Les Marolles
0. La Guía de Bruselas PRIMERA PARTE 1. El Pentágono 2. La Grand Place, un tesoro que nació del fuego 3. L'Îlot Sacré. Y la vida va... 4. Marx, Victor Hugo, Verlaine. Aquí mismo se vivió la Historia 5. Camino de la Ciudad Alta. La Catedral, las "cicatrices" y el Mont des Arts 6. La Place Royale y el Sablon. La larga sombra de los espíritus 7. Bourse, Saint Géry, De Brouckere. La Pequeña París... y el eco de los orígenes 8. El Camino de Santiago 9. El sabor popular de Les Marolles SEGUNDA PARTE 10. Extramuros 11. Glamour y exotismo. De Audrey Hepburn al corazón africano de Matongé 12. El Barrio Europeo: Cumbres Europeas y patatas al sol 13. Flagey y los Estanques de Ixelles ¿Existe el mundo fuera de aquí? 14. Molière-Brugmann. Historias de cronopios, relojes... y el dulce sentido de la vida 15. El tranvía del bosque 16. El Atomium, Laeken y la Basílica que espera su gran historia 17. EXTRA. La nieve en Bruselas 18. EXTRA. Bruselas de noche
LA GUÍA DE BRUSELAS. 9
El sabor popular de Les Marolles
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Última etapa por la Bruselas "antigua". En el capítulo anterior tomaste un primer contacto con el barrio de Les Marolles. Pero no te engañes, porque de alguna forma pasaste de largo. Ahora toca entrar en su corazón. Es un barrio que tienes que recorrer con la mente abierta y con los cinco sentidos... o con más, si es que los hay, porque son de esos sitios que tocan muy adentro.
Éste es, de alguna forma, un camino de regreso. Y lo vas a hacer por la otra de las calles principales del barrio: la Rue Blaes que, ya te aviso, tiene más sabor que la Rue Haute.
Como verás, los comercios tienen muy poco que ver con aquéllos del "chic-alternativo" del comienzo de la Rue Haute.
Desbordan en las aceras... Rezuman vida y diversidad.
Éste es un barrio mestizo... y así viene siendo desde hace 800 años. Porque desde la Edad Media aquí habitaban gentes humildes venidas de Europa y luego también de África.
Por eso aquí la diversidad se vive con tal naturalidad.
Durante siglos ésa fue su cruz, pero luego también su orgullo.
Por aquí han pasado gentes de tantas y tantas procedencias que incluso ha llegado a tener un idioma propio, el marollés.
El templo del tecno
Y es en medio de este ambiente de barrio popular, donde apenas unas decenas de metros más adelante te vas a encontrar con un hito muy, pero que muy distinto: un local con aspecto de almacén cerrado, aparentemente anodino, con un gran letrero pintado sobre las puertas de metal azulado: Fuse.
De noche la cosa cambia, porque estás en uno de los grandes templos de la música tecno europea. Comenzó a funcionar en 1994 y aquí se fraguó una buena parte de la historia del tecno de los años 90. Hoy sigue siendo un lugar absolutamente de culto.
La Place du Jeu de Bal
Así, entre unas cosas y otras acabas por llegar al corazón de este pequeño universo: la Place du Jeu de Bal, que antes dejaste a un lado. Aquí hay que venir por la mañana, y mejor los fines de semana. Es la sede del más entrañable "mercado de las pulgas" de la ciudad. Un mercado que no es grande (sólo la extensión de la plaza) y precisamente por ello es tan rabiosamente auténtico. No desborda por otras calles y por tanto no degenera... Es un mercado de las pulgas a escala humana.
Aquí las tiendas son las mantas en el suelo, cajas de bananas o a lo sumo un tablón sobre unas patas. Encontrarás todo tipo de objetos viejos, vintage, ropa de "segunda" mano, manuscritos centenarios... incluso tal vez puedas encontrar viejas tarjetas postales con apasionantes historias...
Si eres aficionado al cómic...o incluso al cine, deberás saber que fue en esta misma plaza y en este mismo "mercado de las pulgas" donde Tintín compró su famoso barco en la historia del Secreto del Unicornio.
