Día 9

Lectura Adicional Día 9

Extracto del libro "Consagración a San José" del padre Dolnald Calloway

HIJO DE DAVID

¡Qué grande es la dignidad de ese hijo de David, José, el esposo de María! — Beato Gabriele Allegra

¡Qué grande es realmente la dignidad de San José! En la Letanía de San José, se le da el título de “noble retoño de David.” En algunas traducciones el título se traduce como “prestigioso retoño de David.” De cualquier forma, el significado es el mismo: San José es un descendiente del Rey David.

Él (San José) era descendiente en línea directa de una estirpe de patriarcas, reyes y príncipes, de allí es evidente que la dignidad de los patriarcas, reyes y príncipes terminaran en José.— Santa Bernardita de Siena

San José tiene sangre de reyes. En San José Jesús tuvo un padre de la nobleza y también nosotros, porque nuestro padre espiritual ¡es descendiente de la realeza! San José es el “hijo de David.”

El título “Hijo de David” es mesiánico. A Jesús se le llama “Hijo de David” 17 veces en el Nuevo Testamento. A diferencia de Jesús, San José no es el Mesías, pero él es la única otra persona en el Nuevo Testamento a quien se le nombra Hijo de David.

San José es llamado “Hijo de David” por el Ángel de Dios cuando le dice no tener miedo de tomar a María y llevarla a su casa (ver Mt 1,20). ¿Por qué el Ángel llama a San José “Hijo de David” especialmente a la luz del hecho de que es un título asociado con el Mesías? La razón es que San José necesitaba que el Ángel le recordara, en un momento crucial en la historia de la salvación, que él era descendiente de la realeza. San José acababa de enterarse del embarazo de su esposa, y no comprendiendo cabalmente el origen del Niño en el vientre de María, en su gran humildad había tomado la decisión de separarse de ella y del Niño, y por eso era necesario que el Ángel le recordara su linaje, hacerle saber qué papel le había encomendado Dios en la venida del Mesías, y pedirle que no se apartara de los divinos misterios, del llamado y la vocación para la que había sido creado. En otras palabras, Dios planeó que su eterno Hijo fuese conocido por los que le rodeaban como Hijo de un hombre de la casa de David, y ese P hombre era San José.

“José, hijo de David, no temas.” Porque de lo contrario, las tribulaciones mentales podrían hacer que no comprendieras este misterio. “José, hijo de David, no temas.” Lo que ves en ella es virtud, no pecado. Ésta no es una caída humana, sino un descenso divino. Aquí hay un premio, no culpa. Esto es un alargamiento del cielo, no un detrimento del cuerpo. Ésta no es la traición de una persona, sino el secreto del Juez. He aquí la victoria de Aquél que conoce el caso, no la penalidad de la tortura. Aquí hay no una obra silenciosa de algún hombre, sino el tesoro de Dios. Aquí hay una causa no de muerte, sino de vida. Por lo tanto, no temas.— San Pedro Crisólogo

Las palabras de San Pedro Crisólogo además de hermosas nos invitan a la reflexión, ya que él asume que San José desconfiaba de la fidelidad de María, pero como veremos en la sección “Hombre justo y reverente,” muchos otros santos nos dan una explicación más noble y virtuosa sobre el comportamiento de José. Esos santos sostienen que San José estaba reverentemente admirado de lo que sucedía en el vientre de María y se consideraba indigno de ser su esposo y padre putativo del Niño. Él jamás sospechó que María hubiese hecho algo malo o algo así, al contrario; San José sabía que estaba ante la presencia de un gran misterio. Humilde y justo, planeó separarse de María en silencio con el objeto de no interponerse en los divinos misterios. Sin embargo, antes de que pudiese hacer algo, Dios envió a su Ángel para recordarle a José de su linaje real, un linaje necesario para que el Salvador fuese considerado descendiente de David.

El Rey David, ancestro de San José perteneciente a la realeza, alguna vez él mismo había tomado una decisión similar: considerándose indigno de tener el Arca de la Alianza en su cuidad, el Rey David envió el Arca lejos durante tres meses (ver 2 Sam 6). Para prevenir que algo parecido sucediera en el matrimonio de María y San José, el Ángel aseguró a San José que Dios lo había elegido para acoger al Niño y a su Madre en su casa. San José no debía enviar lejos al arca; no debía hacer lo que hizo el Rey David. “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer” (Mt 1,20).

Extracto del libro:Consagración a San JoséPadre Donald Calloway