VI




Se acercó a las puertas (ya estaba harto de puertas) y resoplando empezó a pensar.


Tenía miedo, podría haber cualquier cosa tras las misteriosas entradas; tenía miedo además porque el mensaje que le habían mandado (que era su único contacto con la sociedad) no era precisamente muy esperanzador ni tranquilizador.


No podía concentrarse porque le venía a la cabeza las cualidades de lo que fue una compañía tan cercana, tan suave, tan atenta; en definitiva su cabra era increíble.


Detrás de las puertas solo se veía oscuridad. Por seguir un orden se acercó a la primera: había un pasillo con curvas cada poco tiempo muy simple y con muy pocas cosas escritas a los lados. Lo que estaba escrito no era elegante, estaba escrito rápido y "en sucio". Porque no eran jeroglíficos, estaba escrito en demótico: que era una versión de los jeroglíficos pero más simple y que se utilizaba para cosas cotidianas como datos de la tierra que tenía cada habitante, registros de compras...


Para que os hagáis una idea es el tercer idioma que está en la piedra de Rosetta, ya que en ella están: los jeroglíficos típicos, el demótico y el griego.


Él también entendía algo del demótico ya que es como los jeroglíficos pero con caracteres más rápidos. Parecía que lo escrito iba de números, como si fuera un acertijo que tenía como resultado una cifra.


Como usaba palabras familiares le fue fácil entender qué decía el acertijo: «Un agricultor tiene un huerto. Cada año el estado le multiplica sus pertenencias tantas veces como codos cuadrados tenga en ese momento su huerto. Si el huerto tiene 3 codos cuadrados, ¿cuántos codos cuadrados abarcará el primer, el segundo y el tercer año?» Los codos eran una medida aproximada que se usaba en Egipto. Pero que sea aproximado no importa en este problema.


Lo dedujo fácilmente: era una extraña forma de representar un crecimiento exponencial. Como empezaba por 3 la solución sería: 3-9-81. Siguió andando por el pasillo que de repente terminaba en una pared vacía. Tocó a ver si sonaba hueco, porque los egipcios eran muy propensos a poner paredes falsas y esconder algo detrás, pero no fue así. No había ningún sitio donde se pudiera poner la solución ni nada por el estilo… Empezaba a pensar que estaba perdiendo el tiempo.


Se dio la vuelta y recorrió el pasillo en sentido contrario, revisando cada rincón pero sin encontrar nada de interés: lo más llamativo que vio fue una araña.


Cuando volvió a la sala principal en la que había estado antes pensó que sería bueno apuntar todo, así que sacó la carta y por detrás apuntó el resultado así:

Puerta 1: 3-9-81