César Vallejo
El acento me pende del zapato...

El acento me pende del zapato;

le oigo perfectamente

sucumbir, lucir, doblarse en forma de ámbar

y colgar, colorante, mala sombra.

Me sobra así el tamaño,

me ven jueces desde un árbol,

me ven con sus espaldas ir de frente,

entrar a mi martillo,

pararme a ver a una niña

y, al pie de un urinario, alzar los hombros.


Seguramente nadie está a mi lado,

me importa poco, no lo necesito;

seguramente han dicho que me vaya:

lo siento claramente.


¡Cruelísimo tamaño el de rezar!

¡Humillación, fulgor, profunda selva!

Me sobra ya tamaño, bruma elástica,

rapidez por encima y desde y junto.

¡Imperturbable! ¡Imperturbable! Suenan

luego, después, fatídicos teléfonos.

Es el acento; es él.