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El Sujeto en la Creatividad
©Por Abdel Hernandez San Juan
Para ser creativo el sujeto, en el movimiento que le lleva desde el sercioramiento de su propio ser respecto a sí mismo y al mundo, debe “faltar a su lugar”. El lugar al cual falta, o debe faltar, sin embargo, no es aquel que sería propiamente un lugar en el sentido descriptivo de un “sitio”, “lugar” o “espacio físico”, como quien falta literalmente a un lugar en tanto “deja de ir”, ni en aquel otro que correspondería a una “ausencia”, es decir, como un dejar de estar donde habría estado o le habría correspondido estar. Si falta a su lugar no es porque “deja de estar” o “deja de ir”, no es porque se ausenta, o abandone “la presencia” según entendemos esta relación entre “presencia” y “ausencia” de acuerdo a una fenomenología, digo faltar a su lugar porque, de acuerdo con la secuencia que correspondería, en la metafísica del ser, a la relación entre “el ser” y “la nada”, es decir, entre el sercioramiento del ser, “es”, “existe”, corroboro que “soy”, que “estoy siendo”, y su otredad, su opuesto, que entendemos como el “no ser”, o “lo que no es”, el otro absoluto del “soy” y el “estoy siendo”, “la nada”, el sujeto falta a ese secuencia, es decir, ya no se va a mover según las preguntas que le habrían movido si la pregunta hubiere sido efectuada de acuerdo a las secuencias que corresponden a la relación entre “el ser” y “la nada”.
Falta a su propio lugar, sin dejar de estar en el mismo, porque en ningún momento, para moverse según otra secuencia, deja necesariamente de seguir siendo también un ser ni deja ese ser de seguir encontrando como “lo otro de su ser”, la nada. Falta, sin embargo, indudablemente a su lugar, desde el momento en que para ser productivo, para generar obra, bien sea en el sentido de la “parole”, la producción de “actos de habla”, literalmente “speach”, discurso hablado frente a otros y entre otros, bien sea en el sentido de la producción de artefactos de la cultura material, obras de arte, creaciones y producciones simbólicas, o simplemente creación y producción en el sentido de la escritura, obras literarias, ensayos, literatura creativa filosófica, artística, etnográfica, de ficción o del tipo que sea, tiene que moverse según otras secuencias. Para ser creativo el sujeto tiene que experimentar un emplazamiento, moverse respecto a sí mismo aplazado.
Desde este momento en el faltar a su lugar que le es dado como “sujeto de la creación”, el sujeto no puede sino moverse según las visitaciones que le estén dadas de acuerdo al material de esa creación. Si su producción es escritural tendrá que efectuarlo desde la escritura según el sujeto mismo se efectúa y se discierne en la escritura. Si es en el lenguaje hablado tendrá que efectuarlo desde el mismo en la parole, si es en la creación y producción de cultura material y simbólica tendrá que hacerlo desde la misma. De una vez en la escritura todas las preguntas sobre el sujeto habrán de moverse de acuerdo a una crítica de la misma, la relación entre “la escritura” y “el sujeto” devendrá así en una crítica del sujeto en la escritura y de esta última en aquel.
Ya no podrá el sujeto, una vez en la escritura, restablecer una relación a aquel lugar supuestamente originario, sino sólo de acuerdo a cómo la escritura misma supone, y en su crítica, una relación con el sujeto y con la subjetividad. En la escritura, en su devenir generativo, en el acto de su creación, el destinatario está omitido y por la misma razón, el sujeto de la escritura está a solas con la escritura; en la escritura. Sin la presuposición de este destinatario omitido no sería posible, incluso, la organización misma del lenguaje. El sujeto en la escritura se las ve todo el tiempo con un auditorio imaginado el cual se vuelve inclusivo en las diferentes formas que da forma a esa escritura, si es o habría de ser este o aquel tipo de lector, según el género, los tipos de lectores que leerán este ensayo o de auditórium que le escucharán leído en voz alta, etc.
