Diario de aprendizaje naturalista

Descripción pedagógica

PROYECTO NATURAUTAS_Diario naturalista

Introducción: Géneros y tipos de diarios... (o todo en uno)


Índice de esta página

Escribe tu diario naturalista cada semana sobre las experiencias de aprendizaje acerca del entorno en las que hayas participado, tanto del ámbito social-lingüístico como del ámbito científico-técnico

Cierto que nuestro entorno es urbano, pero ofrece muchas ventanas para el contacto con otros seres vivos y con el cosmos. Biología, Geología, Geografía, Literatura e Historia tienen que serviros para conocer el medio de vuestras vivencias.

Con este Diario vamos a aprender a describir y narrar la realidad.

El arte del diario naturalista: técnicas para elaborarlo

TU GUION

Organiza tu propio guion. Por ejemplo:

  1. Datos de registro: fecha, hora

  2. Narración de acciones: caminar, correr, hacer senderismo, asomarse al balcón, ir al parque, ir a nadar o a una playa, etc.

  3. Observaciones sobre el medio ambiente o los seres vivos: escritas, grabadas con una app, fotos, vídeos, dibujos basados en ellas o en la memoria

  4. Descripción multisensorial: emociones, impresiones, sonidos, aromas, olores, etc.

  5. Pensamientos sobre tus vivencias

  6. Frases con musicalidad o imágenes potentes, versos, canciones.

  7. Críticas a la destrucción del medio ambiente que se hace patente. Indignación razonada ante los hechos

  8. Conclusión.

  9. Despedida: acción de gracias por lo vivido. "Naturaleza da vida".

Por supuesto, puedes alterar el guion dependiendo del día.

La versión más sofisticada: el portafolio del artista

Te animamos a hacerlo con ayuda de tu inspiración y una buena técnica para el dibujo. Podéis pedir al profesor de EPV que os dé los consejos que necesitáis.

La versión más pedestre y técnica: el cuaderno de campo

Se realiza en una libreta de bolsillo o un cuaderno de anillas y papel resistente. Anotas todas las circunstancias que pueden ayudarte a datar, localizar y describir lo que has encontrado en el camino.

Pero eso no es el diario, sino su primer borrador.

Nuestra versión: un blog diseñado con Blogger

Cada entrada o post es una publicación distinta. El orden es cronológico.

Permite escribir, incluir imágenes directamente y vídeos con una dirección URL (de Youtube e incluso de Google Drive, si se ha permitido el acceso a cualquier persona).

Aquí tenéis varios ejemplos, aunque las publicaciones sean bastante erráticas. El vuestro necesita más elaboración y más frecuencia (una por semana).

Tutoriales

El tutorial a la derecha es reciente y recomendable. Durante los primeros 12', encontrarás la guía que necesitas para crear el blog y entender cómo se edita. Lo demás sirve para cambiar la plantilla con modelos extraídos de la web. No es necesario.

En este otro, que preparé hace unos años con otro fin, se ofrece una guía muy resumida y completa de cómo subir imágenes y poner pie de foto, activar un enlace sobre un texto dado, insertar un vídeo desde Youtube (aunque hay otros modos), mejorar el borrador y el diseño del blog.

Revisa e incorpora las propuestas que hacemos en esta página. Sobre todo, persevera.

Observaciones sobre el medio ambiente o los seres vivos

Descripción en forma de notas, más o menos desarrolladas.

Ecosistema: bosque, dehesa, olivar, río, marisma, parque, jardín, etc.

Seres vivos: aves, insectos, animales salvajes o domésticos, flora. Sus rasgos y cómo los percibimos

Ilustraciones

Fotos, dibujos a mano o ilustraciones basadas en fotos y modificadas a mano o con aplicaciones.

Pueden ser simples esbozos con muy pocos trazos de lápiz o carboncillo.

