El arte del relato

El inicio de la Edad Media viene marcado, en muchos de los países europeos, por la caída del Imperio Romano de Occidente (siglo V). A partir de ese momento se producirá la fragmentación de la lengua común, el latín, hasta dar lugar a la aparición de las diferentes lenguas vernáculas (castellano, gallego, catalá, italiano, francés, etc.). La lengua de cultura seguirá siendo el latín, pero al cabo de los siglos se pretenderá dar categoría artística a esas nuevas lenguas. Nace primero la literatura en verso, de transmisión oral, que narra las hazañas de héroes guerreros (cantares de gesta). La literatura en prosa y ya fijada en la escritura habrá de hacerse esperar un poco más. Uno de los factores que contribuyeron decisivamente a su desarrollo fue la decisión de la Iglesia Católica de que una parte de las misas -celebradas en latín hasta bien entrado el siglo XX- se realizaran en la lengua de los fieles. Por tanto, a partir del siglo XIII la explicación de los textos sagrados -la homilía- se hará en las diferentes lenguas vernáculas. Para apoyar las enseñanzas con que se pretende adoctrinar a los fieles, se busca ejemplificar los vicios y virtudes con pequeñas anécdotas y cuentos que ayuden a erradicar unos y cultivar otras.

Empiezan entonces a circular por Europa colecciones de cuentos, procedentes muchos ellos de la tradición oriental, y algunos autores los "ensartan" con diferentes pretextos: el relato de cuentos para prolongar una sentencia de muerte, a la manera de Las mil y una noches; la utilización de estos cuentos por parte de un maestro para responder a las preguntas de un discípulo, como en Los cuentos del Conde Lucanor del Infante Don Juan Manuel; o la relación de cuentos para entretener un viaje o un periodo de espera, como en el Decamerón de Boccaccio.

Estos cuentos circularon de boca en boca y de generación en generación, y a menudo sufrieron modificaciones y transformaciones. Solo algunos fueron fijados en la escritura, y muchos tardaron siglos en pasar al papel. De este inmenso caudal hemos seleccionado dos ejemplos: el de Griselda, recogido en el Decamerón (siglo XIV), y el de La Bella y la Bestia, que hunde sus raíces en un texto latino -El asno de oro, de Apuleyo- y que ha llegado hasta nosotros a través de la edulcorada versión de Disney. Uno y otro tienen mucho que decirnos acerca de la educación sentimental de las niñas.

Es en el siglo XIX cuando el género resurge con fuerza extraordinaria, especialmente durante su segunda mitad. Dos de los nombres más destacados de este esplendor son el francés Guy de Maupassant y el ruso Anton Chejov. Del primero leeremos su obra maestra, Bola de sebo. Del segundo, una pequeña joya: Vanka. Desde entonces, y a lo largo de los siglos XX y XXI, el género sigue dando muestras de una vitalidad -y una versatilidad- extraordinaria.

¿Qué vais a tener que hacer vosotros? Además de disfrutar y conversar sobre todos ellos, os proponemos que por un momento paséis de lectores a escritores y os dispongáis a escribir vuestro propio relato breve. A partir de la lectura de Vanka y de dos relatos más del siglo XX -Es que somos muy pobres, del mexicano Juan Rulfo; y La fiesta ajena, de la argentina Liliana Hecke-, os facilitaremos algunas pautas con la esperanza de que la tarea os resulte asequible y gratificante. 

Resumiendo: el proyecto a que va orientado este módulo es la escritura de un cuento. Para ello os proponemos un acompañamiento en dos tiempos:

Vanka
Es que somos muy pobres
La fiesta ajena