Primer incidente crítico.
El 6 de Mayo, día martes, estaba calendarizada mi primera clase en el Sexto A. Con este curso ha habido mayor normalidad en cuanto a vernos respecto a los horarios, por lo que conocía su nivel de trabajo y sus características como curso: conversan mucho, pero trabajan bien.
Al iniciar la clase, la profesora les indica que evaluará los trabajos pendientes del O.A. visto anteriormente, por lo que dedica unos minutos de la clase para ello, hasta que después de unos 15 minutos me da el pase para continuar. Para la clase, había realizado un Ppt sobre el grabado, su definición, funcionamientos, tipos de grabado, ejemplos, y el paso a paso de la actividad que realizaríamos. Los niños estaban un poco dispersos, pero no fue nada que me resultara un gran impedimento, por lo general, responden rápidamente a un llamado de atención. Aunque también interfirió el hecho de que varios de ellos se encontraban terminando el trabajo anterior que la profesora se encontraba revisando en el mismo momento en que yo explicaba mi clase. Como era un contenido nuevo, ya que muchos desconocían lo que era el grabado, tenían bastantes dudas. Me tomé el tiempo de responder cada una de ellas. Tal vez el problema estuvo en que les pedí que escribieran en sus croqueras el O.A.3. que trabajaríamos, esto porque en la clase realizada en el Quinto B, la profesora me había comentado que los niños copian en sus croqueras el O.A. que se vio en clases, para que quede registrado que fue un contenido hecho. Así que para no cometer ese error nuevamente, les solicité lo mismo. Muchos niños se quejaban porque pensaban que era demasiado lo que debían escribir (les pedí que copiaran la mitad del O.A. por lo mismo), luego al ir pasando las diapositivas, solo les pedí que copiaran los títulos, para que supieran los tipos de grabado que habían, y finalmente les pedí que copiaran el paso a paso del grabado que concretaríamos: Colografía. Cabe decir que en este caso no eran instrucciones extensas, pero cada vez que debían copiar se quejaban.
Personalmente, como una persona que escribe mucho, creo que es importante escribir ciertas cosas, sobre todo los pasos de la técnica que será evaluada. La información se digiere distinto al escribirla, los niños ven el contenido más de una vez, se involucran y retienen o memorizan lo visto para transcribirlo. Este ejercicio mental, hace que refuercen habilidades cognitivas de una forma más profunda, que puedan reflexionar y organizar con más claridad sus ideas, ya que en esos periodos donde escriben, su concentración se limita a la acción que están realizando. Además, que tengan un manejo con el lápiz en la escritura, por consecuencia, también les ayuda a soltar la mano en el dibujo.
Al ver que no tenían el hábito de escribir, más me parecía que debían reforzarlo. Les comenté que de todas formas, la presentación se encontraría disponible en el Classroom, por lo que podrían revisarlo en sus casas (por si no escribían todo), a lo que una alumna me dice que prefería copiar porque "tenemos memoria a corto plazo". Al momento de presentarles la actividad, quedaban unos 15 minutos de clase, y aún debía subir con ellos a la sala ya que nos encontrábamos en el aula de artes, por lo que les pedí que copiaran los materiales que debían traer, que era lo más importante. Con el tiempo un poco en contra, subí con ellos a la sala. Al notar los niños que tocaron el timbre para recreo, parecieron apurarse más en estar listos, así que no me retrasé tanto en volver a la sala de Artes a hablar con la profesora.
Me dice que no debí pedirles que copiaran, que es por eso que nunca les pide a los niños que copien el O.A. ya que los niños no escriben, y después de la pandemia, mucho menos lo hacen, apenas si escriben la actividad y la pauta, que era cosa de ver sus letras y que algunas eran ilegibles, que al pedirles que escribieran, no pusieron nada de atención a los contenidos y lo que expliqué. Tal vez ninguno alcanzó a copiar lo último, así que probablemente la próxima clase, nadie traería los materiales solicitados, ya que los estudiantes no se toman el tiempo de revisar el Classroom. Por lo demás, la clase debía terminarla mucho antes, ya que es un curso lento y se tardan en estar listos. Si bien me resultó un tanto devastador el comentario, puesto que uno siempre planifica la clase con las mejores expectativas, me sentí tranquila con los contenidos vistos, pero el suspenso de ver si sería acertado el pronóstico de la profesora, solo podría verse la siguiente clase. No lograba comprender de inmediato si quise abarcar demasiado o simplemente no lo contextualicé al ritmo de los niños. Estaba un poco resignada ya que uno confía en el juicio de alguien que lleva más tiempo ejerciendo, pero para mi grata sorpresa, la segunda clase fue muy productiva, ya que todos los niños habían asistido con sus materiales, e incluso, algunos tenían el Ppt que les presenté, impreso.
