Lecturas naturautas: club de lectura

Índice

Club de lectura multinivel y polialfabética

1) Nivel básico: objetivos

- aprender a comentar lecturas (fragmentos)

- intervenir en tareas interactivas, videojuegos y salidas a la naturaleza 

- crear un diario de aprendizaje naturalista sobre ellas

- participar en actividades de escritura creativa basadas en las lecturas de fragmentos de distintas temáticas y géneros discursivos

2) Nivel iniciado: 

- leer varias partes selectas de una obra y elaborar su booktrailer

- proponer a la comunidad de lectura películas o videojuegos por sus valores artísticos, humanos o educativos

- participar con provecho en las actividades de escritura creativa 

3) Nivel avanzado: 

- leer una obra entera y animar a su lectura en el aula por medio de una vídeo-reseña

- elaborar un texto complejo con medios digitales y audiovisuales: podcast, canal, websodios

- diseñar el guion de un videojuego, un breakout o una obra teatral, que podamos poner en escena

Aprendemos a comentar una lectura

Juan Ramón Jiménez, "Distinto"

Lo querían matar

los iguales,

porque era distinto.


Si veis un pájaro distinto,

tiradlo;

si veis un monte distinto,

caedlo;

si veis un camino distinto,

cortadlo;

si veis una rosa distinta,

deshojadla;

si veis un río distinto,

cegadlo...

si veis un hombre distinto,

matadlo.


¿Y el sol y la luna

dando en lo distinto?

Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir

distinto

de lo distinto;

lo que seas, que eres

distinto

(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):

si te descubren los iguales,

huye a mí,

ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.

Juan Ramón Jiménez. Pertenece al libro Romances de Coral Gables (1948), recogido después en Una colina meridiana (1942-1950).


Memorias naturalistas


Comenzamos por compartir en clase la lectura del cap 7: "La villa color narciso".

1) Preparamos un vocabulario con las palabras que no entendamos o hayamos descubierto. Entrega el documento al terminar.

2) Elaboramos el comentario siguiendo el guion del formulario adjunto:  tema, resumen, intención del autor, qué me ha hecho sentir y pensar. Hazlo con calma. Basta con enviarlo y ya.

Gerald Durrell. Mi familia y otros animales, “La villa color narciso” (cap. 7)



Dentro de este variado terreno tan accesible encontré a muchos de mis viejos amigos: las cetonias, las azules abejas carpinteras, las mariquitas y las mígalas. Pero también descubrí muchos animales nuevos de los que ocuparme. En los ruinosos muros del jardín hundido vivían docenas de pequeños escorpiones negros, lustrosos y brillantes como de baquelita; las higueras y limoneros linderos con la finca cobijaban enormes cantidades de ranitas de San Antón color verde esmeralda, cual deliciosos confites satinados entre el follaje; monte arriba habitaban varias especies de culebras, relucientes lagartos y tortugas. En los huertos había muchas clases de pájaros: jilgueros, verderones, colirrojos, lavanderas, oropéndolas, y de vez en cuando una abubilla rosada, blanca y negra, hurgando en el suelo blando con su pico largo y curvo, que asombrada erguía la cresta al verme y echaba a volar.

Bajo los aleros de la villa misma habían fijado su residencia las golondrinas. Llegadas poco tiempo antes que nosotros, acababan de completar sus casas de barro apelotonado, todavía pardas y húmedas como un plum-cake. Al tiempo que se secaban y aclaraban de color, las parejas se afanaban en forrarlas, rebuscando por todo el jardín trozos de raíces, cabos de lana o plumas. Dos de los nidos quedaban más bajos que el resto, y en ellos concentré mi atención. Apoyé en la pared una escalera larga, a medio camino entre ambos, y día tras día me fui encaramando, un poquito más alto cada vez, hasta sentarme en el escalón superior para contemplar los nidos desde una distancia de un metro. Mi presencia no pareció inquietar en absoluto a las parejas, que proseguían su grave tarea de preparar la vivienda de la prole, mientras yo me acurrucaba en la escalera y Roger se tendía al pie. Llegué a conocer muy bien a estas familias de golondrinas, y observaba su trabajo diario con gran interés. Las que me parecieron ser las hembras mostraban ambas una conducta muy semejante, serias, algo preocupadas, ultranerviosas y gruñonas. Los dos machos, por el contrario, exhibían caracteres totalmente dispares. Uno de ellos, mientras duró la tarea de forrar el nido, traía excelentes materiales, pero se negaba a enfocar el asunto desde un punto de vista laboral. Llegaba a casa con un mechón de lana en el pico, y dedicaba unos cuantos minutos a pasar en vuelo rasante sobre las flores del jardín, trazando ochos, o a serpentear entre las columnas que sostenían la parra. Su esposa se asomaba al nido y le piaba exasperada, pero él no quería tomar la vida en serio. La otra hembra también tenía problemas con su cónyuge, pero de distinta índole. Él se pasaba, por así decirlo, de entusiasta. Parecía decidido a no escatimar esfuerzos para dotar a sus hijos del nido mejor forrado de la colonia. Pero por desgracia no tenía nada de matemático, y por más que quisiera no lograba aprenderse las dimensiones del nido. Regresaba con un gorjeo emocionado aunque comedido, transportando una pluma de pollo o de pavo más grande que él, y con un cañón tan grueso que era imposible doblarla. Su esposa solía tardar varios minutos en convencerle de que, por mucho que empujaran y forcejearan, la pluma no entraba en el nido. Presa de amargo desencanto, la dejaba al fin caer revoloteando para ir a engrosar el montón cada vez mayor del suelo, y partía de nuevo en busca de algo más adecuado. Al ratito estaba de vuelta, bregando con un amasijo de lana tan enredada y amazacotada de tierra y estiércol que difícilmente podía subirla hasta el alero, y menos acercarla al nido.


