Personalidades y Entidades Ligadas a la Fiesta

Imagen superior: Julio Lizarte y la Agrupación Musical de Cantoria, de la que fue su impulsor y alma durante mas de 30 años.

En la imagen inferior con su hijo Ivan y la directiva de la Asociación de Carretilleros en el homenaje que se le hizo en la puerta de su casa en la procesión del carretillero de 2019.

Julio Lizarte Calandria

Nace el 11 de abril del 1931, en plena Semana Santa y tres días antes de proclamarse la II República en España. Es el mayor de cuatro hermanos. Su infancia es como la de cualquier otro niño de clase baja, no siendo escolarizado y pasando las penurias típicas de la época.

Al estallar la guerra civil en 1936 se traslada, junto con su familia, a un cortijo en la localidad de Antas, en donde pasa varios meses. De regreso a Cantoria, sus padres, Julio y Clotilde regentan una panadería. Pero esta circunstancia, a pesar del sacrificio que necesita este tipo de negocio, conllevó que no pasaran hambre en una época de grandes carencias para la población. -"¡Cuanta hambre me quitó la Clotilde!"- se le podía oír a mucha gente. También cuentan los que lo vivieron, que con el calor del horno evitó la muerte de algún que otro niño, dándole cobijo en los duros inviernos cantorianos.

Conforme pasan los años y se va haciendo adolescente, tiene que ayudar a su padre, conocido como el Julio el Ventas en las tareas agrícolas y ganaderas, con lo que la etapa escolar pasa de refilón por su vida. Incluso cuenta a veces que cuando la gente pudiente le preguntaba a su padre que cómo era el niño, este le respondía –“muy bueno, y además ya las guarda mejor que yo”- se refería a las cabras. Y el pudiente apostillaba: -“eso, eso, hay que enseñarlos desde bien pequeños”-.

Este episodio es importante en la vida de Julio porque de cierta manera le hizo rebelarse contra lo establecido en la época, y le marcó tanto que, aunque no tenga un título académico, aprendió a leer y escribir por su cuenta para no se un analfabeto. Y lo consiguió, gracias a su gran fuerza de voluntad y fe ciega en sus ideales que le han marcado a fuego durante toda su vida.

Es en esta etapa es cuando empieza a sentir atracción por la música y tiene un primer acercamiento a la banda que entonces existía. Estamos hablando de los años cuarenta cuando D. Miguel Rodríguez Pérez estaba al frente de la misma. En el 45 comienza a dar clases de solfeo a la que asisten gran cantidad de alumnos. Julio contaba con 14 años.

Pasa el tiempo y llega el momento de realizar el servicio militar obligatorio. De esta etapa destacan algunos aspectos poco conocidos por los habitantes de Cantoria; se alista en la Legión Española, y pasa varios años en un Campamento del Sahara Occidental, antigua colonia española, concretamente en Villa Cisneros, en donde ingresa en la Banda de Música de la Legión, siendo la trompeta el instrumento elegido para tocar con ella. Pero aún mas sorprendente es su aislamiento en la Legión Francesa, en la que también estuvo varios años. Aquí se libró por muy poco de ser enviado a Indochina, una colonia que estaba en guerra con Francia en ese momento (1945-1954). Siempre que relata a sus conocidos esta etapa de su vida, se refiere a la música como su “salvadora”, no en vano siempre estará en deuda con ella.

Su periplo por Francia es consecuencia de la situación de carencias que vivía el país y que forzó la salida de miles de españoles fuera de España a buscarse la vida. El carácter aventurero de Julio le hace viajar por infinidad de lugares geográficos: el Valle de Arán y Barcelona en España, Francia, Alemania, etc. Incluso estuvo tocando la trompeta en un circo con el que estuvo de gira por Europa. En una de esas actuaciones se encontró con un cantoriano emigrante, Antonio Gilabert el conejo.

