La Orden Hospitalaria y su Expansión por Europa

Tau que portan los Mayordomos de la Cofracía de San Antonio Abad de la Calahorra (La Rioja).

La Orden Hospitalaria, Clave para la Expansión de la Devoción de San Antón por Europa

Al poco de llegar los restos a Francia, sin mucho esfuerzo, se activa el prodigio. ¡ALELUYA! Las gentes dicen que allí se producen milagros y que el santo cura el llamado Fuego de San Antón (hasta ese momento era conocido como Fuego del Infierno), creciendo la popularidad del lugar y con ella, la llegada continúa de peregrinos en busca de un milagro. Y ya se sabe que donde hay milagros hay negocio, y este no tardó en llegar con leyenda incluida.

Esta cuenta que al noble francés Gastón de Valloire se le aparece el propio San Antón, con un báculo en forma de Tau en la mano, diciéndole que su hijo, enfermo del fuego del infierno, se curaría si destinaba todos los bienes que tenía a ayudar a los afectados por dicho mal.

Días después el muchacho se cura y ambos venden todos los bienes y se visten con unos hábitos negros en los que cosen la señal de la tau, imitando la forma del bastón con el que San Antón se había aparecido a Gastón. En Egipto, la tierra original del santo, la tau representaba la vida después de la muerte y había sido el propio San Antón el primero en utilizarla.

Leyendas aparte, estos dos personajes existieron realmente y está documentado de que el hijo de Gastón se curó y por ello dedicaron su vida al cuidado de enfermos afectados principalmente por el mal de San Antón, aunque también atendían a cualquier enfermo acuciado de alguna enfermedad infecciosa como peste, lepra, sarna, y enfermedades venéreas.

Además reunieron una pequeña comunidad para que les ayudase, que derivó en 1089 en una orden de caballería que se llamó los Caballeros Hospitalarios de San Antón, cuyo símbolo, la cruz griega en forma de Tau, conocida también como antoniana (T), tendrá un aroma próximo al Temple. En 1095 ya disponían de un pequeño hospital y además, obtuvieron la confirmación fundacional del papa Urbano II. El primer maestre de la organización fue el mismo Gastón de la Valloire.

Para garantizar tanto el correcto mantenimiento del hospital, como el sustento de la comunidad de religiosos, recorrieron los caminos predicando y exhibiendo las reliquias del santo, propiciando así las peregrinaciones al santuario. Recurrieron también a la crianza de cerdos, los cuales gozaron del privilegio de libre pastoreo.

El rápido desarrollo de la comunidad de hospitalarios extendió su influencia y ya en la década de 1340, el pedido llegó a contar con hasta 640 establecimientos en Europa (principalmente Francia, España, Alemania e Italia). Se distribuyeron a lo largo de las rutas de peregrinaje a Santiago de Compostela y Jerusalén. La atención consistió en proporcionar primero a los enfermos alimentos a base de carne y vino. Los Antoninos también usaban bálsamos en cuya composición entraban plantas (amapola, verbena, ranúnculo, genciana, etc.), finalmente estaba el santo vinagre que se puede pensar que el efecto vasodilatador fue útil. A partir del año 1400, los Antoninos realizaron una cirugía (amputación de miembros secos). Su reputación como excelentes médicos hizo que los papas se unieran a sus servicios. En 1253, Inocencio IV les ordenó que establecieran un hospital móvil para seguirlo en sus viajes.

Los antonianos llegaron a España a través del Camino Francés de Santiago en el siglo XII y en esta centuria lograron su mayor implantación, regentando varios hospitales. Su centro más conocido y poderoso en esta Ruta -y también en toda la Península- fue el hospital de San Antón de Castrojeriz, Burgos, del que todavía se conservan restos.

Con la disminución de la enfermedad tras descubrirse su relación con el hongo del centeno, los antonianos entraron en una progresiva decadencia. En 1787 el papa Pío VI los integró en la Orden de Malta. Sin embargo, continúa existiendo en el Líbano, donde los Antoninos maronitas tienen veintiún monasterios, así como numerosas escuelas y seminarios.