En la posición de practicante, me encuentro receptiva a las críticas y comentarios, pero debo decir que me hubiese resultado más constructivo una crítica desde la visión de cómo mejorar, que un comentario sobre cómo no debí ejecutar todo lo que hice. De todas formas, incorporo todos los comentarios que recibo a mis futuras clases. Procuré tener más cuidado en las siguientes sesiones con el tiempo, para devolverme a la sala con ellos antes de que toquen para el recreo. Aún así, se me indica que la clase termine 25 minutos antes del timbre, algo que me resulta complejo, puesto que mi tiempo para la actividad debe acortarse, y los niños también se preguntan el porqué del término tan anticipado. Pero siempre tengo presente, que a pesar de ser mi clase, yo soy la practicante, por lo que acato las decisiones de la profesora a cargo.
Comprendí que debía poner más atención a los tiempos, pero que también descubrir el ritmo de cada curso, es algo que nunca podría descifrar antes de estar en la clase, y que con todos los contenidos puede ser distinto, pensé que sería un error que me podría pasar como practicante y como profesora, pero el haber tenido la experiencia, me haría tener más cuidado y agudeza en la visión para reconocer los tiempos de los niños.
En este relato, los grandes incidentes críticos son el ánimo de los comentarios que uno recibe de quien te guía, y también la posición que uno debe tomar como practicante, donde muchas veces nuestras decisiones o intenciones deben posponerse. Si bien es un hecho, que como practicante uno va a aprender y a formarse como profesor, también uno está definiendo un estilo de enseñanza, que puede contraponerse al método de enseñanza ya establecido por quien se encuentra en el establecimiento. Pero también es importante aprender como pedagogo, a trabajar en equipo y a mantener una sana convivencia. Como alguien que recién comienza en este camino, comprendo que mis errores primerizos pueden resultar llamativos para alguien que ya lleva más tiempo en el área, pero también creo, que las cosas a mejorar, pueden plantearse desde una mirada mucho más comprensiva y amorosa, eso también crea un ambiente mejor entre colegas.
Segundo incidente crítico.
El día lunes 28 de Abril, me correspondía realizar la segunda clase en el Quinto B. En la clase previa habíamos comenzado con el O.A.2. donde trataríamos las formas abiertas y cerradas, incorporando contenido visto como el impresionismo y post impresionismo. En esta segunda clase los niños se encontraban realizando la actividad, la que consistía en dibujar una caricatura, donde la mitad sería con formas abiertas utilizando tonos cálidos y la otra mitad con formas cerradas aplicando tonos fríos. Este día fue la primera vez que noté que hay un niño que puede desregularse. En las clases anteriores había notado que siempre cuando debían entrar a clases, él me comentaba que no quería, puesto que le dolía la cabeza, o quería irse porque no quería estar ahí, o derechamente no quería escribir. Yo lo convencía diciéndole que escribiríamos poco, que tratara de hacer lo que pudiera, que sería solo un ratito.
En un momento este niño me llama a su puesto, algo que pasa seguido. A mí parecer muchas veces no tiene dudas, pero quiere conversar con alguien. Me explica que no entiende cómo hacer el dibujo, que no le resulta, mientras se toma la cabeza entre las manos. Le digo que va bien encaminado, solo que debía abrir un poco más las formas, ante mi sugerencia, comienza a golpearse la cabeza con ambas manos. Solo le sujeté las manos para que no se golpeara, le dije que lo estaba haciendo bien. Me responde: "hago todo mal, no sé hacer nada, soy una basura". Le dije que no era así, que yo también me equivocaba muchas veces, y no pasaba nada, que todo podía arreglarse, pero que de todas formas, no se sintiera presionado e hiciera lo que se sintiera capaz de hacer en el trabajo. Procede a seguir dibujando sin decir nada.
Al rato me vuelve a llamar mostrándome un dibujo, había hecho un basurero indicándome que era él. Le volví a decir que no era un basurero, que no le permitiría tratarse mal a sí mismo, para desviar su atención de eso, le dije que estaba avanzando bien en su trabajo. Me preguntó si podía ir a "la salita de la calma". Le pregunté a la profesora por esta sala, pero resulta ser un lugar donde solo pueden ir niños que asisten hasta 4to básico. Por lo que el niño solo pudo acudir a una sala donde se encuentra el encargado de convivencia.
Al rato volvió, pidiéndome permiso para realizar unas figuras recortadas con papel. Se lo permití, ya que dado su ánimo, no me pareció que lo más importante fuera la evaluación en ese momento. Pareció entretenerse haciéndolo, incluso me mostraba contento las figuras y me regaló varias.
Recorte hecho y obsequiado por el estudiante.
En los años que llevo en formación docente, se nos enseña muchas veces como intentar capturar la atención de la clase, cómo evaluar, cómo podemos realizar clases más dinámicas, pero poco sobre lo principal de la clase: el estudiante. Los niños son seres altamente sensibles, reflexivos, y en la teoría, se omite mucho de cómo tratar y relacionarnos con ellos en el área emocional. Si bien nuestro rol no es el de un terapeuta, pero los alumnos siempre acudirán a nosotros o nos tocará presenciar en más de una ocasión como pueden desbordarse. Se comenta que el niño en cuestión, tiene algún diagnóstico que desconozco, pero le cuesta adaptarse y relacionarse, además de verse muy ensimismado en sus intereses durante las clases.
