Varias Atlántidas: eventos destructivos en las costas del suroeste

Platón sobre la Atlántida, s. IV a. C.

En dicha isla, Atlántida, había surgido una confederación de reyes grande y maravillosa que gobernaba sobre ella y muchas otras islas, así como partes de la tierra firme. En este continente, dominaban también los pueblos de Libia, hasta Egipto, y Europa hasta Tirrenia. Toda esta potencia unida intentó una vez esclavizar en un ataque a toda vuestra región, la nuestra y el interior de la desembocadura. Entonces, Solón, el poderío de vuestra ciudad se hizo famoso entre todos los hombres por su excelencia y fuerza, pues superó a todos en valentía y en artes guerreras, condujo en un momento de la lucha a los griegos, luego se vio obligada a combatir sola cuando los otros se separaron, corrió los peligros más extremos y dominó a los que nos atacaban. Alcanzó así una gran victoria e impidió que los que todavía no habían sido esclavizados lo fueran y al resto, cuantos habitábamos más acá de los confines heráclidas, nos liberó generosamente. Posteriormente, tras un violento terremoto y un diluvio extraordinario, en un día y una noche terribles, la clase guerrera vuestra se hundió toda a la vez bajo la tierra y la isla de Atlántida desapareció de la misma manera, hundiéndose en el mar. Por ello, aún ahora el océano es allí intransitable e inescrutable, porque lo impide la arcilla que produjo la isla asentada en ese lugar y que se encuentra a muy poca profundidad.

Platón, Timeo, 24e-25a

En cuanto al gobierno general y á las relaciones de los reyes entre sí, las órdenes de Neptuno eran su regla. Estas órdenes les habían sido trasmitidas en la ley soberana; los primeros de ellos las habían grabado en una columna de oricalco, levantada en medio de la isla en el templo de Neptuno. Los diez reyes se reunían sucesivamente el quinto año y el sexto, alternando los números par é impar. En estas asambleas discutían los intereses públicos, averiguaban si se había cometido alguna infracción legal, y daban sus resoluciones. Cuando tenían que dictar un fallo, ved como se aseguraban de su fe recíproca.

Después de dejar en libertad algunos toros en el templo de Neptuno, los diez reyes quedaban solos y suplicaban al dios, que escogiera la víctima que fuese de su agrado, y comenzaban á perseguirlos sin otras armas que palos y cuerdas. Luego que cogían un toro, le conducían á la columna y le degollaban sobre ella en la forma prescrita. Además de las leyes estaba inscripto en esta columna un juramento terrible é imprecaciones contra el que las violase. Verificado el sacrificio y consagrados los miembros del toro según las leyes, los reyes derramaban gota á gota la sangre de la víctima en una copa, arrojaban lo demás en el fuego, y purificaban la columna. Sacando en seguida sangre de la copa con un vaso de oro, y derramando una parte de su contenido en las llamas, juraban juzgar según las leyes escritas en la columna, castigar á quien las hubiere infringido, hacerlas observar en lo sucesivo con todo su poder, y no gobernar ellos mismos ni obedecer al que no gobernase en conformidad con las leyes de su padre.

Después de haber pronunciado estas promesas y juramentos por sí y por sus descendientes; después de haber bebido lo que quedaba en los vasos y haberlos depositado en el templo del dios, se preparaban para el banquete y otras ceremonias necesarias. Llegada la sombra de la noche y extinguido el fuego del sacrificio, después de vestirse con trajes azulados y muy preciosos, y de haberse sentado en tierra al pié de los últimos restos del sacrificio, cuando el fuego estaba extinguido en todos los puntos del templo, dictaban sus juicios ó eran ellos juzgados, si alguno había sido acusándole de haber violado las leyes. Dictados estos juicios, los inscribían, al volver de nuevo el día, sobre una tabla de oro, y la colgaban con los trajes en los muros del templo, para que fueran como recuerdos y advertencias.

Además había numerosas leyes particulares relativas á las atribuciones de cada uno de los reyes. Las principales eran: No hacerse la guerra los unos á los otros; prestarse recíproco apoyo en el caso de que alguno de ellos intentase arrojar á una de las razas reales de sus Estados; deliberar en común, á ejemplo de sus antepasados, sobre la guerra y los demás negocios importantes, dejando el mando supremo á la raza de Atlas. El rey no podía condenar á muerte á ninguno de sus parientes sin el consentimiento de la mayoría absoluta deles reyes. Tal era el poder, el formidable poder, que en otro tiempo se creó en este país, y que la divinidad, según la tradición, volvió contra el nuestro por la razón siguiente. Durante muchas generaciones, mientras se conservó en ellas algo de la naturaleza del dios á que debían su origen, los habitantes de la Atlántida obedecieron las leyes que habían recibido y respetaron el principio divino, que era común á todos. Sus pensamientos eran conformes á la verdad y de todo punto generosos; se mostraban llenos de moderación y de sabiduría en todas las eventualidades, como igualmente en sus mutuas relaciones. Por esta razón, mirando con desdén todo lo que no es la virtud, hacían poco aprecio de los bienes presentes, y consideraban naturalmente como una carga el oro, las riquezas y las ventajas de la fortuna.

Lejos de dejarse embriagar por los placeres, de abdicar el gobierno de sí mismos en manos de la fortuna, y de hacerse juguete de las pasiones y del error, sabían perfectamente que todos los demás bienes acrecen cuando están de acuerdo con la virtud; y que, por el contrario, cuando se los busca con demasiado celo y ardor perecen, y la virtud con ellos. Mientras los habitantes de la Atlántida razonaban de esta manera, y conservaron la naturaleza divina de que eran participes, todo les salía á satisfacción, como ya hemos dicho. Pero cuando la esencia divina se fue aminorando por la mezcla continua con la naturaleza mortal; cuando la humanidad la superó en mucho; entonces, impotentes para soportar la prosperidad presente, degeneraron. Los que saben penetrar las cosas, comprendieron que se habían hecho malos y que habían perdido los más preciosos de todos los bienes; y los que no eran capaces de ver lo que constituye verdaderamente la vida dichosa, creyeron que habían llegado á la cima de la virtud y de la felicidad, cuando estaban dominados por una loca pasión, la de aumentar sus riquezas y su poder.

Platón, Critias, 119c-121c

La Atlántida en el arte y la literatura hispánicas

Hipótesis sobre la Atlántida: distintas localizaciones

En la fiebre acerca de la Atlántida confluyen varias ideas e ideologías:

1) La prudencia o el temor acerca del destino de nuestra propia civilización, como consecuencia de un desarrollo destructivo y de la ambición imperialista por el control del mundo, todavía patente en nuestros días

2) La nostalgia o la melancolía por un pasado idílico que se expresa en el mito de la Edad de Oro (Hesíodo) o la obsesión por la Atlántida perdida

En ambas cosas hay que reconocer la intención de Platón al formular el mito en sus últimos diálogos, mediante los cuales critica la ambición de imperio de sus conciudadanos atenienses, que los arrastró a la Guerra contra Esparta en el s. V y el hundimiento económico en el s. IV, a la vez que remitía a la lucha por la libertad política contra el Imperio Persa, un siglo antes, a través de la historia de la Atlántida.

