El contexto donde ocurre la innovación, con su cultura, su clima, sus resistencias, es uno de los factores que se han revelado como más influyentes en el éxito de una innovación educativa. El contexto es tan determinante que lo que en uno puede ser innovador, en otro, no lo es. Por ello, el contexto influye fuertemente en la viabilidad de una innovación.
La unidad básica de cambio que se ha revelado como la más adecuada para la realización de innovaciones con impacto en los procesos de formación es el centro escolar o la unidad académica (Tejada, 1998). En ese nivel es posible hacer planes, diseñar estrategias articuladas y evaluar los resultados con respecto a objetivos bien definidos, con un grado importante de autonomía y diversas instancias a las que hay que rendir cuentas. Se pueden atender las demandas sociales e integrar en los proyectos a otros actores, como padres de familia, representantes de instancias gubernamentales, empresarios y organizaciones sociales, para robustecer la vinculación de la escuela con su entorno. El centro escolar comprende subsistemas, como el aula, a la que podemos considerar como otra unidad básica del cambio, con problemas identificables que se pueden resolver mediante proyectos de innovación.
Teniendo en cuenta lo anterior, la cultura organizacional es un aspecto fundamental para el desarrollo de la innovación y es necesario estudiar su evolución y diseñar estrategias que la conduzcan a formar una cultura de la innovación.
No es fácil modificar los hábitos que se han formado a partir de la experiencia, aún cuando la práctica cotidiana demuestra, en muchas ocasiones, su ineficacia. Partir de una crítica a la situación original y plantear una necesidad de cambio puede dejar personas agraviadas a las que habrá que ganar para el cambio.
Quien promueve una innovación debe servirse de los conocimientos sobre procesos de cambio similares y, sobre todo, del conocimiento del sistema en donde se quiere realizar la innovación. Quienes subestiman la magnitud del problema o reducen el cambio a un número insuficiente de dimensiones corren el riesgo de consolidar la resistencia al cambio, volviéndolo antipático e inviable.
Fullan y Stiegelbauer (1997) han advertido que la presión sin apoyo lleva a la resistencia y la enajenación en tanto que el apoyo que no va acompañado de presión conduce a divagaciones y al desperdicio de recursos.
La aceptación de las innovaciones, desde el punto de vista de las personas que participan depende de varios factores:
Los cambios auténticos suelen ser lentos, los períodos que deben transcurrir para que las personas interioricen los cambios y las innovaciones se institucionalicen se miden en lustros o décadas. Para disponer de evidencias auténticas de los resultados de los procesos formativos, de la generación y gestión del conocimiento, deben transcurrir tiempos prolongados. La decisión del cambio no se puede tomar a la ligera porque las consecuencias del éxito o el fracaso de la innovación se vivirán durante varios años.