XII

Con renovadas esperanzas continuó andando sobre la arena.

Cuando llevaba -según el sol- cerca de dos horas caminando, oyó algo en la lejanía.

Era el típico barullo que se forma cuando hay muchas personas y eventos en el mismo sitio. Con esperanza de que se tratara de Naimí Haram se acercó un poco más rápido de lo que había estado desplazándose hasta entonces.

Algo resultaba muy extraño, porque a medida que él se iba acercando, le daba la sensación de que el ruido disminuía.

Hasta que llegó al lugar donde él, estaba seguro, que provenía el sonido. Dado que, como buen tuareg, tenía todos los sentidos bastante desarrollados confiaba en ellos. Pero le resultó paradójico el hecho de que allí ya no se oía absolutamente nada, ni el correr del viento.

Se quedó paralizado durante unos segundos, agobiándose más de lo que ya estaba, considerando la opción de que eso fuera un sueño; porque había caído rendido sobre la arena en el trayecto o directamente hubiera muerto.

Tras estar varios segundos dando vueltas sobre sí mismo, psicodélicamente, escuchó de nuevo algo.

Pero no era nada bueno, ni familiar: era un disparo lejano. Después otro. Y después otro. Y así iba aumentando la cadencia de los disparos y disminuyendo la lejanía con que se oían. Cuando sonó uno perfectamente cercano -aunque no pudo ver quién lo disparaba, ni el propio disparo- salió de su abstracción y se tiró brusca e instintivamente detrás de una pequeña duna.

Allí, más despierto, empezó a entenderlo todo:

«Han creado el barullo intencionadamente, para que yo me acercara y, después, lo han silenciado para tenderme una emboscada.

Ha tenido que ser obra de los mafiosos –como ya se había acostumbrado a llamar-.

Pero, un momento…

El ruido se oía en la dirección que yo iba, en la que creo que está Naimí Haram, ¿lo habrán hecho a propósito para que no me tenga que desviar y crea con más seguridad que en esa dirección está mi ciudad natal?

Si fuera así querría decir que voy –iba- por buen camino.

Durante una cienmilésima de segundo se alegró, pero esa alegría fue rápidamente cambiada por tristeza, miedo, rabia, impotencia y desesperación al oír otro disparo aún más cercano.

Esta vez fue peor: vio la bala, en dirección hacia el cielo.

Posiblemente estuvieran disparando a la nada para asustarle, lo que confirmaría que iban exclusivamente a por él.

«En tu travesía te irás encontrando con pruebas de ingenio, y a veces… con pruebas no tan… mentales, digamos.» Recordó que eso era lo que decía textualmente la carta que había leído hace ya, nadie sabe cuánto tiempo.

Resulta que con «no tan mentales» se refería a enfrentamientos o batallas directamente, y Mahu estaba en clara desventaja.