A nada que el tiempo acompañe, es también el reino de las terrazas (por supuesto también en invierno). Porque aquí no sólo se viene a comprar. Aquí se viene a mirar, a dejarte sorprender, a socializar, a compartir, a tomar el aperitivo mientras escuchas a un músico callejero tocando el acordeón... Por encima de todo aquí se viene a vivir. No te engañes, esto no es un mercadillo. Es un universo. Éste no es un sitio que haya que venir a visitar, aquí tienes que venir a convertirte en un personaje más de la historia. Inténtalo. No lo olvidarás nunca.
A mí siempre me ha gustado volver por aquí allá sobre las 2 de la tarde, cuando el mercado ya está casi retirado del todo. Sobre todo si es un día de sol. Los últimos visitantes apuran la mañana en las terrazas de la plaza; tal vez algunos músicos ambulantes intentan sacar sus últimas monedas, los vendedores terminan de recoger, y el suelo de llena de papeles, de bolsas de plástico... los restos de la batalla. Algunos personajes, casi fantasmas, recorren el lugar en busca... ¿quién sabe de qué...? Es tiempo para una convivencia casi surrealista.
Es un vacío... un sabor de "esto se acabó"... o un sabor de "que esto no acabe..." Sí, lo sé, no es una visita "turística" muy ortodoxa, pero tiene tal punto de verdad... y de vida... que siempre me ha fascinado.
El resto del camino
El resto del camino, que ya es muy corto, es un dejarse embriagar por este ambiente, por esta forma de entender la vida. Verás tiendas de antigüedades y de cosas viejas del estilo de aquélla primera que visitaste, paredes pintadas con escenas de cómic, casas con decoraciones nada convencionales...
Déjate arrastrar por la ilusión. Ya sabes con qué ojos tienes que mirar. Entonces, tal vez encuentres unos simples contenedores de vidrio con un espejo roto que alguien abandonó junto a ellos y, como por arte de magia, se conviertan en una "performance" artística contemporánea que te haga "juguetear" durante un buen rato con las imágenes que refleja el espejo... Es la magia del barrio.
O tal vez oigas una voz que te llama a tu espalda y descubras a Jean Baptiste, que desde su atalaya de la residencia Sainte Gertrude, te pregunta de dónde vienes, y se preste a contarte una vieja historia de lucha, de dificultades, de esperanzas, de desesperanzas... y sobre todo, de resistencia, de orgullosa e inquebrantable resistencia.
Y entonces, Jean Baptiste se convierte en la imagen viva de este barrio que estás a punto de abandonar. Un barrio que no basta con visitarlo; hay que sentir su alma, porque si no, simple y llanamente no has estado en él. ¡Salut, Jean Baptiste!
Tómate el tiempo que quieras, porque aquí acaba la primera parte de nuestra historia...
...
Luego, sigue la Rue Blaes hasta el final, hasta encontrarte de nuevo junto a la Iglesia de Nôtre Dame de la Chapelle. Vuelve a hacer los primeros metros por la Rue Haute hasta la plaza del ascensor de cristal y, ahora sí, sube en él.
Este ascensor te va a sacar literalmente del mundo en el que has estado viviendo. En unos segundos te va a "abducir" y te va a dejar en la plaza del Palacio de Justicia, listo para comenzar el recorrido por la Bruselas de los siglos XX y XXI... con sus secretos, sus fantasmas, sus sorpresas, sus contradicciones y, por encima de todo, esa forma tan deliciosamente peculiar de entender la vida de la que, creo, ya estás empezando a ser consciente.
Mapa del recorrido
Un recorrido corto y casi recto
Desde el obelisco, dirígete a la avenida (Boulevard du Midi), cruza la calle y continúa unos metros por ella cuesta abajo hasta llegar a la Rue Blaes. Éste va a ser el eje de tu recorrido.
A mitad de camino te llevará hasta la Place du Jeu de Bal. Luego, continúa por ella hasta la iglesia de Nôtre Dame de la Chapelle. Sal de la calle las veces de quieras pero no hace falta que te alejes mucho en cada una de tus salidas. Luego, simplemente recuerda volver a ella.
Ya en la iglesia, toma por la Rue Haute hasta la plaza en la que se encuentra el ascensor de vidrio y metal que te va a llevar hasta la explanada del Palacio de Justicia... y a la segunda parte de esta historia...
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