Por desgracia, el establecimiento no cuenta con programa PIE, y solo hay un psicólogo para todos los estudiantes, por lo que conversando con la profesora, una debe resolver estos asuntos solo conversando con el alumno unos minutos saliendo del aula, pero más apoyo no hay.
Hace poco el niño me manifestó que no le gustaba el cambio de puesto que había realizado su profesora jefe, ya que la alumna sentada detrás de él, lo molestaba. Algo que he podido corroborar en las clases. Repetidamente la alumna lo acusa conmigo por motivos irrelevantes para la clase, como el hecho de que el alumno ocupe gorro en clases. Le respondí al alumno que vería que podía hacer. Ese día me encuentro sentada al lado de la profesora jefe de aquel curso, durante el almuerzo, instancia donde los profesores hablan de los estudiantes, aprovechando aquello, le comenté que el estudiante se sentía incómodo e intranquilo en el lugar que le asignó, explicándole el motivo. La profesora solo me respondió: "mala suerte". Me pareció que mi preocupación fue igual de ignorada que la del estudiante.
Muchos de los jóvenes en este establecimiento, no cuentan con el apoyo psicológico necesario, ya sea por parte del colegio, como de sus familias. Por lo que a los docentes les toca improvisar, o en el caso de algunos, ignorar estos acontecimientos. En gran medida mi motivación para ejercer la pedagogía, es ser una figura de contención, es por ello también que elegí artes visuales, porque creo que es un espacio donde los niños pueden expresarse, pueden jugar, y pueden crear una mirada más sensible y cariñosa junto a sus pares, pero en esta ocasión, me sentí limitada con las herramientas que tenía. Hubiese querido ayudar más profundamente al alumno, haberle brindado más apoyo, haber contado con un psicólogo a quien derivarlo, haber tenido una conversación fructífera y comprometida por parte de su profesora jefe, pero no fue el caso, y tampoco me encuentro en posición de juzgar, entiendo que muchos docentes se encuentran agotados.
Si bien el incidente crítico es este hecho de desregulación del estudiante, también lo es mi preocupación porque los años ejerciendo no me vuelvan indiferente ante las manifestaciones de los niños. Comprendo que la forma de actuar y contener será algo que solo podré pulir en la práctica, y así llevara años en ello, no hay forma de que pueda saberlo y manejarlo todo. Es por ello que trato de nutrirme siempre de la experiencia de mis pares, de colegas que llevan años ejerciendo, de la conversación e intereses de los niños. Porque la mejor forma de comprenderlos, es dejar de posicionarlos solo como espectadores de nuestra clase, sino como los sujetos principales de nuestra motivación para enseñar.
Tercer incidente crítico.
Un hecho que me he cuestionado en exponer, pero confiando en la confidencialidad de este documento, es decir, que solo es visto entre profesores, no puedo evitar considerarlo como el gran incidente crítico a lo largo de mi práctica. Sé que existe la libertad de expresión y cierta confianza entre quienes exponen comentarios durante sus tiempos libres, como recreos u horarios de almuerzo, pero personalmente creo que ha sido lo más desconcertante de presenciar, y es el trato que tienen los docentes al referirse a sus estudiantes. Profesores que en su mayoría tratan con niños de segundo ciclo, los etiquetan utilizando groserías aludiendo a su intelecto, y muchas veces a su apariencia, en un tono despectivo y burlesco, a veces las burlas van también hacia los apoderados, los que no se salvan de ser apodados. Hablar mal del estudiantado es el tópico de conversación durante la hora de almuerzo. Puedo entender que los educadores se sientan en la confianza suficiente para emitir comentarios que puedan ser inadecuados, pero no logro comprender que personas adultas, mayores de 40 años, tengan como pasatiempo insultar niños a sus espaldas. Para hacer más llevadero ese tiempo, trato de no juzgar, sino pensar en que son personas que en su mayoría se encuentran agotadas de la labor docente, que tienen vidas atareadas, y que la dinámica del pelambre ha sido adoptada inconscientemente al ser respaldada por un colectivo. Acudiendo a la conversación con profesores de la universidad, me indican que es una mala práctica, que por desgracia ocurre en algunos establecimientos, pero es algo que no debiese ocurrir. Debo confesar que pensar en encontrarme con un ambiente laboral similar en el futuro me agobió. Sin embargo, planteando este hecho entre compañeros que se encuentran en la misma posición de practicantes, no han experimentado una situación similar compartiendo con docentes, cuando incluso sus realidades en el aula y en el establecimiento, eran en ocasiones más caóticas por la cantidad de estudiantes y los problemas de comportamiento.
Es una dinámica que me ha conflictuado presenciar, y no puedo decir que tengo un aprendizaje inmediato de ello. Solo tengo el pensamiento y el deseo constante, de que la carrera docente no me vuelva más dura, ni más insensible al momento de referirme y relacionarme con los estudiantes.