En 1957 muere su madre a los 54 años de edad, y se ve obligado a regresar a su tierra. Al poco tiempo conoce a Dolores García, la que será su mujer a partir de 1965. De este matrimonio nacerán seis hijos, que actualmente están muy implicados en la vida social, musical y cultural de Cantoria.

Son años donde Julio enfoca su vida profesional hacia el mármol, abriendo varios talleres de transformación de este material, y dando empleo a varios trabajadores. Instala su pequeño taller en las Mateas, paraje a la entrada de Cantoria donde también tiene su vivienda familiar. Son años difíciles para el negocio con altibajos económicos notables, pero saliendo a flote como buenamente podía. Sin embargo, en el otoño del 89, con 58 años es sometido a una operación quirúrgica de urgencia donde se le extrae uno de los riñones, circunstancia que no le ha impedido hacer una vida normal en estas dos últimas décadas. Al jubilarse obligatoriamente su dedicación plena va dirigida completamente a la música.

En los años anteriores a la transición política de nuestro país, Julio enfoca su vida al mundo de la política, claro está que en la clandestinidad, ya que militó activamente en el Partido Comunista de España, que era ilegal y perseguido por la dictadura.

En varias ocasiones, y ya con la democracia, se presenta a las elecciones municipales, e incluso al Senado, no logrando nunca salir elegido pese a haber luchado mas que nadie “jugándose la vida” en mas de una ocasión contra la dictadura, como a él le gustaba decir y a favor de la democracia. Un dato que corrobora lo que acabamos de expresar es que el 23 de Febrero del 81, cuando se produce el intento de golpe de estado, en esa noche y durante toda la madrugada, el domicilio de la familia Lizarte fue vigilado permanentemente por un vehículo de la Guardia Civil. Con los años, nuestro protagonista sabría por confesión de cierta persona que tanto él como sus hijos varones habrían desaparecido esa noche si hubiera triunfado el golpe. Evidentemente eso no ocurrió.

Sin embargo, si por algo hay que recordar a Julio en el pueblo de Cantoria, es por haber logrado formar una banda de música que lleva funcionando ininterrumpidamente desde el año 1972, cuando se hizo cargo de las clases de música, hasta la actualidad. Recordemos y repasemos este hecho detalladamente:

Como bien es sabido, Julio era habitual de las tertulias y reuniones en distintos bares del pueblo a las que también acudían Juan Tijeras, el párroco Francisco Serrano, Miguel Aránega, Baltasar Fernández, etc. En ellas de vez en cuando salía el tema de la música, y como Julio tocaba la trompeta y tenía conocimientos musicales gracias a su etapa en la banda de la legión, le animan y proponen que se haga cargo de crear una banda de música, ya que los intentos de la década anterior (años 60) no habían fructificado. El caso es que acepta y en 1972 comienzan las clases de solfeo en el Convento de la “Divina Infantita”, hoy desaparecido en cuyo solar se encuentra el hogar de la tercera edad. A las clases asisten antiguos músicos y también niños que poco a poco van aprendiendo solfeo y a tocar un instrumento.

De ahí se trasladan a la Sacristía vieja de la Iglesia, donde se reanudan los ensayos y las clases. Con el esfuerzo y tesón de todos se crea la Agrupación Musical de Cantoria, empezando con músicos de los que aún hoy continúan en activo o lo han estado hasta hace poco. Han pasado músicos como Baltasar Fernández, José Granero Joselito, Pedro el chinel, Luis el boticario, Julio Rodríguez el marmolista, Antonio Gea el calores, Rafael Águila,…. Y entre los jóvenes que empezaron, Diego Juan Jiménez, Juan Arán, Manuel Lillo, Juan Pallarés, José y Pedro Águila, etc…. (los que no se nombran que perdonen la omisión pero se haría eterno nombrarlos a todos).

Esta banda llamada “de la democracia” porque nació en esta etapa histórica se va consolidando poco a poco, incorporando nuevos músicos en los años siguientes, incluidos sus propios hijos, Julio y Pedro en los años 1978 y 1979 respectivamente.

