El Romanticismo en España

En España, la Guerra de la Independencia (1808-1814) fue la dolorosa culminación de una serie de conflictos internos e internacionales. Al terminar la contienda, la situación no podía mejorar bajo el desastroso reinado de Fernando VII Cuando éste muera en 1833, su indecisión y su falta de habilidad política habrán dejado la semilla de las sangrientas guerras carlistas, que azotarán el país durante buena parte del siglo. La regencia de Ma Cristina y el posterior reinado de Isabel II (1844-1868) no se caracterizan por su estabilidad. Luego, el sexenio revolucionario, el breve reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873), la I República, la Restauración borbónica en la persona de Alfonso XII (1875), y el siglo finaliza con la guerra contra EEUU y la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Las Filipinas. Cien años de conflictos, persecución, inestabilidad y sangre, que repercutieron sensiblemente de un modo negativo en las manifestaciones artísticas, muy especialmente en el ámbito de la música.

España no conoce en el siglo XIX un movimiento musical semejante al Romanticismo europeo, prácticamente desconocido hasta la década de 1860, y sólo el nacionalismo tardío de Albéniz y Granados, a finales de siglo, logrará aproximar nuestra música a las corrientes principales europeas contemporáneas. En un contexto de retraso generalizado, tan solo la producción de personalidades aisladas o la labor de instituciones dedicadas a la enseñanza y el cultivo de la música, como los incipientes Conservatorios de Música (Madrid, 1830; Barcelona, 1838), Liceos y Sociedades Económicas de Amigos del País, lograron paliar relativamente la penuria musical que asolaba el país.

En líneas generales, la música española del siglo XIX es un pálido reflejo de aquélla procedente de Italia. Después del breve desarrollo de la música instrumental, favorecido por la presencia de italianos como Scarlatti y Boccherini en la Corte, reina en España la ópera italiana y el afán de los compositores se concentra, sobre todo, en la creación de un género operístico español, a fuerza de copiar inconscientemente los moldes italianos. Mientras en Centroeuropa los salones de la nobleza y la burguesía servían de hogar a la música sinfónica y camerística, en los salones españoles se cantaba en italiano. Rossini era recibido en triunfo, en tanto Beethoven resultaba un casi perfecto desconocido. La zarzuela y, sobre todo, el

género chico, serán los únicos capítulos donde los músicos nacionales no traten de imitar ejemplos foráneos.