César Vallejo
Gleba

Con efecto mundial de vela que se enciende,

el prepucio directo, hombres a golpes,

funcionan los labriegos a tiro de neblina,

con alabadas barbas,

pie práctico y reginas sinceras de los valles.


Hablan como les vienen las palabras,

cambian ideas bebiendo

orden sacerdotal de una botella;

cambian también ideas tras de un árbol, parlando

de escrituras privadas, de la luna menguante

y de los ríos públicos! (Inmenso! Inmenso! Inmenso!)


Función de fuerza

sorda y de zarza ardiendo,

paso de palo,

gesto de palo,

acápitcs de palo,

la palabra colgando de otro palo.


De sus hombros arranca, carne a carne, la herramienta florecida,

de sus rodillas bajan ellos mismos por etapas hasta el cielo,

y, agitando

y

agitando sus faltas en forma de antiguas calaveras,

levantan sus defectos capitales con cintas,

su mansedumbre y sus

vasos sanguíneos, tristes, de jueces colorados.


Tienen su cabeza, su tronco, sus extremidades,

tienen su pantalón, sus dedos metacarpos y un palito;

para comer vistiéronse de altura

y se lavan la cara acariciándose con sólidas palomas.


Por cierto, aquestos hombres

cumplen años en los peligros,

echan toda la frente en sus salutaciones;

carecen de reloj, no se jactan jamás de respirar

y, en fin, suelen decirse: Allá, las putas, Luis Taboada, los ingleses;

allá ellos, allá ellos, allá ellos!