Se puede afirmar que han sido muchos los músicos que han pertenecido a la banda en algún momento de su vida, o al menos han iniciado sus estudios musicales ya que desde 1994 hasta hoy han sido 305 los niños y niñas que lo han hecho. Este dato se certifica porque existe un control de las matriculaciones a la Escuela Municipal de Música desde ese año. Sin embargo desde 1972 y 1994 han debido ser también muchos los que han sido músicos, pero desconocemos el número exacto.

Como prueba del buen hacer del Maestro Lizarte al frente de la banda, destacar que fue contratado por el municipio de Macael, para intentar relanzar la banda de música de este pueblo creada en 1979 por D. Antonio Torres el rubito. Algunos de los músicos de Macael que entonces se iniciaron con Julio siguen actualmente en activo, formando parte de agrupaciones tan destacadas como la Banda Municipal de Almería, La Orquesta Ciudad de Almería, Banda Sinfónica Provincial, etc.

Pasan los años, la banda se va consolidando y creciendo, alcanzando en la década de los noventa con la cifra de 50 músicos, cifra que mantendrá durante muchos años, pero que no será su techo ni mucho menos. Son años donde la banda muestra su gran nivel musical en los diferentes festivales provinciales a los que acude así como en las procesiones de Semana Santa en donde es contratada: Almería, Sorbas, Santa María del Águila, Vera, Oria, Albox, Cantoria, etc.

Irremediablemente el paso del tiempo va haciendo merma en las personas y, Julio decide en 2001 que ha llegado el momento de ceder la batuta a sus hijos aunque nunca ha dejado de estar pendiente de ella hasta el dia de su muerte, e incluso aprendió a utilizar el ordenador para seguir componiendo música. Hasta pocos dias de su fallecimiento, en febrero de 2020 a los 88 años, siguió componiendo.

Pero el trabajo ya estaba hecho. La gruesa herencia musical que deja a sus espaldas para disfrute de Cantoria en estos 30 años, y en ese momento una banda con 63 músicos y 35 en formación.

Durante todos estos años la banda de música ha tenido por nombre oficial “Agrupación Musical de Cantoria”, pero desde 2009 el nuevo nombre de la misma es del “Agrupación Musical Maestro Lizarte” de Cantoria, estando inscrita como asociación oficialmente en el registro de Asociaciones de Andalucía. Que menos que dar su nombre a algo tan maravilloso como es una banda de música, que además la creó él, y por supuesto hacerlo en vida como reconocimiento merecido a su labor.

GRACIAS MAESTRO.

Josefina de Ponte, mujer de Eduardo Cortés y Juan Tijeras en el Huerto del Administrador en el verano de 1978.

Juan Tijeras

Juan Jiménez Tijeras, que ese es su nombre completo, nació el 11 de Febrero de 1907 en Cantoria. Hijo de Domingo Jiménez Picazos y de Encarnación Tijeras Martínez.

Todos lo conocemos como Juan Tijeras, porque tomó el apellido de su madre que murió con 22 años, a los tres meses de nacer él. Juan Tijeras, a pesar de no haberla conocido, siempre la añoró y decidió adoptar su apellido.

A principios del siglo XX, la escolarización de los niños era muy deficiente y como tantos otros, el pequeño Juan tuvo una infancia más bien corta, sin la educación primaria necesaria. Aprendió a leer y escribir por sus propios medios, con ese afán innato de saber que le marcó para toda su vida.

Su padre se volvió a casar con Juliana Pérez García y del nuevo matrimonio nacieron cuatro hijos, Antonio, María, Pedro e Isabel. A Pedro, muchos lo hemos conocido como Pedro el chinel.

Como eran tiempos difíciles, abandonó la escuela y desde muy joven aprendió el oficio de carpintero en el taller de su padre. Transcurrido un tiempo, con sólo 15 años y debido a que su padre enfermó, tuvo que hacerse cargo del negocio y de toda la familia.

Su juventud la pasó trabajando duro para sacar a todos adelante, pero no le importaba porque tenía una luz que le iluminaba y alegraba la vida. Era su Trini, como él le llamaba. Juan y Trinidad Jiménez García se pusieron novios (como él decía) desde muy jovencitos.