Sin embargo, hay que reconocer que la localización de la Atlántida más allá de las Columnas de Hércules y en sus cercanías hace uso de una memoria colectiva difusa acerca de las catástrofes (sociales, políticas y naturales) que acabaron con el esplendor cultural de Tarteso.

¿Es posible interpretar la realidad histórica con ayuda del mito? ¿Podemos aprender algo por su medio?

El retorno del cataclismo: de la Atlántida a Tarteso


Proyectos de investigación

Proyecto Hinojos: un posible cataclismo natural (EWE)

Junto al declive de la extracción y comercio de metales, recientemente se ha barajado la posibilidad de que en la crisis del mundo tartésico hubiera tenido un papel importante una catástrofe natural, en concreto un terremoto y un tsunami en el s. VI a.C. (Celestino, 2014; Celestino y López-Ruiz, 2016). La incorporación de la cuestión del desastre natural al problema del fin de Tarteso tiene una genealogía singular, pues en ella se entreveran el ámbito de los aficionados a la localización de la Atlántida y el de la investigación geológica e histórico-arqueológica de sólida base científica.

[...] La intención del equipo [del Proyecto Hinojos] era «intentar reconstruir el paleopaisaje de la zona y verificar las posibilidades que pudo ofrecer una parte de la marisma en época protohistórica para albergar asenta- mientos humanos, presupuestos que se hallan alejados de la idea romántica de buscar la hipotética ciudad de Tartessos» (Celestino, 2008: 128). El diseño interdisciplinar del proyecto introdujo el estudio de la evolución litoral del estuario del Guadalquivir durante el Holoceno, con la participación de un especialista en la evolución geomorfológica de Doñana, A. Rodríguez Ramírez (1998), y es a través de esta línea de investigación como la cuestión del cataclismo marino se incardina en la moderna investigación sobre Tarteso.

[...] La gran novedad del Proyecto Hinojos no viene, por tanto, del hallazgo de restos del periodo prerromano, sino de huellas de antiguos tsunamis en la zona, lo cual tenía dos posibles vías de interpretación y desarrollo. La primera era la de establecer la conexión de estos eventos catastróficos con la cuestión de la Atlántida, desaparecida bajo el mar tras un terremoto en el relato platónico. La otra posibilidad era la de integrar la cuestión del terremoto y el tsunami en el abanico de factores a contemplar para explicar la crisis de Tarteso.

Cuidado con la pseudoarqueología

El desarrollo de la primera de esas potencialidades no se hizo esperar, y lo hizo de una manera especialmente desafortunada. En 2009 se produce la colaboración de Richard Freund, profesor de la Universidad de Hartford, en las tareas del Proyecto Hinojos. A través de sus gestiones, la compañía canadiense Associated Producers sufragó pruebas geofísicas y fotografías aéreas en la marisma de Hinojos, a cambio del permiso para rea- lizar grabaciones para un documental de la cadena National Geographic.

En marzo de 2011 se emite en Estados Unidos el documental Finding Atlantis, en el que Freund hace pasar una serie de desatinadas elucubraciones como pruebas del hallazgo de la Atlántida en la marisma de Hinojos, interpretando, además, las ruinas de Cancho Roano como las de una de las «ciudades rituales» donde se habrían refugiado los tartesios/atlantes supervivientes tras el cataclismo que habría hundido su capital. El momento álgido del documental, vertebrado sobre una narrativa típicamente pseudoarqueológica, es aquel en el que Freund interpreta la imagen de un escudo en una estela de guerrero tartésica –IV de El Viso (Córdoba), en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz– como un «emblema de la Atlántida», con sus célebres círculos concéntricos. [...] Sin embargo, su impacto mediático fue grande, y en ello no tuvo poco que ver el hecho de que se emitiese en National Geographic Channel el 13 de marzo de 2011, solo dos días después del catastrófico terremoto y tsunami de Japón, coincidencia intensamente explotada en la promoción del producto. [...]

La realidad empírica

[Salvador Celestino, director del Proyecto Hinojos] ha planteado que el tsunami de fines de la Edad del Bronce documentado en Doñana, en ca. 1150 a.C. [EWE 4], pudiera haber sumido la zona en una fuerte depresión demográfica, justificando así la escasez de población que parece detectarse en el área durante el Bronce Final (Celestino, 2014: 105). Por otra parte, Celestino y López-Ruiz (2016: 206; 306) apuntan la posibilidad de que un gran terremoto y tsunami en el siglo VI a.C. hubiera sido un factor relevante en la crisis de Tarteso, afectando a las infraestructuras que sostenían sus redes de comercio. El evento catastrófico habría consistido en un intenso episodio sísmico, un rápido movimiento de subsidencia y un tsunami con graves consecuencias en las costas de Huelva y el bajo Guadalquivir, con profundos cambios en el paisaje (Celestino y López-Ruiz, 2016: 206). A su juicio, el evento hubo de tener efectos notables en una época de reconfiguración de las rutas de comercio, y debió facilitar el auge de Gadir como el nuevo centro político y comercial bajo influencia púnica al ser, en su opinión, una zona aparentemente menos afectada (cf. Abril, Periañez y Escacena, 2013). Entre los cambios asociados a este evento catastrófico señalan la pobreza del registro arqueológico en la región onubense a partir del s. VI a.C., el auge de Gadir como nuevo eje del comercio atlántico en sustitución de Huelva, y la crisis del comercio del metal, con una reorientación de la actividad minera hacia Sierra Morena (Celestino y López-Ruiz, 2016: 306).

[...] La actividad sísmica en la zona del golfo de Cádiz depende de la falla Azores-Gibraltar, que ha generado a lo largo del tiempo fuertes terremotos entre los que el más célebre es el de Lisboa de 1755, cuyo tsunami asociado afectó muy intesamente a la costa suroeste de Iberia. En los estudios de las últimas décadas en los estuarios del golfo de Cádiz, en especial en las flechas litorales de Punta Umbría (Tinto-Odiel), Doñana y La Algaida (Guadalquivir), y Valdelagrana (Guadalete), se han documentado varios eventos de oleaje extremo (extreme wave event: EWE) en el Holoceno. En recientes actualizaciones, Lario et al. recogen hasta ocho eventos de este tipo, con fechas de ca. 7000–6800 cal BP, ca. 5700–5300 cal BP, ca. 4500–4100 cal BP, ca. 3900–3700 cal BP, ca. 2700–2200 cal BP, ca. 2200–2000 cal BP, ca. 1500 cal BP y, finalmente, el célebre de 1755 (Lario et al., 2010; 2011); a los que habría que sumar los documentados recientemente en el marco del Proyecto Hinojos (Rodríguez-Ramírez et al., 2015: 25).

[...] La posible ocurrencia de un terremoto y un tsunami de efectos catastróficos en el golfo de Cádiz en el siglo VI a.C. ha abierto la vía para que la cuestión de Tarteso y la Atlántida vuelvan a conectarse pero no, evidentemente, a la manera en que lo hicieron Schulten o García y Bellido. Celestino y López-Ruiz (2016: 104) han planteado la posibilidad de que el conjunto de connotaciones legendarias asociadas con la región de más allá del Estrecho de Gibraltar inspirara aspectos de la geografía de la imaginada Atlántida que Platón, no se ha olvidar, asocia específicamente con Gadeira. [...]