Memorias naturautas

Después de una vida rica en experiencias, hombres y mujeres naturautas comparten las vivencias que les hicieron aprender o les acercaron a los seres vivos "fuera de las murallas" de la ciudad

Gerald Durrell. Mi familia y otros animales, “La villa color narciso” (cap. 7)

La nueva villa era enorme: una mansión de tipo veneciano alta y cuadrada, con los muros de un amarillo color narciso pálido, contraventanas verdes y el tejado rojizo. Se alzaba sobre una colina mirando al mar, rodeada de descuidados olivares y silenciosos huertos de limoneros y naranjos. Todo el lugar exhalaba una atmósfera de melancolía antigua: la casa con sus muros llenos de grietas y desconchones, el eco de sus salones inmensos, las terrazas, en las que el viento había apilado cúmulos de hojas del pasado invierno, tan rebosantes de enredadera y hiedra que los cuartos del piso bajo yacían en una perpetua penumbra verdosa; en el tapiado y hundido jardincillo que se extendía a un lado de la casa, roñosas de orín sus verjas de hierro forjado, había rosas, anémonas y geranios que se derramaban por entre los senderos cubiertos de maleza, y los mandarinos, hirsutos y sin podar, estaban tan cargados de flor que el aroma era casi asfixiante; más allá del jardín, los huertos yacían quedos y callados, a excepción del zumbido de las abejas, y, de vez en cuando, el revuelo de un pájaro en las ramas. Casa y terreno decaían lánguida, tristemente, en el olvido de una colina abierta al mar brillante y a los montes viejos y desgastados de Albania. Era como si la villa y el paisaje estuvieran semidormidos, aletargados bajo el sol de primavera, entregados al musgo, a los helechos y a las legiones de setas diminutas.

(...)

Y mientras Margo languidecía en cama por espacio de tres semanas [a causa de una gripe], con [el doctor] Androuchelli medicándola cada dos o tres días, los demás nos acomodamos en la villa. Larry tomó posesión de un ático inmenso y contrató a dos carpinteros para forrarlo de estanterías; Leslie convirtió el gran mirador de atrás en galería de tiro, colgando al exterior una descomunal bandera roja cada vez que se ponía a practicar; Mamá revoloteaba despistada por la enorme, subterránea cocina enlosada, preparando cataratas de consomé y tratando de atender a los monólogos de Lugaretzia y preocuparse por Margo al mismo tiempo. Para Roger y yo había, por supuesto, seis hectáreas de jardín por explorar, un vasto y nuevo paraíso en pendiente hasta el mar cálido y poco profundo. Privado temporalmente de preceptor (pues George había abandonado la isla), podía pasar todo el día fuera de casa, volviendo para comer apresuradamente.

Dentro de este variado terreno tan accesible encontré a muchos de mis viejos amigos: las cetonias, las azules abejas carpinteras, las mariquitas y las mígalas. Pero también descubrí muchos animales nuevos de los que ocuparme. En los ruinosos muros del jardín hundido vivían docenas de pequeños escorpiones negros, lustrosos y brillantes como de baquelita; las higueras y limoneros linderos con la finca cobijaban enormes cantidades de ranitas de San Antón color verde esmeralda, cual deliciosos confites satinados entre el follaje; monte arriba habitaban varias especies de culebras, relucientes lagartos y tortugas. En los huertos había muchas clases de pájaros: jilgueros, verderones, colirrojos, lavanderas, oropéndolas, y de vez en cuando una abubilla rosada, blanca y negra, hurgando en el suelo blando con su pico largo y curvo, que asombrada erguía la cresta al verme y echaba a volar.

Bajo los aleros de la villa misma habían fijado su residencia las golondrinas. Llegadas poco tiempo antes que nosotros, acababan de completar sus casas de barro apelotonado, todavía pardas y húmedas como un plum-cake. Al tiempo que se secaban y aclaraban de color, las parejas se afanaban en forrarlas, rebuscando por todo el jardín trozos de raíces, cabos de lana o plumas. Dos de los nidos quedaban más bajos que el resto, y en ellos concentré mi atención. Apoyé en la pared una escalera larga, a medio camino entre ambos, y día tras día me fui encaramando, un poquito más alto cada vez, hasta sentarme en el escalón superior para contemplar los nidos desde una distancia de un metro. Mi presencia no pareció inquietar en absoluto a las parejas, que proseguían su grave tarea de preparar la vivienda de la prole, mientras yo me acurrucaba en la escalera y Roger se tendía al pie. Llegué a conocer muy bien a estas familias de golondrinas, y observaba su trabajo diario con gran interés. Las que me parecieron ser las hembras mostraban ambas una conducta muy semejante, serias, algo preocupadas, ultranerviosas y gruñonas. Los dos machos, por el contrario, exhibían caracteres totalmente dispares. Uno de ellos, mientras duró la tarea de forrar el nido, traía excelentes materiales, pero se negaba a enfocar el asunto desde un punto de vista laboral. Llegaba a casa con un mechón de lana en el pico, y dedicaba unos cuantos minutos a pasar en vuelo rasante sobre las flores del jardín, trazando ochos, o a serpentear entre las columnas que sostenían la parra. Su esposa se asomaba al nido y le piaba exasperada, pero él no quería tomar la vida en serio. La otra hembra también tenía problemas con su cónyuge, pero de distinta índole. Él se pasaba, por así decirlo, de entusiasta. Parecía decidido a no escatimar esfuerzos para dotar a sus hijos del nido mejor forrado de la colonia. Pero por desgracia no tenía nada de matemático, y por más que quisiera no lograba aprenderse las dimensiones del nido. Regresaba con un gorjeo emocionado aunque comedido, transportando una pluma de pollo o de pavo más grande que él, y con un cañón tan grueso que era imposible doblarla. Su esposa solía tardar varios minutos en convencerle de que, por mucho que empujaran y forcejearan, la pluma no entraba en el nido. Presa de amargo desencanto, la dejaba al fin caer revoloteando para ir a engrosar el montón cada vez mayor del suelo, y partía de nuevo en busca de algo más adecuado. Al ratito estaba de vuelta, bregando con un amasijo de lana tan enredada y amazacotada de tierra y estiércol que difícilmente podía subirla hasta el alero, y menos acercarla al nido.

