Día 13

Lectura Adicional Día 13

Extracto del libro "Consagración a San José" del padre Dolnald Calloway

PADRE VIRGINAL DE JESÚS

Va en total conformidad con la fe y el espíritu de la Iglesia honrar como vírgenes no sólo a la Madre de Dios, sino también a José. — San Pedro Damián

La Madre de Jesús es virgen; posee una virginidad perpetua. Desde el principio, la perpetua virginidad de María ha sido una enseñanza muy importante del cristianismo. ¿Qué tan importante? Bueno, en el siglo IV un obispo llamado Bonoso de Iliria (un territorio que hoy forma parte de Albania, Croacia, Serbia, Bosnia y Montenegro) fue reprendido por sus hermanos obispos y despojado de su episcopado por enseñar que María y José tuvieron más hijos después del nacimiento de Jesús. El papa de aquel tiempo, San Siricio, escribió una carta a los fieles obispos de Iliria agradeciéndoles haber disciplinado al obispo descarriado, diciendo:

Ciertamente no podemos negar que tuvieron razón al corregir la doctrina sobre los hijos de María, y tienen razón al rechazar la idea de que cualquier otro hijo pudo haber venido del mismo vientre virginal del cual nació Cristo según la carne.

La doctrina de la perpetua virginidad de María es una enseñanza tan importante del cristianismo, que el Papa San Martin I la declaró dogma de fe en el Concilio de Letrán en el año 649.

Con esto en mente, ¿sabías que hay una tradición en la Iglesia que afirma que San José también fue virgen desde siempre? Es una tradición que se ha adherido y ha sido promovida por santos, místicos y papas durante siglos. Antes de profundizar en esta tradición, es necesario abordar las objeciones comunes que con frecuencia surgen en contra de la virginidad de María, y con ello irá emergiendo un panorama más claro de la virginidad de San José.

En primer lugar, algunos han afirmado que los pasajes del Nuevo Testamento que se refieren a los “hermanos y hermanas” de Jesús (ver Mc 3,31; 6,3; Mt 13,55-56), son una clara indicación de que María no permaneció virgen. A primera vista, estas afirmaciones parecerían contradecir la perpetua virginidad de María, así como cualquier posibilidad de que San José fuese virgen. Sin embargo, el Catecismo de la Iglesia Católica nos proporciona una respuesta concisa a esta cuestión afirmando:

La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José “hermanos de Jesús” (Mt 13, 55) son los hijos de una María discípula de Cristo (cf. Mt 27, 56) que se designa de manera significativa como “la otra María” (Mt 28, 1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento (cf. Gn 13, 8; 14, 16;29, 15; etc.)

La sabiduría expresada en el Catecismo es el fruto de siglos de estudio de las Escrituras. Expertos académicos bíblicos familiarizados con expresiones del Antiguo Testamento siempre han sostenido que cuando se utiliza el término de “hermanos y hermanas” en el Nuevo Testamento para describir a los familiares de Jesús, no se refiere a sus hermanos y hermanas biológicas, sino que la expresión “hermanos y hermanas” del Antiguo Testamento se abrió paso hacia el Nuevo Testamento como una forma de describir a los primos de Jesús. Cualquier académico bíblico sabe que en las versiones antiguas griegas del Antiguo y Nuevo Testamento, la palabra que se utiliza para hermanos y hermanas es la misma palabra usada para primos.

San Jerónimo, presumiblemente el experto bíblico más eximio en la historia de la Iglesia, enfrentó este tema en el siglo IV ofreciendo las siguientes reflexiones:

Ciertas personas que siguen los desvaríos de los escritos apócrifos, fantasean de que los hermanos del Señor son los hijos de José y de otra esposa, e inventan una cierta mujer Melcha o Escha. Como está contenido en el libro que escribimos en contra de Helvidio, entendemos como “hermanos del Señor” no a los hijos de José sino a los primos del Salvador, hijos de María (esposa de Cleofás, la que fue) tía materna del Señor, de quien se dice era madre de Santiago el menor, de José y Judas. Ellos, según se lee, eran llamados hermanos del Señor en otro pasaje del evangelio. Ciertamente toda la Escritura indica que a los primos se les dice hermanos.

