That morning Lucinda Garnica was making candle wicks in her house in Tlacolula, Matamoros, Oaxaca.

She turned on the radio to break the monotony of the labor when the news hit her. The disappearance of the 43 'normalistas' of the 'Normal Rural Raul Isidoro Burgos' from Ayotzinapa, Guerrero. Then the most painful was a few seconds later when she heard her son's name: Christian Tomas Colon Garnica. She wanted to believe that it was an error but the anguish took hold of her. She left home in a panic.

That evening, the neighbors confirmed that her son had been disappeared. She and her husband borrowed money to travel without any luggage to Tixla, Guerrero. They left their belongings, memories, and friends to begin the search for their son, a search that hasn't stopped yet.

Christian Tomas Colon Garnica was not like all other young men in the community who have, as options, to marry before being considered an adult or do anything possible to obtain an income or travel north to the USA.

Christian didn't go to dancing parties. He didn't like tobacco or alcohol. He was totally concentrated on his studies. Hi parents talk about him as a well-behaved, at ease with himself, taciturn and lovely boy. He had few friends and his life consisted of school, reading, chores at home and soccer. Soccer was the only sport he enjoyed and according to his parents and brother Jose Luis, Christian was good at it.

He wanted to become a teacher and share with others his learnings. One of his dreams was to be in front of children and after some time to teach at different colleges.

No days the house of the family Colon Garnica, located in Duvil, is very often empty. As are the walls of the secondary school that Christian attended. There is a photograph of him, an image of a serene, quiet with a deep gaze of a young man - the same young man that his parents are searching for all these years.

Text belongs to: campaña Marchando con letras (translated by Juan C Gallardo)

Aquella mañana, Lucina Garnica, fabricaba mechas de pabilo en su casa, ubicada en Tlacolula de Matamoros, Oaxaca.

Encendió el radio para hacer más amena su jornada laboral, sin embargo, una noticia le provocó un hueco en el estómago: la desaparición de los 43 normalistas de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos en Ayotzinapa, Guerrero.

Lo peor vino segundos después, cuando escuchó el nombre de su hijo: Christian Tomás Colón Garnica. Quería pensar que se trataba de un error, pero la angustia le ganó. Salió de su casa confundida y aterrada.

Por la noche, los vecinos confirmaron sus sospechas: su hijo estaba desaparecido.

Junto con su esposo consiguió dinero prestado para trasladarse a Tixtla, Guerrero. Salieron sin maletas. Dejaron pertenencias, recuerdos, amigos para iniciar la búsqueda, que hasta ahora no ha terminado.

Christian Tomás Colón Garnica nunca fue como el resto de los jóvenes de su comunidad, quienes sólo tienen dos opciones: formar una familia antes de cumplir la mayoría de edad y trabajar en lo que sea para obtener dinero, o cruzar la frontera hacia Estados Unidos.

Christian no iba a fiestas, bailes. Tampoco le gustaba el alcohol y el tabaco. Se entregaba por completo al estudio.

Sus padres lo definen como un muchacho disciplinado, callado, dócil, solitario y muy amoroso. De pocos amigos, sus días se dividían entre la escuela, la lectura, las tareas y el futbol, el único deporte que practicaba antes de partir a Guerrero, y para el que según sus padres y su hermano José Luis, es muy bueno.

Quería estudiar para ser maestro y compartir su conocimiento. Uno de sus más grandes anhelos era estar frente a un grupo de niños, y con el tiempo, impartir clases en diferentes universidades.

Actualmente la casa de la familia Colón Garnica, ubicada en el Paraje Duvil rara vez está habitada. Al igual que los muros de la escuela secundaria a la que asistió Christian, cuelga una fotografía donde aparece ese muchacho callado y sereno, de mirada profunda, la misma que desde hace nueve meses sus padres buscan.

Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras