"LAS CRISIS: UN ESPACIO DE DISPUTA CONCEPTUAL"



Los seres humanos creamos nuestra realidad e identidad, y dentro de ella conviven las dimensiones materiales y conceptuales, atendiendo la una a la otra constantemente, siguiendo una relación dinámica y dialéctica. Es decir, ni lo material precede lo conceptual, ni lo conceptual antecede lo material. Lo material es igualmente conceptual, tanto como lo conceptual es material. Con base en lo anterior, es pertinente establecer que los conceptos no son una dimensión estática y que, por lo tanto, son una constante construcción que sirve como forma de explorar las incertidumbres de lo social, uniendo lo heterogéneo sin formar algo precisamente homogéneo. Y es debido a su carácter dinámico e insustancial que los conceptos están en constante disputa desde y entre lo social. Encontrando sustento en ello, desde esta propuesta argumental nuestra premisa es: «las crisis son espacios de disputa conceptual».

Siguiendo un camino argumental desde la Teoría Crítica y teniendo como base lo anterior, se establecerá, en primer lugar, que los conceptos instalados en un espacio y tiempo determinado, se instituyen como hegemonías formando imaginarios políticos que posteriormente, cuando se desencadena una crisis, son disputados, creando así nuevas significaciones de los conceptos, hegemonías y por lo tanto, nuevos imaginarios políticos. Por este motivo, su influencia en la construcción de la vida social y nuestras formas de vida, no son dimensiones trascendentales, sino más bien inmanentes (Cordero, 2021). Para efectos del desarrollo del presente escrito se analizará la disputa conceptual en torno a la violencia en los alrededores de Metro Baquedano durante la crisis social iniciada en Chile en Octubre de 2019, tomando como elementos conceptuales centrales los anteriormente mencionados.

Si lo material y lo conceptual no son dimensiones separadas, por cuanto se condicionan mutuamente, entonces es posible establecer que dentro de cada objeto material, encontramos conceptos; y que en cada concepto encontramos algo material. La vida social como la conocemos se construye en base a conceptos, puesto que ellos configuran cierto orden dentro de un espacio y tiempo determinado, contemplando determinadas hegemonías, que por supuesto pueden ser disputadas cuando los conceptos que las unifican también se encuentran en terreno de disputa.

Ahora bien, las hegemonías son consideradas dentro del lenguaje y los discursos como un acto político, es decir, “como un proceso esencialmente dialógico” (Balsa, 2011, p.71); proceso en el que la hegemonía en los alrededores del metro Baquedano se construye desde la dominación de un campo discursivo, dejando así de lado la heterogeneidad e infinidad del discurso y direccionando las diferencias hacia un único sentido, es decir, la consideración de este espacio como un lugar patrimonial y turístico que posee una significación de pertenencia a la nación, por lo mismo un lugar de celebración a la hora de triunfos de carácter nacional. Sin embargo, es siempre un eje contingente y que, por lo tanto, no es estático ni permanente, sino más bien en constante construcción y dinamismo.

Desde lo anterior se desprende que esta hegemonía, al encontrarse desde un eje dialógico, sí recoge y considera algunos de los discursos divergentes a ella, es decir, aunque posea una significación patrimonial, coexisten los conceptos de celebración, vandalismo y violencia en un mismo espacio, tiempo y hegemonía determinada. Tal como en algún triunfo de la selección chilena masculina de fútbol, donde los alrededores del metro Baquedano, se convierten en un territorio de celebración, pero al mismo tiempo de violencia con los llamados “hechos de vandalismo”. En este sentido, convergen ambas divergencias dentro de una misma hegemonía en una relación y movimiento dialéctico (Adorno, 2013), donde uno de ellos no puede existir sin el otro.

