Fuentes escritas sobre Tarteso

Rufo Festo Avieno, geógrafo y poeta, siglo IV

Tomaré ahora a hablar de nuevo sobre Europa, comenzando a partir de sus costas occidentales. Este continente viene a formar como tres amplísimas atalayas orientadas hacia 475 el resplandor de la luz aquemenia[171]; una se halla constituida por los confines de los iberos, otra abarca en sus límites a los griegos y la tercera es la que despliega en medio las amplias campiñas de Ausonia.

Hacia la zona en que el territorio se extiende cercano al salado mar del Océano, del océano Hesperio, se alza allá la escarpada Calpe; ésta es ya tierra hispana, allá empieza la 480 fértil tierra de los iberos; Tarteso[172] se alza más arriba; después vive el pueblo de los cempsos[173], que prolonga su población hasta las estribaciones de los montes Pirineos [...]

Pasaje de: Rufo Festo Avieno. Descripción del orbe terrestre, 473-482.

Expondré ahora cada isla según va apareciendo por la mar fluctuante, conforme al orden en que estas roquedas se hallan rodeadas por las aguas del piélago. La singladura de mi barquichuelo comienza a partir del oleaje del abismo marino de occidente. Camenas, os lo ruego, inspiradme e impulsad las velas por entre las tierras que van saliendo al encuentro.

610 Gadir[237] es la primera que se destaca sobre el mar con su recio farallón y yergue su silueta enclavada en medio de las dos Columnas. Su nombre primitivo había sido anteriormente Cotinusa[238]; tiempo después los colonos tirios[239] la llamaron Tarteso y todavía ahora es frecuente el nombre 615 de Gades en lengua bárbara; pues, en efecto, el púnico denomina Gadir a todo paraje rodeado completamente por un malecón delantero. ”

Pasaje de: Rufo Festo Avieno. Descripción del orbe terrestre, 605-617.

Ed. de José Calderón Felices, Gredos.

Véanse las notas en este enlace

Texto íntegro en traducción al español: Las costas marítimas

http://www.culturandalucia.com/Rufo%20Festo%20Avieno_Ora_Mar%EDtima_castellano.htm

Las tierras del extenso orbe se despliegan a lo largo y 80 ancho, mientras el oleaje se derrama una y otra vez en tomo al orbe terrestre[25]. Pero allí donde el hondo mar salado se desliza procedente del océano, de tal suerte que el abismo de Nuestro Mar se despliega ampliamente, se encuentra el golfo Atlántico[26].

Aquí se halla la ciudad de Gadir, llamada antes Tarteso[27]. 85 Aquí están las Columnas del tenaz Hércules, Ábila y Calpe (ésta se encuentra a la izquierda del territorio mencionado; aquélla, próxima a Libia): retumban bajo el recio septentrión, pero aguantan firmes en su emplazamiento[28].

90 También aquí se alza[29] el cabezo de un peñón sobresaliente (en los más antiguos tiempos lo denominaron Estrimnis[30]) y la encumbrada mole de su pico rocoso se orienta de pleno hacia el noto templado. A su vez, a los pies de la 95 aguja de este saliente, se abre para sus habitantes el golfo Estrímnico[31], en el que se muestran las islas Estrímnides, que están muy separadas y son ricas en mineral de estaño y plomo[32]. Aquí se encuentra una raza de gran vigor, de talante 100 altanero, y de una habilidad eficiente, imbuidos todos de una inquietud constante por el comercio. Y surcan con sus pataches, aventurándose a largas distancias, una mar agitada por los notos y el abismo de un océano, preñado de endriagos[33].

De hecho, no saben ensamblar sus quillas a base 105 de madera de pino y tampoco, según es usual, alabean sus faluchos con madera de abeto, sino que, algo realmente sorprendente, ajustan sus bajeles con pieles entrelazadas y a menudo atraviesan el extenso mar salado en estos cueros[34].

Por otra parte, desde aquí hasta la Isla Sagrada[35] (pues así la llamaron los antiguos) una nave tiene un trayecto de dos soles. Esta isla despliega en medio de las olas un amplio 110 territorio y la habita a lo largo y ancho la raza de los hiernos. Cercana, de nuevo, se extiende la isla de los albiones. Y los tartesios[36] acostumbraban también a comerciar hasta los confines de las Estrímnides. Incluso colonos de Cartago 115 y la población que habita por entre las Columnas de Hércules se acercaban a estos mares; sobre los cuales el cartaginés Himilcón[37] asevera que podían ser atravesados en apenas cuatro meses, según él mismo relató haberlo comprobado mediante una navegación. Así, no hay vientos, en una amplia 120 zona, que impulsen al navío; así el líquido elemento de una llanura marina encalmada se inmoviliza en sus reinos. Se añadirá a ello que emerge entre las aguas abundante urchilla y que a menudo refrena la popa como si fuera maleza. No deja de decir también que por esta zona la superficie de 125 la mar no alcanza gran profundidad y que apenas un poco de agua cubre el fondo, que las bestias marinas recorren la mar por aquí y por allá, que los navíos se desplazan lentos y lánguidos entre monstruos que nadan por medio[38].

