DESCRIPCION DE LOS JARDINES COLGANTES DE BABILONIA

Los jardines colgantes de Babilonia eran, entonces, una serie de estructuras piramidales junto al palacio del rey.

La verdad es que su nombre es un poco confuso, porque en realidad estos jardines no colgaban. El origen del nombre tiene que ver con una incorrecta traducción de la palabra griega kremastos o del latin pensilis, que habla de “sobresalir” y no “colgar”.

En realidad eran jardines que se iban haciendo más y más altos llegando a verse hasta los 90 metros de altura según algunas crónicas antiguas.

Gracias a su estructura, había árboles exóticos que se podían ver desde el otro lado de la ciudad, eso impulsó más y más la fama de un imperio poderoso rodeado de vegetación en un lugar en el que las condiciones eran áridas y precarias.

Según las crónicas que han trascendido, los jardines colgantes de Babilonia habrían consistido en una edificación compuesta de terrazas escalonadas, construidas con grandes piedras. Las piedras eran la estructura en la que se colocaba la tierra y allí se habrían plantado árboles, flores y arbustos.

Según las crónicas que han trascendido, los jardines colgantes de Babilonia habrían consistido en una edificación compuesta de terrazas escalonadas, construidas con grandes piedras. Las piedras eran la estructura en la que se colocaba la tierra y allí se habrían plantado árboles, flores y arbustos.

El ingeniero Filón de Bizancio (280-220 a.C.), narra cómo eran a sus ojos los Jardines colgantes de Babilonia.

Crecen allí los árboles de hoja ancha y palmeras, flores de toda clase y colores, y, en una palabra, todo lo que es más placentero a la vista y más grato a gozar. Se labra el lugar como se hace en las tierras de labor y los cuidados de los renuevos se realizan más o menos como en tierra firme, pero lo arable está por encima de las cabezas de los que andan por las columnas de abajo.

Las conducciones de agua, al venir de las fuentes que están a lo alto, a la derecha, unas corren rectas y en pendientes, otras son impulsadas hacia arriba en caracol, obligadas a subir en espiral por medio de ingeniosas máquinas. Recogidas arriba en sólidos y dilatados estanques, riegan todo el jardín, impregnan hasta lo hondo las raíces de las plantas y conservan húmeda la tierra, por lo que, naturalmente, el césped está siempre verde y las hojas de los árboles que brotan de tiernas ramas se cubren de rocío y se mueven al viento. La raíz, nunca sedienta, absorbe el amor de las aguas que corren por doquier y, vagando bajo tierra en hilos que se entrelazan inextricablemente, asegura un crecimiento constante de los árboles. Es un capricho de arte, lujoso y regio y casi del todo forzado por el trabajo de cultivar plantas suspendidas sobre las cabezas de los espectadores.