Una fantasía ecologista de liberación

Realizamos en clase la presentación de la fantasía ecologista, a través de una de las mejores autoras de la Historia: Ursula K Le Guin.

Nos introducimos en el "ciclo hainish" sobre una galaxia colonizada por ancestros de la Humanidad: los hainitas, del mundo-Madre Hain. 

Leemos por turnos un fragmento del cap. 1 de "El nombre del mundo es bosque".

1) Preparamos un vocabulario con las palabras que no entendamos o hayamos descubierto. Entrega el documento al terminar.

2) Elaboramos el comentario siguiendo el guion del formulario adjunto:  tema, resumen, intención del autor, qué me ha hecho sentir y pensar. Hazlo con calma. Basta con enviarlo y ya.

Ursula K Le Guin, El nombre del mundo es Bosque

—¡Ben! —bramó [Davidson], sentándose en la cama y balanceando los pies desnudos por encima del suelo también desnudo —. ¡Agua caliente prepara Rápido—volando!

El bramido acabó de despertarle a plena satisfacción.

Se desperezó, se rascó el pecho, se puso los pantalones cortos y salió de la cabaña, a la luz del sol, con gestos rápidos y precisos. Era un hombre corpulento de músculos recios, y disfrutaba de su cuerpo bien entrenado. Ben, su crichi, tenía el agua a punto y humeante sobre el fuego, como de costumbre, y estaba allí, acurrucado, mirando las musarañas, como de costumbre. Los crichis nunca dormían, no hacían nada más que estarse allí y mirar y mirar.

—Desayuno. ¡Rápido—volando! —dijo Davidson, mientras recogía la navaja de encima de la mesa de madera, donde la había dejado el crichi, junto con una toalla y un espejo.

Sería un día ajado para Davidson. Había decidido, de repente, volar hasta Centralville para ver con sus propios ojos a las nuevas mujeres. No iban a durar mucho, doscientas doce para más de dos mil hombres, y como las de la primera tanda, casi todas serían con seguridad Novias Coloniales, sólo unas veinte o treinta vendrían como Personal de Esparcimiento; pero aquellas criaturitas eran verdaderas hembras, insaciables, y esta vez Davidson estaba decidido a ser el primero, al menos con una de ellas. Sonrió por el lado izquierdo, mientras se afeitaba la tensa mejilla derecha con la herrumbrosa navaja.

El viejo crichi iba y venía de un lado a otro y tardaba una hora en traerle el desayuno desde la cocina.

—¡Rápido—volando! —aulló Davidson, y Ben aceleró su vagabundeo desarticulado convirtiéndolo en algo parecido a una marcha.

Ben medía alrededor de un metro de estatura y la pelambrera que le cubría la espalda parecía más blanca que verde; era viejo, y duro de mollera, incluso comparado con otros crichis, pero Davidson sabía cómo manejarlo; él era capaz de domar a cualquiera de ellos, siempre y cuando el esfuerzo valiera la pena. Pero no valía la pena. Que trajeran aquí seres humanos en cantidad suficiente, que construyesen máquinas y robots, que edificaran granjas y ciudades, y ya nadie necesitaría recurrir a los crichis. Y sería lo justo, además, pues este mundo, Nueva Tahití, estaba literalmente hecho para los hombres. Una vez limpio y rehecho, una vez eliminados los bosques sombríos por interminables campos de cereales, una vez erradicados el oscurantismo, el salvajismo y la ignorancia, aquello sería un paraíso, un verdadero Edén. Un mundo mejor que la cansada Tierra. Y sería su mundo, el mundo de Davidson. Porque muy en el fondo, Don Davidson era eso: un domador de mundos. Y no porque fuera hombre jactancioso, pero eso sí, conocía su valor. Sabía lo que quería y, cómo conseguirlo. Y siempre lo lograba.

