Se dirigió hacia el lugar en cuestión, aunque sabía perfectamente que no le interesaba, que sólo iba allí para ocupar su cabeza de pensamientos más agradables que: «Seguramente voy a morir aquí, ¿qué puedo hacer para evitarlo?» o «Me estoy asando de calor y me estoy deprimiendo de aburrimiento, ¿por qué no me tumbo y me quedo aquí hasta que pierda la consciencia?». Y porque no sólo era un tema tonto sobre el que hablar mentalmente, sino que ya le picaba la curiosidad.