En edad militar, se incorporó a filas para la defensa fronteriza con Marruecos, el día 10 de Noviembre de 1928 en el regimiento de Infantería de Serrallo nº 69 de guarnición en Ceuta y pasó, el día 1º de Julio de 1929, al Batallón de Cazadores de Madrid nº2 de guarnición en Tetuán, donde unos años atrás había asediado la ciudad el berebere Abd El Krim. Se licenció el día 20 de Marzo de 1930.

Trini y Juan, después de 14 años de noviazgo, se casaron por lo civil el 30 de Septiembre de 1936 en plena guerra civil. Por el contrario, ese año fue triste para Juan, ya que su padre murió a los 57 años aquejado de un cáncer de pulmón.

Tras su boda, también se hizo cargo de la familia de su mujer: suegra, cuñada y sobrinos, a los que consideró siempre como de la suya. De esta unión nacieron tres hijas, la primera y única que sobrevivió fue Encarnita.

De nuevo tuvo que incorporarse a filas, esta vez movilizado por el Gobierno de la República el día 20 de Abril del 38, por estar nuestro pueblo en territorio “rojo”. Fue herido de metralla en la cabeza el 7 de septiembre de ese mismo año en el frente de Levante. En el mismo frente que perdió la vida su hermano Antonio, a penas un mes después el día 9 de Octubre.

Gracias a D. Eduardo Cortés, que lo encontró en el frente mal herido y lo pudo trasladar a un hospital de Murcia, no corrió la misma suerte de su hermano.

Don Eduardo, uno de los antiguos dueños del huerto “El Administrador”, mantuvo una relación entrañable con Juan Tijeras durante toda su vida. Se conocieron cuando a la llegada de cada verano, Juan reparaba por encargo los desperfectos de la casa del huerto, a partir de entonces empezó a forjarse una buena amistad, que se reforzaría con la providencial anécdota de haberle salvado la vida en el frente.

Transcurrió así una vida de entrega a su familia, hijos y nietos, hasta que el 12 de abril, en vísperas de la Semana Santa de 1984, su corazón, tan grande como él, dejó de latir a media mañana.

Hasta aquí, no habría nada de extraordinario pues como él, hubo muchas mujeres y hombres que pasaron por las mismas circunstancias en esa época tan difícil que les tocó. Sin embargo, los que tuvimos la inmensa suerte de conocerlo, podríamos aportar una o varias razones para afirmar que Juan Tijeras fue un hombre extraordinario.

Juan Tijeras, se fue sin pedir permiso como lo hacen las golondrinas al llegar el invierno, porque como él, dejan finalizada su misión en la arista de una cornisa y vuelan tranquilas. La misión de Juan Tijeras, que dejó resuelta con creces antes de su muerte no era otra que hacer felices a sus vecinos, acudiendo cada vez que les surgía algún problema cotidiano, que podía ir desde reparar las patillas de unas gafas tan viejas como su ama, hasta darle cuerda al reloj de la iglesia.

En el mundo materialista que ahora vivimos, no tiene ningún mérito todo lo que contamos, ya que cualquier trabajo tiene su contraprestación. Sin embargo, por cualquiera de estas actividades, Juan no pedía nada. El dinero para él no tenía ningún valor. Él era feliz viendo como cada problema que caía en sus manos se solucionaba, fuera pequeño o grande, leve o grave. Algunos tan graves, como cuando se incendió el Santo Sepulcro y hubo que hacer de urgencia otra urna, para poder procesionarlo el Viernes Santo. Solo faltó que el cura hablara con Juan, o que él se ofreciera, para hacerlo con el entusiasmo que él ponía, con un resultado sencillo y magistral. Este sepulcro es el que actualmente procesiona en Semana Santa.