San Jerónimo señala varios puntos en esta afirmación. Subraya que “hermanos y hermanas” de Jesús no eran sus hermanos biológicos sino primos, y también puntualiza que la idea de que San José tuvo hijos de un matrimonio previo encuentra su origen en documentos apócrifos (no canónicos y no aprobados).

San Beda el Venerable, uno de los más grandes historiadores del siglo VIII, hace eco de los pensamientos de San Jerónimo:

Hubo ciertamente heréticos que pensaban que José, el esposo de la siempre Virgen María, había procreado con otra esposa aquellos que la Escritura llama los “hermanos del Señor.” Otros, con una mayor astucia, pensaron que él (San José) habría procreado otros hijos de María misma después del nacimiento del Señor. Pero, mis queridos hermanos, sin ningún temor a esta cuestión, debemos saber y confesar que no sólo la Santísima Madre de Dios sino también el más santo testigo y guardián de su castidad permanecieron libres de absolutamente cualquier acto marital; en el lenguaje bíblico, los “hermanos y hermanas del Señor” se llama no a los hijos (de María y José) sino a sus familiares.

San Jerónimo y San Beda saben de lo que están hablando. Estos grandes santos están no sólo defendiendo una verdad fundamental de la cristiandad, la perpetua virginidad de María, sino que también están afirmando la tradición de que San José permaneció virgen durante toda su vida.

Segundo, algunos han elevado la objeción de que María no pudo haber permanecido virgen — y por asociación tampoco San José —porque varios pasajes del Nuevo Testamento se refieren a Jesús como el “primogénito” de María (ver Lc 2,7; Col 1,15). Una vez más, San Jerónimo ofrece una respuesta bíblica a esta objeción, diciendo:

Ciertas personas han conjeturado perversamente que María (y José) tuvieron otros hijos, porque aseguran que sólo aquel que es llamado “primogénito” tiene hermanos. Sin embargo, es costumbre en la Santa Escritura llamar “primogénito” no a aquel cuyos hermanos le siguen, sino aquel que es primeramente engendrado.

En otras palabras, cuando la Escritura se refiere a Jesús como el primogénito Hijo de María, no tiene la intención de implicar que hay un segundo, tercero, o cuarto hijo. Al referirse a Jesús como el primogénito Hijo de María es simplemente una forma bíblica de afirmar que María concibió a su primer hijo; no significa que siguieron más hijos.

Tercero, algunos protestan contra la noción de que María y San José hayan tenido un matrimonio virginal en virtud del pasaje del Evangelio de Mateo que afirma que José no conoció a su esposa “hasta” que Jesús nació. El pasaje dice:

Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer. Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús. — Mt 1,24-25

A primera vista, el pasaje de Mateo da la impresión de que José tuvo relaciones maritales con su esposa después de que ella dio a luz a Jesús: “Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo.” Sin embargo, como lo han afirmado a lo largo de los siglos los académicos, santos, papas y teólogos, el uso de la palabra “hasta” en la Escritura no necesariamente significa que una acción subsecuente ocurrirá en el futuro.

Santo Tomás de Aquino, el más grande teólogo en la historia de la cristiandad, atacó este tema en particular en su Summa Teológica, escribiendo:

“Hasta” no necesariamente tiene un sentido temporal determinado. Cuando el salmista dice: “así nuestros ojos en Yahveh nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros.” (Sl 123,2), esto no significa que, una vez que hayamos obtenido misericordia de Dios, quitaremos los ojos de Él.

Hay muchos otros pasajes de la Escritura que afirman que el uso de la palabra “hasta” no implica necesariamente que seguirá una acción.

La consistente enseñanza y tradición de la Iglesia es que María y José vivieron un matrimonio virginal. Su matrimonio virginal perpetuo dio como resultado un Hijo virginal perpetuo: Jesucristo.

