Selección de textos de Ibn Battuta

La Cúpula de la Roca:

Se trata de uno de los más portentosos, perfectos y sorprendentes edificios por su forma. Reúne una porción de hermosuras, habiendo tomado algo de cada maravilla. Se alza en una elevación, en el centro de la mezquita, a la que se sube por una escalinata de mármol. Tiene cuatro puertas. Toda su rotonda está pavimentada, como lo está su interior, con mármol de perfecta ejecución. Tanto por dentro como fuera hay variadas clases de adornos, tan espléndidos que se hace imposible describirlos. La mayor parte de todo ello está recubierto de oro, con lo que la cúpula brilla como perlas de luz y resplandece con la intensidad del relámpago, cegándose la vista de quien la contempla en todo su esplendor. La lengua humana no es capaz de describirla. En medio del templete está la noble Roca que se menciona en las tradiciones, pues el Profeta ascendió desde ella al Cielo. Se trata de una roca sólida, cuya altura alcanza una braza.

Bajo la Roca hay una cavidad de la capacidad de un pequeño cuarto, cuya altura es también de una braza y a donde se desciende por una escalera. Allí hay un a modo de mihrab. En torno a la Roca existen dos rejas perfectamente hechas que la guardan: la más cercana a la Roca es de hierro, de factura maravillosa; la otra es de madera.

Salida de La Meca:

Salí de La Meca en las postrimerías del 20…, acompañando al emir de la caravana del Iraq, al-Bahlawan M. al-Hawih, que era de Mosul. Se ocupaba de dirigir la peregrinación desde el fallecimiento del jeque Sihad ad-Din Qalandar, que era persona generosa, distinguida y apreciada por su rey, restaurándose barba y cejas al modo de los qalandaríes. A partir de La Meca con el emir al-Bahlawan, éste alquiló para mi una mitad de litera hasta Bagdad, pagó el coste de su peculio y me tomó bajo su protección.

Después de cumplir la circunvalación de despedida salimos para Batn Marr con una multitud de iraquíes, jurasaníes, persas y otros iranios imposibles de enumerar. A su paso la tierra se agitaba como el del mar se tratase. Marchaban cual una nube prieta, de suerte que quien salía de la caravana por cualquier necesidad –y careciendo de señal con que guiarse—perdía su sitio, sin acertar con él por el mucho gentío. En esta caravana llevaban numerosos depósitos de agua para los viajeros necesitados, con lo que podían saciar su sed, así como camellos para transportar munición de boca destinada a socorrer a los menesterosos; y remedios, jarabes y azúcar destinados a los enfermos. Cuando la caravana acampaba se cocinaba la comida en grandes perolas de cobre denominadas dusut. De eso se alimentaban los viajeros pobres y todo aquel que no tuviera provisiones. Además acompañaba a la caravana un hato de camellos para trasladar a los impedidos. Y todo ello a cargo de las obras pías del sultán Abu Said, por su gran largueza.

En esta caravana puede hallarse todo género de mercancías y objetos para la venta, toda clase de comidas y frutos. Caminan de noche con antorchas encendidas por delante de las ringleras de camellos y las literas. Y puede verse cómo resplandece la tierra de luz, volviendo la noche en día luminoso.

Mención del rinoceronte (en el valle del Indo):

Después de cruzar el río del Sid, conocido por Bany Ab [Punyab/Punjab], entramos en una algaida de Cañizares con la intención de tomar una senda que había en su mitad. Un rinoceronte apareció ante nosotros. Su aspecto era el siguiente: de color negro, con un gran corpachón, la cabeza de buen tamaño y desproporcionada. Por eso dice el proverbio: “El rinoceronte, cabeza sin tronco”. Es menor que el elefante, pero su cabeza es más grande, con mucho. Tiene ente los ojos un solo cuerno de una longitud aproximada de tres codos y una anchura de un palmo. Cuando nos salió al paso en el cañizar, uno de los jinetes le atajó en su marcha y el animal corneó al caballo atravesándole el anca y derribándole; después se refugió en la álgida y no pudimos hacernos con él. Tuve ocasión de ver por segunda vez un rinoceronte en este viaje, después de la oración del asr, mientras pacía. Cuando nos aproximamos huyó. Y vi otro estando con el rey de la India: penetramos en un cañizal, el sultán iba sobre un elefante y nosotros cabalgábamos también en otro de estos animales; los de a pie y jinetes entraron a por él, lo sacaron y mataron y llevaron su cabeza a la almahala.

Al-Andalus:

Decimos que tras serme dada la contemplación de esta egregia residencia, colmado de gracias y mercedes, quise visitar la tumba de mi madre, así pues, llegué a mi ciudad, Tánger, cumpliendo mi deseo. Luego, me encaminé a Ceuta, en la cual residí durante muchos meses, tres de ellos enfermo, pero Dios me sanó y quise tomar parte en la guerra santa y en la lucha por la fe.

Embarqué en Ceuta en un barquito de cabotaje perteneciente a gentes de Arcila y llegué al país de al-Andalus –al que Dios guarde—donde la soldada es copiosa para sus habitantes y donde se atesora

n los premios para residentes o viajeros.

Acababa de fallecer el tirano de los cristianos, Adfunus [Alfonso XI], que pusiera cerco a la “Montaña” [Gibraltar] por espacio de diez meses, pues tenía el designio de apoderarse de las tierras que aún eran musulmanas en al-Andalus, pero Dios se lo llevó cuando no tenía cuenta de tal cosa y pereció de la peste a la que temía como nadie.

La primera ciudad andaluza que conocí fue la “Montaña de la Conquista” [Gibraltar], donde me entrevisté con su jatib, el distinguido Abu Zakariyya… el Rondelño y con el cadí Isa al-Barbari a cuya hospitalidad me acogí y con que di la vuelta a la montaña pudiendo contemplar las magnificas fortificaciones, bastimentos y pertrechos que dispusieran nuestro señor Abu l-Hasan y los añadidos por nuestro señor. Hubiera yo deseado quedar entre los defensores de este lugar hasta el fin de mi vida.

Modelo en 3D de la Cúpula de la Roca.

Imagen de la Cúpula de la Roca

Rinoceronte indio (Rhinoceros unicornis)

Corán del siglo xII utilizado en Al-Andalus