Blanca Varela

“Divertimento”

Playa nocturna

donde el sol llega caminando sobre sus manos,

fresco, cabalgando como el viejo caballo de la plaza

todo de madera y rojo,

como un campanario sobre el mar y sus estatuas,

claros apóstoles con la boca abierta

y el paladar negro de tanto hablar con Dios

y de beberlo en la mañana

a verdes tragos,

sorprendiéndolo entre las gaviotas,

porque él es el pingüino macho de ojos salados

o la vieja tortuga

cuyo amor ilumina el bosque.


Y llega el sol

y el dolor en la playa es una mujer con barbas,

el esfuerzo pasado,

y no este piano en la arena

ni Mozart desnudo

como una niña arrebatada y libre

jugando al escondite con su sombra

y con la sombra de todos

y con la muerte

que se deshace en sonrisas en este falso jardín,

en el único día,

el inesperado,

el que cae como una manzana sobre la cabeza.


¡Voilà! Soy dulce, dice,

pero mañana romperemos el espejo,

robaremos al ladrón,

educaremos al demonio,

y el tiempo vuela,

y Mozart vuela

y no vuelve sino a oscuras

espectral y terrible

en asambleas de hombres tristes.


Escuchemos al caballo,

matemos al apóstol,

y amémonos sólo así,

con la boca abierta y tan jóvenes,

estudiando al pingüino,

muy lejos del tormento

y del cielo colosal e inflexible.