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Ilusiones cognitivas: La ciencia detrás de la magia.
Cada cierto tiempo, se hace viral alguna imagen o video que te rompe la cabeza, o ves algún truco de magia que te hace dudar de si Hogwarts realmente existe. Lamentablemente, no es un lector de mentes el que adivina tu carta, o un hechicero el que cambia las cortinas de color; todos estos fenómenos pueden ser explicados por una sencilla razón: nuestro cerebro es fácilmente engañable.
Y es que para que las cosas tengan sentido y para enfocarse en lo que realmente le importa, nuestro sistema nervioso interpreta la realidad de la manera más coherente a lo que conocemos y desestima lo que determina como información ruidosa o no relevante.
Si querés enterarte de cómo ocurre esto y de cómo funcionan ilusiones que probablemente hayas visto antes y te hayan dejado anonadado, continúa leyendo.
Imágenes biestables: es o no es, he ahí el dilema.
Juguemos un poco. Si ves la luna llena, tal vez percibas un rostro o un conejo. Es cierto que ninguna de las dos opciones son reales: nuestro cerebro es capaz de inferir patrones semejantes a lo conocido para interpretar una imagen. De hecho, esta inferencia de patrones tiene un nombre propio: pareidolia.
Otras ilusiones implican cierta ambigüedad, lo que el sistema nervioso no soporta, y por ende, decide resolver de alguna manera. Estas son las imágenes biestables y debido a su naturaleza pueden considerarse como un tipo de ilusiones cognitivas en las que una imagen se puede interpretar de dos formas diferentes que se oponen entre sí. Nuestra percepción sobre la imagen puede oscilar entre dos interpretaciones distintas una a la vez, pero rara vez podemos percibirlas juntas al mismo tiempo.
La imagen a la derecha, la que encabeza esta sección y la que está debajo, son precisamente ilusiones bivalentes.
Muchos artistas han aprovechado esta ilusión para hacer obras verdaderamente sorprendentes como las pinturas del ucraniano Oleg Shuplyak que pinta el rostro de personajes históricos superpuesto con paisajes:
Voyeur (Freud)
Para ver más ejemplos del uso de ilusiones ópticas en el arte, te recomendamos que visites esta página:
Nostradamus
Ayvazovskiy
Otro ejemplo de ilusión óptica bivalente es la imagen de la izquierda.
En este caso, si miramos la imagen de cerca veremos a Albert Einstein; si la miramos de lejos, a Harry Potter. ¿Cómo puede ser? El cerebro, para tomar una decisión de cual imagen es, debe anclarse en elementos de la imagen misma. De lejos, los detalles tienen a parecerse a Harry Potter, y por ende el cerebro “exagera” lo que percibe para que veamos a nuestro mago favorito (esto es un sesgo perceptual). Cuando nos acercamos, aparecen detalles que antes no percibíamos, y esos detalles son los que hace que el cerebro, ahora, elija percibir al gran físico de la relatividad. Nos diría Albert: “Todo es relativo”… pero en este caso, a los detalles que percibimos.
Otro ejemplo lo encontramos claramente en la siguiente ilusión: ¿el rostro es de costado o de frente?
Si fijamos la mirada en la oreja, quizás percibimos el rostro mirándonos de frente; sin embargo, si fijamos la mirada en la nariz, pareciera estar de costado.
El giro de la bailarina
Esta ilusión presenta una imagen de una bailarina en una postura que permite que la veamos girando en sentido horario o antihorario. La diferencia entre percibir que se mueve a un lado u otro puede explicarse de acuerdo a los mecanismos top-down y bottom-up.
Por un lado, el mecanismo top-down por el cual procesamos la información de acuerdo a la experiencia previa y/o expectativas puede activarse en el caso de que se nos proporcione una consigna como “se mueve en sentido horario” o “se mueve en sentido antihorario” nuestro cerebro puede inclinarse hacia esa interpretación en particular; es decir, las expectativas sobre cómo se mueve la bailarina puede influir en nuestra percepción. Por otro lado el mecanismo bottom-up, explicaría que si prestamos atención a las características de la imagen parecerá que la bailarina gira en un sentido u otro. Por ejemplo, si se cree que el pie izquierdo se apoya en el suelo puede percibirse que la bailarina gira en sentido horario y esa percepción puede cambiar si se considera que es el pie derecho el que está en la superficie.
Algo fundamental para aclarar, es que la bailarina no está girando. Lo que vemos es una imagen plana (2D) que nuestro cerebro interpreta en profundidad (3D) [ver página profundidad], y por ende, que la bailarina debería estar girando. Ante la falta de información que permita al cerebro resolver el sentido de giro, elige arbitrariamente una opción sobre otra. Proba mirar a otro lado y volver a ver la imagen: quizás, la bailarina cambie de sentido de giro.
