Hoy es día de reflexión para las elecciones europeas de mañana 9 de junio, así que vamos a reflexionar.
En primer lugar, incidiendo en la importancia de las instituciones europeas en nuestra vida diaria, algo que poco o nada se comenta, pero que juega un papel fundamental y basta con pensar en la política de recortes y austeridad de 2010 a 2018 y la expansiva desde la pandemia. Dos modelos diferentes de política fiscal dentro de la unión que han marcado claramente las diferencias entre dos modelos de sociedad y de política. Y eso está en juego mañana. O seguimos con una política fiscal más abierta y comprensiva con los problemas de la gente común que están permitiendo tener unos fondos europeos que modernicen y mejoren la economía y que permitan medidas para mejorar la igualdad y la justicia social. O volvemos a otra política fiscal más restrictiva (cuyos resultados conocemos de sobra: recortes económicos, pérdida de derechos laborales y sociales, empobrecimiento de la mayoría y enriquecimiento grosero de una minoría) que vuelva a ahogarnos como ya lo han intentado miserablemente con la subida y el mantenimiento de tipos de interés muy altos. Eso está en juego. creo que es importante.
En segundo lugar, la lucha contra la emergencia climática o, claramente, para evitar el colapso del planeta. Si ponemos la Unión en manos de negacionistas de este colapso ya demostrado, sólo conseguiremos acelerarlo y que se vaya todo a la porra en menos de cincuenta años. Eso sí, esos negacionistas y los grandes intereses que están detrás se habrán forrado de lo lindo y morirán muy ricos. Si, por el contrario, esto no ocurre, tendremos alguna esperanza. Poca, porque ya vamos muy tarde, pero alguna habrá.
En tercer lugar, asegurar y avanzar en derechos sociales. Y esto se resume en una cuestión muy simple: ¿queremos la Europa de Orbán? Los derechos de las mujeres, del colectivo LGTBI+Q o de las inmigrantes están en peligro porque los Derechos Humanos, aunque parezca mentira, están en entredicho y ya no son principios sacrosantos para la convivencia pacífica, sino algo que estorba a muchos y muchas que se consideran ya abiertamente machistas, racistas y homófobos.
Y en cuarto lugar, la amenaza fascista. Desde los años 80 del siglo pasado con el rebrote del liberalismo ortodoxo de Thatcher y Reagan, que le dieron una buena estocada al estado del bienestar creado después de la Segunda Guerra Mundial, todo lo público y el interés general quedó en entredicho y empezó a desarrollarse una sociedad cada vez más individualista y menos solidaria. El Estado del Bienestar intentaba redistribuir la riqueza y prestar servicios públicos a quienes no tenían posibilidades de pagárselos: educación, sanidad, pensiones (y luego dependencia). Este modelo de redistribución de la riqueza necesitaba de una política fiscal progresiva y justa donde los que más tenían pagarían más. Pero claro, se ve que las grandes fortunas y las grandes multinacionales no tenían los pobres suficiente para mantenerse y les parecía fatal pagar tanto para mantener a los demás. Además, qué era eso de pagar desempleo, salarios mínimos, proteger a las mujeres maltratadas o mantener a una masa de inmigrantes cada vez mayor. Nada, nada, eso no podía ser. Y los grandes centros de poder empezaron a fomentar ideas y partidos claramente fascistas con el objetivo único de conseguir sistemas fiscales que eliminaran los impuestos. Para ello se han dedicado a atacar a quienes son los beneficiarios de los servicios pagados con esos impuestos: población marginal, inmigrantes y mujeres y por eso han desarrollado unas ideas típicas del darwinismo social, ideas racistas e ideas defensoras del patriarcado. Que, si nos fijamos bien, son las líneas de pensamiento de todos estos partidos fascistas (iba a escribir neofascistas, pero este término me parece ridículo y que blanquea lo que realmente son).
Pues sí, todo esto nos jugamos.
Podemos elegir la vuelta a la austeridad criminal, el negacionismo climático, la pérdida de derechos y una todavía mayor desigualdad. Entonces votaremos a la derecha pseudo fascista del PP o al fascisimo sin disimulo de vox o de otros secuaces profesionales del bulo (buleros).
O podemos elegir una política de gasto social con impuestos progresivos y justos, mejorar los servicios públicos, luchar contra la emergencia climática, asentar y aumentar derechos y fomentar una mayor igualdad y justicia social. Entonces votaremos a partidos de izquierda.
Yo lo tengo claro. Votaré a la izquierda porque como hemos visto nos jugamos demasiado. Muchísimo. Lo que tengo que decidir todavía es a cual, si a las opciones republicanas nacionalistas, a las opciones de izquierda dividida de manera suicida e irracional como Sumar o Podemos o a la izquierda moderada (mucho para mí) del PSOE.
En esa decisión también van a entrar razones de índole local o nacional (hablamos de elecciones europeas) como poder ver que el PP, con su miserable política irresponsable de mentiras y bulos no gane estas elecciones. Si es así, será todo un gustazo, de esos que te reconcilian con la gente de tu país. Y a buen entendedor ...
Y mañana a votar. Recuerda, tu eliges: recortes o justicia social