César Vallejo
LXXVII Graniza tánto...

Graniza tánto, como para que yo recuerde

y acreciente las perlas

que he recogido del hocico mismo

de cada tempestad.


No se vaya a secar esta lluvia.

A menos que me fuese dado

caer ahora para ella, o que me enterrasen

mojado en el agua

que surtiera de todos los fuegos.


¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?

Temo me quede con algún flanco seco;

temo que ella se vaya, sin haberme probado

en las sequías de increíbles cuerdas vocales,

por las que,

para dar armonía,

hay siempre que subir ¡nunca bajar!

¿No subimos acaso para abajo?


¡Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!