La influencia que en Platón pudo tener la catástrofe de Hélice y Bura, sumergidas bajo las aguas tras un terremoto y tsunami en el golfo de Corinto en 373 a.C. (v. Ñaco y Nappo 2013), ha sido ya apuntada (Giovannini, 1985). Si, como parece mostrar el registro sedimentario y arqueológico, un catastrófico tsunami se produjo en el golfo de Cádiz a mediados del primero milenio a.C., este cataclismo pudo ser también parte del conjunto de connotaciones asociadas a la geografía de la región de más allá de las Columnas que, como plantean Celestino y López-Ruiz, pudieron acabar proyectándose en el relato de Platón.

Manuel Álvarez Martí-Aguilar (2019): "El retorno del cataclismo: de la Atlántida a Tarteso". Universidad de Sevilla

Datos científicos: estudios interdisciplinares sobre los tsunamis en el estuario del Guadalquivir (7000 - 2800 BP)

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Dentro del suroeste de Iberia ( Fig.1 ), el Parque Nacional de Doñana (Doñana National Park, DNP) es uno de los más grandes de España, cuyo paisaje se ha formado como resultado de una larga y compleja evolución geológica (~ 6 Myr) y una historia antropogénica ( Celestino-Pérez et al. ., 2016 ). La zona engloba un gran sistema de ríos, marismas , dunas y playas asociadas a la dinámica costera en la desembocadura del río Guadalquivir. La literatura arqueológica sobre la formación de este paisaje en el transcurso del Holoceno todavía está bajo la influencia de un modelo uniformista que Schulten (1945) y Gavala, 1927 , Gavala, 1936 propusieron en la primera mitad del siglo XX, antes del impacto científico de la teoría de la tectónica de placas. Según este modelo, la máxima transgresión del Océano Atlántico durante el Holoceno abrió un amplio estuario que se extendía hacia el interior hasta Coria del Río, a unos 15 km al sur de Sevilla. A partir de entonces, la sedimentación estuarina y fluvial habría comenzado a rellenar ese espacio característico, lo que llevó al desarrollo de un delta mayor y la progradación de barreras costeras. Detrás de estas barreras se desarrolló un gran lago interior, el Lacus Ligustinus mencionado por Rufus Festus Avienus en el siglo IV d.C. ( Rodríguez-Ramírez et al., 2016). Finalmente, el lago se llenó, convirtiendo el paisaje en una serie de marismas y lagunas que cualquiera que visite hoy el DNP reconocería.


José Antonio López-Sáez, Sebastián Pérez-Díaz, Antonio Rodríguez-Ramírez, Antonio Blanco-González, Juan J.R. Villarías-Robles, Reyes Luelmo-Lautenschlaeger, Gonzalo Jiménez-Moreno, Sebastián Celestino-Pérez, Enrique Cerrillo-Cuenca, José N. Pérez-Asensio, Ángel León (2018): Mid-late Holocene environmental and cultural dynamics at the south-west tip of Europe (Doñana National Park, SW Iberia, Spain), Journal of Archaeological Science: Reports, Volume 22, 2018, Pages 58-78.

Figura 1 [7 en esta página]. Área de estudio y ubicación del núcleo S1. (a) Unidades geomorfológicas del Parque Nacional de Doñana. (b) Mapa de vegetación del Parque Nacional de Doñana. También se indican las direcciones del viento.

José Antonio López Sáez et al. (2018)

Antes de Tartessos

El comienzo de este proceso histórico referido a la “revolución neolítica” en tanto que relativo a la formación social tribal aparece datado en fechas absolutas a partir de la transición del VII-VI milenio a.C. (Ramos Muñoz y Pérez, 2008), con una expansión alrededor del V milenio a.C. (Arteaga y Roos, 2009) que hacia el IV milenio a.C. como hemos dicho se consolida con los modos de vida aldeanos caracterizados como propios del Neolítico Final y del Calcolítico (Arteaga, 1985; Arteaga et al., 1986; 1992; Nocete, 1989; 2001).

Sin tratarse en el principio tampoco de una movilidad errante, los asentamientos neolíticos conocidos en Andalucía muestran cómo se produjo la expansión de la organización tribal por unas comunidades productoras de alimentos, cuyo crecimiento económico y demográfico se habría apoyado sobre todo en la ampliación del uso de las técnicas de producción agropecuarias hacia nuevos ámbitos vecinos, con el consiguiente establecimiento de la propiedad comunal sobre los medios naturales de producción, allí donde aplicaban la inversión de su fuerza de trabajo (Arteaga, 2004), pudiendo ello ocurrir a expensas de los medios naturales explotados por grupos de cazadores-pescadores-recolectores (Arteaga, Ramos y Roos, 1998; Arteaga y Roos, 2009) de este modo también inmersos en el proceso de una “revolución neolítica” (Bate, 2014: 74).

Entre unas y otros el acceso a los recursos resulta conflictivo en la medida en que poseen unos diversos ritmos de cambio y sus relaciones fundamentales de propiedad y producción se hacen antagónicas. Hemos constatado a tenor de la información hasta ahora disponible en Andalucía que en algunos territorios, al mantener unas formas colectivas de la propiedad, las sociedades tribales sin abandonar las alternativas de la caza-pescarecolección (Arteaga, 2004) se caracterizaban por unas comunidades de familias que invertían fuerza de trabajo en los medios naturales de producción mediante una intervención directa en el control de la reproducción biológica de algunas especies alimenticias que en principio fueran las observadas por ellas en estado salvaje y silvestre y, por consiguiente, domesticadas en primera instancia, antes de que se pudieran incorporar otras foráneas, éstas últimas con el intercambio mantenido entre unas comunidades relativamente distantes.

Tratándose de unas relaciones básicas de producción complementadas con los intercambios, eran requeridas para una reproducción doméstica duradera en los territorios ocupados por unas comunidades familiares sedentarias, por lo que cabe atribuir a ellas mismas el desarrollo de los modos de vida aldeanos y la singularidad cultural con la cual como “neolíticas” se identificaban alrededor del mar de Alborán y del golfo de Cádiz, en una estrecha relación con el valle del Guadalquivir (Arteaga y Roos, 2009). Somos por ello contrarios a las propuestas que prefieren continuar dando pábulo exclusivo a unas causas exógenas de orígenes orientales para negar el carácter vinculante de un proceso histórico más bien autóctono. Proclives a considerar que también estas comunidades tribales en base a sus modos de vida aldeanos en proceso durante la llamada “época neolítica” definieron en Occidente un modo de organización social equiparable con otras comparadas a este concreto nivel de desarrollo.

(...)