La crítica sobre ese “faltar a su lugar” del sujeto se restablece así pues, según el medio, en una diversidad de posibilidades. La escritura abre una crítica la cual según su secuencia se mueve hacia el infinito. Hacia el infinito se mueve también la pregunta por el sujeto de acuerdo con el habla según el cual el sujeto está situado ante una actividad perlocutoria en la cual se encuentra en la actividad generadora de lenguaje entre otros sujetos, bien porque en su hablar enuncia de acuerdo a contraenunciaciones que vuelven sus propias enunciaciones contraenunciaciones, o bien porque, en el acto solitario del hablar, en el “speach act”, en la retórica de su hablar, habla a un auditórium silente que le escucha y espera a que su discurso comience, se desarrolle y culmine en su propia totalidad. Y así, de acuerdo al medio y al media de ese lenguaje, si es en las artes, las diferentes formas en que estas se expresan, en las artes plásticas sus distintas modalidades, pintura, dibujo, performance, etc., supondrán cada una en sus series y secuencias, posibilidades al infinito cada una exponencial para la crítica de la relación entre “el sujeto” y esa forma de su emplazamiento, de su “falta a su lugar”, de estar en la producción. Si es en las restantes artes, la literatura, el cine, la música, en cada una tendrá sus efectuaciones sobre el faltar a su lugar del sujeto en un modo distinto y, sin embargo, en su propia dirección, potencialmente infinita.
Ahora bien, antes de adentrarme en los asuntos que me plantea una crítica filosófica del sujeto comenzando por la escritura según esos diferentes medias y sus articulaciones, deberemos preguntar cómo es posible en general o, si se quiere, cuáles son las condiciones de posibilidad, lingüísticas, ontológicas, cognitivas e incluso metafísicas para, habiendo faltado a aquel lugar que habría correspondido a la secuencia que se movía entre “el ser” y “la nada”, el sujeto pudiera encontrarse según el principio de la generatividad, la creatividad y la producción. La pregunta aquí es cómo es posible en general este movimiento según otra lógica de acuerdo con la cual el sujeto ya no hace sino restablecer su relación a aquel supuesto originario, por medio de “visitaciones” y diferentes formas del “ir a” según los diferentes medios, retóricas y formas del lenguaje con el cual está creando. Porque cómo podría un sujeto, si a decir verdad, nunca deja ni de ser, ni de estar siendo, ni de devenir, ni incluso de acaecer, si nunca deja de seguir en ese lugar, moverse desde y en la nueva relación entre “el sujeto” y “el medio del lenguaje”, en una forma que no le restablecería más ante aquella originaria del ser sino sólo según “formas del ir” y de sus “visitaciones lingüísticas”?.
Ciertamente podríamos decir que ese movimiento otro no sería posible ni podría corresponderse con otra secuencia si no fuera por el medio del lenguaje, es decir, si no fuera por el media de ese lenguaje. Y efectivamente el medio del lenguaje efectúa una disposición preponderante a este respecto. Sin embargo, si al media de ese lenguaje, por su simple existencia y aparición, correspondiera toda la cuestión, no podríamos sino buscar al sujeto en el media y nunca podríamos, desde este, según las visitaciones que desde el lenguaje son posibles, entender el ser que continúa siendo, deviniendo y acaeciendo. Y voy a decir que este principio según el cual se efectúan las posibilidades según diferentes secuencias, es el de la diferencia, la diferencia por supuesto en el sentido del “no es lo mismo”, es decir, “no es lo mismo”, preguntar desde el ser existencial respecto a la nada o al tiempo, que preguntar por el sujeto desde la creación y la producción, y desde el momento en que “no es lo mismo” no lo es porque es diferente, comienza a ser “otra cosa”.
