Silvina Ocampo

La dicha

De un momento de dicha recordamos

después los más efímeros detalles:

un olor a fogatas en las calles,

los árboles, la luz, los pobres ramos,

las palabras grabadas en un banco,

el sabor de una fruta, dulcemente,

el rumor de una música inocente,

en el barro un jazmín que ya no es blanco.


¡Ah, por qué recordamos tanta cosa

con nitidez palpable y nos perdemos

ineludiblemente si queremos

llegar a la felicidad! Sinuosa,

recóndita, de un modo deshonesto,

como una maga hechiza con sus ojos

la felicidad cruel esos despojos

que el tiempo en la memoria nos ha impuesto,

ocultando en los pliegues de su manto

las almas y los rostros, los abrazos,

la esencia, la dulzura de los lazos,

todo lo que perdimos en su encanto.