130 Si a partir de aquí alguien se atreve a forzar su esquife desde las islas Estrímnicas rumbo a las aguas del sector de la Licaonia[39], donde la atmósfera se hiela, acaba llegando al territorio de los ligures[40], desprovisto de habitantes, pues hace ya tiempo fueron depredados a manos de los celtas y 135 por los frecuentes combates. Entonces los ligures, desplazados a la fuerza, como con frecuencia guía la fortuna a algunos, llegaron a esos territorios que ahora poseen, cubiertos por lo general de zarzales terribles; estos parajes son pura pedriza y abruptas roquedas, y los picos de las montañas se 140 hunden amenazadores en el cielo. Y este pueblo huidizo vivió ciertamente durante mucho tiempo en las cárcavas de los peñascos apartados de las olas, pues su miedo al salado mar provenía de aquel peligro primitivo. Tiempo después, la calma y el ocio, a la par que la seguridad, potenciando su 145 “sus encumbradas guaridas y a descender a zonas marinas.

Tras aquellas tierras[41], sobre las que antes hemos hablado, de nuevo se abre una gran ensenada, que abarca una extensa llanura marina hasta Ofiusa[42]. Retrocediendo desde su litoral hacia el llano del mar Interno[43], por donde dije antes[44] que el mar, al que llaman Sardo, se adentraba en las 150 tierras, se emplean siete días de marcha a pie[45].

Ofiusa presenta un flanco tan prominente hacia adelante, cuanto oyes que se extiende la isla de Pélope en tierras de los griegos[46]. Al principio se la denominó Estrimnis, y los 155 habitantes de estos lugares y campos eran los estrímnicos; posteriormente una plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra quedara despojada hasta de su propio nombre[47].

Se adentra a continuación hacia los abismos marinos el 160 cabo de Venus y la mar brama en tomo a dos islas[48] deshabitadas por la escasez de espacio vital. El Ario se yergue luego imponente, destacándose hacia el desapacible septentrión; por otro lado, desde aquí hasta las Columnas del poderoso Hércules hay una travesía para las naves de cinco días[49]

Después, en plena mar, hay una isla, de abundante vegetación y consagrada a Saturno. Pero el vigor de su naturaleza es tal que, si alguien se acerca navegando hasta ella, al punto se encrespara la mar colindante con esta isla; ella 170 misma tiembla y salta toda su superficie, estremeciéndose profundamente, en tanto que, en el resto, la mar permanece silenciosa a la manera de un estanque[50].

Acto seguido se yergue un promontorio hacia los aires de Ofiusa y desde el peñón Arvio hasta estos parajes hay un trayecto de dos días[51]. En cambio, la espaciosa ensenada 175 que se abre desde allí, se extiende en lontananza, siendo difícil de navegar en su totalidad con un solo viento; pues llegarás al centro si te arrastra el céfiro; el tramo que queda reclama al noto[52].

Si a partir de allí alguien se dirige de nuevo a pie hacia la costa de los tartesios, realizará el trayecto en apenas cuatro 180 días; si uno dirige sus pasos hacia Nuestro Mar y al puerto de Malaca, tendrá por delante una ruta de cinco soles[53].

Luego se alza la mole del cabo Ceprésico[54]. Por debajo se extiende más lejos la isla llamada Acale[55] por sus habitantes. Cuesta aceptar la leyenda que corre sobre esta isla 185 por lo sorprendente del hecho, pero, son tantos los testimonios, que bastan para confirmarlo. Dicen que en los aledaños de esta isla el abismo marino no presenta nunca el mismo cariz que el resto de la mar; de hecho, por doquier las olas poseen un resplandor semejante a la transparencia del 190 cristal y, por las profundidades de la marmórea mar, es verdad que las olas tienen un reflejo azulado. En cambio, allá, la superficie del mar está mezclada con un fango repugnante, según recuerdan los antiguos, y siempre se halla apelmazada como en torbellinos turbios de inmundicias[56].

Los cempsos y los sefes dominan las colinas escarpadas 195 de las tierras de Ofiusa; cerca de éstos, el ágil lucio y la raza de los draganos asentaron sus hogares bajo el rigurosamente nevado septentrión[57]. Por otro lado se halla la isla 200 de Petanio[58], hacia la parte de los sefes, y un ancho puerto[59]. Después, junto a los cempsos se encuentran los pueblos de los cinetes[60]. A continuación, el cabo Cinético[61], en el que mengua la luz sideral y que se yergue a lo alto como el más remoto de la opulenta Europa[62], se orienta hacia las aguas saladas del océano, plagadas de monstruos[63].

205 El río Ana[64] corre allá por medio de los cinetas y surca sus vegas. Se abre nuevamente un golfo y el territorio se extiende curvándose hacia el mediodía[65]. Desde este río consignado se desgajan de repente dos ramales y su caudal, como en lenta formación, rechaza las aguas espesas del golfo 210 ya dicho (en efecto, aquí las profundidades son de puro y denso lodo). En esta zona se levanta a lo alto la cumbre de dos islas, la menor carece de nombre y a la otra una costumbre insistente la llamó Agónida[66].

