MODERNIDAD

El concepto de modernidad surge a partir del proyecto filosófico de la modernidad, durante la época de la ilustración en Europa. Este proyecto filosófico, propuesto por Immanuel Kant, sugiere que existe una ruptura en las formas ya concebidas de vida social, provocando que el ser humano pierda toda certeza respecto a lo que ocurrirá en un futuro. Desde el inicio de la modernidad, la humanidad se ha visto envuelta en una especie de torbellino, en donde ninguna verdad adquiere la cualidad de ser absoluta, y todo está en constante transformación. El destino de los seres humanos y las sociedades ya no está determinado por algo superior ni trascendente a la existencia, sino que se toma conciencia de que somos seres racionales y que, por lo tanto, contamos con la capacidad de intervenir nuestro entorno y transformar la realidad.

Se propone que un pilar fundamental es la razón y, por lo mismo, se exalta el desarrollo intelectual y el desarrollo científico, propios del paradigma positivista y la experiencia del ser humano. La modernidad significó, entonces, un vuelco en la forma de entender y construir lo social; un vuelco en el imaginario político construido durante la Edad Media desde el teocentrismo hacia el antropocentrismo. Con el advenimiento de esta nueva época en el desarrollo de la humanidad, se ha entrado en un mundo vertiginoso.

Los ideales de este proyecto filosófico se vieron plasmados en el desarrollo del imaginario político de la Revolución Francesa, en 1798, sobre la premisa “Libertad, igualdad y fraternidad”, dejando de manifiesto que ésos son los valores que han de perseguirse por la humanidad como colectivo, siempre desde la base de la racionalidad. Desde la Teoría Crítica se plantea que este ideario político y valórico no ha sido alcanzado y que es parte de un proyecto inagotable; por lo tanto, desde esta corriente de pensamiento la modernidad es un mundo soñado y, entonces, contiene también su propia catástrofe.