Cuando por fin estuvieron forrados los nidos, puestos e incubados los pecosos huevos, el carácter de ambos maridos pareció trocarse. El que antes trajera tanto forro inútil planeaba y revoloteaba por las laderas con aire despreocupado, y como por acaso volvía portando un bocado de insectos del tamaño y blandura justos para hacer las delicias de su despeluchada y temblorosa prole. El otro macho se vio cercado por terribles angustias, abrumado ante la posibilidad de que sus hijos perecieran de hambre. Así, agotaba todas sus energías en la búsqueda de alimentos, para aparecer siempre cargado de los artículos más improcedentes, como grandes escarabajos punzantes, todo patas y élitros, o libélulas descomunales, resecas y absolutamente incomestibles. Aferrado al borde del nido, hacía esfuerzos denodados pero vanos por embutir sus gigantescas ofrendas por el gaznate siempre abierto de sus crías. Tiemblo sólo de pensar lo que habría ocurrido si hubiese logrado introducir una de aquellas espinosas criaturas en sus buches. Pero afortunadamente no lo lograba jamás, y al final, más angustiado que nunca, tiraba el insecto al suelo y volaba presuroso en busca de alguna otra cosa. Quedé muy agradecido a este golondrino, ya que me surtió de tres especies de mariposa, dos de hormiga león y seis libélulas que me faltaban en la colección.

Las hembras, una vez rotos los huevos, se comportaron más o menos como antes: volaban algo más de prisa, hacían gala de activa eficiencia, pero eso era todo. Me fascinó el ver por primera vez el sistema higiénico de un nido de pájaros. A menudo me había preguntado, criando a mano un pájaro joven, por qué cuando quería excretar levantaba el trasero al cielo, con mucho contoneo. Entonces descubrí la razón. El excremento de los pollos de golondrina formaba glóbulos recubiertos de una mucosidad que rodeaba la deposición a manera de envoltura gelatinosa. Las crías se empinaban sobre la cabeza, contoneaban el trasero con breve pero entusiasta rumba y depositaban sus regalitos sobre el borde del nido. Al llegar, las hembras atiborraban de comida los ávidos gaznates, y luego tomaban delicadamente en su pico la deposición y volaban a soltarla en cualquier punto de los olivares. Era un sistema admirable, y yo contemplaba absorto todo el proceso, desde el contoneo de traseros —que siempre me hacía reír— hasta el planeo final de la madre sobre la copa de un árbol y la suelta de la pequeña bomba blanca y negra.

Pensamientos

Diálogo interior con los seres vivos y consigo mismo acerca de nuestras sensaciones, emociones y preocupaciones

En las noches serenas, mirando la luna por la ventana, recuerdo a los viejos amigos. Escucho los plañidos lejanos de los monos y las lágrimas humedecen mis mangas. Las luciérnagas entre las hierbas semejan fogatas de los remotos pescadores de Makinoshima. El sonido de la lluvia matutina lo siento como el viento que golpea las hojas. Cuando oigo los melodiosos cantos de los faisanes, los confundo con las voces de mi padre y de mi madre. Cuando los ciervos bajan de las cumbres y, mansos, se acercan a mí, pienso en lo lejos que estoy del mundo. Al despertar durante las noches de invierno, atizo los rescoldos entre las cenizas y los convierto en mis amigos. Las montañas no me atemorizan, no son tan altas ni tan profundas sus cuencas, y me agradan los ululatos de los búhos. En cada estación que pasa, la montaña me ofrece su encanto inagotable. Debo añadir que el interés de lo que en este lugar se puede contemplar se agranda para aquel que desarrolla aquí sus pensamientos y trata de adquirir un saber aún más profundo.