En lugar de [ una] congelación de la sociedad tribal en el tiempo y en el espacio pensamos que la revolución de unas fuerzas productivas colectivistas (Arteaga, 1992) sujetas durante el Calcolítico a la emergencia de una clase social dominante (Arteaga, 1985; Arteaga, et al., 1986; Nocete, 1989; Arteaga y Roos, 1992) puede comprender más bien un proceso de cambio dinámico por efecto de la diferenciación que se genera y reproduce a partir de la consolidación comunitaria de la familia patriarcal. Se entiende de este modo que la revolución comunitaria marcada por la familia patriarcal con su desigualdad de género (Arteaga y Roos, 2009) se reproduce como consecuencia de la economía expansiva de los modos de vida aldeanos [...] Por [la] tributación colectivista a las elites emergentes, [se produce] el salto cualitativo a un nivel de desarrollo definido por unas particularidades propias: las formas de un Estado prístino, caracterizadas así por una sociedad clasista inicial (Arteaga, 1992; 2000; 2002). Se trata en nuestro caso de un colectivismo campesino que entre aldeano y urbano se reparte en el territorio controlado desde un centro de poder económico-político-religioso (Arteaga, 1992) de carácter permanente (Arteaga, 1985; Arteaga et al., 1986; 1992), en el cual se hacen patentes las instituciones representativas de las elites sociales sobre las que se erige la clase dominante. Los atributos identificadores que en el registro arqueológico posibilitan configurar la formalización de este proceso histórico en el ámbito territorial del golfo, paleoestuario y valle del Guadalquivir, se caracterizan por todo cuanto acabamos de decir alrededor del IV milenio a.C. en los típicos asentamientos aldeanos del llamado Neolítico Final y que en lugar del esquema normativo en los términos formativos que proponemos referimos a los patrones de asentamiento de las aldeas defendidas por fosos y empalizadas que a partir de entonces durante el Calcolítico (Arteaga et al., 1986; Nocete, 1989) constituyen la base campesina de los poblados que surgiendo como centros de poder contrastamos comenzando por el todavía por completo no descrito, entre otros no menos representativo, en Valencina-Castilleja (Arteaga y Roos, 1992; Arteaga y Cruz-Auñón, 1995b; 1995c; 1996; Cruz-Auñón y Arteaga, 1995; 1996; Vargas Jiménez, 2003; 2004).

(...)

La hipótesis de esta emergencia, comenzando por la desigualdad de género que desde la familia patriarcal ―Grandes Hombres― a través de los linajes clánicos de la formación social tribal se refiere a un proceso de estratificación y subordinación basado en la propiedad de los medios de producción y de reproducción social, entre la agricultura y la ganadería, requiere a partir de finales del IV milenio a.C. y durante III milenio a.C. enfatizar el modo en que se produce la integración de la explotación socioeconómica y política relativa a la minería y la metalurgia como una expresión de la desigualdad social de la época del Cobre, la cual en concreto nos interesa analizar, aunque de la misma la New Archaeology se desentienda. Se trata de otro reto de no menor importancia a la hora de investigar los contenidos económico-sociales de la sociedad tribal y el desarrollo de una formación social clasista inicial, que por nuestra parte no podemos eludir esclarecer en atención al conocimiento del origen de una forma prístina de Estado en el ámbito atlántico-mediterráneo, y con ella definir la existencia de una primera civilización occidental.

A esta transición histórica entre el Neolítico y Calcolítico se refiere el mapa del golfo y paleoestuario del río Guadalquivir que hacia el óptimo climático de la Transgresión Flandriense (c 6500 BP) damos a conocer en el presente ensayo. Consideramos necesaria esta puntualización para procurar evitar confusiones respecto de unas transiciones anteriores (Mesolítico-Neolítico) y posteriores (Bronce-Hierro), cuando la línea de costa y la naturaleza biogeográfica del paisaje no eran las mismas, como tampoco las formaciones sociales protagonistas del proceso histórico.

Oswaldo Arteaga Matute, Daniel Barragán Mallofret Anna-Maria Roos, Horst D. Schulz (2016). Primicia cartográfica del río Guadalquivir hace 6500 años. Revista Atlántica-Mediterránea 18, pp. 139-161


Fig. 8: Cartografía del estuario hace 6500 años, antes que se produjeran los tsunamis que destruyeron los primeros poblamientos humanos en el área del actual Parque de Doñana (DNP) al inicio de la Edad del Bronce y retrasaron su repoblación hasta la última etapa del Bronce Final o el inicio de la Edad del Hierro.

"Río Guadalquivir. Síntesis cartográfica de la línea de costa formada por la Transgresión Flandriense (c 6500 BP). Golfo ―sinus― abierto al océano Atlántico en el sur, estrecho de Coria en el centro, lacus hacia el norte del estuario y desembocadura a la altura de Alcalá del Río".

Fig. 9. Eventos geológicos que provocaron sucesivas ampliaciones del estuario, seguidas de periodos de retroceso por los aluviones arrastrados por los ríos Guadalquivir y Guadiamar

A. — Modelo del escenario paleogeográfico antes de los EWE [eventos de olas extremas: Extreme Wave Event] reconocidos. B. — Paleogeografía durante el EWE A y efectos post-evento en el estuario ("sandy cheniers" o barras arenosas). C. — Paleogeografía durante el EWE B y efectos post-evento en el estuario (barras arenosas en áreas menos confinadas (Veta de los Acebuches) y barreras de conchas ("shelly cheniers") en áreas más confinadas (Marilópez) D. — Paleogeografía durante el EWE C y efectos post-evento en el estero (barras arenosas).

Antonio Rodríguez-Ramírez, José Noel Pérez-Asensio, AnaSantosa, Gonzalo Jiménez-Moreno, Juan J.R. Villarías-Robles, Eduardo Mayoral, Sebastián Celestino-Pérez, Enrique Cerrillo-Cuenca, José Antonio López-Sáez, ÁngelLeón, Carmen Contreras (2015). Atlantic Extreme Wave Events During the Last Four Millennia in the Guadalquivir Estuary, SW Spain (Rodríguez-Ramírez et al., 2015)

  • cal yr BP: "antes del presente, calibrado después de una medida ayuda del radiocarbono"

Fig. 10. Datación de la cata de 12000 cm (12 m) realizada en la marisma de Hinojosa (DNP), llamada "núcleo S1".

José Antonio López-Sáez et al. (2018).

"Granulometría, unidades bio-sedimentarias, edades calibradas (cal BP) y períodos culturales del núcleo S1".

Granulometría (%)

Unidades biosedimentarias (sedimentos de origen biológico)

Periodos culturales

Edades antes de Presente (corregido el cálculo por radiocarbono)

  • De inferior a superior

    • Edad del Cobre: 5000-4200 BP (análisis: 4891-4347)

      • EWE-1 4560-4440 BP

    • Edad del Bronce temprano: 4200-3500 BP (análisis: 4544-3962)

      • EWE-2 4200-4000 cal BP (cf. Event A = 4000 BP en fig. 9)

    • Edad del Bronce tardío: 3500-2800 BP (análisis 1: 3598-3048 y 2:3136-2606)

      • EWE-3 3500-3435 cal BP (cf. Event B = 3550 BP en fig. 9)

      • EWE-4 3185–3140 cal BP (cf. Event C = 3150 BP en fig. 9)

Fig. 11. Mapa con yacimientos en el área cultural de Tartessos y huellas de explotaciones mineras en la faja pirítica (línea amarilla).

(a) Marco geográfico del área de estudio: suroeste de la Península Ibérica.

(b) Yacimientos arqueológicos del Calcolítico principal (círculos blancos) y de la Edad del Bronce Antiguo (círculos azules) en la esquina suroeste ibérica.

