Una auténtica batalla a contrarreloj

La carrera mundial por la vacuna contra el coronavirus

A medida que el número de contagios por coronavirus aumenta y la pandemia se extiende a nivel global, también se acrecienta la preocupación entre los expertos, quienes, sin apenas descanso, buscan día a día una vacuna para tratar de inmunizar a la población cuanto antes.

Una carrera a contrarreloj a la que ya se han sumado varios países como China, EE.UU, España y algunos otros presentes en consorcios internacionales. Todos ellos, dispuestos a adjudicarse la patente de la cura del SARS-CoV-2, causante de la neumonía COVID-19, en más de 400.000 casos, que ha acabado con la vida de más de 18.000 personas en el planeta.

Teniendo en cuenta la gravedad de las circunstancias y la rapidez e incertidumbre con la que el virus actúa, es necesario centrar la atención en las medidas y mecanismos de prevención, como asegura Thomas B. Cueni, Director General del IFPMA (Federación Internacional de Fabricantes y Asociaciones Farmacéuticas):

“Las compañías biofarmacéuticas han movilizado a sus investigadores y revisado sus prioridades para liberar a sus equipos y dejarlos trabajar en el Covid-19. Los expertos coinciden en que será necesario aprender a vivir con este virus y que no está listo para desaparecer en el corto plazo. Por eso es esencial trabajar en el desarrollo de una vacuna”

Thomas B. Cueni, Director General IFPMA.Foto: @ThomasCueni

Los datos apuntan a que ya se han identificado hasta cuatro compañías farmacéuticas que están investigando la eficacia de una posible vacuna, sin embargo la OMS no espera que haya disponible una medida viable antes del 2021.

El gigante asiático es uno de los que más ha avanzado en sus investigaciones, seguido de Estados Unidos y, posteriormente, por la Unión Europea, quién, de forma paralela ha lanzado un proyecto de colaboración con el objetivo de fomentar la investigación de un posible tratamiento entre pequeños grupos y centros de investigación, principalmente, de universidades y pymes.

La zona euro se ha convertido en el epicentro de la pandemia y ha optado por la urgente coordinación de una respuesta común ante el brote de Covid-19 para reforzar los sistemas de salud pública y mitigar el impacto socioeconómico en la Unión Europea. Dentro de esta acción coordinada, se empezarán a trabajar diferentes líneas para frenar el brote, como: el desarrollo de una vacuna profiláctica y una vacuna terapéutica; la elaboración temprana de diagnósticos; la aceleración en el desarrollo de los nuevos tratamientos y la mejora de los sistemas de cribado, detección y seguimiento.

El Gobierno de España, por su parte, ha querido subrayar su "compromiso con el refuerzo de la investigación científica para el desarrollo de una vacuna y de una cura definitiva para el Covid-19". Compromiso que se traduce en la inversión de 30 millones de euros a esta causa, que irán a caer en manos del Consejo Superior de Investigaciones CIentíficas (CSIC) y del Instituto de Salud Carlos III para hacer frente a esta emergencia sanitaria.

Algunos expertos, como Antoni Trilla, jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, afirman que los antecedentes no son del todo positivos, si tenemos en cuenta que nunca se ha conseguido desarrollar una vacuna frente a los coronavirus que producen los resfriados, ni frente al SARS y, de hecho, la única vacuna adelantada contra el MERS es para camellos. El coronavirus 2019-nCoV, entonces, no tiene precedentes. Hay que perseguir la vacuna contra el coronavirus, claro, pero debemos comprender que el proceso va a ser lento y plagado de barreras de seguridad. Pese a los duros esfuerzos de la población mundial, la OMS advertía de que la vacuna para el Covid19, bautizado como el enemigo de la humanidad, puede tardar hasta 18 meses en desarrollarse.

¿Por qué es tan difícil crear vacunas contra los virus?

La fabricación de una vacuna es un proceso complejo con varias etapas rigurosamente controladas de inicio a fin. Esto se debe a que las vacunas son productos biológicos y se obtienen a partir de organismos vivos. Deben cumplir con unos requisitos muy exigentes de calidad y seguridad. De hecho, más del 70% del tiempo de elaboración de una vacuna se invierte en controles de calidad.

Se trata de un trabajo minucioso que implica el diseño de la fabricación de la vacuna, al cual sigue la fase de experimentación con animales para comprobar la eficacia y la seguridad de la vacuna. Cuando ambas hayan sido garantizadas, la vacuna debe ser probada en humanos mediante ensayos clínicos. Si la vacuna produce la respuesta inmune esperada, se da luz verde a su producción masiva para las campañas de vacunación de la población.

Estos métodos de actuación se vuelven más complicados cuando hablamos concretamente de virus. Los virus son microorganismos mucho más pequeños que las bacterias, visibles solo bajo el microscopio electrónico, que se componen básicamente de material genético en forma de ácido ribonucleico (ARN) o desoxirribonucleico (ADN), junto con proteínas y, en algunos casos, envolturas lípídicas. Tienen la particularidad de que necesitan de un hospedador para mutiplicarse y, de hecho, a los humanos nos han acompañado desde los orígenes de la especie.

Molécula de la familia Coronaviridae. Imágen: Asosiación Española de Pediatría (AEP)

Actualmente, carecemos de las cepas o muestras víricas que nos permitan probar ciertas vacunas, y, necesitamos el virus para poder averiguar si funciona la respuesta inmune provocada por la vacuna o no. Los científicos se encuentran con que apenas existen métodos de cultivo rigurosos para los virus y, con que tampoco disponemos de los anticuerpos precisos para comprobar que la vacuna sea realmente eficaz.

Medicamentos y fármacos contra el Covid-19

Farmaindustria, la Asociación Nacional Empresarial de la Industria Farmacéutica establecida en España asegura que ya hay identificados 30 medicamentos antivirales que están siendo probados para ver su eficacia contra el Covid-19. Actualmente, son muchos los esfuerzos por tratar de encontrar tratamientos efectivos que permitan tanto curar a los casos más graves como para tratar los más leves e intentar reducir la capacidad de transmisión del virus.

Entre los medicamentos candidatos que han despertado un mayor interés entre la comunidad científica se encuentran los antivirales probados anteriormente en patógenos como el Ébola y el VIH; los inhibidores ACE (enzima convertidora de angiotensina) y de la proteasa o fármacos inmunoterápicos. Empresas japonésas como Takeda, están desarrollando fármacos derivados del plasma sanguíneo, para tratar a las personas de alto riesgo; otras compañías, como Pfizer Regeneron Pharmaceuticals, apuestan por la cloroquina o el remdesivir. Este último, producido por la compañía farmacéutica Gilead Sciences, ha recibido una designación especial reservada para el tratamiento de “enfermedades raras”. Un estatus que podría valer millones de dólares en exenciones fiscales y ventas sin competencia, algo que ya se ha reflejado en las últimas cotizaciones de la entidad.

Este medicamento ha sido considerado como huérfano, lo que permite a la compañía beneficiarse del producto de forma exclusiva durante, al menos, siete años. Si bien es cierto que se desconoce con claridad el significado de esta posición, los expertos afirman que la solicitud de la compañía, y la decisión de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) de otorgarla, parece inapropiada dada la amenaza que representa el brote del nuevo coronavirus. La distinción podría limitar severamente el suministro de Remdesivir al otorgarle a Gilead Sciences una protección exclusiva sobre el medicamento y un control completo de su precio.