Sí, somos la clase que va a cambiar el mundo. Nos lo creemos y tenemos el convencimiento de que será así. No es fácil serlo, pero nos gusta el reto y reconocemos que, como dice Greta, nuestra casa está en llamas y el momento de actuar es ahora porque no hay un «Planeta B»: queremos cambiar el mundo y tenemos que cambiarlo si no queremos que en nuestro año, en 2050, tengamos que dar explicaciones a las nuevas generaciones de por qué no actuamos cuando pudimos hacerlo.
Pero cambiar el mundo también es mejorar nuestro entorno más próximo y, sobre todo, nuestras relaciones y nuestro comportamiento; por eso, somos también la clase que dice «buenos días, por favor, gracias y adiós»; que reduce el consumo de productos y energía; que no ensucia y que se porta bien aunque nadie esté mirando; en la que la proactividad es seña de identidad y que así como vamos por los pasillos en fila y absoluto silencio, también tenemos un aula con pelotas de tenis en las sillas, con una mecedora que usamos durante las clases o que cualquier día salimos a la naturaleza a conocer la cencellada, hacer cabañas o volar cometas.
¡Nos gusta ser la clase que va a cambiar el mundo!