La línea blanca punteada representa la posición hipotética del paleoestuario del Guadalquivir ( Arteaga et al., 2016 ) y el rectángulo negro la zona de estudio (Parque Nacional de Doñana). Ubicación del núcleo S1 (estrella blanca) y escenario geomorfológico del área de estudio (c) ~ 5000–4200 y (d) ~ 4200–3500 cal BP, respectivamente, siguiendo a Rodríguez-Ramírez et al., 2015. (cf. Fig. 9)

Registros palaoambientales mencionados en el texto: AC (El Acebrón), AS (Asperillo), BE (Beliche), CJ (Cabezo Juré), JR (La Junta de los Ríos), MA (Las Madres), ME (Lago Medina), ML (Marilópez), MR (Marismillas), OT ( núcleo estuario Odiel-Tinto ), PC (Pocito Chico), PN (núcleo PN), PP (Papúa II), S7 (S7core), S9 (núcleo S9), S11 ( Núcleo S11), TT (El Trastejón), VC (Valencina de la Concepción). (Para la interpretación de las referencias al color en la leyenda de esta figura, se remite al lector a la versión web de este artículo).

Edad del Cobre (~ 5000-4200 cal BP)

El origen de la Dehesa

El sistema “dehesa” - bosques abiertos como sabanas - representa un paisaje cultural formado por la presión combinada humana y ganadera, es decir, un paisaje antropozoógeno resultante de las actividades agrícolas y de pastoreo en los bosques de robles ( Quercus ilex y Q. suber ). Este sistema de explotación agrícola del bosque se originó en la mitad occidental de Iberia entre el Neolítico Tardío y el Calcolítico ( Stevenson y Harrison, 1992 ; López-Sáez et al., 2005 , López-Sáez et al., 2007 ), vinculado a nuevos conceptos de organización del paisaje representados por las primeras tumbas megalíticas ( García Sanjuán, 1999 , García Sanjuán, 2005 ; Díaz-Zorita et al., 2012). La existencia de un paisaje de "dehesa" en la marisma del DNP durante la Edad del Cobre (~ 5000–4200 cal AP) fue el resultado de una gestión racional y a largo plazo de los recursos agroforestales , que implicó una sedenterización duradera de la población. De hecho, las áreas con mayor capacidad agrícola, como los humedales, fueron pobladas cada vez más en el suroeste de Iberia desde el Calcolítico Temprano (~ 5200 cal AP) ( Balsera et al., 2015 ; Lillios et al., 2016 ), con asentamientos muy densos de granjas, preferentemente en los suelos de los valles y en los campos fértiles ( García-Rivero, 2004 ), a medida que se extendía el cultivo de cereales ( Acosta, 1995 ; Mederos, 1996 ).

(...)

El impacto humano y ganadero en las áreas boscosas costeras, así como la expansión de la agricultura, también se han rastreado ~ 5000-4200 cal BP en registros de polen de sitios cercanos en el suroeste de Iberia ( Fig. 6 b-c), como El Acebrón, Las Madres, Asperillo, Marilópez, Marismillas y S11 en el DNP y alrededores ( Caratini y Viguier, 1973 ; Stevenson, 1984 , Stevenson, 1985 ; Stevenson y Moore, 1988 ; Stevenson y Harrison, 1992 ; Zazo et al., 1996 ; Yll et al., 1996 ; Yll et al. al., 2003 ; López-Sáez et al., 2011 ; Jiménez-Moreno et al., 2015 ), así como en el sitio arqueológico de Pocito Chico en la Bahía de Cádiz ( López-Sáez et al., 2001 , López-Sáez et al., 2002a , López-Sáez et al., 2002b ) [... La presencia de carbón vegetal] indicaría el uso del fuego para la deforestación por comunidades humanas. Estos datos coinciden con altas concentraciones de partículas de macrocarbón CHAR ~ 4890-4780 cal BP (143-331 partículas cm −2  año −1 ) y ~ 4700 cal BP (269 partículas cm −2  año −1 ) en el registro S1 ( Fig. 5).

José Antonio López-Sáez et al. (2018).


El origen de las minas

El área de estudio se encuentra a solo 40 km de la Faja Ibérica de Piritas ( Fig. 6 ), una de las zonas metalogénicas más ricas de Europa Occidental ( Mellado et al., 2006 ). La metalurgia local se remonta a los primeros siglos del V milenio cal BP ( Leblanc et al., 2000 ; Abril, 2003 ; Nocete et al., 2005 , Nocete et al., 2011 ); sin embargo, su escala e impacto ambiental están sujetos a un debate continuo (por ejemplo, García-Alix et al., 2013 ). Algunos autores han defendido las actividades de producción de cobre que consumen bosques en una escala relativamente grande en la sierra de Aracena (Nocete et al., 2005 , Nocete et al., 2011 ); afirman que la metalurgia del cobre realizada en sitios calcolíticos como Cabezo Juré o Valencina de la Concepción habría causado un impacto ambiental significativo. La deforestación del paisaje y la contaminación por metales pesados ​​tanto a nivel local como regional fueron las últimas consecuencias de las actividades intensivas de minería de metales ( Nocete et al., 2005 , Nocete et al., 2008 ; Nocete, 2014). Si bien diversos registros paleoecológicos pueden apoyar este punto de vista, su interpretación no es sencilla y son posibles otras interpretaciones más simples de la evidencia. Estos otros estudiosos argumentan que la metalurgia del cobre en este momento era una actividad doméstica localizada de artesanos a tiempo parcial ( Hunt, 2003 ; Costa et al., 2010 ; Murillo-Barroso et al., 2015 ). Aunque los análisis de polen de Cabezo Juré, La Junta de los Ríos y Valencina de la Concepción ( Fuentes et al., 2006 ; Nocete et al., 2004-2005 , Nocete et al., 2008 ) ( Fig.6b) muestran un cierto aumento en la deforestación —la presencia de bosques de robles poco desarrollados— y procesos erosivos, la metalurgia podría no haber sido la única actividad contribuyente. Los sedimentos del Holoceno del estuario del Odiel-Tinto contienen altas concentraciones de metales (Cu, As, Pb, Au, Hg) en capas que datan de 4480 cal BP ( Leblanc et al., 2000 ; Nocete et al., 2005 ). Además, en un estudio del relleno sedimentario de la ría del Guadiana, Delgado et al. (2012) determinaron que las fuentes antropogénicas de metales (indicadas por el enriquecimiento de Pb, Co, Ni, Mn y Cu) prevalecían sobre las fuentes naturales en ese momento (~ 4500 cal BP). Sin embargo, la literatura más reciente ( García-Alix et al., 2013) desafía la interpretación de tales anomalías en términos culturales. En el DNP, el análisis geoquímico del núcleo PN ( Carretero et al., 2010 , Carretero et al., 2011 ), muy cerca de nuestro registro S1 ( Fig. 6 c), documentado la primera evidencia de leve palaeocontaminación ~ 4500 cal BP, probablemente relacionada con la presencia de asentamientos interesados ​​en explotar los depósitos de mineral de la Faja de Pirita Ibérica cerca del río Agrio en las cercanías de Aznalcóllar ( Fig.6 b), afluente del río Guadiamar ( Hunt, 2003 ; Gómez-Toscano , 2006 ; Tornos, 2008). [...] En resumen, las huellas anteriores a la Edad del Bronce de contaminación por metales pesados ​​y deforestación permanecen abiertas a una variedad de explicaciones contradictorias ( García-Alix et al., 2013 ).

José Antonio López-Sáez et al. (2018).