A continuación se halla el impresionante peñón Sagrado[67], 215 erizado de peñascos y consagrado a Saturno; hierve la mar agitada y la costa despliega un frente rocoso. Aquí sus habitantes poseen cabrillas hirsutas y abundantes machos cabríos, que siempre andan vagando por un territorio cubierto de maleza; y producen unas cerdas muy alargadas y recias para su utilización en las tiendas de los campamentos 220 y las velas y capotes de los marinos[68]. Desde aquí hasta el río se ha dicho que hay un trayecto de un solo sol[69]; también aquí se halla el límite del pueblo de los cinetes.

El país tartesio confina con éstos y el río Tarteso[70] baña 225 el macizo consagrado al Céfiro, por lo que la cumbre de este peñón ha sido llamada Cefíride[71]. Pero en lo referente a sus altos picachos, se yerguen en la cima de su cresta; una gran mole se encarama 230 en los aires y una bruma, como remansada por encima, esconde permanentemente su cabezo nebuloso.

Toda la comarca que sigue es de terreno cubierto por completo de hierba; a sus habitantes se les ofrece una bóveda celeste nublada en su parte más alta, el aire espeso, una luminosidad diurna muy densa y un rocío copioso como el 235 de por la noche. Ninguna brisa, según es costumbre, logra entrar; ni un soplo de viento despeja la capa alta de la atmósfera: una perezosa calígine se echa sobre las tierras y el suelo se humedece ampliamente[72]. Si alguien rebasa con su nave el peñón del Céfiro y penetra en los torbellinos de 240 Nuestro Mar, se ve impulsado de inmediato por los soplos del favonio[73].

A continuación, de nuevo un promontorio y un opulento santuario consagrado a la Diosa Infernal[74], el fondo de una gruta recóndita y una entrada disimulada. En las cercanías hay una gran laguna llamada Etrefea[75]; más aún, se dice 245 que estuvo antaño por estos parajes la ciudad de Herbo; que, consumida por los avatares de las guerras, al fin sólo dejó en este territorio su recuerdo y su nombre[76].

Entretanto, acto seguido, corre el río Ebro[77] y su Caudal fecunda los terruños. La mayor parte de los autores refieren que los iberos se llaman así justo por este río, pero no por 250 aquel río[78] que baña a los revoltosos vascones. Pues a toda la zona de este pueblo que se encuentra junto a tal río, en dirección occidente, se la denomina Iberia. Sin embargo el área oriental abarca a tartesios y cilbicenos[79]. 255

Después se halla la isla de Cartare[80] y es una tradición con bastante fundamento el que la dominaron primero los cempsos; rechazados luego por la guerra con sus vecinos, se desperdigaron en busca de distintos asentamientos. Se yergue luego la mole del monte Casio y a partir de su nombre 260 la lengua griega llamó primero casítero al estaño[81]. Después sigue la prominencia de un santuario y, en lontananza, la fortaleza de Geronte, que lleva un antiguo nombre griego, pues hemos oído decir que en tiempos pasados a partir de ella se dió nombre a Gerión[82].

Fig. 3: Detalle del mapa del estuario del Guadalquivir y zonas limítrofes (cf. fig. 2).

265 Aquí se encuentran las amplias costas del golfo tartesio[83] y desde el río Ana, ya nombrado, “hasta estos territorios las naves tienen un día de trayecto[84]. Aquí se halla la ciudadela de Gadir, ya que en la lengua de los cartagineses se llamaba Gadir a un lugar vallado. Esta misma ciudad fue 270 denominada primero Tarteso[85], ciudad importante y rica en tiempos remotos; ahora pobre; ahora, empequeñecida; ahora, arrumbada; ahora, en fin, un simple campo de ruinas. Nosotros en estos parajes, excepto las ceremonias en honor 275 de Hércules, no vimos nada digno de admiración[86]. En cambio, tuvo tal poderío, incluso tal prestigio en épocas pasadas, si damos crédito a la historia, que un rey altanero, y el más poderoso de todos los que a la sazón tenía el pueblo maurusio, muy estimado por el emperador Octaviano, Juba, entregado siempre al estudio de las letras y alejado por el 280 mar que tenía en medio, se consideraba muy distinguido con el honor del duunvirato en su ciudad[87].

Pero el río Tarteso[88], fluyendo desde el lago Ligustino[89], a campo traviesa, envuelve una isla[90] de pleno con el 285 curso de sus aguas. No corre adelante por un cauce único, ni es uno solo en surcar el territorio que se le ofrece al paso, pues, de hecho, por la zona en que rompe la luz del alba, se echa a las campiñas por tres cauces; en dos ocasiones, y también por dos tramos, baña el sector meridional de la ciudad[91]. 290

Por su parte, el monte Argentarlo se recorta sobre la laguna; así llamado en la Antigüedad a causa de su belleza, pues sus laderas brillan por la abundancia de estaño y, visto de lejos, irradia más luminosidad aún a los aires, cuando el 295 sol hiere con fuego las alturas de sus cumbres. Este mismo río, además, arrastra en sus aguas raeduras de estaño pesado y transporta este preciado mineral a la vera de las murallas[92]. A partir de aquí una extensa región se aleja de la 11anura 300 de aguas saladas, tierra adentro; la raza de los etmaneos la habita. Y después, por otro lado, hasta los labrantíos de los cempsos, se extienden los ileates sobre tierras fértiles; si bien las zonas marítimas las controlan los cilbicenos[93].