El desayuno llegó caliente al estómago del capitán Davidson. Ni siquiera la aparición de Kees van Sten, gordo, blanco y preocupado, los ojos desorbitados, como unas pelotas de golf de color azul, logró estropearle el buen humor.

—Don —dijo Kees sin molestarse en darle los buenos días —, los leñadores han vuelto a cazar ciervos en los Desmontes. Hay dieciocho pares de astas en la habitación del fondo de la Hostería.

—Nadie consiguió jamás que no se cazara en los cotos, Kees.

—Tú puedes hacerlo. Por eso vivimos bajo la ley marcial, por eso el Ejército gobierna esta colonia. Para que se cumplan las leyes.

¡Un ataque frontal de Gordo van Kees! Era casi divertido.

—De acuerdo —dijo Davidson en un tono razonable —, yo podría. Pero mira una cosa, yo estoy aquí para velar por los hombres; ésa es mi función, como tú dices. Y son los hombres lo que cuenta. No los animales. Si un poco de caza furtiva les ayuda a soportar la vida en este mundo dejado de la mano de Dios, yo estoy dispuesto a hacer la vista gorda. En algo tienen que entretenerse.


Las consecuencias del cambio climático y cómo evitarlo

Distopía va. utopía

Comenzamos por revisar una colección de documentales acerca de la Naturaleza: "Recicla tu futuro", que he reunido para vosotros y vosotras en Filmin. Todos ellos tratan críticamente sobre el consumo desaforado, la contaminación del planeta y sus consecuencias: plástico, productos químicos, deforestación, agua contaminada, pérdida de biodiversidad...

Nos asomamos a dos potentes documentales que superan a la mayoría de las películas: "Cómo cambiar el mundo", sobre la Historia difícil y arriesgada de organización Greenpeace; y "Demain (Mañana)", acerca de las pequeñas o grandes conquistas de seres humanos cuidando el planeta.

¿Qué harías si tu nieta viniera del futuro a pedirte que lo cambies? ¿Estás dispuesta a "reciclar el futuro"?

El noruego Jostein Gaarder, autor de novelas alucinantes para personas jóvenes y adultas, entre ellos "El mundo de Sofía", un éxito mundial, se imagina lo que haría y viviría la niña-adulta Ana en esas circunstancias: "La Tierra de Ana".

Tarea de la lectura: Jostein Gaarder, La Tierra de Ana

1) Leemos por turnos un fragmento del capítulo: “Las cajas rojas”.

2) Preparamos un vocabulario en equipo con entre cinco y diez palabras que no entendamos o hayamos descubierto. 

3) En ese mismo documento, elaboramos el comentario siguiendo el guion:  

1. Tema. 

2. Resumen del capítulo en uno o dos párrafos.

3. ¿Qué intención crees que tiene su autor?

Cada persona entrega el documento al terminar.

Las cajas rojas (capítulo 7)

Ana se despertó con una sacudida y abrió los ojos de par en par. Había un olor extraño en la habitación, como a rancio y cerrado. Encendió la lámpara de lectura de encima de la cama y miró las paredes y el techo abuhardillado empapelado de color azul.

Había soñado…

¡Había soñado con cosas maravillosas, misteriosas y prometedoras!

Había vivido algún tiempo en el futuro, en la misma buhardilla que ahora, pero en el sueño las paredes eran rojas como la sangre, y en el techo abuhardillado, sobre la cama, se había instalado una gran pantalla plana que estaba conectada a la red.

Fuera se oía el gorjeo de los pájaros. Cuando hacía buen tiempo trinaban, a veces incluso en invierno. Luego oyó el motor de un coche abajo en la gasolinera. La puerta que se abría y se cerraba. Otro coche llegaba por el oeste. Y otro más, a gran velocidad.

Se tocó el dedo y palpó el anillo del rubí rojo. Era una vieja alhaja que pertenecía a la familia desde hacía casi cien años, desde que la tía Sunniva vivió en Estados Unidos y su novio se la regaló. Solo unas semanas después del compromiso, él se ahogó en el gran río Mississippi en misteriosas circunstancias.

