Informes: amenazas y recuperación

Alertas de la EBD

Defensor del Pueblo Andaluz: iniciativas ciudadanas

Análisis de los problemas ambientales de Doñana y el Estuario del Guadalquivir. WWF

La lucha por el agua: la cuenca del Guadiamar, fuente de Doñana

El Guadiamar, el verdadero Río de Doñana 

Históricamente los principales aportes a las marismas procedían de las aguas superficiales que llegaban desde el Guadiamar –el verdadero Río de Doñana- a través del Caño del Guadiamar y el Caño Travieso. Estos aportes se complementaban con los realizados por una serie de arroyos menores de la zona onubense como el Partido, Cañada Mayor o la Rocina. Por último, las aguas del Guadalquivir también contribuían al correcto funcionamiento de la marisma.


Sin embargo, a partir de la mitad del siglo XX, diferentes actuaciones, principalmente las encaminadas a la transformación de la marisma sevillana en zonas de cultivo, hurtaron a las mismas los 150-200 Hm3 anuales de media que aportaba el Guadiamar. Asimismo, la puesta en regadío de tierras en el Condado hicieron descender de forma progresiva los caudales de los arroyos onubenses. Por otra parte, desde el siglo XIX las obras para facilitar la navegación cortaron las aportaciones del Guadalquivir. La salud de la marisma quedó a expensas de las lluvias anuales, o lo que es lo mismo, pasamos de un régimen de aportes de aguas superficiales fluvio-mareal, a un régimen casi exclusivamente pluvial. Y ello está teniendo consecuencias negativas graves sobre la marisma y su biodiversidad.


Este año 2021 hemos vuelto a vivir un año pluviométricamente malo, el décimo consecutivo. Llevamos una década sin un año húmedo en Doñana y ello ha tenido como consecuencia que la marisma está prácticamente seca durante todo el año, ya que los aportes superficiales que recibe de los arroyos occidentales son claramente insuficientes para inundarla. Esa situación tiene como consecuencia que las aves tengan que buscar otras zonas de descanso en invierno, que haya problemas en la temporada de cría en primavera, que se vean afectados anfibios, peces o insectos que no encuentran refugio ni zonas de puesta, ni lugares donde alimentarse, etc.

Informe de la UNESCO sobre Doñana, Patrimonio Natural de la Humanidad

Restauración ecológica. WWF España

Movimiento ecologista: resultados

La última amenaza: regadíos a mansalva en tiempo de sequía

Última amenaza cumplida. Reacciones

Un análisis riguroso del desastre

Pero la realidad es que, incluso el agua prevista, no es suficiente para sustituir las extracciones de agua subterránea del acuífero de Doñana del cultivo con concesión de agua. Según explicó a DATADISTA Manuel Delgado, portavoz de la Asociación de Agricultores Puerta de Doñana, que engloba unas 4.200 hectáreas de regadío (el 52% de las que regularizó el Plan de la Fresa de 2014) “de los 19,99 hm3 previstos, ya hay adjudicados 7hm3 y quedan disponibles 13. Con 13hm3 se riegan escasamente de 2.000 a 2.500 hectáreas. No se riega más. Y aquí en la zona tenemos 4.200 hectáreas. Si se siguen adjudicando recursos en la zona norte (donde se encuentra la mayor parte del regadío fuera de ordenación), al corazón de Doñana no va a llegar nunca el agua”.

Y la otra realidad es que con la proposición de Ley del Parlamento andaluz y la expectativa de recibir agua legal ya creada, se está dando por bueno que hasta que llegue el trasvase se va a mantener la situación de ilegalidad de las extracciones de agua en los terrenos que ahora se quieren convertir a regables.

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EL ACUÍFERO DE DOÑANA

Debajo de Doñana se encuentra el llamado acuífero 27 que para su gestión y control se ha dividido en cinco masas de agua subterráneas. Tres de ellas se encuentran en mal estado cuantitativo debido fundamentalmente a las extracciones masivas.

Además, La Rocina, sobre la que se sitúan las parcelas agrícolas del Plan Especial de la Corona Norte de Doñana, también se encuentra en mal estado cualitativo debido a la contaminación por nitratos.

Una batería de cinco pozos que abastecen la zona turística ha ido afectando a las lagunas, primero con la desaparición de Brezo en los ochenta, de Charco del Toro y, en menor medida, de Taraje y Zahillo. Y el verano pasado incluso “Santa Olalla, una de las zonas más valiosas del Parque”, según la CHG. No ha sido la primera vez que se ha secado, ya ocurrió otras dos veces, en los ochenta y la sequía de los noventa del siglo pasado, pero sí más rápido.

Ese proceso ha sido estudiado en profundidad por un estudio publicado en Science of the Total Environment, hecho público esta semana, y en el que se recogen “34 años de monitorización que revelan los efectos a largo plazo de las extracciones de agua en un humedal Patrimonio Mundial de la Humanidad”. Han estudiado las tendencias y causas a largo plazo de la desecación y el área inundada máxima en 316 lagunas localizadas en el Parque Nacional de Doñana separando los efectos provocados por la actividad humana de los derivados del clima, utilizando 442 imágenes satelitales Landsat. La conclusión: el 59,2% de la red lagunar de Doñana se perdió entre 1985 y 2018. “Se consideran lagunas ya desecadas porque no se han inundado al menos desde 2013. Además, el 80 % de las lagunas de Doñana está experimentando anomalías negativas de inundación, estando muchas de ellas cubiertas ahora por vegetación terrestre. (…) Las extracciones de agua subterránea tuvieron efectos perjudiciales en todas las lagunas y amenazan la integridad del ecosistema”.

A la sobreexplotación se ha unido la contaminación por nitratos derivada de la agricultura intensiva que ha situado en mal estado químico la masa de La Rocina. De los puntos de medición se han detectado 4 con altas concentraciones de nitratos tanto aguas arriba como aguas abajo y en el punto de medición que coincide con el cono del sector norte se dobla el límite legal (100 mg/l).


Esto sí que estaba en mi libro de Bachillerato...