Tampoco puede ser lo mismo un sujeto cuando hablamos respecto a este según experiencia a “su otredad”, a “su otro”, el “no ser”, “la nada”, que cuando le vemos respecto al tiempo, como decía Heidegger, y menos cuando le vemos según el “faltar a su lugar” que en la subjetividad es requerido para que el mismo esté en la creación, en la producción, en la generatividad, y en este con determinados medios y lenguajes. Porque lo que en aquella secuencia se correspondía con un ser sin lenguaje respecto al sentido, entre “el sentido del ser”, “el sentido de la vida”, y “su otro”, “el vacío de ser”, o “el no ser en general”, y lo que en la otra se correspondía con ese ser ante el devenir y el tiempo en el decursar, en la creación y la producción la otredad de ese sujeto no habrían sido ya un “vacío de ser”, o un “estado del ser” respecto al tiempo, sino un lector, un otro real; otro sujeto.
Ahora bien, “el no es lo mismo” de la diferencia, el “es otra cosa”, el no es igual de la diferencia, se correspondería con un principio ontológico de desemejanza?. Esta es una buena pregunta. No se debe a un principio de desemejanza, como un esto es desemejante a aquello, sino antes bien con un principio de otredad como un “no es lo mismo”, es diferente, y por lo tanto “es otra cosa”. No sería tanto una diferencia que desde una totalidad indiferenciada respecto a sí misma, devendría desemejante, que desde una mismidad absoluta de alguna cosa originaria, le fuere siendo distinto por serle desemejante en la forma de una “diferencia de lo mismo” o una desemejanza entre dos formas de lo mismo, sino que sería diferente porque no sería lo mismo, y desde el momento en que no sería lo mismo su relación de diferencia no sería de desemejanza, sino de otredad. Y sin embargo, para la pregunta ontológica, respecto al ontos de ese “faltar a su lugar” la diferencia se presenta también ella misma como ontológica, es decir, que puede faltar a su lugar para ser productivo porque hay diferencia, si no hubiera diferencia no le serían dadas, ni le serían posibles al sujeto en general tanto como al sujeto de la creación, esas otras secuencias y formas de su emplazamiento y su producción.
Viene al primer plano aquí el asunto de la producción del sujeto y de la subjetividad porque si hablamos del sujeto respecto a su producción y decimos el sujeto y su producción, no podemos dejar de decir en las dos formas, en aquella según la cual “el sujeto produce”, ese sujeto produce, crea, y en aquella en la cual “el sujeto se produce”, es decir, se produce en su producción, su producción es por lo mismo, a su vez, no sólo producción por el sujeto sino también del sujeto, es decir, “producción de sujeto” y “producción de subjetividad”. Es significativo diferenciar el concepto de “otredad” ante el concepto de “alteridad”, porque el concepto de alteridad sólo supone la otredad como una forma alterizada de “lo mismo”, es decir, como una forma desemejante de un “lo mismo” que es diferente porque es otra forma de “lo mismo” y por lo tanto se le presenta como “alteridad” a la “mismidad de esa cosa”.
El concepto de alteridad supone una relación de semejanza y o desemejanza de una cosa que es la misma y que “es lo mismo” la cual se respecta según se es semejante o desemejante, el concepto de “otredad” supone una exterioridad radical, una diferencia de una cosa respecto a otra porque “no es lo mismo”. Es performance, es la performance. Mientras en aquellas secuencias que se correspondían a “lo otro del ser”, en una modalidad, “la nada” entendida como el “vacío de ser” y lo que “no es”, la materia en toda su vaciedad de significados, sentidos y lenguaje, en la otra modalidad, “el tiempo”, entendido bien como “tiempo inerte”, distinto al tiempo que le da al ser “su propio tiempo”, “el objeto” para “el sujeto” era entendido como lo otro absoluto del lenguaje, en el faltar a su lugar que respecta a la diferencia que hace posibles “la producción”, “la creación” y “la generatividad” de obras y productos de su creatividad, el sujeto no está ante “el no ser de otra cosa”. en su vaciedad o en su forma inerte, sino que está de una vez produciendo y produciéndose.
