A menudo parece “ estar en marcha” , como si tuviera un motor
Se levantan constantemente del asiento.
Se mueven en momentos en los que no resulta adecuado
Se sientan de forma inadecuada, cambian constantemente de postura.
Corretean por la clase. Deambulan.
Pueden ser molestos e incontrolables. Distorsionan el ritmo de la clase.
Interrumpen las tareas o actividades de los compañeros y las explicaciones del profesor.
Hablan en exceso. Les cuesta estar sentado.
Hacen ruidos constantemente, incluso en actividades tranquilas
Tienen falta de constancia
Cambian de actividad sin finalizar ninguna.
Tienen dificultad para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio.
Se implican en actividades más peligrosas.
Tienen accidentes con más frecuencia.
Presentan unos niveles de ansiedad elevados. Mordisquean, chupan, muerden las cosas (lápices, gomas…).
Se les rompen los materiales, se les caen los objetos, son poco cuidadosos y ruidosos.
Pautas para controlar la hiperactividad
Controlar la inquietud y el exceso de movimientos inapropiados
Medir cuánto tiempo puede permanecer trabajando de forma concentrada.
Evitar situaciones en que no pueda controlar su conducta, ajustando el entorno y las peticiones a la capacidad de control del alumno.
Identificar las señales que anticipa comportamientos molestos, como golpear reiteradamente la mesa con el lápiz, y reconducir hacia la realización de tareas que supongan movimiento, como repartir fichas de trabajo.
Posibilitar el ejercicio físico para rebajar el nivel de actividad.
Permitir movimientos corporales que no supongan desplazamientos, mientras no sean perturbadores para la actividad principal.
Posibilitar los deplazamientos funcionales. Por ejemplo que se levante a mostrar al profesor una parte de la tarea.
Fomentar la actividad controlada
Organizar actividades en las que el alumnado pueda participar a diferentes niveles y realizando tareas distintas.
Programar pequeñas tareas o responsabilidades de ayuda al profesor que posibiliten eliminar la tensión y energía acumuladas. Ej.: encargarle el cuidado de la pizarra, de alguna planta del aula...
Preguntarle habitualmente, pidiéndole que salga a la pizarra.
Controlar los estímulos
Darle menos cantidad de ejercicios de modo que se centre más en la calidad que en la cantidad.
Presentarle la tarea conforme vaya finalizando la anterior, dándole un tiempo para su realización y corrigiéndola inmediatamente.
Programar la realización de tareas que requieren esfuerzo mental después de periodos de esfuerzo físico: recreo, educación física. Con esto conseguimos que el cansancio favorezca su concentración, aunque es posible que necesitemos dedicar un tiempo a la relajación.
Utilizar marcadores de tiempo como relojes de arena, cronómetros… para trabajar la conciencia del tiempo.
Permitir cierto nivel de murmullo y movimiento en el aula.
Afrontar situaciones generales de manera óptima
Ignorar movimientos incontrolados y acordar con el alumno una señal que le ayude a la reconducción sin necesidad de llamarle la atención. Ej.: guiñar un ojo.
Enseñarle a respetar los turnos de participación en tareas grupales.
Permitir que realice explicaciones a otros estudiantes.
Darle oportunidad de expresar su punto de vista en situaciones conflictivas en las que ha estado implicado.
Intervenir con el resto de compañeros para que acepten algunas intervenciones no adecuadas de su compañero.
Evitar que los compañeros imiten o animen al alumno a realizar movimientos inadecuados