Juan Tijeras, en la década de los cincuenta, fue un empresario incansable. Tocó la carpintería, pasando por la fontanería y la electricidad. Todo esto, siendo autodidacta. Para ello, todas las noches estudiaba libros de fontanería, electrónica y máquinas, la lectura preferida era una enciclopedia que compró y pagó a plazos por lo costoso de entonces. Su saber era tal, que en sus tertulias del Casino siempre debatía a los más instruidos del pueblo, dejándolos a veces asombrados por sus conocimientos sobre cualquier tema.

La primera radio que tuvo, la fabricó él mismo, sobre una tabla de madera y con unas pilas de teléfono. Para deleite y asombro de sus vecinos, los convocó a su puerta para que vinieran a sentarse porque iba ha haber una sorpresa, niños y grandes quedaron boquiabiertos al oir salir de aquella madera los acordes de una canción, en Radio Andorra, que le había dedicado a su Trini.

Por esta afición, se hizo maquinista de cine y regentó el Teatro Saavedra y la Terraza de verano. Ambas empresas eran anunciadas en el Libro de la Feria y Fiestas de Agosto en Honor a la Stma. Virgen del Mar en la Feria de Almería. No solo se proyectaba cine, sino que también traía al pueblo compañías de teatro con grandes artistas como Pablo Rossi y familia. Además, formó a varias personas en este oficio, entre ellas a su sobrino Juan Caparrós.

Son muchas las anécdotas que se podrían contar de esta época, entre ellas, como era tan manitas, hizo un panel eléctrico para el funcionamiento de las luces del teatro y cuando vinieron a realizar la inspección para la apertura del mismo, el responsable eléctrico de la compañía suministradora, quedó impresionado al ver las instalaciones que Juan había creado.

Para los artistas acondicionaba desde decorados, telones, luces, hasta construir una ducha de agua caliente, con un tinajo de barro y electricidad. De este salía un grifo y mango de ducha. Todo fabricado por él. Siempre fue una persona adelantada a su tiempo.

Algunas personas aún recordarán el decorado que hizo para una compañía que vino y representaron la obra Don Juan Tenorio, decorado que parecía propiamente un cementerio.

Continuando con las anécdotas graciosas, como cuando anunció un cortometraje La muerte del cabo, que daba paso a la película anunciada, cuando el teatro estaba a rebosar se abrió el telón y en el escenario entre tinieblas apareció una vela con su cabo encendido, las pataletas y abucheos del público asistente, echaban el teatro abajo.

Y otras que incluso pudieron poner su vida en peligro, como una noche en la que uno de los rollos de película ardió completamente, ya que las películas ardían con facilidad por estar hechas con celulosa. Su hija, que le ayudaba en la taquilla, pasó muy malos ratos, y aún los recuerda, cuando estas de pronto salían ardiendo.

Desde su carpintería salieron desde cosas pequeñas como juguetes, utensilios de cocina, pasando por puertas ventanas, dormitorios, sillas, cocinas, hasta arreglar las cosas mas variopintas como gafas, máquinas de coser, cuchillas de la matanza, pasando por todos los utensilios de matanza…,arreglaba relojes...

Las puertas y ventanas de la mayoría de las casas antiguas son echas a mano por él. Proyectó, diseñó y montó muchas de las máquinas de las fábricas de esos años, como la de la Aserradora que creo junto a D. Antonio Mata, única en los alrededores. Casi toda la fontanería del pueblo, cuando ya se explotarban lo pozos la hizo él.

Montó una destilería llamada “SACOJER. Industrias Unidas” 51 junto a D. Nicasio López y D. Cristino Mª Sánchez, de donde salieron licores de gran calidad.

Fue nombrado Encargado del reloj público el día 9 de febrero de 1933, en el Ministerio de la Gobernación, por el alcalde presidente del consejo municipal, D. Juan Cerrillo Rodríguez, hasta que sus piernas dejaron de acompañarle.