Cambio climático en la Península Ibérica: segundo milenio AC

Edad del Bronce temprano (~ 4200-3500 cal BP): EWE 2

Es probable que la coincidencia temporal de un cambio climático (menores precipitaciones) con una incursión marina de alta energía del posible tsunami en el DNP ~ 4200-4000 cal BP ( Fig. 5 ) haya tenido un efecto en las comunidades calcolíticas que ocuparon el territorio. EWE-2 podría haber destruido algunos de los asentamientos y reelaborado sus restos a lo largo de la cuenca del estuario ( Rodríguez-Ramírez et al., 2015 ). Esta hipótesis es plausible si se tiene en cuenta que la EWE-2 provocó importantes cambios geomorfológicos que son sintomáticos de procesos tsunamigénicos de gran magnitud; estos signos consisten ( Fig.6d) en la rotura y erosión repentina de la barrera o cordón litoral de Doñana - incluyendo un gran sobrelavado de la sección más meridional del vecino sistema eólico de El Abalario - y la generación de grandes barras ("cheniers") arenosas (Carrizosa-Vetalarena, Los Acebuches) ( Rodríguez-Ramírez et al., 2015 ; Celestino-Pérez et al., 2016 ). Los efectos bastante catastróficos en el estuario del Guadalquivir se vieron agravados por el intenso hundimiento neotectónico detectado en la zona ( Rodríguez-Ramírez et al., 2014 ). [...] Desde un punto de vista arqueológico, el resultado final fue el colapso del paisaje agrario calcolítico en el DNP, un importante declive en el número de asentamientos en las zonas costeras y el surgimiento de una economía más orientada al pastoreo en los entornos de montaña (por ejemplo, la Sierra de Aracena) durante la Edad del Bronce Temprano ( Lillios et al., 2016 ; Blanco-González et al., 2018 ). Posteriormente, ~ 4000–3500 cal BP (LPAZ-5, 800–615 cm), el ecosistema de marisma se recuperó a las condiciones de vegetación observadas antes de la EWE-2 ( Fig. 3 , Fig. 4 , Fig. 5 ).

(...)

Al comienzo de la Edad del Bronce Temprano (EBA), ~ 4200 cal BP, ocurrieron cambios culturales. La mayoría de los asentamientos de la Edad del Cobre fueron abandonados y otros nuevos, como El Trastejón y Papúa II ( Fig. 6 b), se establecieron en el área de Aracena ~ 4200-3500 cal AP ( Hurtado et al., 2011 ), aunque tales aldeas no han sido bien estudiadas ( García Sanjuán y Odriozola, 2012 ; Lillios et al., 2016 ). Además, existe una falta significativa de capas de EBA que recubran las ocupaciones calcolíticas anteriores [...]

En resumen, la transición Edad del Cobre-EBA en el DNP está marcada por una importante disminución de la huella humana. Es tentador proponer que el entorno de las marismas sufrió una disminución sustancial de la población a principios de la Edad del Bronce ~ 4200 cal AP y que las comunidades con diferentes antecedentes culturales se trasladaron a territorios más al interior. Este movimiento sugerido de pobladores locales está en línea con el llamado 'modelo de reemplazo' que prevé una disrupción cultural en la transición Calcolítico-EBA (García-Rivero y Escacena, 2015 ) y ha llevado a algunos autores a reconsiderar la migración desde el suroeste hacia el sureste de la Península Ibérica después de ~ 4500 cal BP como un factor contribuyente plausible a la dinámica macrorregional ( Lillios et al., 2016).

José Antonio López-Sáez et al. (2018).


Colapso ecológico de El Argar

"Retrocedimos hasta 8.400 años en la historia y comprobamos que ya hace 5.500 años el clima inició un cambio, se hizo más árido, pero la vegetación se adaptó y no hubo colapso", explica Carrión a EL MUNDO.

Sin embargo, con la cultura argárica, hace unos cuatro milenios, se intensificó la minería y comenzaron a producirse excedentes agrícolas y una mayor explotación de los bosques. Gracias a los carbones, se sabe que hace unos 4.100 años se extendieron los fuegos provocados, quizás para aumentar los pastos, y hace 3.800 años la vegetación había cambiado: los bosques originales se transformaron en matorrales y plantas espinosas.

"Se perdió una gran biodiversidad ecológica y de forma muy rápida, en menos de una década. El cambio del clima no transformó el ecosistema, pero sí lo hizo la tala, los fuegos y el exceso de población. Se acabó la madera y sólo 300 años después la cultura argárica desapareció", argumenta Carrión. La agricultura y el pastoreo, básicas para su supervivencia, se hicieron imposibles y las comunidades tuvieron que emigrar.

Con estas conclusiones en la mano, el investigador recuerda que son muchas las culturas que han sufrido "un suicidio ecológico por sobreexplotación del medio», sobre todo en sociedades que han vivido en los márgenes de ecosistemas frágiles". "Debemos aprender del pasado. Cuando las comunidades son pequeñas, son sostenibles, pero el problema llega con la sobreexplotación brutal de un espacio", advierte.

Resumiendo, en un contexto de marcada impermeabilidad cultural, donde la apropiación y la gestión centralizada de gran parte de la producción estaban en manos de una élite, las desigualdades económicas establecidas entre los individuos de las comunidades argáricas crecieron progresivamente hasta perpetuarse a través de la institucionalización de las relaciones sociales. Unos pocos individuos pertenecientes a la clase dominante ostentaban el derecho a acumular bienes de alto valor social en sus sepulturas, entre ellos conjuntos de adornos de cobre, plata y oro así como tipos específicos de armas, las cuales probablemente estuvieron a su servicio en vida. Estos individuos gozaban además de mejores condiciones de vida en oposición al resto de la comunidad. Esta organización social se reprodujo especialmente en la etapa final del fenómeno argárico, según varios autores, con el apoyo de la coerción institucionalizada (Lull et al., 2010a). Dicha coerción tuvo probablemente su campo de acción no sólo en el seno de los propios territorios argáricos sino también en el proceso de expansión de “lo argárico” frente a la exclusión de lo foráneo. Las contradicciones gestadas en la propia sociedad argárica provocaron una situación insostenible en la que la (re)producción de la vida social peligraba. Al final del Argar se multiplicaron los casos de muertes por desnutrición y/o anemia entre la población infantil debido en gran parte a la dependencia del consumo cerealista.

Selina Delgado-Raack y Martí Rosas Casals (2013): De colapsos y continuidades. Una valoración conceptual del estudio de sociedades en transición

Nómadas, guerreros y trashumantes: la era de las estelas

Edad del Bronce Final (~ 3500-2800 cal BP): EWE 3 y 4

Entre ~ 3500 y 3435 cal BP, se documenta una tercera EWE (EWE-3) en el registro S1. Este evento también ha sido documentado ( Fig.7 b ) en los registros vecinos de S7 y S11 ~ 3550 cal BP ( Rodríguez-Ramírez et al., 2015 ). Sin embargo, las características sedimentológicas y faunísticas de esta tercera EWE dificultan establecer si fue un tsunami o una marejada ciclónica. [...] Otras hebras litorales arenosas, como las de Veta de Los Acebuches ( Fig. 7 b), también contienen conchas derivadas de diferentes ambientes que se han fechado en ~ 3882-3334 cal BP (Rodríguez-Ramírez y Yáñez, 2008 ), lo que indica un estuario no restringido por barreras arenosas hasta por lo menos ~ 3300 cal BP.

(...)

Posteriormente, se documenta una nueva EWE (EWE-4) en el registro S1 ~ 3185–3140 cal BP, que también se ha documentado en los registros S7 y S11 ~ 3150 cal BP ( Rodríguez-Ramírez et al., 2015 ) [...] A diferencia de las EWE anteriores, esta sí parece haber tenido un efecto importante en los bosques costeros del DNP, ya que LPAZ-8 registra una disminución tanto del polen de “monte blanco” (6,6–8%) como de “monte negro”. taxones (<40%). [...] Tales características morfoestratigráficas y palinológicas nos llevan a considerar la EWE-4 como tsunamigénica, especialmente considerando la distancia de los tres núcleos (S1, S7, S11) a la paleocostalina (10-15 km), así como el hecho de que se han producido eventos similares, documentados en los paleoestuarios de Tinto-Odiel y Guadalete ( Morales et al., 2008 , Morales et al., 2011 ; Lario et al., 2010 , Lario et al., 2011 ). La EWE-4 debe haber provocado grandes y catastróficos cambios geomorfológicos en todo el suroeste de la Península Ibérica. En el paleoestuario del Guadalquivir ( Rodríguez-Ramírez et al., 2014 , Rodríguez-Ramírez et al., 2015) provocó una importante erosión de la lengua de Doñana y una rotura de la lengua de Algaida que transformó esta lengua en una isla ( Fig. 7 c).

(...)

Tras la EWE-4, la dinámica marina de baja energía en funcionamiento en el golfo de Cádiz retomó su acción: el cordón litoral de Doñana (Doñana spit) volvió a crecer, aún más hacia el sureste que antes, y se reactivaron las entradas fluviales dentro del paleoestuario, con la consiguiente estabilidad de los ecosistemas de marismas. De hecho, ~ 3140-2800 cal BP (LPAZ-9) las condiciones climáticas son las de un proceso de aridificación constante desde ~ 3000 cal BP en adelante, lo que significa que se desarrolló un pantano alto (25-32%), mientras que un pantano bajo (10-20 %), Isoetes y macrófitas acuáticas de agua dulce se redujeron significativamente ( Fig.4 , Fig.5). [...] Todos estos desarrollos coinciden cronológicamente con un aumento importante de asentamientos en el ambiente del DNP durante la Edad del Bronce Tardío pre-fenicia ( Fig. 7 d). [...]

Nuevo aumento de la población tras EWE 4: primera Edad del Hierro (Early Iron Age, EIA)

Desde el punto de vista de la cultura material, es necesario distinguir los primeros siglos de la Edad del Bronce Tardío (LBA) (~ 3500-3200 cal BP) del último LBA, o Prefenicio (~ 3200-2800 cal BP). En la comarca solo se han obtenido unas pocas fechas de radiocarbono para este largo período ( García Sanjuán y Odriozola, 2012 ), que se complementarán con las fechas en partes de madera de algunos elementos metálicos de un tesoro hallado en la ría de Huelva ~ 3080-2790 cal. BP ( Ruiz-Gálvez, 1995b ). Además, la cultura material no ofrece criterios diagnósticos tipológicos con los que atribuir ensamblajes a fases. Los asentamientos de LBA datados por radiocarbono en el suroeste de Iberia también son pocos: El Trastejón, Setefilla, Monte Berrueco y el campamento minero de Chinflón ( Pellicer y Hurtado, 1980 ;Rothenberg y Blanco, 1980 ; Aubet y col., 1983 ; Escacena y De Frutos, 1985 ; Mederos, 1996 ; Hurtado et al., 2011 ).

Los estilos de vida, las formas de asentamiento e incluso la efectiva ocupación y permanencia de las comunidades locales durante la LBA en el área de estudio son objeto de puntos de vista conflictivos. Los hábitats de LBA y los barrios domésticos en el suroeste de Iberia antes de la llegada de los fenicios ~ 2800 cal BP son escasos y están poco documentados. La ausencia de rasgos diagnósticos en la cultura material dificulta la datación tipológica ( Belén et al., 1992 ; Belén y Escacena, 1995 ; Ruiz-Gil y López-Amador, 2001 ; Torres-Ortiz, 2002 ; Suárez y Márquez, 2014 ; Ferrer, 2017 ). Hacia 3400 cal BP, se fundaron pequeños asentamientos costeros en promontorios y refugios naturales como Tarifa, Huelva y El Carambolo (Figura 7 a). Se consideran escalas náuticas relacionadas con el intercambio de larga distancia con los primeros navegantes del Mediterráneo central y oriental ( Delgado, 2013 ). Más hacia el interior, las aldeas de LBA a menudo se fundaron en colinas y se construyeron con muros de piedra ( Fig.7 a), como en Los Castrejones y El Castillo en el río Agrio (Aznalcóllar) o Niebla en el río Tinto ( Hunt, 2003 ; Campos et al., 2006 ; Gómez-Toscano, 2006 , Gómez-Toscano, 2009 ; Ruiz-Mata y Gómez-Toscano, 2008 ). Más hacia el interior, sitios como Pocito Chico, Acinipo y Montemolín ( Suárez y Márquez, 2014) comprenden algunas cabañas con plantas ovaladas, cimientos de piedra y muros de tierra sin divisiones internas, parecidas a las cabañas anteriores de la EBA [Edad del Broce Temprana] como las de El Trastejón ( Hurtado et al., 2011 ; Suárez y Márquez, 2014 ).

Algunos autores han abogado por una pausa en el asentamiento en el suroeste de Iberia durante el LBA final (~ 3200-2800 cal BP), justo antes de la llegada de los fenicios ~ 2800 cal BP (por ejemplo, Belén et al., 1992 ; Belén y Escacena, 1995 ; García Sanjuán y Odriozola, 2012 ; Escacena, 2014 ). Por lo tanto, para estos autores, una demografía débil de LBA habría estado seguida de un fuerte crecimiento de la población en la EIA. Otros, por el contrario, han argumentado en contra de tal disminución de la población durante la LBA local, alegando que esta es una imagen engañosa y refleja un trabajo de campo insuficiente (por ejemplo, Gómez-Toscano, 2006 , Gómez-Toscano, 2008 ; Gómez-Toscano y Campos, 2008 ;Gómez-Toscano y Fundoni, 2010-2011 ; Gómez-Toscano et al., 2014 ). Gómez-Toscano y Campos (2008) han postulado un aumento demográfico temprano y una intensificación económica en la región ya en el LBA ~ 3200-2800 cal BP, antes de la llegada de los fenicios. Para ellos, era necesaria una organización política y económica suficientemente compleja para atraer comercio exterior ( Ruiz-Gálvez, 2013 ). Esto implicó la organización del territorio para la obtención de recursos específicos, como minerales y minerales metálicos en Aznalcóllar, un régimen agrícola en expansión que incluía áreas vitícolas y sistemas de cultivo relativamente complejos ( Vera y Echevarría, 2013). También supuso el control de las comunicaciones, tanto terrestres como de la avanzada de Huelva, donde circulaban y se intercambiaban productos, ideas y técnicas atlánticas y mediterráneas durante la última Edad del Bronce, antes de la diáspora fenicia a principios del III milenio cal BP (Ruiz -Gálvez, 1995a , Ruiz-Gálvez, 2013 ; Gómez-Toscano y Fundoni, 2010-2011 ; Gómez-Toscano et al., 2014).

