Un pólder es un término neerlandés que describe las superficies terrestres ganadas al Mar del Norte. Esta técnica se utilizó por primera vez en el siglo XII, en la región de Flandes. Los neerlandeses se han convertido en auténticos maestros en el arte de conquistar las tierras situadas a orillas del mar, que se hallan a su mismo nivel o inferior, para darles de esta forma un aprovechamiento agrícola.
Uno de los ejemplos más significativos de pólder lo encontramos en el lago de IJssel, parcialmente desecado y cultivado. Este tipo de técnicas han sido aplicadas en otros lugares del mundo: consisten en aislar por medio de diques un espacio cubierto por el mar, permanentemente o durante la marea alta. La desecación se realiza mediante el bombeo hacia el mar del excedente de agua de la cubeta artificial resultante, construyendo a continuación una red de drenajes y canales que conducen las aguas pluviales y evitan el encenagamiento de los suelos. Este proceso da lugar a un paisaje geométrico, animado antaño por bombas de agua movidas por el viento, en forma de molinos, cuya función era activar las maquinarias de captación del agua, con el fin de reconducirla a través del sistema de canales.
Por extensión, el término «pólder» se aplica a todos los terrenos húmedos (como marismas, lagos y llanuras aluviales) que han sido desecados con fines agrícolas, industriales o portuarios. Fuera de los Países Bajos, se han construido pólderes principalmente en Francia(antiguas marismas costeras de La Vendée, Saintogne y Flandes), en Bélgica, en Italia (en la Toscana, el Lacio y el Véneto), en España (en Andalucía y en Asturias), en Israel (en el Valle de Jule), en Portugal, en Japón, en Egipto y en Singapur (Isla Jurong).
Pólder
Vista aérea del Flevopolder, en los Países Bajos.
Molinos (bombas) en el dique del pólder Overwaard en Kinderdijk.
Holanda es un país llano y uniforme en el que no existen montañas y en el que las elevaciones no pasan de ser pequeñas colinas o dunas costeras que históricamente han servido como protectores naturales frente al mar embravecido. Y es que el litoral holandés coincide en buena parte con la desembocadura de tres grandes ríos centroeuropeos, el Rhin, el Mosa y el Escalda. Se trata de un país pequeño, con una extensión de 41.526 km2 de superficie. Sin embargo, es uno de los países más poblados del mundo,con una densidad de población de 404 hab/km2.
Es por esto que los holandeses buscan arrebatarle al mar la mayor superficie posible y para ello construyen los denominados pólders, tierras que se hallan situadas a nivel del mar o por debajo de éste, sometidas al embiste de las olas y las mareas. En la actualidad, los pólders suponen más de una cuarta parte del territorio holandés, e incluyen muchas de las tierras más ricas y productivas del país. Pero además, los diques y obras de ingeniería desarrolladas junto a los pólders han permitido domesticar un mar que históricamente ha sometido a los Países Bajos a continuas y recurrentes inundaciones. Unas catástrofes que han sido especialmente letales por la alta densidad de población del país.
La construcción de un polder exige la elección de una zona apropiada. Hablamos de un área deprimida, hundida y cubierta por las aguas del mar -siempre con poca profundidad- ya sea de forma permanente o temporalmente, cuando la marea es alta. En ocasiones los pólderes se desarrollan también en zonas inundables de los márgenes de los ríos o lagos y en las ciénagas, cuya superficie debe ser desecada. Hay que construir un dique que aisle el área. El agua de la zona se bombea entonces hasta el mar, algo que históricamente se hizo con molinos de viento y que en el presente hacen las bombas hidráulicas.
VÍDEO
El agua bombeada es conducida por una red de canales que sirven para drenar las aguas de lluvias y evitar el encenagamiento de los suelos. Se plantan después plantas tolerantes a la sal como el carrizo (Ammophila arenaria) que ayudan a absorber la sal del suelo. En cinco años el suelo del pólder está preparado, entonces se aplana y se nivela, pudiéndose usar, debido a su elevada fertilidad, en usos agrícolas y ganaderos. Usos que son necesarios para la continua desecación del terreno y conseguir así un territorio lo suficientemente estable para edificar en él y habitarlo.