PROVIDENCIA DE DIOS
Providencia de mi Dios,
oh, Madre mía que tanto amamos,
te adoramos, te bendecimos,
nos entregamos a Ti.
Haz de nosostros todo cuanto quieras,
en la grandeza y en la humillación,
en la riqueza como en la pobreza,
en la salud y en la enfermedad.
Cada vez que os reunís para hacer en común el retiro anual, se os ha recordado en el momento en que comenzaban estos santos ejercicios, cuántas gracias van unidas y se os ha exhortado vivamente a no despreciar ninguna. ¿Qué podría deciros que no sepáis ya? Pero hoy quiero haceros observar algunos detalles sobre las causas que os impiden a menudo aprovechar, en la medida que podríais y que deberíais, de estos preciosos medios de salvación que la bondad de Dios os ofrece.
En primer lugar, muchos vienen al retiro con el propósito de no hacerlo. Esto os sorprende sin duda, y pensáis que exagero; pero desgraciadamente, esta observación es muy verdadera, y todos los años la triste experiencia lo confirma. En efecto, para hacer bien el retiro, no basta con asistir; es necesario venir con la sincera intención de consultar a Dios, de escuchar los consejos de sus ministros con espíritu dócil y no con un espíritu en el cual están decididas de antemano todas las cuestiones a las que uno debería someterse.
Dios ha dicho: "Os conduciré a la soledad y os hablaré al corazón", (Os.2,16 ss) pero, ¿cómo hablará a corazones cerrados, que temen escuchar su voz y ser iluminados por su luz? ¿a hombres que, en lugar de pedir humildemente su gracia, se arman contra ella? ¿Que en lugar de buscar conocer su voluntad para cumplirla, han tomado el partido de no escucharse más que a ellos mismos, y que en fin, parecidos a los israelitas prevaricadores, ruegan a Dios, no para que les descubra el camino por donde deben ir para agradarle, sino para que no les hable por miedo a morir? (Ex.20,19). Oración impía que el Señor escucha en su cólera. Dios se calla y ellos se hunden cada vez más en las tinieblas que aman y de las que no quieren salir.
Vosotros, hijos míos, estad en disposiciones diferentes; escuchad con un espíritu libre de toda preocupación los avisos caritativos que os serán dirigidos y sobre todo esta palabra interior y vivificante que no hace ruido en el fondo de nuestros corazones, pero que se volverá el último día contra aquellos que no la hayan escuchado. Decid a Dios: Señor, estoy a tus pies, como un niño pequeño que espera tus órdenes; no quiero, no deseo nada, sino hacer lo que pidáis de mí para vuestra mayor gloria (1 Sam 3,10). Hablad, pues, Señor y obedeceré sin dudar, sin lamentarme, con alegría y con amor. Juan María de la Mennais.
“Cuando el P. Deshayes y yo escribimos tu regla de vida, no fundamos la esperanza de tu fidelidad y tu alegría más que en verte todos los años junto a tus hermanos asistiendo a este retiro.”
“Hijos míos, un retiro es el tiempo de milagros. Acordaos de la promesa que Jesucristo nos ha hecho: “Cuando estéis dos o tres reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de vosotros”. Estáis reunidos aquí en nombre de nuestro Salvador Jesús. El estará, pues, en medio de vosotros. Estará en este púlpito para instruiros cuando hablemos. Estará en el sagrado tribunal de la penitencia para perdonaros, cuando de rodillas os acusaréis de vuestras faltas a sus pies. Y en este momento está en la capilla para escuchar vuestros gemidos, para escuchar vuestras oraciones, para abrir vuestros ojos si están cerrados, para devolveros el uso de vuestros miembros si lo habéis perdido, para resucitaros si estáis muertos”
MARCOS 6, 30-34
Los enviados se congregaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y todo lo que habían enseñado.
Él les dijo:
- Veníos vosotros solos aparte, a un lugar despoblado, y descansad un poco. Es que eran muchos los que iban y venían, y ni para comer encontraban momento propicio.
Se marcharon en la barca, a un lugar despoblado, aparte, pero, mientras iban, muchos los vieron y los reconocieron. Entonces, desde todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel lugar y se les adelantaron.
Al desembarcar vio una gran multitud; se conmovió, porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACION
OREMOS,
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
QUÉDATE JUNTO A NOSOTROS
QUÉDATE JUNTO A NOSOTROS
QUE LA TARDE ESTÁ CAYENDO
PUES SIN TI A NUESTRO LADO
NADA HAY JUSTO, NADA HAY BUENO.
1. Caminamos solos por nuestro camino
cuando vemos a la vera un peregrino
nuestros ojos, ciegos de tanto penar
se nos llenan de vida, se nos llenan de paz.
2. Buen amigo, quédate a nuestro lado,
pues el día ya sin luces se ha quedado;
con nosotros quédate para cenar
y comparte mi mesa y comparte mi pan.
3. Tus palabras fueros la luz de mi espera
y nos diste una luz más verdadera;
al sentarnos junto a ti para cenar
conocimos quien eras al partirnos el pan.