José Antonio López-Sáez et al. (2018).

Fig. 12. José Antonio López-Sáez et al. (2018).

(a) Áreas nucleares de los yacimientos arqueológicos prefenicios de la Edad del Bronce Final (~ 3200-2800 cal AP) en el suroeste de la Península Ibérica (modificado de Gómez-Toscano, 2008 ).

La línea blanca punteada representa la posición hipotética del paleoestuario del Guadalquivir ( Arteaga et al., 2016 ) y el rectángulo negro la zona de estudio (Parque Nacional de Doñana). Ubicación del núcleo S1 (estrella blanca) y escenario geomorfológico del área de estudio

(b) ~ 3500-3435, (c) ~ 3185-3140 y (d) ~ 3140-2800 cal BP, respectivamente, siguiendo a Rodríguez-Ramírez et al., 2015 Registros paleoambientales mencionados en el texto: S7 (núcleo S7), S11 (núcleo S11).

Industria minera y metalúrgica: consecuencias sobre el hábitat

Durante el LBA y la primera Edad del Hierro (EIA), se puede identificar una importante zona minera y metalúrgica en la comarca de Huelva, en relación con la extracción de cobre y plata en la Faja Pirítica Ibérica y la presencia de un puerto natural en la ría de Huelva ( Hunt, 2003 ). Alrededor de ~ 3200/3100 cal BP, los artículos de estaño-bronce eran omnipresentes en el área de estudio; además, comenzó a circular el plomo, tanto para la producción de aleaciones ternarias (Cu, Sn y Pb) como para la extracción de metales nobles de la galena argentífera. Para entonces, las comunidades locales de la Edad del Bronce habían practicado técnicas metalúrgicas relativamente simples y rudimentarias para producir artículos a base de cobre y beneficiar a los minerales de plata nativos, especialmente durante la EBA (Edad del Bronce Antiguo, Hunt, 2003 ; Nocete et al., 2008 , Nocete et al., 2011).; Nocete, 2014 ). Aunque la plata nativa es escasa en la región, proliferan los azufres argentíferos y el saber hacer del Mediterráneo oriental permitió extraer plata de ellos. La copelación, un método para extraer plata de la jarosita argentífera agregando plomo, comenzó a usarse en esta época, probablemente a través de la artesanía fenicia ( Murillo-Barroso et al., 2016). En esta coyuntura, la abundancia local de materias primas argentíferas, el conocimiento de la tecnología para extraer plata y la circulación y disponibilidad de plomo de otros lugares, probablemente del sureste de Iberia, fueron circunstancias cruciales para impulsar la escala y el volumen de las actividades metalúrgicas locales. Con todo, estos desarrollos marcaron la diferencia con las actividades metalúrgicas anteriores en la Edad del Bronce anterior ( Hunt, 2003 ; Ruiz-Mata y Gómez-Toscano, 2008 ; Murillo-Barroso et al., 2016) y tuvo efectos rastreables en el paisaje y la organización social de las comunidades de LBA y EIA. En contraste con el acalorado tema de la contaminación y deforestación durante la Edad del Cobre y la EBA en el sur de Iberia, existe un consenso relativo sobre el probable impacto de las actividades intensivas mineras y metalúrgicas en la LBA y especialmente durante la EIA en la región (p. ej., García -Alix et al., 2013 ). La extensa deforestación detectada en el registro S1 ~ 3140 a 2800 cal BP podría atribuirse a prácticas sociales relacionadas con estas actividades intensivas en la región de Huelva ( Stevenson y Harrison, 1992 ); S1 registra valores máximos de microcarbones CHAR ~ 2965 cal BP (167 × 10 partículas cm −2  año −1) y ~ 2865-2830 cal BP (119-223 × 10 partículas cm −2  año −1 ), así como una disminución notable en los valores de Quercus deciduos (<1%) ( Fig. 3 , Fig. 5 ).

Es probable que la creciente importancia de la minería y la metalurgia haya tenido un efecto ambiental severo en todo el paisaje de Aracena (cordillera) durante el LBA; así lo sugiere el registro de polen de El Trastejón ( García Sanjuán, 1999 ; Hurtado et al., 2011 ), que muestra un paisaje altamente deforestado y antropizado - altos valores de taxones de polen nitrófilo -, con una economía mixta de agricultura arable (presencia de polen de cereales y Vicia faba ) y ganadería (altos porcentajes de taxones de polen antropozoógeno) ( Martín-Consuegra y Ubera, 2011 ). Esta tendencia también es visible en los bosques del DNP, a juzgar por el registro de polen S1 ( Fig. 5 ).

José Antonio López-Sáez et al. (2018).

Conclusión

Nuestro estudio es el primero que se lleva a cabo en alta resolución en el Parque Nacional de Doñana, relacionando la historia de la vegetación, la dinámica cultural y el impacto humano con la variabilidad climática y los efectos potenciales de los eventos de olas extremas en los patrones de asentamiento durante las Edades del Cobre y del Bronce.. En este sentido, el registro paleoambiental en el punto S1, en medio de la actual marisma baja de Hinojos, ha demostrado ser lo suficientemente sensible para detectar las estrategias y actividades paleoeconómicas de las poblaciones prehistóricas que habitan el paleoestuario. Durante el Calcolítico, ~ 5000-4200 cal BP, además de las posibles actividades de pesca y marisqueo, aún no bien investigadas, los asentamientos en el área del DNP dependían de importantes actividades arables y pastorales, que se registran en el registro de polen S1 por un aumento en hierbas antropogénicas nitrófilas y antropozoógenas y hongos coprófilos. Esta evidencia está claramente en desacuerdo con la comprensión prevaleciente documentada en la literatura arqueológica con respecto a la génesis de la actual marisma en el paleoestuario; según estas fuentes arqueológicas, el paleoestuario no era más que un gran golfo que evolucionaba lentamente desde el Máximo Postglacial hasta el período romano. Por el contrario, durante la Edad del Bronce Temprano (~ 4200-3500 cal AP) y la primera fase de la Edad del Bronce Final (~ 3500-3140 cal AP), cesaron las actividades de cultivo y ganadería, ya que la evidencia de antropización es prácticamente inexistente, en el registro de polen S1 para estos períodos. Es probable que el impacto de tres EWE durante ese lapso de tiempo (~ 4200–4000, 3500–3435 y 3185–3140 cal BP) limitó no solo el número de asentamientos en el área del DNP y sus alrededores, sino también sus posibles actividades económicas . Estas observaciones permiten plantear la hipótesis de la despoblación efectiva —o la ocupación efímera por pequeños grupos dispersos— del área de estudio [Doñana] durante ambas fases. Más tarde, durante la Edad del Bronce Final pre-fenicia (~ 3140-2800 cal AP), el área de estudio fue reubicada y el impacto de las prácticas de subsistencia humana (agricultura, ganadería, incendios, deforestación) dejó huellas reconocibles en las formaciones de vegetación en un contexto de creciente aridificación climática.

José Antonio López-Sáez et al. (2018).

https://doi.org/10.1016/j.jasrep.2018.09.014

Crisis, catástrofes y proceso histórico en el mediterráneo antiguo: la crisis final de Tarteso

Huellas en Onuba y la colonia fenicia de Malaka