La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio virginal de María y San José es la base de la tradición de que San José siempre fue virgen. De hecho, la tradición que afirma que San José fue perpetuamente virgen también afirma que San José, de una forma semejante a María, habría hecho un voto de virginidad a Dios en su juventud.

Tanto María como José habían hecho un voto de permanecer vírgenes todos los días de su vida; y Dios quiso que ellos se unieran con los lazos del matrimonio no porque se hubiesen arrepentido del voto que ya habían hecho, sino para confirmarlos en ese voto y para que se alentaran mutuamente a continuar en esa santa relación.— San Francisco de Sales

De tal forma María le pertenecía a José y José a María, que su matrimonio era muy real porque se entregaron el uno al otro, pero ¿cómo pudieron hacerlo? He allí el triunfo de la pureza: recíprocamente ofrecieron su virginidad y además se otorgaron un derecho mutuo. ¿Qué derecho? El de salvaguardar la virtud del otro. — San Pedro Julián Eymard

La idea de que San José era un viudo que llevó hijos de su primer matrimonio a su matrimonio con María, nunca ha formado parte de la doctrina oficial de la Iglesia Católica porque es opuesta a la tradición dominante de que San José fue permanentemente virgen. Es muy importante recalcar que la idea de que San José era un hombre previamente casado, padre de otros hijos engendrados con su primera esposa, así como la afirmación de que era un hombre ya mayor cuando se casó con María, se origina de fuentes apócrifas (no aprobadas).

En ocasiones la Iglesia se ha valido de las fuentes apócrifas para establecer fiestas litúrgicas; por ejemplo, la fiesta de los padres de María, San Joaquín y Santa Ana, pero estas instancias son raras y sólo son reafirmadas por la Iglesia cuando van de acuerdo con la Tradición. No se puede negar que algunos Padres de la Iglesia — especialmente en el Este — escribieron favorablemente que San José habría tenido un matrimonio previo e hijos. Sin embargo, esto de ninguna forma significa que la Iglesia acogió sus ideas o las promovió como una enseñanza oficial, al contrario: la tradición dominante en esta materia sostiene que San José no fue viudo sino virgen.

La constante tradición de la Iglesia sostiene que San José vivió una vida de castidad consagrada. Algunos de los evangelios apócrifos lo retratan como un hombre viejo, incluso viudo; ésta no es la enseñanza de la Iglesia. Hemos de creer, en cambio, que él era un hombre virgen que participó con María de un matrimonio virginal. — Siervo de Dios John A. Hardon

La tradición de que San José fue siempre virgen nos proporciona una tremenda reflexión sobre la grandeza y virtud de San José, y también nos ofrece una idea de qué tan viejo habría sido al contraer nupcias con María. Presentar a San José como un hombre virgen presupone que él era joven cuando se casó con María; lo suficientemente joven como para sacrificar sus potencias viriles. Un San José virgen transmite la imagen de un hombre joven que tuvo que exhibir una virtud heroica y sobrenatural para mantenerse virgen; ¡se esposó con la mujer más hermosa que pueda existir jamás! Un adulto entrado en años que se casa con una joven virgen no requiere ningún sacrificio puesto que su virilidad y pasión han disminuido. Por otro lado, un hombre fuerte, amoroso, juvenil y virgen habría necesitado hacer un tremendo sacrificio de mente, cuerpo, sentidos y corazón para esposarse con una mujer tan pura y encantadora.

Los santos, místicos, eruditos de la Escritura y teólogos no son los únicos en afirmar la paternidad virginal de San José; varios papas en el siglo XX también lo han hecho.

El 26 de noviembre de 1906, el Santo Papa Pío X aprobó una oración invocando a San José como el padre virginal de Jesús, e incluso concedió una indulgencia a todos los que recitaran la oración, que dice:

Oh José, padre virginal de Jesús, purísimo esposo de la Virgen María, ruega por nosotros todos los días a Jesús, el Hijo de Dios, para que revestidos con las armas de su gracia, luchemos en la vida como debemos y seamos coronados por Él a la hora de la muerte. Amén.