305 A la ciudadela de Geronte y al cabo del santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por medio; y entre altos acantilados se recorta una ensenada. Junto al segundo macizo desemboca un río caudaloso. Luego se yergue el monte de los tartesios, cubierto de bosques[94].

310 Enseguida se encuentra la isla Eritía, de extensas campiñas y, en tiempos pasados, bajo jurisdicción púnica; de hecho, fueron colonos de la antigua Cartago los primeros en asentarse en ella. Un estrecho separa Eritía de la ciudadela del continente en tan sólo cinco estadios[95].

315 Por donde se da el ocaso del día, hay una isla consagrada a Venus del Mar, y en la misma un templo de Venus, una ermita en roca viva y un oráculo[96].

Cuando se viene desde aquel monte, que te había dicho resultaba temible por sus bosques, se halla un litoral de arenales en suave pendiente, en los que los ríos Besilo y Cilbo 320 derraman sus aguas[97].

Después, hacia poniente, alza sus riscos soberbios el peñón Sagrado[98]. A esta zona, en tiempos pasados, Grecia la denominó Herma. La palabra Herma se refiere a un parapeto terrero, encarado de frente, y el lugar en sí fortifica el 325 estrecho por ambas bandas[99]. Otros, al contrario, lo llaman ruta de Hércules; pues, de hecho, se dice que Hércules allanó los mares, a fin de que quedara abierto un camino fácil para el rebaño que había apresado[100]. Más aún, la mayoría 330 de los autores afirman que aquella Herma estuvo primitivamente bajo jurisdicción de tierra libia. Y no se debe desdeñar la información de Dionisio, quien atestigua y enseña que Tarteso es el límite de Libia[101].

En territorio de Europa se levanta el promontorio que, 335 ya lo señalé, sus habitantes llaman Sagrado[102]. Entre ambos lugares fluye una ligera lengua de agua, la cual antaño se llamó Herma o Camino de Hércules. Euctemón, habitante de la ciudad de Anfípolis, afirma que se extiende en una 340 longitud no superior a las ciento ocho millas y que ambas posiciones distan tres millas[103].

Aquí están emplazadas las Columnas de Hércules, que hemos leído son consideradas como el extremo de uno y otro continente. Se trata en realidad de dos peñones parejos que sobresalen, Ábila y Calpe. Calpe se encuentra en territorio 345 hispano, Ábila en el de los maurusios, pues la raza púnica llama Ábila a aquello que constituye un monte alto en lengua bárbara, esto es, en la latina, como afirma el autor Plauto; y, por otra parte, Calpe se denomina en Grecia a aquello que tiene un aspecto ahuecado, con la pinta de un picacho redondeado[104].

350 Afirma también el ateniense Euctemón que no existen allí peñas, ni se alzan cumbres en ninguna de las dos partes; recuerda que entre las campiñas de tierra libia y la costa de islas[105]; dice que se las llama Columnas de Hércules; refiere que están separadas treinta estadios; que por doquier están cubiertas de bosques impresionantes y que son siempre inhóspitas para los marinos. Asevera, en efecto, que hay en ellas templos y altares a Hércules, que los bajeles extranjeros se dirigen allí para ofrecer sacrificios a este dios y se van apresuradamente, pues se tiene por impío demorarse en estas islas. Informa que la mar se mantiene tanto en los alrededores como en las cercanías con poquísima profundidad en una amplia área; que los navíos no pueden arribar cargados a estos parajes a causa del poco calado 365 de las aguas y por el espeso fango de la costa. Pero que si alguien tiene el firme propósito de aproximarse allá por el templo en sí, entonces nos informa de que ese tal pone proa hacia la isla de la Luna, librar de carga a la nave y, aun así, aligerada la lancha, apenas logra desplazarse sobre las saladas aguas.

En cambio, el tramo de oleaje agitado que se extiende 370 entre las Columnas, afirma Damasto que no llega a los siete estadios. Escílax de Carianda asegura que la corriente que hay entre las Columnas tiene la misma extensión que las aguas del Bósforo[106].

Más allá de tales Columnas, por la parte de Europa, los 375 habitantes de Cartago tuvieron antiguamente caseríos y ciudades, aunque tenían la siguiente costumbre: la de construir naves de fondo muy llano, de modo que el esquife, más ancho, pudiese deslizarse por la superficie de una mar de muy poco calado[107].

