijeron que en 2 horas volverían a explorarme pero que les avisase si decidía ponérmela. Estas contracciones duraban más, dolían más y tardaban menos en llegar, pero pensando que estaría dilatando mogollón decidí no pedir anestesia. Pasadas las dos horas me dijeron que había dilatado un centímetro. ¿Un centímetro en 2 horas??? A ese ritmo, echando cuentas, me salían 8 horas más con esa intensidad, pedí la epidural y fui feliz. Por fin, desde el martes, pude dormir un par de horas sin ninguna molestia. Llegó el momento del parto, con mi marido al lado, sin dolor 7 u 8 pujos y nacía nuestro bebé, y supimos por primera vez que era niña, nuestra princesa Emma, mi primer pequeño gran amor.
Me habían preparado para la posibilidad de tener que llevarla a la incubadora pero nació genial. Pudimos hacer piel con piel, se enganchó al pecho y ¡Me la llevé conmigo a la habitación!.
La verdad, la experiencia de parto de Emma fue MARAVILLOSA. Emma estuvo en la habitación conmigo dos días, cuando se estaban planteando darle el alta vieron que estaba un poco amarillita y tuvieron que llevarla a cuidados medios a ponerle fototerapia. Cada vez que recorrí el pasillo de cuidados medios dejando a Emma atrás, lo hice llorando.
Ahora, tras mi experiencia con María, sé que el ingreso de Emma no era por un motivo grave. Comparando esa situación con la que nos ha tocado vivir con María podría incluso parecer que Emma estuvo ingresada por una "tontería". Pero cuando te toca vivir algo así con tu bebé, por leve que sea el motivo, por corto que sea el ingreso, no es ninguna tontería. Tu bebé se queda en una incubadora y tú te vas a casa, eso es realmente angustioso y desgarrador.
Afortunadamente, su ingreso solo duró 5 días, el 25 de enero de 2019 Emma salió del hospital y nos alegró la vida.