El 4 de mayo de 1979, el Santo Papa Pablo VI, hablando ante un grupo en Francia, afirmó que María y San José vivieron un matrimonio virginal, y llegó al grado de presentar una imagen de San José y María como los nuevos padres de la humanidad, un tipo de nuevo Adán y nueva Eva. Él dijo:

Mientras que Adán y Eva fueron la fuente de maldad que se desató en el mundo, José y María son el pináculo desde donde se esparce la santidad sobre la tierra. El Salvador comenzó la obra de salvación mediante esta virginal y santa unión.

Piénsalo: si Dios confió a la virgen Eva al cuidado de un esposo virginal (Adán), ¿por qué habría de ser diferente entre María y San José? María y San José son mucho más grandes que Adán y Eva. A diferencia de nuestros primeros padres (Adán y Eva), la unión virginal de nuestros nuevos padres (María y San José) no resultó en la caída de la raza humana sino en la elevación de la humanidad. La unión virginal y amorosa de San José y María conduce a nuestra redención. La unión virginal produjo un Hijo virginal, Jesucristo, el Salvador del mundo.

La tradición católica siempre ha enseñado que el amor virginal de María por Dios era tan grande, que le consagró su cuerpo desde temprana edad a través de un voto de perpetua virginidad. María encomendó toda su persona a Dios y tenía absoluta confianza en el plan que Él tenía para su vida. Ella no deseaba nada en la vida más que hacer la voluntad de Dios. Su confianza en Él era tan grande, que confió en Él cuando la llevó a desposarse con un hombre, segura de que le habría elegido a alguien que amara realmente tanto a Dios como a ella y que por lo mismo respetaría su voto; un hombre que estuviese completamente dedicado al plan de Dios y protegiera su virginidad. Ella jamás dudó de Dios.

La Virgen (María) se ha desposado con el novio virginal (José). Sin embargo, ella, que se casó con José por obediencia a sus mayores, no teme por su virginidad bajo la protección de José. Habiendo puesto su confianza en Dios, delegó en un hombre la protección de su mayor tesoro. Ella, que anteriormente había dedicado la flor de su virginidad a Dios en una ceremonia solemne, no tenía ninguna duda de que tendría un esposo virgen. — San Estanislao Papczyński

En San José Dios preparó un esposo, un guardián y un caballero para María. Tenía que ser así conforme al designio de Dios que no vino al mundo de ninguna otra manera más que a través del matrimonio de un hombre y una mujer que se mantuvieron vírgenes.

En San José, María experimentó un perfecto espejo y reflejo del amor de Dios por ella. Cuando María conoció a San José, ella supo que Dios lo había elegido para ser su amoroso (y amado) esposo. Confiando en el plan de Dios, se enamoró de San José y le dio su corazón. El cuerpo de María estaba reservado para Dios, pero tenía la libertad de darle su corazón a San José, el único hombre digno de ella, el único hombre que reflejaba perfectamente el amor puro de Dios.

En la virtuosa virilidad de San José, María experimentó pureza, castidad, modestia y amor sacrificial. El corazón y el cuerpo de María estaban seguros en el amor conyugal de San José. Él es un espejo de la pureza de Dios Padre. Como el Padre engendra eternamente un Hijo sin la unión física con otra persona, San José es padre de un Hijo sin la unión física con María. El matrimonio virginal de San José y María engendró maternidad espiritual, paternidad espiritual y fecundidad virginal.