380 Sin embargo Himilcón cuenta que desde estas Columnas hasta la zona occidental existe un abismo marino ilimitado, que la mar se extiende a lo ancho, que se despliega un salado mar. Nadie se aventuró en estas aguas, nadie metió sus 385 carenas en aquel llano marino, bien porque falten en alta mar auras que las impulsen, bien porque ningún soplo del cielo empuje la popa, o incluso porque la calina revista el aire con una especie de velo, bien porque la niebla oculte permanentemente el abismo marino y se mantenga un muy espeso nublado durante el día[108].

390 Se trata de aquel Océano que brama en lontananza alrededor del orbe inmenso, ése es el mar más grande. [...]

Pasaje de: Rufo Festo Avieno. Costas marinas, 79-391


A éste una antigua usanza lo llamó antaño Océano y otra costumbre lo denominó mar Atlántico[114]. El abismo de este mar abarca una amplia extensión y se alarga enormemente en confines imprecisos. 405 Por lo general, además, este salado mar se extiende tan poco profundo, que apenas llega el oleaje es aquí neutralizado por esta ova; las bestias nadan violentamente por medio de todo el 410 ponto y un a cubrir las arenas del fondo. Por otra parte, una urchilla copiosa rebosa sobre el abismo marino y pánico intenso mora en estas aguas a causa de los monstruos. El cartaginés Himilcón refirió en tiempos pasados que él lo había contemplado y comprobado personalmente en la superficie del océano. Nosotros te hemos transferido esta información, transmitida durante mucho tiempo 415 por los anales confidenciales de los púnicos[115]. Pero ya es hora de que mi pluma vuelva al objetivo anterior.

Por lo tanto, frente a la Columna Libístide, tal y como había dicho, se alza otra en territorio de Europa[116]. Aquí el 420 río Criso penetra en el hondo abismo marino[117]. Por el lado de allá y el de acá, habitan cuatro pueblos, pues en estos parajes se encuentran los arrogantes libifenicios; se hallan aquí los masienos; están también los reinos selbisenos, de campos feraces, y los ricos tartesios, que se extienden hasta el golfo Caláctico[118].

425 Además, próximos a éstos aparecen luego el macizo Barbecio[119] y el río Malaca, junto con la ciudad del mismo nombre, que en el siglo pasado se llamó Menace[120]. Allá, bajo dominio de los tartesios, hay una isla frente a la ciudad, 430 consagrada desde antiguo por sus habitantes a Noctiluca[121]. En esta isla hay asimismo una laguna y un puerto seguro. La ciudadela de Menace se halla por encima. Hacia donde esta región se aparta de las olas, se yergue el monte Siluro[122] con su alta cumbre.

A continuación sobresale una peña enorme[123], que se 435 adentra en la profundidad de la mar. Una pineda, en otros tiempos frondosa, le dio nombre en griego; y el litoral se abaja hasta el santuario de Venus y el cabo de Venus[124]. Asimismo en esta costa se alzaron antaño numerosas ciudades y abundantes grupos de fenicios controlaron antes estos 440 lugares. En cambio, ahora, este territorio, ya solitario, despliega simples arenales inhóspitos y las campiñas, privadas de labriegos, se echan a perder y son un erial[125]. A partir del cabo recóndito de Venus puede contemplarse Herma[126] en lontananza, en territorio libio, que antes he citado. La 445 costa se extiende aquí de nuevo, desprovista ahora de pobladores, en realidad, puros terrenos abandonados. Antiguamente también aquí se alzaron a la vista muchísimas ciudades y numerosos pueblos frecuentaron estos lugares. Después, el puerto Namnacio se arquea desde la profunda llanura marina, 450 próximo a la ciudadela de los masienos y al fondo de esta ensenada se alza con sus altas murallas la ciudad Masiena[127].

Luego sobresale el promontorio de Trete[128] y, al lado, se halla la insignificante isla Estróngile[129]. Acto seguido, en los 455 aledaños de esta isla, una laguna de enorme amplitud ensancha sus riberas[130]. Allá el río Teodoro[131] (y no te sorprendas de oír en un paraje sin civilizar y bárbaro un nombre en la lengua de Grecia) desemboca lentamente. Los fenicios fueron 460 los primeros en habitar estos lugares.

De nuevo se extienden desde aquí arenales por la costa y tres islas[132] circundan en toda su amplitud esta costa. Aquí en tiempos pasados estuvo la frontera de los tartesios[133], aquí existió la ciudad de Herna[134]. El pueblo de los gimnetes se había aposentado en estos parajes[135]. Ahora, en cambio, 465abandonado y desploblado desde hace tiempo, el río Alebo corre rumoroso sólo para sí[136].

Tras todo esto, en medio del oleaje se halla la isla Gimnesia[137], que traspasó este antiguo nombre a la población que la habitaba, hasta el cauce del río Cano[138], que los regaba; y a partir de allí se extienden las islas Pitiusas, y las lejanas 470 siluetas de las islas Baleares[139].

Enfrente, los iberos[140] extendieron su poder hasta el macizo de Pirena[141], situados espaciosamente a la vera del mar Interno.