Pasaje de: Kamo no Chōmei. Pensamientos desde mi cabaña.

Distinto

Lo querían matar

los iguales,

porque era distinto.


Si veis un pájaro distinto,

tiradlo;

si veis un monte distinto,

caedlo;

si veis un camino distinto,

cortadlo;

si veis una rosa distinta,

deshojadla;

si veis un río distinto,

cegadlo...

si veis un hombre distinto,

matadlo.


¿Y el sol y la luna

dando en lo distinto?

Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir

distinto

de lo distinto;

lo que seas, que eres

distinto

(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):

si te descubren los iguales,

huye a mí,

ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.

Juan Ramón Jiménez. Pertenece al libro Romances de Coral Gables (1948), recogido después en Una colina meridiana (1942-1950).

Odas a la naturaleza y la vida en medio de ella

La descripción o el pensamiento que brota de las emociones pueden expresarse en forma de verso libre o con mayor musicalidad, en forma de canción

Juan Ramón Jiménez, "Criatura afortunada"

Cantando vas, riendo por el agua,

por el aire silbando vas, riendo,

en ronda azul y oro, plata y verde,

dichoso de pasar y repasar

entre el rojo primer brotar de abril,

¡forma distinta, de instantáneas

igualdades de luz, vida, color,

con nosotros, orillas inflamadas!


¡Qué alegre eres tú, ser,

con qué alegría universal eterna!

¡Rompes feliz el ondear del aire,

bogas contrario el ondular del agua!

¿No tienes que comer ni que dormir?

¿Toda la primavera es tu lugar?

¿Lo verde todo, lo azul todo,

lo floreciente todo es tuyo?

¡No hay temor en tu gloria;

tu destino es volver, volver, volver,

en ronda plata y verde, azul y oro,

por una eternidad de eternidades!

Nos das la mano, en un momento

de afinidad posible, de amor súbito,

de concesión radiante;

y, a tu contacto cálido,

en loca vibración de carne y alma,

nos encendemos de armonía,

nos olvidamos, nuevos, de lo mismo,

lucimos, un instante, alegres de oro.

¡Parece que también vamos a ser

perenes como tú,

que vamos a volar del mar al monte,

que vamos a saltar del cielo al mar,

que vamos a volver, volver, volver

por una eternidad de eternidades!

¡Y cantamos, reímos por el aire,

por el agua reímos y silbamos!



¡Pero tú no te tienes que olvidar,

tú eres presencia casual perpetua,

eres la criatura afortunada,

el májico ser solo, el ser insombre,

el adorado por calor y gracia,

el libre, el embriagante robador,

que, en ronda azul y oro, plata y verde,

riendo vas, silbando por el aire,

por el agua cantando vas, riendo!


La estación total con las canciones de la nueva luz (1946)

Vida retirada


¡Qué descansada vida

la del que huye el mundanal rüido,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido! 5

Que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado,

ni del dorado techo

se admira, fabricado

del sabio moro, en jaspes sustentado. 10

No cura si la Fama

canta con voz su nombre pregonera,

ni cura si encarama

la lengua lisonjera

lo que condena la verdad sincera. 15

¿Qué presta a mi contento,

si soy del vano dedo señalado;

si en busca deste viento

ando desalentado

con ansias vivas, con mortal cuidado? 20

¡Oh monte, oh fuente, oh río!

¡Oh, secreto seguro, deleitoso!