Gracias a su buen hacer, en el año 39, cuando la postguerra y la lucha de clases que hubo, su amigo D. Ezquiel Castellanos, le confió su casa y empresa, porque tuvieron que salir huyendo del pueblo. Esa noche Juan Tijeras y su familia se trasladaron a casa de D. Ezquiel por haber recibido rumores sobre su saqueo. Cuando llego la muchedumbre exaltada, dirigidas por el cabecilla local, al forzar la puerta encontraron a una niña con un bebé (su sobrina Encarna Caparrós con su hija Encarnita Jiménez) y al verlas allí el cabecilla les preguntó: Niña tú que haces aquí y ella le contesto: con mi tío Juan Tijeras que vive aquí. Inmediatamente el cabecilla se volvió a sus compañeros y le dijo: fuera todos de aquí. Gracias a la honradez de Juan Tijeras, los propietarios de esa casa y empresa encontraron hasta el último alfiler a su vuelta, de lo que le estuvieron siempre agradecidos.

Él no hacía distinción entre personas, no había para él ricos o pobres, todos eran bien recibidos en su casa y les brindaba las mismas atenciones, siempre dispuesto a ayudar a quien llamara a su puerta.

Como no tenía miedo a nada, cuando el saqueo de la Iglesia, y siendo una persona tan racional, corrió hacia la Iglesia y salvó lo que pudo. las imágenes de dos ángeles que custodiaban el sagrario, Los mantuvo ocultos en su casa y cuando acabó la guerra en una misa de campaña que se celebró en la plaza los sacó y colocó en el altar.

Un día de San Antón sobre el 56-57, fue Mayordomo de las fiestas, y realizó un toro de madera y cartón relleno de material pirotécnico y lo anunció, pero sin decir lo que era, cuando toda la gente estaba reunida en la plaza, soltó dicho toro desde la cuesta de la plaza, que antes era mucho más empinada, y cuando aquella cosa empezó a soltar chispas y carretillas, la gente salía despavorida, intentando salvar las medias de cristal y abrigos estrenados para la ocasión. Pero el verdadero culpable de esas pequeñas quemaduras o chisponazos, no fue el toro, sino un muchacho de dicha calle que desde las ventana aprovechó para lanzar carretillas encendidas.

Otra faceta suya, fue su pasión por la música. En concreto por su Banda de Música. El tocaba el “bombardino” y lo usaba, tanto para rondar a su novia, salir en plenas carretilla o hacer una procesión a San Antón y a San Cayetano.

Siempre fue la columna vertebral de la banda, ya que en momentos difíciles siempre supo aunar a los componentes, para que los periodos de parón fueran mínimos.

Los que lo recordamos, no olvidaremos su presencia con la pipa y el ronroneo constante de alguna canción. Dicen que los pájaros no cantan porque están alegres, sino para estarlo. Esa era su forma enfrentarse a la vida, siempre en positivo.

Sobre todo lo contado hasta ahora, lo más grande que nos dejó, es la extremada generosidad y lo buena persona que era. Cuentan que un día, una vez que había terminado una de sus arreglos, cuando la señora de la casa le dijo “¿Juan que te debo?”, el dijo “nada”, entonces le respondió aquella “Juan no seas tonto que no se puede ser así...” y el respondió, “que sería de los listos si no estuvieramos los tontos...”.

Esta filosofía, le marcó toda su vida. De afán emprendedor, autodidacta, innovador y empresario, no consiguió hacerse rico, porque no lo pretendió. Todo lo que tuvo, lo repartió a partes iguales entre los suyos, sus amigos y los demás que se acercaron a él.

Hombres así, se mantienen incandescentes en la memoria de los que lo conocimos y aprendimos algo de él.

Baltasar Fernández

Primera corporación democrática. De izquierda a derecha, en la tercera fila, Casto Uribe Gómez, Baltasar Fernández Cuéllar y Francisco Soler Prieto (secretario del Ayuntamiento). En la segunda fila, Manuel Lillo, Rogelio Berbel Fernández, Francisco Fernández Sánchez, Rosa Aís García y Pedro Liria Rodríguez. En la primera fila, Ramón Jiménez Marín, Antonio Cuéllar López, Juan Pedro Gea Guerrero Juan Francisco Rodríguez Reche (oficial del Ayuntamiento). Faltan los concejales: Rafael Godoy González y María Rosa Rivero Garrido.