La ilusión del vestido
La imagen de la derecha se hizo viral en su momento al ser percibida de un color u otro por distintos grupos de personas. Esta diferencia en las percepciones se debe a cómo aprendimos a percibir la relación sombra-luz desde pequeños, si aprendimos a diferenciar que lo que observamos es lo iluminado entonces observamos el vestido azul con franjas negras. En cambio, si aprendemos a reconocer las sombras, el vestido lo observamos blanco y dorado.
Anteriormente, mencionamos que la ilusión depende de cómo aprendemos a percibir el mundo, esto es porque el sistema nervioso termina de desarrollarse después del nacimiento, es por eso que las experiencias que vivimos y cómo empezamos a relacionarnos con el ambiente que nos rodea intervienen en cómo percibimos y procesamos la información.
Esta influencia de nuestra historia de vida implica modulación de parte de las cortezas cognitivas a las cortezas sensoriales (mecanismo top-down), de manera opuesta a los mecanismos bottom-up, en la que la información viaja desde los receptores (oídos u ojos, por ejemplo), pasa por las cortezas sensoriales y termina en la corteza cognitiva (donde se termina de generar una representación coherente y con sentido).
Aunque el mecanismo detrás de este tipo de ilusiones todavía está en discusión, se infiere que se trata de una interrelación entre los mecanismos de percepción que mencionamos anteriormente, en la cual la precisión de la percepción de la imagen no tiene tanta prioridad como el mantener la coherencia entre lo observado y nuestras experiencias.
Cuando la percepción nos esconde cosas: ceguera perceptual y cognitiva
En la imagen de abajo, si fijamos la vista en la cruz durante varios segundos los círculos que se mueven alrededor de la cruz (en la vista periférica) empezarán a desvanecerse de manera gradual y en algún punto desaparecerán por completo. ¿Por qué pasa eso? El sistema nervioso prioriza la información relevante (la cruz) y suprime la información periférica que es menos relevante. Es decir, el sistema nervioso aprendió a discriminar de información “ruidosa” irrelevante para sus decisiones. A igual que solo nos damos cuenta que la heladera hace ruido cuando se apaga el motor (sistema auditivo), o que estamos vestidos cuando nos sacamos la ropa (sistema somatosensorial), aquello que interpreta como irrelevante y ruidoso a nivel de lo visual no se integra en la imagen final percibida.
La atención es un proceso cognitivo ampliamente estudiado, que tiene asociado, lo que se conoce como ceguera (in)atencional. Cuando prestamos mucha atención a algo, seguramente hay aspectos del campo visual que desaparecen para nosotros. Esto puede ser generado por mecanismo top-down, mediante una simple instrucción o tarea.
Veamos el siguiente video:
Podés repetirlo todas las veces que quieras. No es “magia” ni un algoritmo que te lee lo que estás pensando. Simplemente es que te pedimos que elijas una carta, y por ende vos sólo prestaste atención a esa carta; luego, cambiamos todas, y vos pensás que solo falta la tuya.
Otro mecanismo de ceguera es la ceguera por sacada. Si alguna vez usaste una cámara de foto manual donde podés apretar el gatillo, dejarlo apretado, para mantener abierto el diafragma, sabrás lo que es una foto movida. Sin embargo, si vos estás mirando un punto del campo visual, y movés la cabeza hacia otro punto, no se te forma una imagen movida. ¿Por qué? Sería muy confuso para el cerebro interpretar esas imágenes borrosas y, por tanto, la elimina. Sabemos que aproximadamente perdemos información visual de 40 minutos por día, correspondiente a esas imágenes movidas que se generarían cada vez que movemos la cabeza (a esto, lo llamamos sacadas).
Un ejemplo de este fenómeno lo tenemos en las siguientes ilusiones donde, dependiendo si miramos los rectángulos amarillos o azules, creemos que avanzan mas rápido. No es que avancen más rápido, si no que nuestro cerebro eliminó visualmente una fracción de tiempo.
Se me rompe la cabeza!!!: Imágenes imposibles
¿Qué pasa cuando no podemos darle coherencia a lo que vemos? Nos genera una especie de disonancia cognitiva. Esto evidencia las ilusiones conocidas como imposibles. Por ejemplo el triángulo de Penrose:
Para conocer más ilusiones de este tipo, te invitamos a visitar la página Transiciones y mundos imposibles que tiene un contenido espectacular.