«El viejo carbúnculo», solían decir al referirse a la joya de color púrpura, casi como si representara algo mágico, un milagro que los sobreviviría a todos. Desde anoche, Ana era la propietaria del anillo. Lo había heredado de su abuela, que había muerto el año anterior, y ella a su vez lo había heredado de su tía materna, que no había tenido hijos, es decir, la tía Sunniva.

Algo en el sueño trataba precisamente del anillo rojo…

Había soñado que se llamaba Nova y que tenía una bisabuela que se llamaba Ana, que había nacido el mismo día que ella. Hoy era 11 de diciembre de 2012, ¡y al día siguiente Ana cumpliría 16 años!

En el dedo anular, la bisabuela, o Bisa, llevaba un anillo con un rubí montado en oro, igual que el que Ana llevaba en ese momento en el dedo. Se trataba, claro está, del mismo anillo… ¡y también del mismo dedo! En el sueño, ella era su propia bisnieta, ¡y con la mirada de esa bisnieta se había visto a sí misma como una vieja bisabuela!

No es que en sí fuera tan espectacular que Ana soñara que era su propia bisnieta, porque una vez había soñado que era Napoleón y otra que era un ganso. ¿Pero todo había sido un sueño nada más? Ana no estaba muy segura de ello. Todo lo que había soñado lo sentía como algo cercano y verdadero, y no solo mientras soñaba, sino ahora, mucho rato después de haberse despertado.

Algunas generaciones más adelante, gran parte de las zonas habitables estaría arrasada y miles de especies vegetales y animales se habrían extinguido. Llena de amargura se había dirigido a su anciana bisabuela, exigiendo la devolución de un mundo entero, de una naturaleza tan rica y variada como en la que había vivido la bisabuela a principios de siglo. Luego ocurrió un milagro. Porque ahora sí estaban a principios de siglo y todo lo malo que había sucedido desde que la bisabuela cumplió 16 años había sido corregido. Ana había sido lanzada setenta años hacia atrás en el tiempo. Era una experiencia que ella todavía sentía en el cuerpo. Ella, y con ella el mundo entero, habían recibido una nueva oportunidad, y todo tenía que ver con el anillo misterioso.

¡Qué día! Fue como si se encontrara en el umbral de una nueva era: ¡Ahora todo podía empezar de nuevo! El mundo era nuevo, completamente nuevo, había sido perdonado y todas las especies vegetales y animales habían sido reinstaladas. Un millón entero de especies habían sido reinsertadas en sus hábitats.

Y sin embargo, millones de especies estaban en gran peligro. Se habían publicado muchos informes preocupantes al respecto. Pero aún no era demasiado tarde para salvar la biodiversidad de la Tierra. ¡Al mundo se le había brindado otra oportunidad!

Se acordó de la carta misteriosa que Nova encontró en la red. Se trataba de algo que había escrito Ana a su propia bisnieta mucho antes de que esta naciera. ¿Pero qué ponía en la carta?

Salió de la cama de un salto, dio dos pasos, se sentó frente al escritorio y encendió el ordenador. No debía pensar en nada más. Tenía que concentrarse para recordar todo cuanto pudiera de la larga carta que Bisa había escrito exactamente setenta años antes de llegar.

¡El ordenador ya estaba en marcha!

Ana escribió:

"Querida Nova: no sé qué aspecto tendrá el mundo cuando leas esto. Pero tú sí lo sabes… Tú sabes lo enormes que fueron los daños climáticos, cuánto se ha reducido la naturaleza y quizá cuáles son exactamente las especies vegetales y animales que han desaparecido…"


No se acordaba de nada más. La carta era larga y de amplio contenido, y Ana pensó que tal vez a lo largo del día recordara algo más de lo que la bisabuela había escrito. Llamó el documento «Carta a Nova», y lo guardó.


Mi libro preferido

MI LIBRO PREFERIDO

Laura Gallego, Las hijas de Tara

Presenta: Adriana Tomás

Vídeo-reseña Adriana - SD 480p.mov

Ursula K Le Guin, El nombre del mundo es Bosque

Presenta: Marta Martínez

Vídeo-reseña de Marta - SD 480p.mov

Jostein Gaarder, La Tierra de Ana

Presenta: Irene Escudero

Vídeo-reseña Irene - SD 480p.mov

Gerald Durrell, Mi familia y otros animales

Presenta: María Pérez

Vídeo-reseña María Pérez - SD 480p.mov