Pasaje de: Rufo Festo Avieno. Costas marinas, 402-474

Ed. de José Calderón Felices, Gredos.

Véanse las notas en este enlace

Mapa del Guadalquivir, siguiendo las indicaciones de Avieno en Ora maritima (s. XVIII)

Justino sobre el mito de Gárgoris y Habis, ss. II y III

Tartessos (al suroeste, valle del Guadalquivir), el primer estado indígena, del que hay testimonios protohistóricos por su contacto con comerciantes griegos, y que fue probablemente destruido por la expansión cartaginesa.

Para Tovar, Tartessos es un injerto de culturas mediterráneas en pueblos indígenas del valle del Guadalquivir. La participación de invasores indoeuropeos en aquel injerto nos la testimonia Heródoto, que habla (I 163) de Argantonio, rey de Tartesos durante ochenta años, y que vivió ciento veinte, y ue amigo de los griegos de Focea, grandes navegantes. [...] El nombre de Argantonio es celta y alude claramente a su riqueza de plata, que le permitió ayudar a los focenses con la mayor esplendidez.

El retórico Justino (XLIV, 4, I) nos dejó una visión legendaria del sur de la Península. Es la narración del único mito conocido de las religiones de la Hispania prerromana. Mito de Gargoris y Habis:

«Los cunetes poblaron el territorio de los tartesios, donde se dice que los titanes hicieron la guerra contra los dioses, cuyo rey más antiguo, llamado Gárgoris, fue el que inventó la costumbre de recoger la miel. Como a éste le naciese un hijo procedente del estupro de una hija, por la vergüenza del castigo, quiso matar al pequeñuelo por distintos procedimientos. Pero conservado éste por una fortuna en todas las vicisitudes, al final llegó al trono por conmiseración de tantos peligros. El primero de todos fue que le mandó exponer, y cuando al cabo de unos días ordenó observar el cuerpo del expósito, lo encontró alimentado por la leche de distintas fieras. Después, llevado a casa, mandó arrojarlo en un sendero estrecho por donde solían pasar los rebaños, proceder crudelísimo, porque prefirió que su nieto fuera pisoteado en vez de matarlo de una muerte simple. Pero también esta vez quedó incólume y no careció de alimentos. Lo echó entonces a los perros azuzados por muchos días de abstinencia, y más tarde a los cerdos. Pero como no sólo no recibiese daño alguno, sino que incluso se alimentó de sus ubres, al final lo mandó arrojar al océano. Entonces claramente se manifestó un numen, y entre las olas agitadas le condujo como en una nave, no por una corriente, siendo depositado en el litoral en mar tranquilo. No mucho después se presentó una cierva que ofreció sus ubres al pequeño. Del trato con su nodriza el niño adquirió una enorme ligereza de pies. Entre las manadas de ciervos recorría montes y bosques sin cederles en velocidad. Al final, capturado en un lazo, fue regalado al rey. Entonces fue reconocido como su nieto por la semejanza de los rasgos y las marcas del cuerpo que habían sido grabadas a fuego al muchacho. Por la admiración ante tantas aventuras y peligros fue destinado al trono por el rey. Se le impuso el nombre de Habis, y cuando recibió el reino fue de tanta grandeza que no en vano parecía elevado por la majestad de los dioses en tantos peligros: pues dio leyes al pueblo bárbaro, fue el primero que enseñó a uncir los bueyes al arado y a cultivar los alimentos. Obligó a los hombres a comer alimentos más civilizados, en vez de los agrestes por el odio de los que habían sufrido. Sus aventuras parecerían fabulosas, si no se les comparase con las de los fundadores de Roma alimentados por una loba, y los de Ciro rey de los persas, alimentado por una perra. Prohibió los oficios serviles al pueblo, y dividió la plebe en siete ciudades. Muerto Habis, el reino fue conservado muchos años por sus sucesores. En otra parte de España, formada por islas, existió el reino de Gerión. En ella hay tanta abundancia de pastos que si no se pusiera coto a la alimentación, los ganados reventarían. Por lo cual los rebaños de Gerión, que entonces era lo único que constituía la riqueza, alcanzaron tanta fama que tentaron a Hércules desde Asia por el tamaño de la presa. Además no fue Gerión de triple naturaleza, sino que eran tres hermanos de tanta concordia que parecía que gobernaban con el mismo ánimo. Tampoco hicieron la guerra a Hércules de su propia voluntad, sino que viendo cómo se llevaba sus rebaños, los recobraron por la fuerza.» [Justino, XLIV, 4-16]

Gárgoris es un rey de los curetes, que viven en los bosques, practican la caza y se asemejan a los animales salvajes, con los que se cría el rey que instituirá la agricultura cuando abandone los bosques. Para Diodoro (V, 65, 1-4) los curetes fueron los primeros en recoger la miel y practicar la caza con arco.

La exposición de un niño que va a ser rey es un tema común a diversas mitologías, y por ello, ya a partir del propio Justino, comenzó a compararse a Habis con otros reyes, como Rómulo o Ciro,y con héroes como Télef o y Atalanta. Este tema mitológico no es únicamente oriental, sino que se halla también presente en el mito griego.

