Mi nombre es Eva Quintana y soy una persona marcada por las ilusiones que genera el inicio de cada proyecto personal y profesional, la satisfacción de conseguirlos y el orgullo de las personas que he conocido en el camino. Me hice arquitecta a los ocho años cuando un profesor del colegio, harto de mi curiosidad, me retó a estudiar arquitectura para poder “poner recta” la Torre de Pisa; a los 24, obtuve el título en Granada además del máster en PRL. A diferencia de mis compañeros de promociones anteriores, los cuales veía durante mis años de estudiante solicitando el título en la secretaría de la escuela para poder colegiarse y presentar trabajos ya encargados, mi generación acabó en el peor momento para una carrera tan enlazada en el sector de la construcción y que tan difícil se nos hace abrirnos camino en este panorama.
Fui dando tumbos por estudios y empresas de construcción siempre con la esperanza de poder conseguir mi ansiado empleo tras finalizar las prácticas o colaboraciones pero que pronto se derrumbaban cuando veía tramitar los documentos para el próximo y el próximo becario o cuyo propósito era el que me convierta en un falso autónomo. Además, ¿por qué no decirlo? un esfuerzo que, en mi caso, como mujer, debía ser más grande al estar inmersa en un mundo de hombres. Aun así, conservo un muy buen recuerdo de cada una de estas empresas y agradeceré enormemente cada uno de los conocimiento que ellas depositaron en mí.
En medio de este caos profesional en el que estaba y está sumergida la arquitectura necesitaba ocupar mi mente en algo que realmente me llenase y decidí realizar el Máster en Representación y Diseño en Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Almería cuyo Trabajo Fin de Máster fue publicado por su valor académico. Este hecho me hizo reflexionar sobre mi futuro y cómo aquello que había estado odiando tanto tiempo podía ser una oportunidad de progreso. Einstein dijo “la creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura”; me replanteé mi vida personal y profesional y uno de los resultados de esta reflexión fue el comienzo de mi tesis doctoral, cuya lectura ejecuté el 10 de julio de 2013 y cuyo resultado fue Doctora Cum Laude en Arquitectura; este trabajo ocupó gran parte de mi vida, pero no de una forma egoísta sino desinteresada, me permitía sentirme que hacía algo útil y muy ligado a mi disciplina avanzando sobre el orden natural de las cosas mientras me dejaba tiempo para otros proyectos como la realización del Programa Universem, el cual me permitió ser una de las ocho seleccionadas para realizar prácticas profesionales remuneradas en empresas de la Unión Europea durante tres meses (Londres fue mi destino). En aquella época era independiente financieramente gracias a la docencia de todos los niveles (de primaria a universidad), no era simplemente un medio de vida, sino que realmente disfrutaba esa satisfacción de enseñar y ayudar a otras personas con sus estudios, así como algún que otro trabajo relacionado con mi profesión de arquitecta.
A mi vuelta de Londres quise aunar varias pasiones: la investigación, la docencia, la arquitectura… lo que me llevó al mundo de la universidad, pero no corría mejor suerte este campo respecto a los demás en España; conseguí varias entrevistas fuera de Europa, en Chile concretamente tuve una oferta de trabajo firme en una de sus universidades… A veces tomas la decisión correcta y otras no, pero gracias a la perspectiva que me dan los años, sé que fui yo misma la que convertí, la decisión que tomé, en la adecuada. Así pues, comencé la andadura de mi pequeño estudio de arquitectura, demostrando que el emprendimiento también es una de mis características; fueron unos años tranquilos, pero no fáciles, una andadura con ángeles y demonios, me di cuenta que la arquitectura no es lo que te enseñan en la escuela. Los primeros tiempos fueron muy difíciles y el sector, algo recuperado, se seguía ensañando con los que empezaban a caminar, con una competencia atroz y en un mundo patriarcal; aun así, pude comprobar que una mujer arquitecta relativamente novata podía ganarse la vida haciendo lo que le gustaba en un país aun en crisis. Adoraba mi trabajo y sabía que el éxito y la satisfacción derivaban directamente de trabajar con pasión, desarrollaba todas mis capacidades innatas, las adquiridas en mis años de estudio y experiencia profesional, además, de demostrar a través de la responsabilidad y confianza el orgullo de ser arquitecta. Pero durante ese tiempo mi historia no quedaba ahí, pues hay personas en las que el impulso por aprender inunda sus vidas, y estoy convencida que soy una de ellas, mientras mi estudio iba creciendo con sus pros y sus contras, yo saciaba mi sed de conocimiento: estudié idiomas en la EOI (nivel avanzado de inglés e inicial de francés) y comencé una oferta parcial diferenciada del Ciclo de Grado Superior, Administración y Finanzas.
En ese momento de mi vida todo iba encajando en el lugar que le correspondía, pero a finales del verano de 2016 llegó mi serendipia, apareció en el mejor escenario posible: junto al mar, al atardecer, con una copa de buen vino en la mano y de labios de una buena amiga; me planteó la idea de formalizar una de mis pasiones: la docencia, “haz el máster de profesorado, serías una profe genial” me dijo. ¿Se pueden tener dos o más vocaciones en la vida? Estoy convencida de que sí, es más, creo que la fortaleza de las personas con varias vocaciones radica en su curiosidad y en su pasión por muchas cosas. “Serías una profe genial”, esa frase estuvo durante días retumbando en mi cabeza y no eran las dudas lo que me hacía pensar, sino el ser consciente de cómo esa vocación se estaba construyendo en mí. Estaba tan enfocada en mi vocación de niña que todo lo había relacionado con eso, como si tuviese que ser el Sol del Sistema Solar y todos los planetas tuviesen la obligación de girar alrededor de él, pero tomé perspectiva siendo consciente de que hasta el Sol se mueve respecto a la Vía Láctea. Yo amaba a muchos de mis docentes y los admiraba, ellos hicieron una diferencia en mi vida, me gusta pensar que ante las decisiones importantes se han de elegir la que te hace feliz y no la que te hace sentir cómoda, y así en unas semanas estaba cursando el Master en Formación del Profesorado en la UCAM de forma semipresencial mientras seguía con mi trabajo.
A los pocos meses de finalizar el máster las bolsas de profesorado se agotaron teniendo que abrir convocatoria extraordinaria; debido a la falta de profesorado me convocaron estando aun en provisional la bolsa, mi destino fue la sustitución de unos días en Málaga, aunque tengo que reconocer que considero mi primer destino el IES Ciudad Jardínde Sevilla en el que estuve el último trimestre del curso, el mismo trimestre en el que finalicé mis estudios en Administración y Finanzas.
En Sevilla me sumergí en la energía y esfuerzo de lo que deseaba: ser profesora de matemáticas funcionaria de carrera, en proceso aprendí que si soy completa tengo que ser contradictoria y si soy consistente no puedo ser completa (Gödel, 1931), que Euler tenía superpoderes, que la universalidad y necesidad de las matemáticas resultan, hoy en día, confusas y que en la vida solo hace falta cuatro axiomas para ser feliz, y cuyo resultado fue el ser seleccionada en el procedimiento selectivo para el ingreso en el Cuerpo de Profesores de Enseñanza Secundaria en Andalucía.
Volví, volví al IES de mi pueblo en Almería y puedo decir contundentemente que me dedico a mi vocación de docente, como también puedo decir que sigo con mi vocación de arquitecta como afición, y que esto no acaba aquí, que ya esto preparada para lo siguiente que esté por venir.