“Estaba caminando por la carretera con dos amigos. El sol se ponía y sentí una ola de tristeza. El cielo se volvió de repente rojo sangre. Me detuve, me apoyé cansado en una valla y miré hacia las nubes rojas como sangre y lenguas de fuego. Mis amigos continuaron y yo me quedé parado allí, temblando de angustia, y sentí como un vasto e interminable grito pasaba a través de la naturaleza”.
Edvard Munch (1863-1944)