Nos han enseñado a corregir, a dirigir, a llenar de actividades, a tenerlo todo bajo control. Pero… ¿cuántas veces nos hemos detenido simplemente a observar, sin intervenir? ¿A confiar en el ritmo propio de quien crece?
La infancia no pide explicaciones, pide presencia.
No exige respuestas, sino escucha.
No necesita tanto ser guiada, como sentirse acompañada.
Y acompañar no es fácil. Porque nos confronta. Porque nos lleva a mirar también nuestras heridas, nuestras prisas, nuestros miedos.
Pero es ahí, justo ahí, donde empieza algo distinto:
Una relación más honesta.
Un vínculo más profundo.
Una forma de estar que no impone, sino que sostiene.
🌱 Tal vez no se trate de hacer más. Tal vez se trate de estar de otra manera.
🌱 Si sientes que hay otra manera… quizá sea el momento de empezar a caminarla.