Baltasar Fernández

Dicen que hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica y es la voluntad. Voluntad por aprender, por participar de manera activa en el mundo que le rodea y sobre todo hacer de su experiencia y sus recuerdos un tesoro de incalculable valor. Valga como ejemplo su labor de recopilación para la Piedra Yllora en todos los años de su existencia, así como otras publicaciones como El Medio Social y Natural de Cantoria coordinado por José Antonio Romero, El Estraperlo y los Emboscados de Antonio Berbel, Memoria y Dignidad de Antonio Sánchez Cañadas, entre otros.

Hablamos de Baltasar Fernández Cuéllar, más conocido como el riblanco, taxista de profesión aunque su vida le dio para abarcar otros tantos oficios como agricultor, mecánico, marmolista y tendero. Baltasar, junto con su hermana Carmen, eran hijos de Joaquín Fernández Gea y Maravillas Cuéllar Cuéllar, que debido a los tiempos difíciles que les tocó vivir, sufrieron mucho al verse privados desde temprana edad a la compañía de su padre cuando estuvo destinado como maestro de escuela en el norte.

Nació en Cantoria un 27 de Abril de 1927 en la calle Ermita, en la casa donde vivió gran parte de su vida, aunque debido a la profesión de su padre, parte de su infancia la pasó en Palomares y en Oria.

Contaba a sus hijos que cuando era chico y venían a Cantoria de vacaciones, al volver al pueblo donde ejercía su padre, pedía a su abuelo que lo escondiera para no tener que irse. Era bastante travieso, y en su casa, al ser el único varón, era el niño mimado por sus abuelos y por eso su madre tenía que castigarlo duramente. "travieso pero sin maldad" -nos comenta su hermana, que no puede evitar una sonrisa al recordar cuando le cortó los pelos a la cola de la burra de su vecino para hacer pinceles, o cuando le pidió que guardara un tubo de caña tapado por sus esquinas y como su curiosidad pudo con ella, destapó el artilugio y empezaron a salir arañas, insectos a los que les tenía pánico, por lo que el susto de Carmen fue monumental. Nos sigue contando que cuando ve a Francisco, el nieto de su hermano, le recuerda a él de joven.

Humildad y sencillez son dos calificativos que podemos aplicar a su familia, conocida y querida en el pueblo por ser su padre maestro. Lo normal era que Baltasar siguiera los pasos de su progenitor, pero sólo pudo estudiar primaria, ya que cuando iba a empezar los estudios superiores estalló la guerra civil. En ese momento su padre ejercía en Oria y en 1938 su quinta es llamada a filas, incorporándose al ejército hasta el final de la contienda. Lo que vino después marcó la vida de toda la familia. Cuando se instauró la dictadura, se le cesó en sus funciones y sometido a expediente como a la mayoría de los maestros que ejercieron en la zona republicana durante la contienda. Se le acusó de pertenecer a la U.G.T. y al Partido Comunista siendo ferviente defensor de la República. La resolución fue separación definitiva del servicio, pero en la revisión de la resolución anterior fue el traslado forzoso fuera de la provincia durante 5 años y la inhabilitación de cargos directivos y de confianza. Durante el tiempo del cese en sus funciones, se quedaron sin su fuente principal de ingresos, viéndose obligados a trasladarse a Cantoria a casa de los abuelos maternos a trabajar las tierras que estos poseían. Años duros para los cantorianos aunque la familia no llegó a pasar hambre, pero sí muchas necesidades. Y hubo que empezar a buscar salidas para cooperar en el sustento de una familia compuesta por nueve miembros.

