Microrrelatos

La vida centrifugada

A cada vuelta del tambor de la lavadora el fin estaba más cerca pero el minutero del reloj parecía clavado. La angustia se agolpaba en su garganta ¿Cuándo podría abrir la lavadora? Al fin llegó el momento y sus manos torpes buscaron las llaves del coche. Por primera vez parece que iba a ser puntual. Le extrañó ver un vendedor de la ONCE en la calle, se suponía que había salido más temprano que nunca. Pensó que el vendedor madrugaba más de lo que creía.

A cada vuelta del tambor de la lavadora el fin estaba más cerca pero el minutero del reloj parecía clavado. La angustia se agolpaba en su garganta ¿Cuándo podría abrir la lavadora? Seguía mirando cómo centrifugaba ¿cómo era posible que el tiempo no avanzase? Cerró los ojos se imaginó tomando el sol en la arena. Cuando los abrió ya había acabado la noche, la lavadora había parado y el reloj seguía marcando la misma hora. Se miró las manos, de repente se sintió más viejo y recordó con añoranza, como si hiciese ya mucho tiempo, cuando esperaba el fin de la lavadora.


La salida

Seguía atrapado allí dentro ¿Cuándo lo iban a sacar? El tiempo pasaba muy lentamente. Es verdad que no le faltaba comida ni bebida ni sentía le maltrataban, a pesar del escaso espacio. Pero eso no era vivir: era vegetar, subsistir, tiempo perdido. ¡Cuántas cosas había por hacer! ¡Cuántas por aprender! Y él ahí, muerto de aburrimiento. De repente, a empujones, sin darle tiempo a pensar, lo sacaron fuera. La luz lo cegó, hacía frío ¡ni siquiera estaba vestido! ¡se ahogaba, no podía respirar! Y lo peor es que notaba cómo perdía su memoria ¿Quién le hablaba como a un niño?


Una vida en los zapatos

Los zapatos vacíos son instrumentos ociosos. Sufren cuando trabajan, se deforman y sudan. Paso a paso se acercan a la inactividad, son olvidados unas veces y otras, parecen molestar y son arrojados fuera del tránsito social. Pero al final de sus días, quedan con la impronta personal del alma que han contenido, deformados y heridos. Se han vaciado y nadie repara en ellos. A veces se oye la noticia, en la radio o en la pagina de sucesos de un periódico, de unos zapatos encontrados solos y destrozados, en una casa cerrada, solo delatados por el mal olor. La visión de su finiquitada vida deja un regusto amargo que nos puede rondar en algunas horas de ese día. Después volvemos a ponernos nuestros zapatos nuevos y nos olvidamos sin querer volver a pensar en calzados deteriorados.