ASÍ ERA LA LLEGADA A LA ESTACIÓN

La llegada a la estación de Los Ramos-Alquerías, en dirección Madrid-Cartagena, se hacía atravesando un frondoso paisaje de huerta en el que naranjos y limoneros, algarrobos, palmeras, higueras y olivos servían de alfombra a los montes que forman la pared sur del muncipio. El Miravete, donde se produjo el levantamiento de los quintos liderado por el cantonalista Antonete Gálvez, levanta su mole orgulloso mirando hacia el huerto de San Blas, el lugar donde Gálvez vivió y tejió su vida con sus ideales.

A la izquierda se divisaba Monteagudo, con el castillo como testigo de la época dorada del reinado de Ibn Mardanix, conocido como El Rey Lobo, y más cerca el Ramblón, a donde iban a parar las aguas que, en época de lluvia, corrían por el monte buscando un caudal.

A la altura del apeadero de Torreagüera se veía la iglesia y el cine Macanás, que los domingos albergaba las actividades juveniles y, en el paso a nivel, una garita daba cobijo al guardabarreras, regulador del tránsito de peatones y ciclistas que se dirigían a laborar en la huerta o a trabajar en los almacenes de cítricos.

Llegando a Los Ramos aparecía la Casa Colorá, con un gran pino en su puerta y, cerca, la casa solariega que tenía en su fachada el escudo de Los Ramos y que estaba rodeada de una gran extensión de terreno.

A la izquierda, el barrio de la Estación desplegaba su vida viendo llegar y partir los trenes y, enfrente, un gran depósito de agua indicaba la llegada a los muelles de la estación, donde unas instalaciones muy cuidadas recibían al viajero, que buscaba en las acacias, palmeras y eucaliptos una sombra que aliviara el calor del verano.

Cuando el tren se detenía, el viajero se encontraba ante el edificio principal, que tenía un gran reloj en el exterior y una campana que sonaba cada vez que iba a partir un tren y, en los andenes, encontraba bancos en los que poder sentarse a descansar o a esperar antes de seguir viaje. También la cantina, regentada por la señora Boni, ofrecía la posibilidad de tomar un refrigerio antes de continuar hacia el siguiente destino.

Siempre había un gran trasiego de gente.