«El mito tartésico no expresa ninguna transición de una economía recolectora o ganadera a otra de tipo agrícola, sino dos actividades que coexisten y se complementan dentro de una misma cultura. Desde el punto de vista social no hay en él tampoco huellas de ningún «matriarcado», pues el incesto no se institucionaliza en los sistemas matrilineales, y por otra parte tanto Gárgoris como Habis establecen la filiación y la herencia por vía masculina. Los datos sociológicos que suministra el mito nos muestran dos modelos de cultura, representados por los reyes padre e hijo, que constituyen diversos aspectos de una estructura social única.

El mito nos presenta una teoría compleja del poder real basada en la unión de dos modelos de soberanía opuestos que reflejan una serie de aspectos complementarios que constituyen la vida social de la cultura tartésica. [...] En consecuencia podemos afirmar que este mito describe en primer lugar una serie de rasgos de la teoría del poder real de la cultura tartésica que poseen unos paralelos exactos en el mito griego, y de un modo secundario algunos aspectos de la expresión mitológica de esta sociedad que coinciden también con algunos otros de la sociedad helénica.» [José Carlos Bermejo Barrera: “La función real en la mitología tartésica. Gargoris, Habis y Aristeo”]

La leyenda de Gárgoris y Habis es la leyenda fundacional de Tartessos y tiene paralelos en Grecia y Roma. Estas leyendas constituían un punto de referencia o símbolo con una función unificadora y consolidadora en los pueblos y ciudades: Teseo en Atenas, Rómulo en Roma, etc.

«Gárgoris, inventor de la apicultura, tiene un nombre parlante si admitimos que Justino, o su fuente, sufrieron una confusión al no hacerle el inventor de la agricultura, pues en vascuence garagar es ‘cebada’ y gari ‘trigo’; ya H. Schuchardt comparó el arm. gari ‘cebada’, que en georg. se dice keri. Podemos alegar de las lenguas caucásicas: agul y tabas gargar, kürin geger, rutul gergel ‘avena’ [...]; y en África tenemos hausa y ful gero ‘sorgo’; [...] y en ár. garana ‘moler’, hebr. gera ‘grano’, alubia’, ár. gargar ‘molino’. Volviendo al vasco, Uhlenbeck compara la raíz *gar ‘moler’ que parece tenemos en igara ‘molino’ y garga ‘agramadera, tranca para el lino’. Un poco heterodoxamente podríamos citar de paso el latín granum, irl. grán, gót. kaúrn, o con aspirada, lat, hordeum, al. Gerste, gr. krithái ‘cebada’, que, como todas las anteriores, podrían ser una palabra de la cultura agrícola primitiva que se extendió por Asia anterior, el Cáucaso y África.» [Antonio Tovar: “Lenguas y pueblos de la antigua Hispania. Lo que sabemos de nuestros antepasados protohistóricos”. En Actas del IV Congreso sobre lenguas y culturas paleohispánicas, Vitoria/Gastéis, 6-10 mayo 1985]

Tartessos - Mito e historia

(comp.) Justo Fernández López

España - Historia e instituciones

www.hispanoteca.eu

Fuente: Justino en su Epítome de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo (44, 4). Justino vivió entre los siglos II y III d.C., Pompeyo Trogo en el I a.C. Es una fuente romana, aunque Pompeyo Trogo sería de origen galo

Estrabón, Geografía, s. I a. C.

Realmente son muy pocos los párrafos que recogen referencias directas a Tartessos en sus escritos a continuación citamos textualmente los más importantes:


“Parece que los antiguos llamaban al Betis Tartesos y a Gádira e islas cercanas Eritia… por eso se supone dijo Estesícoro que (Gerión) fue dado a luz casi frente a la ilustre Eritía junto a las fuentes inagotables de argéntea raíz del río Tartesos en un escondrijo en la roca.

Siendo dos las desembocaduras del río, se dice que antiguamente, en el espacio entre ambas, se levantaba una ciudad que llamaban, con el mismo nombre del río, Tartesos y al país Tartéside, que es el que ahora ocupan los túrdulos. Eratóstenes mantiene que la que recibía el nombre de Tartéside es la región que linda con Calpe y el de Eritía una isla próspera, pero Artemidoro le responde que es falso esto…”

Continúa con el texto y hace, en párrafos siguientes, una reflexión sobre una posible identificación de Tartesos con el Tártaro en Homero. Identifica Tartesos y la Turdetania, como lugar de abundancia recogiendo una frase de Anacreonte:

“… ni reinar ciento cincuenta años en Tartesos”,

por último deja una frase con tono dubitativo:

“Hay no obstante quienes llaman Tartesos a la actual Carteya”.

Tartesos entraría claramente en un pasado muy anterior al del propio Estrabón, la incluye como recuerdo de esta antigua civilización, recogiendo los testimonios de autores antiguos y coetáneos, muy vinculada por otra parte a lo griego (y sospechosamente desligada de lo fenicio).