Además, estas hegemonías van conformándose como un tipo de imaginario político, es decir, que se construya una coherencia de las hegemonías dentro de un escenario político concreto y donde les sujetes son instalades (Buck-Morss, 2004). Este imaginario político fue instalado paulatinamente, debido a la imposición de una pertenencia a un estado-nación, en este caso Chile, que se grafica en el espacio de desarrollo de les sujetes desde la crianza, la educación, los principios, símbolos patrios y héroes de guerra, tal como el general Baquedano. Por esto, se materializó poco a poco un sentido de nación, patrimonio y celebración, arraigándose como un sentido común en los distintos contextos sociopolíticos y temporales alrededor de este territorio y su concepción de violencia.

Extrapolando lo anteriormente mencionado, las hegemonías y los imaginarios políticos son constitutivos de un escenario en un tiempo y espacio determinado, los cuales pueden ser sometidos a remezones, es decir, no son infinitos ni deterministas. Por lo mismo, nos situaremos a continuación en un contexto específico de cuestionamiento y transformación de los conceptos trabajados.

Durante el mes de Octubre del año 2019 se desató una revuelta social, siendo este el comienzo del “levantamiento” de una gran cantidad de demandas sociales. Siguiendo esta línea, este contexto se situará territorialmente en los alrededores del metro Baquedano, siendo este un lugar que por varias semanas se llenó de manifestantes y se experimentó una mayor concentración de violencia, entendida desde diversas perspectivas.

Entendiendo los acontecimientos ocurridos durante la revuelta social del año 2019, se puede evidenciar que se produjo una crisis, lo cual es una fractura en la estabilidad del colectivo (Koselleck en Svampa, 2016). De esta manera, se originaron nuevas comprensiones y hegemonías conceptuales, produciendo un remezón en los imaginarios políticos y a los conceptos dominantes que componían a la sociedad, de esta forma es posible entender que “todo malestar que conduzca a una crisis de paradigmas no sólo alerta sobre posibles vaciamientos de sentidos sino que también nos dice algo sobre los modos de gestación de nuevos conceptos” (p.132).

La violencia como concepto dentro de esta crisis fue disputada por parte de los distintos grupos que componen la sociedad. Es por esto, que este concepto se puede apreciar de diferentes perspectivas y posturas. Desde los discursos hegemónicos -medios de comunicación, gobierno, élite socioeconómica-, la violencia se encontraba en las manifestaciones junto con todas sus acciones, tales como: barricadas, saqueos, toma de espacios públicos, la resistencia ante las fuerzas policiales, entre otras. Por otra parte, los grupos activamente movilizados durante esta revuelta evidenciaban la violencia por ejemplo, en la represión de carabineros hacia los manifestantes, la violencia sistemática por parte de las instituciones, el discurso de las entidades políticas, entre otras. Este choque entre la concepción de violencia ocurre porque desde una visión este concepto se encontraba en las manifestaciones ocurridas alrededor del metro Baquedano, ya que este es un lugar sumamente transcurrido y de turismo, por esta razón, el flujo cotidiano junto con las actividades que ocurrían en este espacio se obstruyeron. Desde otra perspectiva la violencia se llevó a cabo por la represión de las fuerzas policiales hacia las personas que participaban en la revuelta, de modo que evidenciaban y/o vivenciaban como sus derechos eran violentados y vulnerados por manifestarse en un espacio público. Retomando la idea de la primera perspectiva de violencia se puede exponer que ocurrió un quiebre en el orden social y en lo que se concebía por “normalidad”, por el otro lado, se resignificó la concepción de violencia, desde una trinchera de resistencia, configurándose así un territorio de lucha entre ambas significaciones.

De este modo, es a partir de la crisis donde esta disputa conceptual se hace presente como punto de partida hacia una transformación de los conceptos, siendo así, que “la crisis no es simplemente un accidente, sino que es un elemento estructural y estructurante que da cuenta (cuando se manifiesta) de los problemas y contradicciones de determinadas formas de organización social” (Cordero, 2015). De igual manera, esta disputa produce una desestabilización, generando una resignificación de la concepción hegemónica que se tenía de violencia. En base a esto, es como se puede dar inicio a un nuevo imaginario político, teniendo en cuenta que el imaginario político que estaba establecido no se erradica del todo, sino que se mantiene dentro del nuevo. De este modo no son opuestos, sino que contrarios.