Cuando a su padre le volvieron a dar su trabajo, ya era tarde para reanudar sus estudios. Había buscado oficio por otro lado, empezó de marmolista en el Taller de Juan Peña Tapia que tenía en la calle de la Ermita, antes de hacer el servicio militar. Pero a él siempre le gustó los vehículos a motor, así que aprovechó estando en Palma de Mallorca cumpliendo la mili para sacarse el carnet de conducir de todo tipo de vehículos, a la vez que aprendió mecánica del automóvil. Cuando volvió licenciado, vio una salida profesional el comprar un vehículo y ponerlo al servicio público, y así es como se ha ganado la vida la mayor parte de los años de su vida laboral.

Muchos miles de kilómetros a sus espaldas, con otras tantas anécdotas para rellenar varios libros, alegrías de niños que casi nacían por el camino, de jóvenes que venían de fiesta, familias de vacaciones, traslado de personas enfermas, accidentadas, unas veces con buen tiempo, otras con lluvia, nieve incluso, o tirar con el coche averiado, porque de todo hubo.

En su casa la familia sufría, sus padres, su esposa y sus hijos. Ese sufrimiento hizo que se replanteara apartarse del taxi e integrarse en la tienda de comestibles que regentaba su esposa Amalia desde 1969 y así estuvo hasta 1987, en que cerraron este negocio para ayudar a su hijo Joaquín a sacar adelante su supermercado. hasta que se jubiló.

Una de sus pasiones era la música, desde muy joven tocaba la trompeta, siendo Baltasar uno de impulsores de que la Banda de Música se volviera a reorganizar y empezar a tocar después del parón de la guerra y primeros años de dictadura. Junto con D. Miguel Rodríguez, director que fue designado por el Ayuntamiento en 1945 y con integrantes de la antigua Banda y nuevos alumnos, empiezan las clases de solfeo en marzo de ese año con los instrumentos que pudieron conseguir, y en enero de 1946, dan su primer concierto coincidiendo con la festividad de San Antón. Además formaba parte de una Orquesta que se formó con componentes de la misma Banda y actuaban en los pueblos de alrededor.

También debemos resaltar otra faceta de su vida, la política activa, llegando a ser concejal en los años que estuvo Juan Gea de Alcalde. Ha sido un hombre fiel a sus ideas militante del Partido Socialista Obrero Español desde que en España se instauró la democracia y fiel defensor de sus ideales.

Recibió dos reconocimientos en su vida, una por haber sido concejal, labor que realizó desinteresadamente, y otra fue por su trabajo de recopilación de datos y testimonios para revista Piedra Yllora, para que los cantorianos supiesen de los hechos acaecidos en su tierra.

Tras la jubilación nace el Baltasar escritor y poeta, acompañado de un viejo ordenador empezó a recopilar anécdotas, recuerdos, poemas. Lo que más le satisfacía era cuando podía serle útil a los demás, cuando le preguntaban sobre ciertos temas, entonces se esforzaba y afloraban sus recuerdos y conocimientos sobre el asunto en cuestión y bien de palabra o por escrito daba toda la información que disponía. Pero de lo que más disfrutaba era del tiempo que le dedicaba a su familia, sobre todo a sus nietos que adoraba y a su cortijo, hasta que la salud le fue fallando.

Para su familia ha sido un hombre bueno, trabajador, que ha sabido estar en su sitio siempre y que se sacrificaba por quien lo merecía. Había veces que venía de un viaje largo y se tenía que ir a dar otro servicio. Por muy cansado que estuviera, nunca tuvo en su boca una negativa para llevar a su destino a alguien que lo requiriera.

Estuvo casado con Amalia 55 años de su vida, donde fue un matrimonio lleno de confianza y buena convivencia, fue un marido bueno y con respeto hacía su mujer en todo momento. Tuvieron dos hijos, Maravillas y Joaquín que les dieron 5 nietos, Laura, Joaquín, Francisco, Maravillas y Miguel Ángel.

La mañana del 8 de abril del 2012, domingo de resurrección, su corazón dejó de latir, con seguridad muy a pesar suyo y emprendió un largo viaje a un lugar del que no se vuelve, a esperar a los suyos.


Miguel Rodríguez Pérez

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Asociación Cultural San Antón y San Cayetano

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