IX

Volvió a leer la carta y se dio cuenta de que hablaba de qué pasaría si se equivocaba pero no de qué pasaría si acertaba. ¿Sería un simple entretenimiento y no pasaría nada? ¿Se abriría una puerta mágica que le llevase a su casa en Naimí Haram y se olvidaría de todo? ¿Podría al menos escapar de aquella cueva, mastaba, monumento o lo que fuese?...

Pero para averiguarlo tendría que solucionar el acertijo matemático…

Miró la serie, no había ninguna relación entre los números, solo entre los tres primeros. Siguió pensando con "métodos" como ver si la diferencia entre un número y el siguiente seguía algún patrón o si la suma de dos números contiguos era igual al siguiente…

Pero como el lector puede comprobar no funcionó.

Sin embargo, tras mucho, mucho tiempo de darle vueltas a la cabeza y tras la desesperación correspondiente tuvo una idea. Basada en un concepto ya descrito: la serie de Fibonacci. Pero no pensó que la serie del acertijo cumpliese las características de la serie de Fibonacci (ya que no es así), sino que el número de cifras de los números de la serie original las cumpliesen.

Lo dicho quedaría así (lo apuntó, claro):

Serie con el número de cifras: 1-1-2-3-5

¡La serie de Fibonacci! Pero… ¿cuál era la solución entonces?

Mahu dedujo que la serie de Fibonacci seguiría con un ocho (ya que 3+5=8). Pero entonces la solución de la serie original, que era lo que realmente le interesaba, sería cualquier número de ocho cifras. ¿Era eso una solución válida? «Si ni siquiera era un número concreto -pensó Saharata.»

Según la carta sólo tenía un intento. Pero si su hipótesis era cierta había más de una posibilidad (90 millones, en concreto). En realidad estaba bastante seguro de que su idea era la solución, más que nada porque no encontraba ninguna otra lógica; el problema era que solo tenía un intento que no podía desaprovechar.

Se dirigió a la balanza y observó los pesos. Como la carta decía, cada peso tenía un número escrito, que aunque era totalmente abstracto (porque no tenía magnitud) era directamente proporcional a la masa del peso en el que estaba tallado (o al menos al tamaño, ya que desconocemos su densidad).

Se fijó en los números que había en concreto y reflexionando se dio cuenta de que no podía haber muchas combinaciones equivalentes a un número de ocho cifras. Pensó que si solo había una combinación de ocho cifras era una muy buena señal, ya que podría querer decir que su idea es cierta porque ya solo hay una posibilidad y no 90 millones. No había pensado en eso…

Se puso manos a la obra, más ilusionado por su reflexión. Había números de todo tipo: el número más pequeño era 1 y el más grande 100 millones (los más grandes eran iguales entre sí y no directamente proporcionales, ya que sería una locura). No le costó demasiado sacar la combinación ansiada porque comparado con los números que abarcaban los límites había muy pocos pesos. El número era 86858000. Como se puede deducir, no usó todos los pesos.

El número le sonaba… « ¡Ah, sí! –Recordó Mahu-. Me suena porque se parece vagamente al último número de la serie.» No podía ser una coincidencia…, nada podía ser una coincidencia a esas alturas.

Por algún motivo no le costó sacar la relación: 86858000 = (3+9+81+365+86400) · 1000. Los egipcios y sus "bromas".

No lo dudó, puso el peso rojo en el otro lado de la báscula. Recordemos que según el texto cuando se pone el peso divergente sobre el lado de la báscula opuesto a donde se han puesto los otros pesos se da por finalizada la construcción de la expresión final y el resultado es definitivo.