Carta sobre el Método Espiritual
No hay ningún método espiritual sin estos dos elementos básicos: discernimiento entre lo real y lo irreal, y concentración en lo real. El primero de estos dos elementos, el discernimiento o la discriminación (vijñāna en sánscrito), no depende de ninguna forma religiosa especial; sólo presupone la comprensión metafísica. El segundo elemento, sin embargo, requiere un soporte de carácter sagrado, y esto significa que sólo se puede llevar a cabo dentro del marco de una tradición normal. El objetivo del método es la concentración perpetua en lo Real, y esto no se puede conseguir con medios puramente humanos o sobre la base de la iniciativa individual; presupone una transmisión regular como la que únicamente existe dentro de una tradición normal. Porque, ¿qué es el hombre? ¿Qué es su débil voluntad? ¿Cómo puede adherirse a lo Absoluto sin integrar primero todo su ser en una forma no individual (es decir, supraindividual)? Para ser precisos: no hay ningún camino espiritual fuera de las siguientes tradiciones o religiones: el judaísmo, el cristianismo, el islam, el buddhismo, el hinduismo y el taoísmo; pero el hinduismo está cerrado para los que no han nacido en una casta hindú, y el taoísmo es inaccesible.
La garantía de un método espiritual es que se reciba de un maestro espiritual; la garantía del magisterio espiritual, además de la ortodoxia doctrinal, es la cadena iniciática que se remonta a uno de los grandes fundadores de religión –o avātaras, como dirían los hindúes-. La obligación del discípulo es obedecer a su maestro; la obligación del maestro es demostrar su vínculo con la cadena iniciática. Un maestro tiene derecho a no aceptar a un discípulo; tiene derecho a ocultar su enseñanza a los intrusos, pero no tiene derecho a ocultar a sus discípulos la cadena espiritual que representa o sus predecesores espirituales.
El maestro transmite: (1) la influencia espiritual que deriva del fundador de la tradición y, a través de él, de Dios; (2) las claves para la comprensión del método o las claves para la meditación; (3) los soportes sagrados para la concentración perpetua en lo Real.
El signo distintivo de un maestro espiritual es su consciencia de la relatividad de las formas –así como de su necesidad-. Sólo un hombre cuyo conocimiento trasciende las formas sabe lo que éstas implican. Un maestro cuya perspectiva espiritual está limitada por un marco formal o tradicional particular no es un maestro completo (aunque un maestro auténtico puede no estar familiarizado con tradiciones distintas de la suya); y un maestro que rechaza todas las formas es un falso maestro (aunque un maestro auténtico puede reducir la forma tradicional a sus elementos esenciales, y sin duda lo hará). Ningún maestro auténtico se sitúa fuera de una tradición (o religión) dada, porque conoce su significado y ve su origen divino.
En la vida espiritual no hay lugar para los experimentos individuales; son demasiado ruinosos.
Titus Burckhardt
Publicado en “Mirror of the Intellect. Essays On Traditional Science and sacred Art”, SUNY Press, 1987. Traducción de Esteve Serra