¿Qué datos podemos obtener de estas referencias explicitas?

  1. Denominación antigua del Río Betis como Tartessos, nombre en griego recogido por autores anteriores a su época.

  2. El río tenía una desembocadura en forma de delta con dos bocas y sitúa a la ciudad en la isla formada entre ambas.

  3. La existencia de Tartessos como concepto de ciudad “Polis”. Trataremos el significado en la obra, de esta denominación, más adelante.

  4. El país o región Tartéside, que identifica con la Turdetania romana, zona occidental de la Bética,

  5. Los habitantes Túrdulos o en otros párrafos Turdetanos.

  6. No comparte la identificación con Carteya.

(...)

Para la Turdetania, Estrabón acepta sin problemas la existencia de doscientas ciudades:

«La extensión de este país (Turdetania) no es, en longitud y anchura, superior a dos mil estadios, pero sus ciudades son extraordinariamente numerosas, pues se dice que llegan a doscientas. Las más conocidas son las que se alzan a orillas de los ríos, los esteros y el mar, debido a su ventajosa situación ...» (Str., III, 2,1)


(...)

Dado que, como hemos visto en el apartado de las referencias explicitas sobre Tartessos, la supuesta ciudad con ese nombre se vincula directamente con el río, nos proponemos analizar la información que aparece en la Geografía sobre las ciudades asentadas en el curso del mismo.

Estrabón ordena la relación en función de la importancia, comenzando por Corduba y la ciudad de los gaditanos. Continúa así:

“Después de esta ciudad y la de los gaditanos descuella/destaca ciertamente Híspalis, colonia también ella de los romanos. Pero actualmente, si bien su mercado continúa existiendo, por su renombre y por haberse establecido recientemente allí como colonos los soldados de César sobresale Betis, aunque no tenga entre su población hombres ilustres. Tras éstas encontramos Itálica e Ilipa a orillas del Betis, y más lejos Astigis Carmón y Obulcon…”


(...)

Dice Estrabón que esta región recibe su nombre del río y que son las tierras que recorren los ríos Betis (Guadalquivir) y Anas (Guadiana):

“A la región la denominan Bética por el río y Turdetania por sus habitantes y a los que en ella viven los llaman turdetanos y túrdulos, que unos creen que son los mismos y otros que son distintos, y entre los últimos se encuentra Polibio, que dice que los túrdulos son vecinos de los turdetanos por la parte Norte; pero actualmente no parece haber entre ellos ninguna separación”

(...)

Podemos confirmar además que tanto ILIPA como HÍSPALIS son fundaciones anteriores a la llegada de Roma, esto está confirmado por los restos arqueológicos de época fenicia en ambos casos y púnica en el segundo. El mismo Estrabón confirma que la presencia fenicia era muy importante con esta frase:

“...llegaron a estar tan completamente sometidas a los fenicios que la mayor parte de las ciudades de Turdetania y de los lugares cercanos están hoy habitadas por aquellos”

Fig. 5: Iberia según Estrabón en los ss. I a. y d. C

Platón sobre la Atlántida, s. IV a. C.

Heródoto, siglo V a. C.

Prosigamos con Heródoto de Halicarnaso, griego también, que vivió en el siglo V a.C., cuando la estructura geopolítica del núcleo de Tartessos (Andalucía Occidental) ya habría desaparecido, aunque su recuerdo aún fuera reciente y se suponga que aún perviviría en la actual Extremadura. Cita el mito de Gerión y Heracles que localiza en Gadeira, Cádiz (Hist, IV, 8) y más tarde (Hist, IV, 152) narra como Coleo de Samos, desviado por los vientos más allá de las Columnas de Hércules llega providencialmente a Tartessos, un mercado que dice ser aún inexplotado [algo que sólo puede ser cierto, si al comercio griego se refiere, porque fenicios ya pasaron por allí], obteniendo grandes beneficios de los intercambios comerciales realizados.


Pero seguramente el texto más famoso es aquel en el que Herodoto menciona al célebre rey tartesio Argantonio (Hist. I, 163). Esta vez nombra los viajes exploratorios de los griegos foceos, que igualmente llegaron a Tartessos, donde entablaron amistad con su rey Argantonio, que los agasajó, les propuso quedarse en su reino y, ante su negativa, les dio dinero para que construyeran un muro en su ciudad de origen –Focea en Asia Menor, actual Turquía- ante las noticias de los avances persas por oriente.


En la etimología de la palabra “Argantonio” podríamos detectar alternativamente dos palabras griegas: ἀργός (argós) que significaría resplandeciente –de donde derivaría la palabra argentum, plata en latín- y άνθος (anzos) con el significado de flor o floreciente. Se pueden sacar muchas conclusiones, aunque lo primero en lo que se piensa es que se trata de un nombre intencionadamente inventado. Luego, la mención a que Argantonio reinó ochenta años y vivió ciento veinte debe analizarse bajo la perspectiva de una metáfora del bienestar y la bonanza experimentados bajo su reino. En cualquier caso Heródoto dio muy buena publicidad al reino de Tartessos.