Y en esta otra forma de la producción la relación va a restablecerse no ya entre “un ser” y “su otro absoluto”, sino entre “un sujeto” y “una subjetividad” que se producen, que están produciéndose, “un ser” que es una y otra vez “visitado” y “revisitado”, un ser al cual “se va” en diferentes formas y según distintos medios y medias. No es ya incluso necesariamente visitándosele en la forma del ser o de un ser, sino en tanto producción de subjetividad y sujeto por si mismo, en tanto tal, como sujeto. Ahora bien, como decía, esto no significa que respecto a la persona individual, este individuo no pueda o no esté en condiciones de volver sobre sí mismo en la forma del sí mismo a un lenguaje que le remitiría a la relación entre su ser y la nada, su ser y el tiempo, sino que para moverse según aquella relación ese mismo individuo tendría que moverse desde la secuencia, el género y la serie de la producción según el cual produce y crea obras, hacia aquella otra que no es la misma, tendría por lo mismo que directa y literalmente cambiar de serie, salirse de una para entrar a la otra desde su comienzo.
Pensar que podría por supuesto supone pensar que este individuo está en condiciones de moverse hacia aquella secuencia sin traerse consigo, no ya sólo el lenguaje y los medias de este, los medios del lenguaje, sino algo más significativo, lo que entendemos como las inscripciones que suponemos en el lenguaje mismo este individuo recibe. Ahora bien, la pregunta aquí es cómo puede moverse desde una secuencia hasta la otra que no es la misma y que es diferente, sin dejar de ser y de estar siendo si las inscripciones ya estaba allí, e incluso estaban en la forma misma antes de que le pensáramos a esa forma un sujeto y a ese sujeto una persona o a la inversa, esa persona a ese sujeto y la producción de uno por el otro, del devenir siempre otro de cada cual según su propia vida y su propia experiencia de vida, el sujeto y la persona.
El hecho de que las inscripciones estaban allí en el lenguaje mismo antes de que incluso le pensáramos a ese lenguaje un sujeto y le pensáramos una persona, respecta al hecho mismo de que para crear y producir lenguaje con el lenguaje, en la forma misma en que el lenguaje se le presenta al sujeto de la creación y la producción, el lenguaje mismo trae en su forma un sin fin de inscripciones, inscripciones que están inscritas en la forma. El lenguaje mismo es en este sentido inscripción, en el están inscritas las formas en que están presentes primero los géneros en el lenguaje, los géneros que no son sino inscripciones a propósito de los tipos de lectores, de auditórium, los tipos de destinatarios, los tipos de modos de la lectura, la recepción y la institución de esa recepción que han tenido lugar previamente en la formación de los modos lingüísticos.
Comprender que las inscripciones estaban en el lenguaje mismo antes de que le pensáramos a este un sujeto o una persona es lo que hace pensar si alguna vez ese sujeto estuvo en aquellas otras secuencias a cuyos lugares falto, las existenciales y las metafísicas, en otro modo que no fuera también en el lenguaje y respecto a este. Sin embargo, aquí el asunto no se refiere tanto ha si aquellas secuencias respecto a “lo otro del ser” fueron alguna vez en otras forma que no fuera en el lenguaje, pues sabemos que siempre ha sido en el lenguaje, sino que se refiere más bien al hecho de que mientras en esta, la creación y la producción de obras de la creatividad, es un “otro real” quien resulta omitido siendo anticipado en la formación misma de un lenguaje a quien se le habla, en aquellas en que lo otro de ese ser eran la nada o el tiempo, lo que resultaba omitido era el lenguaje mismo; aunque aquel no dejaré nunca de estar ahí.