Ahora bien, recogiendo los elementos formulados desde la crisis con la disputa conceptual, cabe cuestionarse ¿Qué es lo que muere y qué es lo que empieza a nacer? (Mayol, Mascareño, año) En respuesta a esta interrogante, es pertinente establecer que comienza a morir un imaginario político para dar paso al nacimiento de uno nuevo. Esto, a través de la resignificación de los conceptos a raíz de los cambios en las formas discursivas y, por lo tanto, los cambios en las significaciones hegemónicas.

Entonces, se formuló una nueva concepción sobre la violencia en los alrededores del Metro Baquedano y, por lo tanto, un nuevo imaginario político en torno a ello. Es decir, la nueva concepción se funda sobre una contraposición entre dos nociones prevalecientes de violencia: una, que criminaliza la protesta y la defensa ante el ejercicio de la fuerza policial, y otra, que recrimina la monopolización del ejercicio de la fuerza por parte del Estado. De esta forma, se construye un imaginario político respecto a la violencia en un espacio determinado, en base a una contradicción. El nuevo imaginario político, entonces, no se basa en una única hegemonía, sino en la constante contradicción de dos hegemonías, pudiendo establecer de esta forma, que es un imaginario político fundado sobre una lógica dialéctica.

No existe una de las concepciones de violencia expuestas sin la otra, debido a que es pertinente que lo distinto exista uno junto a otro sin destruirse (Adorno, 2013). De esta manera, la tentativa a un nuevo escenario que busque la disputa del espacio siempre está latente. La dialéctica se funda en la certeza del movimiento y, por lo tanto, en la idea de lo infinito. Si esto es así, entonces hay constante cambio y, consecuentemente, tensión; la expresión del cambio y la tensión es la contradicción, que es propia del movimiento histórico. No se busca, entonces, la unanimidad, sino la pluralidad, pues las contradicciones no son binarias ni tampoco complementarias, sino tensas (Cátedra, 2022). Y esto es lo que se expresa en el nuevo imaginario político, una constante tensión entre las concepciones sobre la violencia.

Es pertinente aclarar que las diferentes percepciones de violencia no son las únicas existentes y puestas en disputa, pero debido a la finalidad del trabajo, abarcamos las más nombradas y por lo mismo hegemónicas. Es preciso entender, además, que esta contradicción no se supera, pues el hecho de que exista movimiento no implica que deba sobreponerse una noción sobre otra si no que ambas deben coexistir simultáneamente, disputándose entre sí.

Entonces, la crisis expuesta, nos confirma la existencia de una nueva disputa conceptual en donde se presenta en constante reformulación el concepto de violencia, ya sea por sí mismo o en contradicción con otros debido a la realidad social que se impone y da un remezón a la concepción previa. “La crítica a la sociedad no es posible sin una crítica a los conceptos” (Cordero, 2021, p. 21), sin un giro conceptual, es imposible comprender el nuevo escenario político que se nos presenta, pero a su vez, sin la crisis, sin la confrontación, sería imposible transformar los conceptos.

Retomando la idea de que las crisis son un espacio de disputa conceptual y el tiempo histórico específico en el que se situó la presente propuesta argumental, es preciso enfatizar en la transformación del imaginario político a partir de una disputa conceptual desarrollada en un contexto de crisis. Así, el imaginario político y la concepción de la violencia que se desarrollaba en los alrededores del metro Baquedano previo a la crisis se vio desestabilizado y, por un momento, sobrepasado por el nuevo imaginario y la nueva hegemonía conceptual respecto a la violencia. Sin embargo, este movimiento es parte de la tensión dialéctica propia de las disputas conceptuales y, por lo tanto, no implica en ningún caso que alguna de las dos concepciones hegemónicas vaya a sobreponerse a la otra infinitamente, sino que ambas conviven entre sí.