Las más extraordinarias mentes teológicas de toda la cristiandad han alabado la paternidad virginal de San José:

Un hijo nació de la Virgen María a la piedad y amor de José, y ese hijo fue el Hijo de Dios. ¿No debería, pues, el esposo aceptar virginalmente lo que la esposa dio a luz virginalmente? Porque, así como ella era una esposa virgen, así también él era un esposo virgen; así como ella era una madre virgen, así también él era un padre virgen. Por lo tanto, el que diga que “no debió haber sido llamado padre porque no engendró ningún hijo,” está mirando la concupiscencia en la procreación de los hijos, no los íntimos sentimiento del amor. Que su mayor pureza confirme su paternidad; que la Santísima María no nos reprenda, porque ella no deseaba anteponer su nombre al de su esposo, sino que dijo: “Tu padre y yo te hemos buscado con angustia”. En consecuencia, que ningún murmurador perverso haga lo que la esposa virginal no hizo. Así como era un esposo virginal también era un padre virginal. Así como era el hombre así también era la mujer. El Espíritu Santo, reposando en la justicia de ambos, les dio a los dos un Hijo. — San Agustín

José también fue virgen a través de María para que de un matrimonio virginal pudiese nacer un Hijo virginal. — San Jerónimo

Creo que este hombre, San José, estuvo adornado con la más pura virginidad, la más profunda humildad, el más ardiente amor y caridad hacia Dios. — San Bernardino de Siena

Con el objeto de aumentar y apoyar la virginidad de María, el Padre Eterno le dio un compañero virgen, el gran San José. — San Francisco de Sales

Él (San José) era virgen, y su virginidad fue el espejo fiel de la virginidad de María. — San Juan Henry Newman

Santo Tomás también creía que San José era virgen. El Doctor angélico ofrece una reflexión adicional sobre la paternidad virginal de San José, progresando en el conocimiento de que era lo más apropiado que Jesús confiara su Madre virgen a un esposo virgen, ya que la Madre virgen posteriormente sería confiada a un apóstol virgen (San Juan Apóstol) al pie de la Cruz. Santo Tomás escribe:

Creemos que, así como la Madre de Jesús era virgen, así también José, porque Él (Dios) puso a la Virgen bajo los cuidados de un virgen (San Juan Apóstol), y así como Él lo hizo al final (en la Cruz), así lo hizo al principio (en el desposorio de María y José).

El razonamiento de Santo Tomás de Aquino tiene sentido. Si tú fueras Dios, ¿no le encargarías a tu Madre a una persona virgen? ¿No querías que tu Madre fuese protegida y honrada por un hombre absolutamente puro, casto, y un perfecto reflejo del amor de Dios? ¡Por supuesto que sí! San Alberto el Grande también lo pensaba. Él escribió:

Como esposo virginal, él (San José) protegió a su virginal esposa.

En el siglo XVII, la afamada mística Venerable María de Ágreda, escribió La ciudad mística de Dios. El libro es una obra de arte devocional que nos retrata la vida y maravillas de la Virgen María. La Venerable María de Ágreda reporta que estaba enterada de conversaciones que sostuvieron María y San José. En una de esas conversaciones, San José habló con su amada esposa sobre la alegría que le causaba su virginidad, y le reveló que él también había hecho un voto de virginidad en su juventud. El relato dice:

Señora mía, declarándome vuestros pensamientos castos y propósitos, habéis penetrado y desplegado mi corazón, que no os manifesté antes de saber el vuestro. Yo también me reconozco más obligado entre los hombres al Señor de todo lo criado, porque muy temprano me llamó con su verdadera luz para que le amase con rectitud de corazón; y quiero, Señora, que entendáis cómo de doce años hice también promesa de servir al Altísimo en castidad perpetua; y ahora vuelvo a ratificar el mismo voto, para no impedir el vuestro, antes en la presencia de Su Alteza os prometo de ayudaros, cuanto en mí fuere, para que en toda pureza le sirváis y améis según vuestro deseo. Yo seré con la Divina gracia vuestro fidelísimo siervo y compañero; yo os suplico recibáis mi casto afecto y me tengáis por vuestro hermano, sin admitir jamás otro peregrino amor, fuera del que debéis a Dios y después a mí.

San José es el esposo virginal de María y el padre virginal de Jesús. Él es virgen para siempre. ¡San José es tu padre virginal!

Extracto del libro:Consagración a San JoséPadre Donald Calloway