Se omitía el lenguaje en aquellas para que el ser, por un efecto de omisión, pudiera hablar algún lenguaje que se pudiere considerar el suyo propio. En la producción y en la creación, en cambio, hacemos lo opuesto, traemos el lenguaje y su media al primer plano, y en el lugar de un lenguaje omitido, se omite un destinatario, aquel a quien ese lenguaje se orienta, deviniendo así desde adentro en el horizonte de la formación misma del lenguaje, en su anticipación, en su forma articulatoria. En la lógica que corresponde por lo tanto a la producción que hace el sujeto en la creatividad y a la producción de si y de la subjetividad que hace en sus obras, el sujeto de la creación, el que crea y produce, tiene que inevitablemente jugar a ser ambas cosas al mismo tiempo, el que crea y el que lee lo que crea si es escritura, el que escribe y es lector de esa escritura, el que comunica a un lector o un espectador, y el lector y espectador de su propia obra, de su propia producción, de su creación.
De modo que se es lector en la anticipación de un lector y en esta anticipación de los lectores, el sujeto de la creación en la producción de sujeto y subjetividad produce ambas cosas, produce al sujeto de esos enunciados que habrá de ser aquello que en la obra misma, la obra misma, habla una lengua, la lengua de esa obra, su lenguaje, y tendrá que producir a un lector. En la anticipación misma de los lectores el sujeto de la creación anticipa por el modo mismo en que conoce sus inscripciones en el lenguaje, a los lectores reales conocidos, tipificados y anticipados, y trabaja con los géneros que hacen posible la comunicación con esos lectores como en los mismos están inscritas determinadas inscripciones precisamente sobre las obras y sobre sus recepciones.
Sin embargo, en la medida en que el sujeto de la creación y de la producción crea un estilo propio, una forma expresiva propia en la que se comunica, en la misma medida en que produce sujeto y subjetividad en el lenguaje en la secuencia que corresponde al faltar a su lugar que es propio a esa producción de obras, el sujeto de la creación tiene que moverse todo el tiempo, de un lado, respecto a la exterioridad que clausura y cierra como un todo estético su obra, su creación, entre una imaginación de un lector anticipado como este le está dado en el mundo de los lectores conocidos que son los destinatarios de su escritura, de su producción, y un lector utópico, creable, producible, performable, inventable que debe ser creado de acuerdo con los mismos principios que, en el hacer posible el lenguaje y sus articulaciones en tanto inscripciones, hacen posible la creación de lenguaje según los lectores anticipados reales, anticipados, claro, en sus inscripciones.
Es preciso referir en este punto que el movimiento entre dos ideas de lectores, el que le viene dado como inscrito en la forma y el que se le va presentando como performado en la forma de un lector utópico, el que se va dando en la forma que va surgiendo, no tiene porque, ni debe ser pensado en otra forma que como uno y el mismo lector, es decir, como los mismos lectores. No se trata de escribir para extraterrestres, se trata de que toda literatura trae en sí misma en el movimiento que hace la efectuación de su lectura, en ese mismo lector, en la lectura que hace ese mismo lector que lee la obra, si lee y la obra le propicia sensaciones, emociones, intuiciones, conceptos, relaciones, evocaciones nuevas, en sus propias inscripciones y condiciones de lectura, ese mismo lector puede ser y son de hecho los lectores utópicos, performables, producibles. No es este sino el principio de acuerdo con el cual siempre y desde siempre han tenido lugar y se han efectuado todas las lecturas que hemos hecho de todas las obras literarias, artísticas y simbólicas desde la antigüedad hasta nuestros días. Es además el modo en que usualmente leemos y somos espectadores de las obras literarias, plásticas, cinematográficas, musicales y simbólicas en general
Bibliography
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Deleuze Gilles, Empiricism and Subjectivity, Columbia University Press, 1991
Todorov Tzvetan , Genres in Discourse, Cambridge University Press, Published August 31st 1990 by (first published 1978)