Roto casi el navío,

a vuestro almo reposo

huyo de aqueste mar tempestuoso. 25

Un no rompido sueño,

un día puro, alegre, libre quiero;

no quiero ver el ceño

vanamente severo

de a quien la sangre ensalza o el dinero. 30

Despiértenme las aves

con su cantar sabroso, no aprendido;

no los cuidados graves

de que es siempre seguido

el que al ajeno arbitrio está atenido. 35

Vivir quiero conmigo,

gozar quiero del bien que debo al cielo,

a solas, sin testigo,

libre de amor, de celo,

de odio, de esperanzas, de recelo. 40


Del monte en la ladera

por mi mano plantado tengo un huerto,

que con la primavera,

de bella flor cubierto,

ya muestra en esperanza el fruto cierto. 45

Y como codiciosa

por ver y acrecentar su hermosura,

desde la cumbre airosa

una fontana pura

hasta llegar corriendo se apresura. 50

Y luego, sosegada,

el paso entre los árboles torciendo,

el suelo de pasada

de verdura vistiendo

y con diversas flores va esparciendo. 55

El aire el huerto orea

y ofrece mil olores al sentido,

los árboles menea

con un manso rüido,

que del oro y del cetro pone olvido. 60

Ténganse su tesoro

los que de un flaco leño se confían;

no es mío ver el lloro

de los que desconfían

cuando el cierzo y el ábrego porfían. 65

La combatida antena

cruje, y en ciega noche el claro día

se torna; al cielo suena

confusa vocería,

y la mar enriquecen a porfía. 70

A mí una pobrecilla

mesa, de amable paz bien abastada

me baste; y la vajilla

de fino oro labrada

sea de quien la mar no teme airada. 75

Y mientras miserable-

mente se están los otros abrasando

con sed insacïable

del no durable mando,

tendido yo a la sombra esté cantando. 80

A la sombra tendido,

de yedra y lauro eterno coronado,

puesto el atento oído

al sol dulce, acordado,

del plecto sabiamente meneado. 85

Críticas a las huellas de la destrucción...

del medio ambiente o a las actitudes (no las personas) que atacan a los seres vivos

Henry David Thoreau, Walden

La mayoría de los hombres, incluso en este país relativamente libre, se afanan tanto por los puros artificios e innecesarias labores de la vida, que no les queda tiempo para cosechar sus mejores frutos. De tanto trabajar, los dedos se les han vuelto torpes y demasiado temblorosos.

Realmente, el jornalero carece día tras día de respiro que dedicar a su integridad; no puede permitirse el lujo de trabar relación con los demás porque su trabajo se depreciaría en el mercado. No le cabe otra cosa que convertirse en máquina. ¿Cómo puede recordar su ignorancia —condición que le exige su crecimiento— quien tan a menudo tiene que usar de sus conocimientos? Debiéramos alimentarlo y vestirlo a Meces, gratuitamente, y reponerlo con nuestros cordiales antes de juzgarlo. Las mejores cualidades de nuestra naturaleza, al igual que la lozanía de las frutas, sólo pueden conservarse con delicadeza. Y no es ésta, ciertamente, la que aplicamos a nuestras relaciones con el prójimo. Algunos de vosotros, sabido es, sois pobres, os es difícil la vida, y aun en ocasiones, diríase que en la pugna con ella os falta incluso el aliento. “No dudo de que algunos de los que me estáis leyendo sois incapaces de pagar las cenas que os habéis tomado o los zapatos y ropas que ajáis o habéis ajado ya del todo; tampoco, de que habéis acudido a esta página en tiempo prestado o hurtado, robando una hora a vuestros acreedores. Ante mi vista, que la experiencia ha agudizado, se delata claramente la miseria de vuestras vidas serviles, siempre en las últimas, tratando de entrar en negocios y salir de deudas, lodazal antiguo que ya los latinos llamaban aes alienum o cobre de otro porque algunas de sus monedas eran de este metal; y sin embargo, seguís viviendo y muriendo, para ser enterrados por el cobre ajeno; siempre prometiendo pagar, pagar mañana, y acabando hoy insolventes; tratando de ganar favores (...)

Diario poético, plástico y musical

Cómo representar la experiencia naturalista en las artes.

Dilemas de todas las formas de arte humano: ¿imitar la naturaleza, tal como es... o recrear las ideas y los sentimientos humanos?

¿Pintar, fotografiar, filmar un paisaje a la medida del ser humano... o captar la naturaleza salvaje?

Claude Monet, El roble Bodmer, bosque de Fontainebleau, 1865

Impresionistas, naturalmente. Exposición del Museo Thyssen, 2013 (Haz click sobre la imagen)

Diarios que son singladuras

Diario de un viaje, una excursión, una salida al bosque, una acampada.

Diarios del "retorno al bosque"

Diario de una temporada inmersos en un espacio natural protegido o bien conservado: bosque, monte, costa, isla, laguna, río, etc.

Diarios que son senderos

José Antonio Labordeta, Un país en la mochila

Diarios que son noticias

Diarios en comunidad: medios sociales

Clásicos en que inspirarse (además de los dichos)